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Chapter 17 - Capítulo 17

Capítulo 17 Pantora

—¿Anakin? —llamó Ahsoka al entrar a la sala de

comunicaciones.

Anakin la había llamado allí, pero en este momento, él

llevaba uno de los cascos del Sistema Cero, y en frente se proyectaba un mapa

de la galaxia, con millones de puntos y algunos datos que ella no entendía, por

lo que se preguntaba si era un proyecto secreto del que ella no podía saber.

La puerta detrás de ella se cerró con un movimiento de la

mano de Anakin, y él se quitó el casco.

—No es un secreto… bueno, sí es un secreto, pero no para ti,

nuestro vínculo hace que siempre esté allí para evitar fugas de información

—dijo Anakin.

Ahsoka también confiaba en su vínculo, pero su confianza

venía de Xion. Anakin era demasiado atolondrado para generarle confianza.

Anakin la miró amenazadoramente, sabiendo lo que estaba pensando, pero Ahsoka

ya no lo veía como a un dios, y no le importaba. Ella llevó su mano a su sable

de luz, dispuesta a tomar otra pelea. Anakin hizo una mueca.

—Ahsoka…

—Anakin, ¿no estamos mejor como estamos ahora? —preguntó

Ahsoka. Ella sentía que su relación había mejorado mucho—. Nos divertimos

juntos —dijo Ahsoka.

—Eres mi padawan, no se supone que nos divirtamos juntos —se

quejó Anakin. Ahsoka se encogió de hombros. Anakin suspiró, parecía que no

terminarían blandiendo sus sables esta vez.

Anakin señaló el mapa e hizo un gesto con su mano para

mostrar un dato en porcentaje que decía treinta por ciento.

—Esta es un arma biológica que he creado, y cuando haya

infectado a todos sus objetivos, esta guerra habrá terminado —explicó Anakin, y

Ahsoka debía admitir que estaba sorprendida.

—¿Un arma biológica? —preguntó Ahsoka.

—Tranquila, no es una enfermedad, sino una cura, y le tomará

uno o dos años completar su distribución. Puedo usarla ahora, pero eso sería un

desastre, porque ese viejo miserable tiene sus ojos sobre mí, y sin duda lo

verá todo, por lo que debemos ser pacientes.

»Mientras tanto, te dejaré a cargo del Verdad y

Reconciliación, sigue destruyendo cruceros separatistas. A diferencia de lo que

piensa la República, no ganaremos esta guerra conquistando territorios, porque

nuestro enemigo son las corporaciones, a las que ese viejo ha prometido

ganancias, y con arruinar su economía, ya les estamos dando un gran golpe

—explicó Anakin.

—¿No son los sistemas separatistas los que se están

endeudando al construir más cruceros? Al final, si ellos se rinden, todas sus

deudas recaerán en la República —dijo Ahsoka.

Anakin ya le había explicado cómo funcionaba esta guerra y

cómo el gremio de comercio, el clan bancario, la federación de comercio y la

mayoría de súper-corporaciones de la galaxia estaban usando esta guerra para

enriquecerse, al tiempo que dejaban a la República en la ruina. Pero si ellos destruían

más cruceros, al final, serán los planetas los que aumentarán sus deudas, y las

corporaciones no sufrirán ningún daño. Anakin sonrió.

—Si me llamas maestro, puede que comparta esta información

—dijo Anakin. Ahsoka puso los ojos en blanco.

—Como quieras, ahógate en tu ignorancia —dijo Anakin.

—Anakin, soy la única persona con la que puedes compartir tus

planes, tarde o temprano terminarás hablando —dijo Ahsoka con indiferencia.

Anakin hizo una mueca.

—¡No voy a hablar! —sentenció Anakin.

—Yo tampoco preguntaré nada —afirmó Ahsoka.

—Bien —dijo Anakin.

—Bien —respondió Ahsoka.

Ambos se cruzaron de brazos, pero Ahsoka recordó que no

estaba allí para discutir, y Anakin acababa de darle el Verdad y

Reconciliación; eso no era algo común.

—¿El Consejo te ha llamado? —preguntó Ahsoka.

—Una estación vigía en el sistema pantora ha sido atacada, y

se presume que son droides. No te preocupes, no es nada importante; algunos

nativos rebeldes. Lo hubiera rechazado, pero habrá muertes si no intervengo, y

creo que puedo obtener algo de ayuda para nuestra causa —explicó Anakin. Ahsoka

asintió—. También he terminado tu casco —dijo Anakin, y una esfera plateada

salió de la mochila metálica que llevaba a su espalda y voló a su mano para

convertirse en un casco del Sistema 0.

Era un casco naranja con tatuajes blancos que dibujaban

patrones como los suyos, y el casco también tenía un diseño personalizado para

ella, porque era un casco que se ajustaría a su cabeza.

Ahsoka sonrió y lo tomó. Al tocarlo, se sintió cálida. Ahsoka

parpadeó.

—Lo querías rápido, por lo que he usado la Fuerza para

crearlo —dijo Anakin con incomodidad.

Eso explicaba por qué su diseño parecía artesanal y los

sentimientos de Anakin en él. Era lindo…

Ahsoka sacudió esos pensamientos de su mente. No caería en

las tonterías de este idiota inconstante. Ella sabía que su corazón no era

confiable y andaba detrás de otras mujeres. Ella ni siquiera lo consideraría,

sabiendo lo poco confiable que eran sus sentimientos. Si terminara igual que

Padmé, ¿no sería ella la que sufriría luego? Además, ella iba a ser una Jedi;

no tenía tiempo para las tonterías de Anakin.

—¡Gracias, es hermoso! —dijo Ahsoka. Él era un inconstante,

pero en verdad tenían mucho en común. Si Anakin dejara de fastidiarla con lo de

llamarlo maestro, podrían ser buenos amigos.

—De nada, aunque no necesitas esto…

Ahsoka lo ignoró y se dio media vuelta. No escucharía las

tonterías de este idiota. Él tenía un control absurdo de la Fuerza, y no había

forma de que comprendiera las limitaciones de los demás.

—¡No me ignores, soy tu maestro! —reprendió Anakin.

Ahsoka se rio y corrió. Anakin corrió detrás de ella, y

Ahsoka probó su nueva herramienta de combate en un entrenamiento ligero de

persecución, que terminó en los hangares.

Ahsoka saltó por encima del caza Jedi de Anakin, y al

aterrizar, este ya estaba en frente de ella, y su mano se dirigía a su cuello.

En otra ocasión, este sería el fin de su huida, pero el Sistema 0 le planteó

otra probabilidad mucho antes de que Anakin se deslizara delante de ella. Esta

era que las esferas dispararan sobre Anakin, mientras ella usaba la Fuerza para

empujarse a un lado y sacará su sable de luz.

Los disparos que llovieron sobre Anakin no le hicieron nada,

a pesar de que él no sacó su sable de luz; todo fue absorbido por un escudo,

que en realidad no era un escudo, sino una habilidad Jedi de absorción de

energía, que al nivel que Anakin la controlaba, le permitía usar sus manos para

enfrentarse a un sable de luz, por lo que para detener disparos bláster, apenas

gastaba algo de concentración.

Enfrentarse a Anakin era como enfrentarse a una montaña

abrumadora, pero Ahsoka no planeaba rendirse. Ella ya había comprendido que no

tenía ninguna oportunidad de igualarlo con la Fuerza. Eso era un hecho. Por lo

tanto, seguir entrenando de la forma en que Anakin quería no le servía para su

objetivo de superarlo. Ella debía seguir otro camino, y parte de ese camino era

usar el Sistema 0.

Aún con el casco del Sistema 0, que añadía los cálculos

precisos de una computadora a su mente, a Ahsoka le fue imposible igualar a

Anakin. Ahsoka se quitó el casco al terminar su entrenamiento; ya estaba

agotada, pero Anakin seguía sin siquiera parecer un poco cansado.

—Ahsoka, para los Jedi, la Fuerza es nuestra mayor aliada, no

debemos confiar en herramientas externas…

—¿Eso quiere decir que dejarás de usar tu sable de luz?

—preguntó Ahsoka antes de que él terminará de hablar. Anakin parpadeó—. Sí, es

una herramienta externa —dijo Ahsoka cuando Anakin miró el sable de luz.

—La Fuerza es nuestra mayor aliada, y debemos usarla con

todas las herramientas a nuestra disposición —corrigió Ahsoka, dándose media

vuelta—. Te invito a la cena por hacer el casco —agregó.

—La cena es gratis, solo quieres sacarme información

—reprendió Anakin.

—Bueno —dijo Ahsoka encogiéndose de hombros, y solo un par de

segundos después él la siguió.

Ahsoka sonrió; en verdad había pocas personas con las que

Anakin pudiera hablar, por lo que siempre terminaba hablando con ella, pero

Ahsoka no lo invitaba para sacarle información, ella de verdad disfrutaba

hablar con él. Anakin sabía muchas cosas que a ella le interesaban.

Un día después, Ahsoka y parte de la 501 salieron del

hiperespacio en un asedio separatista.

—Comandante Tano, las naves separatistas se preparan para

entrar al hiperespacio —informó el clon encargado de los sensores, mientras el

cañón Kyber se activaba y disparaba sobre un crucero, provocando una explosión

masiva que también afectó a un segundo crucero.

—Fijen coordenadas al siguiente asedio —ordenó Ahsoka con una

sonrisa, viendo a otros dos cruceros huir, y a algunas fragatas y droides

cazas, junto a varios escuadrones de bombarderos, dirigirse hacia ellos.

El verdad y Reconciliación entró al hiperespacio mucho antes

de que llegaran hasta él, y el cañón Kyber empezó a cargarse de nuevo para

cuando llegaran a encontrarse con la siguiente flota separatista. Así, cada

pocas horas, los separatistas perderían varios cruceros. Ahsoka pensó que

pronto estarían en la ruina; quizás esta guerra terminaría antes de lo que

Anakin pensaba y esa arma biológica que preparaba ya no sería necesaria.

Anakin, junto a la mitad de la 501, fue enviado a Orto

Plutonia, el planeta alrededor del cual orbitaba la luna Pantora, origen de los

pantoranos. Anakin ya conocía los detalles del conflicto, a pesar de que el

informe solo mencionaba que habían perdido la comunicación en una base del

planeta.

Anakin ya sabía que los clones se habían encontrado con una

especie nativa llamada Talz. Él ya había confirmado todo esto con la Fuerza,

pero lo que más le importaba de esta misión no eran los Talz o los mismos

pantoranos, lo que más le interesaba era su senadora, Ryo Chuchi, una novata en

el Senado, libre de la influencia de Palpatine, y que la Fuerza y sus propios

recuerdos le decían que podía convertirse en un gran apoyo para Padmé.

—Anakin, ¿en qué piensas? —preguntó Obi-Wan, que también

había sido enviado junto a sus tropas al lugar porque los Pantoranos

sospechaban de una invasión separatista.

Anakin miró a Obi-Wan, quien lo miraba con el ceño fruncido.

Él miró a su alrededor. Ellos estaban en el puesto de observación de unos

droides, después de visitar el puesto de observación de los clones. Los droides

habían sido despedazados con violencia, y sus partes mecánicas adornaban la

entrada y la sala de mando.

—Maestro, estoy pensando en esta situación —dijo Anakin

mirando al presidente Pantorano, que estaba a unos diez metros de él.

El presidente era un tipo azul y flaco como un palo, que

despotricaba como un loco sobre los separatistas, lo que hacía que Anakin se

preguntara cómo llegó a presidente de su mundo.

—Anakin, no mientas, tus sentidos están en todos lados, menos

en la situación actual —reprendió Obi-Wan en voz baja, mientras miraba a la

senadora Chuchi.

Anakin se encogió de hombros. Tampoco era que necesitara

ocultar sus planes.

—La Fuerza me indica que esta guerra estará más a nuestro

favor si logro traerla a nuestro lado —dijo Anakin.

—Anakin, somos Jedi, no tenemos un lado —advirtió Obi-Wan con

impotencia. Anakin lo miró seriamente.

—Maestro, todos tenemos un lado, y el de los Jedi es el lado

de la paz —replicó Anakin.

—Anakin, inmiscuirse en la política es demasiado arriesgado,

los senadores tienen ambiciones personales, y apoyarles puede terminar creando

un desequilibrio y aumentar el conflicto, sumergiéndonos más en él —dijo

Obi-Wan.

—Maestro, lideramos el ejército de la República, y los

separatistas nos ven como enemigos mortales. Prácticamente somos demonios a sus

ojos. No podríamos estar más involucrados en esta guerra.

»Lo que pretendo al involucrarme es justo lo contrario a lo

que dices. Pretendo salir de este foso al que los Sith nos han arrojado. Y

pretendo hacerlo luchando por la paz —explicó Anakin.

Obi-Wan reflexionó durante algunos segundos.

—Anakin, tu plan me da un mal presentimiento. Siento que

estás arriesgando demasiado, y cuando haces apuestas grandes, tus pérdidas

también pueden ser grandes —dijo Obi-Wan con preocupación sincera.

—Maestro, estaré bien —dijo Anakin.

—Anakin, corres más peligro que cualquier Jedi en esta

galaxia —dijo Obi-Wan. Él no se refería a su seguridad personal.

—Maestro, a pesar de que parece que no escucho al Consejo, en

verdad sí lo hago. Entiendo el código Jedi y por qué está allí. Sé que es lo

que nuestros enemigos tratan de usar en nuestra contra. Estoy tratando de

lidiar con todo y trato de que las cosas salgan lo mejor posible. Tampoco

ignoro lo difícil que es para el Consejo apoyarme porque represento un cambio

en todo lo que piensan, y aún no están convencidos de que ese cambio sea lo

correcto. No los juzgo por ello —dijo Anakin.

—Anakin, yo… —su maestro respiró hondo—. Tienes peor opinión

de ti que el Consejo Jedi. Anakin, el Consejo Jedi no duda de ti como persona,

y tus supuestos defectos no son tales. Solo resaltan porque eres un Jedi; no es

la costumbre que esto sea así, pero el Consejo entiende que esta es tu forma de

ser y ya eras así antes de llegar a los Jedi.

»Ellos son conscientes de que te exigieron mucho al tratar de

cambiarte, y también aceptan que fue un gran error no haberte escuchado. De

haberlo hecho, no estaríamos en esta guerra.

»Anakin, desde que el Consejo ha visto a dónde nos ha llevado

toda esta situación, la mayoría cree que es hora de dejar la orden en manos de

la siguiente generación y apartarse, como hizo en su momento la Maestra Jadle…

Anakin abrió mucho los ojos. Esas eran unas noticias horribles. Obi-Wan hizo

una mueca.

—Sí, yo y la Maestra Jadle somos conscientes de que la

presión acabaría contigo si eres nombrado Gran Maestro de la orden, y al menos

de momento, hemos conseguido que ese plan quede de lado —confesó Obi-Wan.

Anakin sintió un escalofrío en la espalda; esos viejos en

verdad eran desarmados. Ellos metían la pata hasta el fondo y luego se iban al

retiro, dejando todo a su cargo. En verdad, en este mundo no se podía confiar

en nadie, pensó Anakin con indignación.

—Anakin, calma. Además, si te conviertes en un Maestro del

Consejo, tendrás acceso a todos los holocrones —ofreció Obi-Wan.

Anakin parpadeó con sorpresa y algo de incomodidad, lo que

hizo que Obi-Wan también abriera mucho los ojos de la sorpresa y creara una ola

en la Fuerza.

—Maestro…

Obi-Wan se dio la vuelta, torciéndole el cuello como una

mujer cuya dignidad fue ultrajada, y caminó recto como una tabla, tratando de

controlar su ira. Anakin suspiró. De seguro él no le hablaría en varios días,

pero el asunto con los holocrones realmente le pilló por sorpresa.

Hacía tantos años que él se había infiltrado en la biblioteca

y los había estudiado todos que ahora solo eran algo de lo que se había

olvidado.

«Demonios, incluso tenía una buena excusa para cuando Obi-Wan

me descubriera», pensó Anakin, pero debido a su actitud en este momento, su

excusa sonaría a lágrimas de cocodrilo a oídos de Obi-Wan. «Bueno, al menos

ahora Obi-Wan se opondrá con todas sus fuerzas a que me nombren gran maestro de

la orden», pensó Anakin. No había forma de que él se olvidará de este crimen

atroz, que era colarse en la biblioteca prohibida.

—General Skywalker, ¿debo prepararme para que los clones a

cargo del General Kenobi traten de apresarlo? —preguntó Rex acercándose a él y

dándose cuenta de que por algunos días sería una persona no grata para Obi-Wan.

—Rex, no sabía que te dedicaras a la comedia —dijo Anakin con

frialdad y caminó hacia el presidente de Pantora y la senadora Chuchi.

La senadora y el presidente habían dejado su conversación

porque, al igual que los clones, habían notado su conversación con Obi-Wan, y

se dieron cuenta de que terminaron peleados.

—Presidente, senadora, les ofrezco nuestras disculpas. Son

asuntos de la orden —dijo Anakin. Obi-Wan lo miró con frialdad, pero esto era

un asunto de la orden y él asintió de mala gana.

—Estamos enterados de ello, muchos no aprueban sus

declaraciones —dijo el presidente Chi Cho con enemistad.

Anakin ya sabía que este tipo era un militarista, de armas

tomadas, y su respuesta a todo era disparar primero y preguntar después, por lo

que nunca obtendría su apoyo. Por fortuna, él sabía que este presidente estaba

a punto de sepultar su carrera política, y él no tendría que hacer nada para

que eso se hiciera realidad, pues ya podía ver los eventos hilarse delante de

él. Lo que Anakin no dejaría que pasara era que los clones murieran por las

ambiciones de este tipo.

—Presidente Chi Cho, por favor no haga declaraciones de ese

tipo —dijo la senadora Chuchi con algo de timidez pero más apresuramiento que

timidez.

Obi-Wan logró mantener su rostro sereno, pero Anakin estaba

algo sorprendido, al igual que el presidente Chi Cho, que veía a la senadora

Chuchi como si le hubiera salido otra cabeza; su conmoción era casi palpable.

Anakin sabía, que en el futuro, la senadora Ryo Chuchi, sería una persona

decidida, que luego se enfrentaría al imperio, pero ahora era alguien tímida,

que apenas comenzaba su carrera, por lo que su intervención sorprendía al

presidente pantorano.

—General Skywalker, la asamblea de Pantora, en su gran

mayoría, está de acuerdo con usted en estudiar a fondo las razones e intereses

en esta guerra, por lo que me han encargado que me pronuncie ante el Senado al

respecto —explicó la senadora—. Es usted muy valiente —agregó en un susurro.

Anakin parpadeó, y Obi-Wan le dirigió una mirada disimulada a

la senadora y luego a él. Anakin le sonrió. «Qué mujer tan encantadora, y ahora

que la veo de cerca, también es muy linda», pensó Anakin. Obi-Wan puso los ojos

en blanco, volteando para disimular su envidia.

—Gracias, senadora Chuchi, pero solo hago lo que puedo para

traer la paz a la República, y como parece opinar el presidente, es posible que

esté equivocado. Los Jedi somos guardianes de la paz; la política es un asunto

para aquellos versados en ella, como usted y el presidente Chi Cho —dijo Anakin

con propiedad.

—Hmm… —carraspeó Obi-Wan, evitando que la conversación

continuara—. Senadora Chuchi, presidente Chi Cho, el tema que nos atañe en esta

situación es otro, y el Caballero Anakin y yo estamos aquí por otro asunto

—dijo Obi-Wan con seriedad.

—Supongo que eso es correcto —dijo el presidente Chi Cho, que

al parecer quería dar un discurso. La senadora se apresuró a asentir.

—Maestro, no creo que este asunto sea obra de los droides.

Para decir esto, me baso en la forma violenta en que estos ataques fueron

llevados a cabo —dijo Anakin viendo las piezas de droides clavadas en estacas—.

Senadora, presidente, en nombre de la Orden Jedi, quiero pedirles que me dejen

investigar un poco esta situación —dijo Anakin, y de una vez empezó a caminar

sin dejar hablar a nadie.

Anakin se detuvo fuera de la base de observación, pero sus

seguidores tampoco pudieron hablar allí, porque una nave estaba aterrizando y

causando que la nieve y el frío se arremolinaran.

El presidente, sus cuatro guardias que también eran

pantoranos, Obi-Wan y los clones, se vieron azotados por la nieve y el aire

frío, lo que los obligó a cubrirse el rostro. Anakin solo se paró firme, y el

viento y la nieve ni siquiera azotaron su túnica Jedi. A su lado, caminó una

asombrada senadora Chuchi, que no parecía poder entender cómo era que el viento

y la nieve parecían esquivarles a ellos dos.

Anakin ignoró a Obi-Wan, que parecía querer reprenderlo por

usar la Fuerza de esa forma, y miró la puerta trasera de la pequeña nave de

transporte, que se abrió, para dejar salir a C-3PO, que él había solicitado a

Padmé. R2 venía a su lado.

—Caballero Anakin, la senadora Amidala me ha enviado a este

lugar para servirle de intérprete —se presentó C-3PO.

—¿Intérprete de qué? —se apresuró a preguntar el presidente

Chi Cho con tono iracundo.

Anakin se preguntó si este tipo ya sabía de la existencia de

los Talz. Considerando su actitud, eso era posible.

—Presidente Chi Cho, como le dije antes, hay algo extraño en

este ataque, y me dispongo a averiguar de qué se trata. La orden del Senado es

clara, debemos llegar al fondo de este asunto, para defender los intereses de

los pantoranos que son miembros de la República Galáctica —explicó Anakin.

—Esas órdenes se refieren a investigar una invasión

separatista… —Anakin levantó la mano.

—Presidente Chi Cho, no le corresponde a usted ni a mí

interpretar las órdenes del Senado. Mis órdenes son claras, debo llegar al

fondo de este asunto, por el bien del pueblo Pantorano, asegurar su seguridad,

por lo que usted y la senadora Chuchi volverán a la base, mientras Obi-Wan y yo

investigamos —dijo Anakin, y no le dio tiempo a Chi Cho de responder. Anakin

miró a Rex.

—Rex, nuestra misión es asegurar al presidente y a la

senadora. Llévalos de vuelta a la base y ve que estén seguros —ordenó Anakin—.

Sé amable con la senadora Chuchi; ella es una de las pocas personas en esta

galaxia que se preocupa por nosotros —agregó. Rex saludó.

—A sus órdenes, General —respondió Rex, y de inmediato,

varios clones se llevaron al presidente mientras Rex le hacía una reverencia a

la senadora y la invitaba a caminar de vuelta a su transporte.

Anakin asintió, mientras Obi-Wan se mordía la lengua por

reprenderlo, pero su ira pudo con él y no le habló.

Obi-Wan y Anakin siguieron el rastro de los atacantes hasta

una aldea, llevando a R2 y C-3PO con ellos.

—Inaceptable. Son simples mentiras; esto es una invasión al

territorio de Pantora. Pantora declara la guerra para defender a sus ciudadanos

—declaró el presidente Chi Cho cuando Obi-Wan les informó a él y a la senadora

Chuchi sobre los Talz y los resultados de las investigaciones.

Anakin se preguntó si Palpatine tenía sus manos metidas en

esto; este era ciertamente su estilo, provocar conflictos y luego enviarlos a

ellos a resolverlos, pero sin darles ninguna verdadera herramienta de

negociación o autoridad, por lo que las cosas terminaban mal la mayoría de las

veces.

—Presidente Chi Cho, los Talz son tribus nativas y no poseen

tecnología que les permita llegar a este lugar —explicó Obi-Wan.

—Son simples mentiras; son invasores y, como presidente de

Pantora, les ordeno acompañarme a la batalla para resolver esta guerra

—reprendió el presidente Chi Cho con indignación.

—Presidente, no estamos aquí para interferir en los asuntos

internos de Pantora… —Anakin levantó la mano para evitar que Obi-Wan los

apartara del conflicto y enviara a los clones a morir.

—Maestro, nuestras órdenes son claras: llegar al fondo de

este asunto y proteger al presidente y a la senadora Chuchi. Ya hemos cumplido

nuestro primer cometido, pero el presidente se ha negado a reconocer el valor

de nuestra investigación y ha declarado que no confía en la Orden Jedi para

este asunto.

»Como es así —Anakin le hizo una reverencia a la senadora

Chuchi—. Senadora, solo nos queda retroceder e informar de este asunto al

Senado para que envíen una nueva comisión de apoyo diplomático —informó Anakin,

y de inmediato miró a Rex—. Rex, me temo que los Pantoranos nos han despedido;

esto, sin duda, será una mancha en nuestro buen historial, pero el presidente,

como representante de los Pantoranos, ha sido claro y no acepta nuestra

intervención, por lo que debemos retirarnos a la brevedad, así que en marcha

—ordenó Anakin, y de inmediato comenzó a caminar.

—Sí, General —dijo Rex haciendo un saludo y ordenando al

resto de los clones que los siguieran.

Obi-Wan también parpadeaba, pero Cody, su comandante clon, se

había dado por aludido y ayudaba a su sorprendido general a abandonar las

instalaciones.

Antes de que Anakin saliera de la sala de comunicaciones de

la base temporal, la senadora Chuchi corrió y se paró frente a ellos para hacer

una reverencia.

—Maestro Obi-Wan, General Skywalker, por favor, no se vayan.

El presidente Chi Cho no expresa la voluntad de los Pantoranos, y tampoco la de

nuestra asamblea de gobierno —dijo la senadora de forma apresurada, como si

temiera ser ignorada. Anakin le dedicó una sonrisa sincera y una mirada

interrogativa.

—¡Anakin! —reprendió Obi-Wan tres días después, cuando fueron

invitados la luna Pantora por la Asamblea de Gobierno, que ya había mandado a

arrestar al presidente Chi Cho, reconocido la legitimidad de los Talz sobre el

planeta Orto Plutonia y negociado la paz con ellos.

Anakin sonrió porque el hecho de que Obi-Wan le hablara

significaba que su ira por la infiltración en la biblioteca prohibida se estaba

calmando.

—Dígame, maestro —dijo Anakin observando la ciudad de los

Pantoranos.

—Anakin, estuviste a punto de causar un incidente con los

Pantoranos, sin mencionar que la Orden Jedi pudo haberse visto afectada —dijo

Obi-Wan con impotencia.

—Maestro, usted también estaba allí. El expresidente Chi Cho

ya sabía de los Talz; solo quería una excusa para una guerra. Sospecho que su

popularidad entre su pueblo no era buena y, como cualquier político, quería

desviar la atención. Solo he apresurado un poco su caída. Estoy seguro de que

los Pantoranos nos lo agradecen —dijo Anakin.

—Anakin, un día tus presentimientos pueden estar errados, y

tampoco es que seas un gran juez de carácter —dijo Obi-Wan con un suspiro.

—No necesito ser un buen juez de carácter cuando la Fuerza me

guía. Maestro, debería hacer más caso a la Fuerza —replicó Anakin, dándose

media vuelta y mirando hacia la puerta del departamento.

La puerta se abrió, y Rex pasó escoltando a R2 y a C-3PO. Rex

lucía una medalla en su armadura porque la Asamblea Pantorana había aprovechado

para reconocer el esfuerzo de los clones en las Guerras Clon, y tanto Rex como

Cody recibieron una medalla en un acto oficial.

—Caballero Skywalker, la senadora Chuchi le envía su

agradecimiento por su colaboración en la resolución pacífica de este conflicto

y le invita para expresarle sus agradecimientos en una cena privada, pagada por

la Asamblea de Pantora —dijo C-3PO.

R2 bufó, o eso era lo que significaban sus pitidos de

desprecio. Obi-Wan se llevó la mano a la cara.

—Maestro, la envidia es el camino al lado oscuro —dijo Anakin

mientras caminaba hacia el frente, usando la Fuerza para dejar a R2 y a C-3PO

atrás, ya que esos dos podrían arruinar su cita.

—Rex, guía el camino; hay una linda senadora esperando por mí

—ordenó Anakin.

Que la Asamblea de Pantora pagara la cena significaba que

esto era política, pero tampoco era necesario ser tan apegado a las cosas

sutiles; él podía ignorarlo.

—General, supongo que este asunto no debe ser mencionado a la

comandante Tano y a la senadora Amidala —dijo Rex mientras caminaba a su lado.

El corazón de Anakin se saltó varios latidos mientras miraba

a Rex con incredulidad. Rex ni siquiera volteó a mirarlo mientras caminaba con

paso firme, sosteniendo su casco debajo de su brazo derecho.

—General, cada vez que la senadora Amidala llama por ayuda,

la galaxia debe prescindir de su mejor general —explicó Rex—. En cuanto a la

comandante Tano, jamás he presenciado a alguien que se rebele ante sus órdenes

sin sufrir consecuencias severas —agregó.

Padmé le hacía correr por todos lados, Ahsoka era

insubordinada. Así de fácil, Anakin había quedado expuesto ante sus tropas.

Anakin suspiró.

—Rex…

—La senadora Amidala es sin duda una gran mujer —apoyó Rex

con seguridad, antes de que él hablara.

—Bueno, Ahsoka es algo joven…

—La comandante Tano no es menos capaz que usted, pero el que

estén juntos puede llegar a ser algo peligroso —explicó Rex. Anakin no

entendió.

—Rex, el Consejo Jedi no ejecuta a quienes rompen las reglas.

A lo sumo, cumplirán su amenaza de expulsarme, pero no tienes que preocuparte

por eso. Ahsoka está decidida a ser una Jedi —explicó Anakin. Rex volteó y le

miró de arriba abajo.

—General, me refería a que la galaxia podría estar en peligro

—dijo Rex.

Anakin parpadeó, comprendiendo que en estos días, nadie le

tenía respeto. Este tipo solo quería que él estuviera con Padmé porque

consideraba que ella podía meterlo en cintura. En cambio, Ahsoka, para Rex, era

más de lo mismo, y juntos harían el doble de desastres de lo que él pudiera

hacer por su cuenta.

—Rex, cuando volvamos al Verdad y Reconciliación, estarás

encargado de limpiar el piso del hangar superior durante una semana —ordenó

Anakin.

—Por supuesto, general. La insubordinación debe ser castigada

sin dudar —dijo Rex con una sonrisa.

—Rex, también te encargarás de la limpieza de los tres

hangares inferiores —ordenó Anakin. Rex saludó para acatar sus órdenes, pero no

dejó de sonreír.

Al llegar al restaurante al que fue invitado, Anakin observó

la ausencia de clientes. El espacio circular, con pisos y mesas de madera

pulidos, iluminado por farolas en una noche oscura que dejaba ver el cielo,

daba al lugar una impresión de soledad.

Anakin supuso que el restaurante fue vaciado para que pudiera

hablar con libertad con la senadora Chuchi. No detectó artefactos de

comunicación, y en la mesa que lo esperaba, la comida ya estaba servida,

evitando interrupciones de meseros. La Asamblea Pantorana se tomó en serio los

últimos acontecimientos en el Senado.

Anakin levantó la mano para que Rex se detuviera en la

entrada. Rex se detuvo, se dio media vuelta para montar guardia y se colocó su

casco. Anakin continuó caminando, satisfecho porque sus esfuerzos, junto con

los de Padmé, estaban dando resultados.

En el Senado, los senadores podían ser amenazados,

chantajeados, pagados o apartados por Palpatine, pero detrás de ellos estaban

sus propios planetas con líderes que se alarmarían por la influencia de

Palpatine sobre sus diplomáticos.

A pesar de que la senadora Chuchi estaba en el centro del

restaurante, Anakin caminó cien metros para llegar hasta ella. La senadora

Chuchi se levantó al llegar y saludó con un asentimiento de cabeza, luciendo un

hermoso vestido de noche con detalles tradicionales de su mundo.

—¡Bienvenido, general Skywalker! —dijo la senadora Chuchi con

algo de nerviosismo.

—Gracias, es un placer estar aquí —dijo Anakin, y ambos

tomaron asiento uno frente al otro en la mesa para dos personas.

—Hermoso lugar, lamento no estar vestido para la ocasión,

pero no esperaba ser invitado a una cena formal —se disculpó Anakin, que lo más

que podía hacer era vestir sus túnicas Jedi y dejar su armadura detrás. La

senadora Chuchi se apresuró a negar con la cabeza.

—General Skywalker, no es necesario disculparse, somos

nosotros los que lo hemos invitado de forma repentina —dijo la senadora Chuchi

de con tono apresurado.

—Senadora, en este momento no estoy en servicio, puede

llamarme Caballero Skywalker —propuso Anakin, suponiendo que ella se sentiría

más cómoda dejando de lado el rango militar.

—Pre… prefiero llamarle general Skywalker. En mi opinión, son

los títulos Jedi los que son demasiado formales, y me sentiría algo incómoda

—dijo la senadora Chuchi, ofreciéndole una sonrisa tímida.

Anakin estaba algo sorprendido por esa declaración, pero

pensó que, de hecho, todos los senadores con los que había tenido contacto, y

gente que no era del Senado, le llamaban general Skywalker. También recordaba

que a su maestro, Obi-Wan, siempre le llamaban maestro Kenobi; solo sus clones

le llamaban general Kenobi.

Anakin ahora entendía que la Orden causaba incomodidad en

toda la galaxia; los Jedi eran algo místico a los ojos de las personas…

Anakin pensó en los separatistas y cómo algunos les

consideraban demonios. Antes, él consideraba que era una expresión, pero ahora

empezaba a pensar que era algo más literal.

—Lo siento, senadora, no quería incomodarle —se disculpó

Anakin, y la senadora Chuchi se apresuró a negar con la cabeza—. Senadora,

¿tiene la Asamblea Pantorana algo que desee consultarme? —preguntó Anakin. La

senadora Chuchi asintió.

—General Skywalker, la asamblea está preocupada porque, como

dice la senadora Amidala, el Senado sigue exigiendo más fondos y creando

impuestos, incluso cuando obtenemos victorias en esta guerra. La negativa a

negociar es algo que también consideran —dijo la senadora Chuchi, con un tono

de voz algo dubitativo, mientras dirigía una mirada nerviosa hacia Rex, que

hacía guardia en la puerta del restaurante.

—Tranquila, senadora, nuestros soldados son reservados, y

confiaría mi vida a ellos —dijo Anakin para asegurarle que su reunión no se

filtraría, y no habría un escándalo de un Jedi involucrado en asuntos de

política—. Además, ¿no es esta cena privada una buena excusa para decir que

esto no es una reunión política? —preguntó Anakin con una sonrisa insinuante, y

la senadora pasó de un tono de piel azul a uno púrpura.

—General Skywalker —murmuró la senadora Chuchi con vergüenza.

Anakin negó con la cabeza en su mente y abrió una botella de vino para servir

dos copas; la senadora necesitaba algo para relajarse.

—Senadora, estoy de acuerdo con su preocupación. Si los

senadores en el Senado Galáctico no contienen sus manos, una vez termine la

guerra, estaremos en manos de las grandes organizaciones comerciales o

financieras, y a la República solo le quedarán dos caminos: ceder a sus

demandas, convirtiendo a la gente que habita la galaxia en recolectores de

estas grandes entidades económicas, o actuar con tiranía y expropiarlas,

violando todas nuestras principales leyes de libertad y justicia —dijo Anakin,

y la senadora Chuchi se medio atragantó con su bebida.

—¡No permitiremos eso! —dijo la senadora Chuchi con decisión.

Anakin no estaba hablando por hablar, porque de hecho, el

plan de Palpatine era justo ese: llevar a la República y a los separatistas a

la ruina financiera y, luego, al nombrarse emperador, actuar como un tirano con

sus antiguos aliados y quitarles todos los recursos que habían reunido en la

guerra.

De hecho, era un gran plan del anciano miserable; por eso, el

imperio se había armado con un gran ejército, y los recursos no eran algo que

le faltara al final de una guerra que dejó a la República quebrada. Anakin

asintió y también tomó una copa de vino.

—Senadora Chuchi, la razón por la que apoyo a la senadora

Amidala es justamente esta, pero hay más cosas que son importantes y que me

gustaría compartir con usted, pues son importantes. Sin embargo, la vida de

muchas personas podría correr peligro si esta información se filtra, por lo que

debo pedirle que guarde esta información en secreto, incluso de la asamblea

pantorana —explicó Anakin, y la senadora Chuchi parpadeó con sorpresa y

confusión.

Anakin la entendía a la perfección; él acababa de conocerla,

y ella no entendía cómo una reunión de sondeo de repente se convertía en algo

tan serio como para que él expusiera secretos que pondrían en peligro la vida

de personas, cuando el máximo riesgo en esta situación era que se filtraran

algunos chismes.

Anakin asintió para indicarle que entendía su situación y

procedió a explicarle, como hizo en su momento con Padmé, Bail Organa y otros

pocos.

—Senadora Chuchi, como un Jedi, tengo algunas habilidades

especiales. Entre estas habilidades está la percepción, visión, precognición, o

en palabras simples, puedo ver el futuro. No es algo cien por ciento seguro,

pero si se toman las posibilidades y se estudian con determinación, me es

posible trazar la mejor ruta, y mis instintos ya son muy buenos para hacer esto

e ignorar las distracciones.

»Esto me permite tener una mejor comprensión de las

situaciones que enfrento a diario y también de las personas que conozco, como

usted misma, pues puedo ver cómo será de ayuda a la causa de Padmé y de la

República. Por lo tanto, estoy dispuesto a confiarle estos secretos.

»En resumen, sé que no va a traicionar mi confianza, por lo

que esto no es algo anormal. Por otro lado, entiendo que esto le parecerá raro

y también algo difícil de creer. Por favor, no piense que exigiré el mismo

compromiso de usted; solo pido que tome mis palabras con seriedad…

—Eso debe de ser algo terrible —interrumpió la senadora

Chuchi, mirándole a los ojos, y Anakin pudo sentir una tristeza y compasión que

le dejaron aturdido y confuso.

—¿Qué? —preguntó Anakin confundido.

—Su habilidad debe de ser algo terrible —aclaró la senadora

Chuchi—. Entre esas posibilidades, algunas deberían ser dolorosas de

contemplar, y aún en aquellos futuros más probables, aún hay cosas que se

perderían. El dolor de dejar ir ya es algo difícil de afrontar cuando no

podemos hacer nada al respecto. Si tuviéramos que enfrentar lo inevitable

cuando aún no ha pasado, ¿cuánto más sufriríamos? —preguntó la senadora Chuchi

con tristeza.

Anakin se quedó inmóvil por un segundo y luego tragó saliva,

mientras su mente caía en sus pesadillas y, de forma desesperada, se apresuraba

a volver a la superficie, diciéndose a sí mismo que ese futuro no sucedería.

—¡Lo siento! —se apresuró a decir la senadora Chuchi con

preocupación al ver el estado en que sus palabras le habían dejado.

Anakin se apresuró a extender la mano y sujetarle el brazo

para que ella no se levantara de la mesa y viniera a auxiliarle en su pequeño

arrebato de emociones.

—Estoy bien —dijo Anakin recuperando el control de sus

emociones en un segundo; él solo estaba demasiado sorprendido para controlar su

expresión—. Gracias, sí, es algo difícil lidiar con esta habilidad —admitió

Anakin—. Pero jamás he pensado en renunciar a ella, pues considero que sería un

error y también algo cobarde de mi parte —agregó. La senadora Chuchi asintió, y

Anakin retiró su mano.

—Senadora Chuchi, ¿debe retirarse en este momento? —preguntó

Anakin. La senadora lo miró sin comprender—. Creo que sería una lástima

desperdiciar esta comida. Puede que haya sido colocada aquí como un pretexto,

pero su olor ha llegado a mi estómago, y este me dice que no está mal —dijo

Anakin.

La senadora Chuchi miró la comida, que estaba cuidadosamente

tapada y servida, y luego a él. Ella agachó la cabeza y negó.

—Entonces comamos —dijo Anakin, empezando a destapar los

platos.

—¿No deberíamos hablar de esas cosas importantes? —preguntó

la senadora Chuchi con algo de preocupación.

—Lo haremos, pero como no tiene que retirarse en este

momento, tampoco hay prisas en ello —dijo Anakin—. Además, creo que me interesa

saber más de este lugar. Debe de ser algo interesante crecer con una vista como

esta —dijo Anakin mirando la vista del cielo y el planeta Orto Plutonia, que

era una gran luna en el cielo. La senadora Chuchi siguió su mirada y sonrió.

—Lo fue —dijo la senadora con melancolía mientras observaba

la luna plateada—. Las cosas siempre son más simples cuando somos niños —agregó

regresando su mirada a la mesa.

—Supongo, yo nací como un esclavo. Desde mi perspectiva, las

cosas son más agradables ahora —dijo Anakin con sinceridad, y la senadora

Chuchi parpadeó.

—¿No eran los Jedi reclutados al nacer? —preguntó la senadora

Chuchi con algo de incomodidad, al parecer ella no sabía si él hacía un chiste.

—Nací en el Borde Exterior, en los territorios del clan de

los Hutt, babosas esclavistas del Borde Exterior —dijo Anakin—. No me uní a la

Orden hasta los nueve años, por eso creo que tengo algo más que la personalidad

de un joven de cara serena —dijo Anakin y la senadora Chuchi sonrió.

—Lo siento, debió ser difícil. Yo he crecido en Pantora;

antes, este era un mundo feudal, pero ahora gobierna la asamblea, que nombra a

nuestro presidente. Aspiramos a ser lo más justos para todos, pero no es fácil;

a veces hay presiones internas, a veces externas —dijo Chuchi con un suspiro—.

General Skywalker, pruebe primero este plato, es mi favorito —agregó mientras

Anakin se las ingeniaba para pensar cuál era la etiqueta correcta en una cena

Pantorana. Quizás la misma que en Coruscant, quizás diferente.

Anakin decidió que era mejor dejar que la senadora Chuchi

tomara la iniciativa.

—Gracias, lo haré —dijo Anakin—. ¿Y qué más se puede hacer en

este lugar, además de cenas a la luz de una luna plateada, con la compañía de

hermosas damas? —preguntó Anakin, mientras la comida era servida. La senadora

Chuchi sonrió y medio agachó la cabeza.

Varios meses habían pasado desde que Padmé intervino en el

Senado, y Palpatine aún no había movido ficha en su contra. Padmé no estaba

tranquila por eso, solo más preocupada, preguntándose cuándo Palpatine

decidiría que era buen momento para deshacerse de ella. Pero hoy, Padmé estaba

más preocupada porque había recibido una llamada de su planeta natal, Naboo,

sobre la presencia de droides en su territorio. Esto había hecho que la actual

reina le llamara, temiendo un ataque separatista.

Padmé también tenía pensado que quizás Palpatine se atreviera

a tratar de destruir todo Naboo debido a su intervención en su contra. Este

también era su planeta, pero ella sabía que al Lord Sith no le importaba nada,

y por eso estaba muy preocupada por los ciudadanos de Naboo, lo que la hizo

apresurarse al lugar, en compañía de 02.

Ahora Padmé se encontraba en un pantano, después de haber

seguido un rastro de un veneno peligroso hasta allí.

—Hay una base debajo de la superficie con algunos batallones

de droides y lo que parecen ser laboratorios para armas biológicas —informó 02

con su voz robótica. Padmé confirmó sus peores temores, pero no podía dejar que

sus sentimientos la abrumaran. Ella debía actuar por la seguridad de Naboo.

—02, envía toda la información al Capitán Panaka e informa a

la reina y al Senado. Mientras tanto, busca alguna entrada que podamos usar.

Necesito ver esto con mis propios ojos —dijo Padmé.

—No se recomienda. Este planeta es peligroso. Deberías volver

a Coruscant y llamar al ejército de la República —aconsejó 02.

—Gracias, 02, pero para eso, necesito al menos ver el peligro

con mis propios ojos —dijo Padmé sacando su bláster.

02 le guio hasta detrás de un árbol e indicó que hackearía

una puerta para ella.

Media hora después, Padmé había sido capturada, y 02 flotaba

a su alrededor como si fuera un juguete, mientras Nuvo Vindi, un científico

Faust, le explicaba sus malvados planes para esparcir un virus mortal por toda

la galaxia.

Detrás de él, estaban cinco mercenarios y cientos de droides,

con más de veinte droidekas.

—Doctor, ya has terminado, ¿puedes dejar que cumplamos con

nuestra tarea ahora? —preguntó un mercenario.

—Por supuesto que no, ella será mi conejillo de indias… —el

mercenario colocó el cañón de un bláster en la cabeza del doctor.

—Doctor, ya le hemos dejado despotricar tonterías, pero ni se

le ocurra pensar que nos quedaremos en este lugar más de lo necesario

—reprendió uno de los mercenarios, mientras otro avanzaba.

—02, eso debería ser suficiente —dijo Padmé, y 02 cambió su

color de blanco a negro.

—Infiltración completada, levanten las manos y ríndanse… —uno

de los mercenarios levantó su bláster de forma despreocupada y primero le

disparó a ella y luego a 02. En ambos casos, el disparo fue inútil porque a 02

no le afectó el disparo, y ella ahora estaba rodeada por un escudo.

—Modo masacre activado —dijo 02 con voz robótica, sacando

cañones de toda su superficie y disparando fuego de bláster en todas

direcciones.

El doctor Vindi fue el primero en caer, seguido de los cuatro

mercenarios. Ellos no duraron ni un segundo; 02 les había disparado a todos a

la vez. Los droides de enfrente cayeron al siguiente segundo, pero solo eran

B1, y detrás avanzaban B2, seguidos por droidekas que activaron sus escudos.

02 no dejó de disparar y dos horas después, toda resistencia

en la base había sido aplastada, sometida, y ahora 02, que se había dividido en

otras veinte esferas más pequeñas, se volvía a unir frente a ella, sobre un

montón de chatarra, que era en lo que se habían convertido el ejército de

droides que custodiaba la base subterránea.

—Todos los archivos han sido borrados, el virus destruido, y

los explosivos plantados —informó 02.

—Gracias, 02. Salgamos de este lugar —dijo Padmé.

—Senadora, he localizado un transporte más eficiente que el

vehículo de carga en el que llegamos. Por favor, sígame —dijo 02.

Padmé asintió con una sonrisa. Ella no apoyaba la guerra,

pero sin duda, Palpatine se llevaría muchas sorpresas al intentar atentar

contra su vida y la de sus aliados.

...

—Aprendiz, el general Skywalker está destruyendo cruceros

separatistas a un ritmo mayor del que pueden ser repuestos —dijo Darth Sidious,

que era un holograma encapuchado en la sala de comunicaciones.

—Maestro, eso puede acelerar nuestros planes con el clan

bancario y la federación de comercio —dijo su maestro, el conde Dooku.

Ventress observaba la conversación en silencio, en estado de

alerta ante cualquier intrusión de Darth Maul, que se había convertido en el

nuevo general del ejército separatista, y que no estaba por allí en estos

momentos. Aun así, Ventress no bajaba la guardia, pues el propósito de Darth

Maul y Darth Sidious era deshacerse de ella y de su maestro.

—Aprendiz, tienes una mente perspicaz. Haz los preparativos,

las acciones de Skywalker solo acelerarán la caída de la República en nuestras

manos —dijo Sidious, y cortó comunicación.

—¡Necio! —sentenció su maestro, reprendiendo a Sidious.

Ventress estaba de acuerdo con esa opinión. Skywalker no

podía subestimarse; él no iba a poner cartas en las manos de Sidious, y más

cuando ya debía sospechar su identidad, algo obvio debido a sus recientes

movimientos.

—Maestro, ¿cómo actuaremos? —preguntó Ventress.

—Seguiremos todas las órdenes, no interferiremos en esta

batalla política. Si Skywalker logra voltear los planes de Darth Sidious en su

contra, eso será bueno para nosotros —sentenció su maestro. Ventress también

estaba de acuerdo con eso.

—Ahora sígueme, aprendiz. Tengo que presentarte a algunos

senadores a los que debes sugerir que Darth Maul podría no estar siguiendo las

reglas de batalla apropiadas en esta justa guerra por sus derechos —dijo su

maestro guiando el camino.

Ventress sonrió, eso también arruinaría muchos planes de

Darth Sidious y prepararía el camino para su ascenso y el de su maestro.

Podrían culpar a Darth Maul de todos los crímenes de guerra cometidos por el

ejército de droides y sus comandantes, mientras cosechaban los frutos de sus

incursiones en los mundos de la República, aumentando la confianza de los

mundos separatistas en ellos.

 

NA 1: Rex está con Padmé. Anakin sigue ganando apoyos y lo

que está difundiendo por la galaxia, o más precisamente en el ejército clon,

tiene el propósito de eliminar el biochip de obediencia y la Orden 66. Una vez

que los chips sean interferidos, Anakin no tendrá miedo de ir directo contra

Palpatine, por lo que si logra su cometido, la guerra terminará en ese momento.

NA 2: Ahora Padmé también conoce las capacidades de los

robots, “masacre”, y actuará con más confianza al oponerse a Palpatine.

NA 3: Palpatine ha visto una oportunidad en la destrucción

indiscriminada que Anakin está causando en los cruceros separatistas, y planea

usarlo para adelantar sus planes. Las piezas comienzan a encajar y el final de

la guerra se acerca, ya que no tengo mucho más que contar sobre las Guerras

Clon.

NA 4: Antes del final de esta parte de las Guerras Clon,

pasaremos a Mandalore, ya que es un punto importante. Recuerden que Satine es

la líder de mil quinientos mundos neutrales y Palpatine quiere a todos en la

guerra. Estoy pensando en las Hermanas de la Noche, pero con Ventress con Dooku

y Maul con Sidious, Madre Talzin no tiene mucho que hacer para ganarse el favor

de ninguno de los dos aprendices. A quien sí veremos aquí es a Cad Bane, porque

Palpatine querrá usarlo pronto. Como podrán imaginar, con todo lo que ha

pasado, La Venganza de los Sith cambiará mucho, también la trama principal.

NA 5: Por supuesto, hace años que Anakin se infiltró en la

biblioteca Jedi y se ha apoderado de todos sus conocimientos. Por eso, ser un

maestro del Consejo nunca le ha interesado.

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