Cherreads

Chapter 23 - Capítulo 23

Anakin se

levantó de su cama y, por primera vez en años, sintió que realmente había

descansado. 

—Extraño

sentimiento —dijo Xión.

—Tú y yo

nunca vamos a entendernos —dijo Anakin con un suspiro.

Xión era lo

más parecido a una roca que Anakin conocía. Se parecía a Mace Windu; era

posible que por eso se llevaran tan mal. Alguien que siempre creía estar en lo

correcto y que siempre miraba a los demás por encima del hombro.

—¿Me estás

describiendo a mí o te estás describiendo a ti mismo? —preguntó Xión.

—Te estoy

describiendo a ti —dijo Anakin con seguridad.

—Me he

equivocado antes. Mis planes han fallado, he tenido momentos difíciles en

mundos anteriores. Luego de estar en esta situación, el primer universo que

visité fue caótico. No había entrenado mi cuerpo ni mi mente, creí que tendría

mis habilidades, pero me vi como un mortal, con parte de mi conocimiento

sellado para no destruir mi cuerpo. Recibí varias palizas, me rompí una pierna

y conocí el infierno. Luego de eso, creé unos pocos millones de clones y los

hice entrenar con todo tipo de cuerpos durante mil años. Ahora, no importa si

estoy en el cuerpo de un dios o un mero mortal, si quiero avanzar, nadie puede

plantarse en mi camino.

»También

noté que mi cerebro, como el de un mortal, no puede contener todo mi

conocimiento y mi mente, por lo que ideé un sistema de sellos que apaga partes

de mi mente, sellando esos conocimientos y convirtiendo mi mente en una

computadora que guarda archivos y solo accede a ellos mientras uso esos

conocimientos, dejando un acceso directo para no olvidar qué tipo de

conocimientos poseo.

»No se trata

de que tenga plena confianza en mí mismo, es que me preparo para avanzar y

avanzo con seguridad porque confío en mi propio esfuerzo.

»En cuanto a

este mundo, eres tú quien cierra los ojos y se niega a ver más allá de lo que

quieres. Antes dijiste que este mundo no me importaba y que era un turista,

pero te equivocas. Amo a Ahsoka. Amo a Padmé, a Chuchi. Comparto tus

sentimientos de que todo termine bien. Te amo a ti. Eres mi infancia…

Anakin se

estremeció con un escalofrío, y Xión dio un suspiro.

—Eres la

inmadurez en persona —dijo Xión.

—Déjame en

paz, hoy me siento muy bien, y a diferencia de ti, yo solo soy un mortal. Si

tengo una debilidad, no puedo crear un millón de clones y enviarlos a entrenar

miles de años para superarla. Si quieres ayudarme, pelea por mí —dijo Anakin.

Si Xión

luchara, incluso el conde Dooku y el mismo Sidious serían aplastados con

facilidad; ningún ejército podría hacerle frente. Xión se rió en su mente.

—Tú

decidiste vivir por tu cuenta. No soy tu Pokémon —dijo Xión.

—Me has

quitado a Ahsoka, ¿cómo es que eso no es interferir? —preguntó Anakin.

—Eres un

terrible maestro. No podía dejar que la mataras o fueras una piedra en su

camino, llevándola a un sendero solitario donde solo sería una persona amargada

de la vida —dijo Xión, y Anakin apretó los dientes porque él también había

visto ese futuro.

Anakin

suspiró, pero aún pensaba que estaría mejor sin Xión. Si fuera por él, en este

momento estarían del lado de los separatistas, matando soldados clones y

conquistando planetas de la República.

—Y como no

lo has hecho de esa forma, ahora hay la posibilidad de una segunda guerra

—replicó Xión.

—Si es la

realidad, solo se puede avanzar, incluso si eso destruye el corazón de aquellos

a los que amas —dijo Anakin con desprecio.

—Dices que

soy arrogante, pero estás dando por hecho que eres lo único que importa para

las personas que quieres —replicó Xión.

—No voy a

convertirme en un separatista, sin importar lo que digas —dijo Anakin,

respirando hondo.

Las cosas

estaban saliendo bien. Palpatine no había ganado poderes supremos en el Senado.

Incluso había la posibilidad de apartarlo de su puesto con un simple voto de no

confianza, pues él no pudo establecer un precedente en una toma de poder

extraordinaria, y Padmé siempre se opuso a que se le concedieran privilegios a

su cargo más allá de aquellos otorgados por las leyes de guerra. Por lo tanto,

Palpatine no había logrado acumular poder, y la República seguía siendo fuerte,

a pesar de los privilegios de guerra de Palpatine.

Con todo

esto, Palpatine estaba condenado al fracaso, y ahora que la Orden Jedi estaba

informada de él y liderada por Obi-Wan, optando por la paz y apoyando a Padmé,

Palpatine perdería cada vez más poder. A pesar de todo, Anakin había logrado su

propósito de destruir el poder político de Palpatine.

Xión se rió

en la mente de Anakin.

—Mucha paz y

todo lo demás, pero aún no te has levantado —dijo Xión, y Anakin notó que

seguía en su cama. 

Anakin

suspiró y se levantó. Hoy sería un día horrible, a pesar de que había tenido

éxito en la guerra y ahora Palpatine sufría las consecuencias. Sin embargo, la

vida de Anakin no se había vuelto más sencilla, y lo habían enviado a dar

clases a los Padawan y a los iniciados, una tragedia que debía enfrentar en

solitario.

Xión volvió

a reírse en su mente, y Anakin parpadeó, extrañado por lo que le causaba

gracia.

Anakin se

quedó aturdido por varios minutos. Luego, con decisión, se levantó, hizo su

aseo personal, se vistió y salió.

—Anakin, no

soy tu Padawan, no puedes arrastrarme a dar clases. Estoy castigada, haciendo

meditación —se quejó Ahsoka, a quien Anakin arrastraba por los pasillos del

templo Jedi.

—Tonterías.

Estás registrada como mi Padawan; si tienes problemas con eso, ve a quejarte

con Obi-Wan —dijo Anakin, mientras continuaba arrastrándola, suprimiéndola con

la Fuerza.

Como Ahsoka

había sido recluida en meditación, castigada por actuar como una adolescente

descerebrada y desobedecer al Consejo dos veces, le habían requisado todos sus

juguetes, al igual que a Anakin, y ahora los dos solo tenían sus sables de luz

y la Fuerza. Por eso Anakin podía arrastrarla sin problema.

Unos minutos

después, Anakin arrojó a su rebelde Padawan en una sala frente a un grupo de

otros padawan y se plantó en la puerta.

—Buenos

días, soy el maestro Anakin Skywalker, y esta es mi Padawan, Ahsoka Tano. Hoy

hablaremos del código Jedi y lo que significa un antiguo dicho que dice: “Las

leyes están muertas, pero las personas están vivas” —se presentó Anakin.

—Anakin,

nunca he escuchado ese dicho —dijo Ahsoka, mirando a los aturdidos padawan con

los dientes apretados.

—Yo tampoco.

Esto es algo que conoce Xión, y es posible que sea una mala traducción de una

novela basura que leyó una vez, algo en lo que apagabas el cerebro para

disfrutar la egolatría del personaje principal aplastando bichos —explicó

Anakin. Ahsoka parpadeó.

—Padawan

Tano, si usamos el código solo como una guía, ¿cuándo debemos seguirlo y cuándo

debemos intervenir usando nuestro propio criterio? ¿Cómo sabemos que nuestra

decisión es la correcta? —preguntó un padawan. Ahsoka lo miró con frialdad y

luego carraspeó, incómoda.

—En ese

caso, pongan en práctica las enseñanzas de la Fuerza. Reflexionen. Disciernan.

La Fuerza es su guía. Aparten los sentimientos y los prejuicios del mundo, y

obtendrán una respuesta —dijo Ahsoka de mala gana.

Anakin

sonrió. Si Ahsoka hubiera puesto en práctica este consejo, no habría terminado

casi muriendo en su última aventura, por lo que esta pregunta realmente le

tocaba la moral.

Anakin

avanzó e intervino.

—Padawan,

les plantearé un caso en el que deben usar su criterio para resolver la

situación, utilizando el código Jedi como guía, y teniendo en cuenta las leyes

del senado, la misión encomendada y su propio juicio.

»En primer

lugar, tenemos un planeta de la República involucrado que ha pedido al Senado

investigar una estación vigía atacada. Informan que es posible que los

separatistas ataquen el puesto de vigilancia… —Anakin planteó el caso de

Pantora.

Al salir de

la clase, Anakin hizo una mueca y suspiró.

Entre los

Padawan, lo máximo que obtuvo fue una investigación según las reglas del

Senado. A nadie se le ocurrió retirarse y presentar un informe negativo como

respuesta a la evidente falta de moral del presidente Chicho.

Esta fue la

misma forma en que los Jedi fueron arrastrados a la guerra: ellos no

retrocedían ante las órdenes del Senado y se olvidaban de que no trabajaban

para el Senado, pues se suponía que eran enviados imparciales para resolver

conflictos en nombre de la República.

—Esto va a

ser difícil —dijo Anakin con un suspiro.

—Anakin, me

siento rara —dijo Ahsoka, y Anakin la miró—. Antes, yo pensaba igual que estos

Padawan. El Consejo era supremo, la República representaba la paz y la justicia

—dijo Ahsoka. Anakin frunció el ceño.

—¿Estás

diciendo que nuestro enfoque es equivocado? —preguntó Anakin, comenzando a

caminar hacia la siguiente clase.

—Anakin, tú

creciste fuera del templo. Ya habías visto la realidad de la República, pero

los demás crecimos en el templo, y ni siquiera sabemos lo que hay en los

niveles inferiores del propio Coruscant —explicó Ahsoka.

Anakin

suspiró abatido antes de entrar a la siguiente clase y cambiar su enfoque.

Ahsoka

comenzó hablándoles a los padawan sobre Coruscant y sus niveles inferiores,

donde ni siquiera los droides se atrevían a bajar. Ella señaló los números

actuales de los Jedi y cómo ni siquiera la totalidad de todos ellos sería capaz

de mantener la seguridad en Coruscant, mucho menos en el resto de la galaxia.

Ahsoka

también habló sobre el presupuesto que la República destinaba a la seguridad,

las leyes que regían el crimen, cómo funcionaban los impuestos y cómo la Orden

Jedi cumplía su labor como embajadores diplomáticos en los conflictos que

surgían en la República.

Cuando

Ahsoka terminó, Anakin avanzó y empezó a contarles a los padawan sobre la vida

como esclavos de miles de millones de personas en el Borde Exterior, en

planetas como Tatooine. Sus expresiones de horror y conmoción le indicaron que

no se sentían cómodos con esto.

Anakin

finalizó presentando algunos casos en los que él rompió las reglas de los Jedi,

desobedeció las órdenes del Consejo, ignoró algunas leyes de la República y

también algunas normas del código Jedi.

Después de

dos clases más, Anakin y Ahsoka suspiraban frente al Consejo Jedi, ya que todo

el templo estaba alborotado y ambos habían sido convocados.

—Anakin,

¿por qué les estás dando clases de política a los padawan? —preguntó Obi-Wan

con un suspiro.

—Porque

necesito que entiendan las razones de por qué estamos en esta situación, y por

qué no deberían seguir el código Jedi y las leyes de la República ciegamente.

No puedo llegar ante los padawan y simplemente decirles que el código Jedi y

las leyes de la República, que son supremas para ellos, deberían ser ignoradas

en algunas ocasiones, y que deben confiar en mí. Necesito darles razones, y

esas razones son políticas, porque al final, ese Es el mundo en el que estamos

involucrados ahora —dijo Anakin, y el Consejo entero pareció insatisfecho, pero

ninguno de ellos parecía tener una forma efectiva de explicar todo a los

padawan sin inmiscuirse en la política de la República.

—Hemos

cometido un terrible error al involucrarnos en esta guerra —dijo la maestra

Shaak Ti.

—Estas son

solo las primeras consecuencias —dijo Ki-Adi-Mundi.

—El Senado

también quiere que sirvamos de mediadores entre los separatistas y la

República, pero los separatistas no están de acuerdo, porque no nos consideran

una entidad neutral —dijo Kit Fisto.

—Somos los

comandantes del Ejército Clon, estamos al frente cuando invadimos planetas

separatistas, y los Jedi ejecutan a sus líderes —dijo Anakin. Obi-Wan frunció

el ceño.

—No podemos

retroceder ahora —dijo Windu con preocupación, pero Obi-Wan negó con la cabeza.

—Retirarse

no es una opción —dijo Obi-Wan—. Esta guerra también es nuestra

responsabilidad. Apartarnos ahora significaría dejar a la República en manos de

los Sith —agregó, mirando a Anakin—. Lo siento, Anakin. Debe de ser difícil

para ti hablar de los esclavos.

Anakin

simplemente asintió.

—Habrá más

consecuencias como estas en el futuro —dijo Adi Gallia.

Los Jedi

ahora eran conscientes de que haberse involucrado en la guerra traería graves

consecuencias políticas para ellos. No había forma de librarse de ello. Cuando

la República se enterara de que Palpatine provocó la guerra y que los Jedi

fueron guiados como borregos por él, la Orden nunca sería la misma. Además,

parte de la galaxia los veía como el enemigo en el mejor de los casos o como

demonios en el peor. Esto traería más consecuencias y cambiaría la Orden Jedi

de forma irreversible.

La opción

para mantener a la Orden como estaba ahora y no lidiar con las consecuencias

políticas sería esconder que Palpatine fue el culpable de la guerra, lo que

implicaría silenciar a mucha gente. En consecuencia, al menos la cúpula de la

Orden tendría que ceder a la corrupción descarada de sus principios, lo que

implicaría un nuevo paradigma y una politización de la Orden. Ya no sería por

cometer un error o estar cegados, sino que serían plenamente conscientes de su

corrupción y continuarían adelante con ella. Tomando este camino, eventualmente

no habría diferencias entre los Jedi y los Sith. Este sería el peor resultado

para la Orden, sus peores temores hechos realidad. Ni siquiera la desaparición

de la Orden se consideraría un resultado tan malo como su caída al lado oscuro,

tanto para la galaxia como para los Jedi.

Dos semanas

después del regreso de Anakin a Coruscant y su renuncia a su puesto como

general de la República, el Senado todavía no había iniciado negociaciones

porque los senadores seguían insultándose entre ellos, sacando sus trapos

sucios al sol para ver quién tenía la superioridad moral en esta guerra. Los

Jedi no estaban exentos de esta discusión, ya que si la guerra era incorrecta,

el hecho de que apoyaran a uno de los bandos también implicaba que debían

asumir su responsabilidad. Aún así, no había habido un pronunciamiento oficial

de la Orden Jedi porque Obi-Wan estaba ocupado con la reorganización de la

Orden, intentando consolidar las nuevas ideas de los Jedi más jóvenes, la

situación actual de la República y el Código Jedi para sacar lo mejor de ambos

mundos sin abandonar las costumbres que funcionaban bien, adaptándolas.

Desechar el pasado y sustituirlo por las ideas de uno de los dos grupos los

pondría en una situación tan extrema como la que enfrentaban la República y los

separatistas, y eso no era algo positivo.

Jedi como

Windu no aceptarían un cambio en el Código, mientras que otros de su misma

generación, tras haber sido manipulados y arrastrados a la guerra, se daban

cuenta de que seguir el Código Jedi al pie de la letra podría llevarlos a la

destrucción o incluso a una caída al Lado Oscuro.

Los padawan,

quienes constituían la mayoría de las muertes en esta guerra, también

comenzaban a cuestionar las reglas Jedi, ya que estas les obligaban a enfrentarse

a una muerte sin sentido. Muchos, al ser enviados al frente, se daban cuenta de

la crueldad de la guerra y sentían el Lado Oscuro acechándolos. Algunos ya

empezaban a mostrar conductas radicales.

Anakin sabía

del caso de Barriss Offee, a quien el Consejo había apartado de la guerra por

recomendación suya, enviándola a meditación debido a que el Lado Oscuro la

rodeaba, pero este no era el único caso.

Había

padawans que habían sucumbido al miedo o al odio, y no eran padawans

cualquiera; muchos de ellos provenían de maestros Jedi reconocidos, como el

maestro Fisto. No se trataba de la habilidad de sus maestros, sino de las

enseñanzas y el choque con la realidad que la guerra representaba, destruyendo

sus creencias de que el Consejo y la República eran sagrados. Sin matices en

sus pensamientos, al enfrentarse a la brutalidad de la guerra, caían presa del

miedo y el odio.

Obi-Wan

tenía ahora la nada envidiable tarea de reconciliar a la Orden Jedi antes de

que esta terminara en un peor estado del que se encontraba.

Días

después, Obi-Wan presentó sus razones ante el Senado para su nombramiento como

Gran Maestro, sospechando que la guerra había sido una manipulación en la que

la Orden Jedi, al igual que el Senado y los separatistas, habían sido

arrastrados. El Senado quedó conmocionado por su declaración, pero pronto se

apresuraron a señalarse unos a otros y a culparse mutuamente por la guerra, por

lo que la situación política no cambió demasiado.

Lo que sí

cambió fue la Orden Jedi, donde padawan y maestros presenciaban atónitos la

presentación de su nuevo Gran Maestro ante el Senado Galáctico. Ellos quedaron

sorprendidos al escuchar que el Consejo al completo pudo haber sido engañado

para participar en la guerra.

Para

entender la conmoción de los padawan, era importante saber que Anakin siempre

fue un rebelde. Él nunca fue un modelo de padawan aceptable. La mayoría de los

padawan, como Ahsoka, habían sido llevados al templo a los pocos años de nacer.

Para ellos, los maestros del Consejo eran la verdad absoluta y se les había

enseñado que la República representaba la paz, la vida y la prosperidad de la

galaxia. Estos padawan solo tenían contacto con la realidad cuando pasaban de

ser iniciados a padawan y obtenían un maestro que los llevara en misiones

diplomáticas. Poco a poco, aprendían sobre la política, la realidad de la

República y que el Consejo no era supremo. Así se formaban los Jedi.

Pero ahora,

los padawan habían sido arrastrados a una guerra, y la realidad los golpeaba en

la cara sin darles tiempo para asimilarla. Era una brutal lección, y los que

sobrevivían quedaban traumados…

—Maestro

Skywalker —llamó una voz suave, interrumpiendo sus pensamientos. 

Anakin miró

a su lado, donde se acercaba un grupo de padawans…

Anakin

parpadeó, porque este grupo de padawans eran… ellos eran justo el grupo que él

mismo había recomendado enviar a reclusión, bajo la supervisión constante de

los maestros del templo. Eran más de treinta, liderados por Barriss Offee. Al

verlos juntos, Anakin se preguntó si había cometido otro error. Juntar a los

radicales no le parecía una buena idea en ese momento… Bueno, él no los había

juntado, sino que los había devuelto al templo para evitar que hicieran una

locura en el campo de batalla que costara la vida de inocentes, incluyendo a

los soldados clon, que solo eran esclavos y no debían pagar por los errores de

los Jedi.

Anakin vio

que el grupo de padawans rebeldes no estaba solo, sino que eran acompañados por

otras decenas de padawans y varios maestros, la mayoría de ellos Jedi sensores,

lo cual no era sorprendente, considerando que ellos podían percibir el dolor de

toda la galaxia y la calamidad que representaba esta guerra.

Anakin

apretó los dientes al ver a un maestro Jedi de la especie besalisko, un tipo

grande con cuatro brazos y una cabeza de reptil anfibio.

—¡General

Pong Krell! —gruñó Anakin, sin ocultar su ira y olvidándose de todos los demás

que lo rodeaban en ese momento.

El besalisko

notó su enojo, pero solo sonrió.

—General

Skywalker, justo pensaba expresarle mi pesar por sus opiniones políticas, que

han limitado mis suministros y nuestro avance en esta guerra, lo que podría

traer nuestra destrucción. Pero ya veo que, aunque no es por las razones que

preferiría, le he causado un disgusto similar —dijo Pong Krell.

Pong Krell era

un carnicero que había enviado a morir a cientos de clones bajo su mando en

despiadados planes que parecían una moledora de carne. Este tipo era un

psicópata que solo se preocupaba por ganar.

Anakin

también lo conocía por los recuerdos de Xión, donde Krell era la misma basura,

solo que allí se había unido a los Sith, pues siendo un Jedi sensor, sus

visiones le indicaban que iban a perder la guerra. Ahora, tales visiones no

parecían existir, y esta basura seguía en la Orden Jedi.

Anakin

avanzó y los padawans se apartaron, mirándolo con temor debido a su ira

desatada, pero los maestros se quedaron en medio para evitar una pelea.

—General

Skywalker, realmente me gustaría cruzar sables y estilos de combate con usted,

pero me temo que no sería una experiencia agradable si está dominado por la ira

—dijo el general Pong Krell.

—General

Pong Krell, usted es un carnicero y un asesino —lo reprendió Anakin.

—¿Los

clones? —preguntó Pong Krell, haciendo una mueca cuando la ira de Anakin

aumentó—. General Skywalker, el Consejo ya me ha transmitido su desaprobación

por mis estrategias de batalla, pero hasta ahora, no podía creer que nuestro

más brillante estratega militar se fijara en esos pequeños detalles.

»General

Skywalker, le confieso que tales sentimientos me son ajenos, ya que, como

todos, fui criado en el templo Jedi. Pero como es así, supongo que el origen de

su ira tampoco es algo que deba cuestionar. El elegido de la Fuerza nació como

esclavo —dijo el general Pong Krell con un tono curioso. La mayoría de los

maestros Jedi, y todos los padawans, quedaron conmocionados. Sus emociones se

desbordaron por todas partes mientras Anakin dejaba de intentar avanzar,

abrumado por la confusión, el desasosiego, la indignación y la ira, pero sobre

todo por la sorpresa. Aunque no demasiada, ya que él había estado hablando de

la esclavitud, un tema muy personal que afectaba sus emociones. Y en un templo

lleno de Jedi, era evidente que, en algún momento, alguien llegaría a la

conclusión de que Anakin había sido un esclavo antes de ser llevado al templo.

El problema

era que Anakin no estaba controlando sus emociones y se vio abrumado por todos

esos sentimientos.

Anakin sacudió

la cabeza, se dio media vuelta y fue a recluirse en meditación.

Un día

después, la mente de Anakin fue llamada por una pequeña presencia. Era solo un

ligero toque, como alguien que tocaba la puerta con un tono diplomático.

Anakin

parpadeó y salió de su meditación, mirando hacia la puerta de su habitación. Él

retiró la barrera de Fuerza que la bloqueaba.

—Anakin,

¿puedo entrar? —preguntó Obi-Wan. 

—Entre,

maestro —respondió Anakin con un suspiro. Antes, había ignorado incluso a

Ahsoka, pero Obi-Wan conocía la verdadera razón de su meditación.

Obi-Wan

entró y lo miró con cautela, luego se sentó frente a él. 

—Todos

piensan que te has retirado porque te sientes avergonzado de tu pasado como

esclavo. Nadie se ha dado cuenta de que perdiste el control de tus emociones y

planeabas matar a un maestro Jedi —dijo Obi-Wan con un suspiro de pesar.

—Maestro,

ese no es un Jedi, es un psicópata peligroso. Si llegamos a estar en una

situación desfavorable, lo único que necesitará para traicionarnos será hacer

cuentas —gruñó Anakin. Obi-Wan volvió a suspirar.

—¿Y qué te

hizo detenerte? —preguntó Obi-Wan, sin sorprenderse por su confesión.

—Él no ha

violado ninguna ley, ni siquiera las reglas de los Jedi —dijo Anakin apretando

los dientes.

—La sangre

que derramó el maestro Pong Krell está en nuestras manos, y en las de la

República —completó Obi-Wan, y Anakin apretó aún más los dientes.

—Maestro,

hace solo unas semanas yo temía el futuro. Me esforcé todo lo que pude para

cambiar las cosas que sabía que eran inaceptables para mí. Era doloroso y

molesto, pero podía aceptarlo, porque creía que no había otro camino. Pero

ahora… —Anakin no pudo continuar.

—Ahora no

confías en el futuro que ves, y como consecuencia de eso, tu pasado está

perturbando tu mente —dijo Obi-Wan con tristeza.

—Maestro,

siempre creí que ser Jedi era lo único que podía ser. De hecho, hay un tipo

molesto que siempre me lo decía. Yo podía arreglar mejor las cosas siguiendo

otro camino —explicó Anakin. Obi-Wan se tensó.

—¿Otro

camino con los separatistas? —dijo Obi-Wan, y Anakin asintió sin ocultarlo.

Obi-Wan

cerró los ojos por unos segundos, luego los abrió.

—Los ideales

de los separatistas son, en verdad, los tuyos. Entre ellos, su senado te apoyaría

de forma abrumadora, como apoyan al Conde Dooku. La guerra estaría en tus manos

—dijo Obi-Wan, quien parecía ver las mismas cosas que Xión. Anakin asintió.

—Pero

también serías enemigo de la Orden Jedi, de la senadora Amidala, de Ahsoka, de

los soldados clones. Tendrías que enfrentarte a ellos —agregó Obi-Wan—. Esa

persona es muy despiadada contigo —dijo Obi-Wan con desaprobación.

«Xión no era

menos despiadado consigo mismo», pensó Anakin. Ese tipo recorría mundo tras

mundo dividiendo su alma una y otra vez, solo para cumplir su misión, ignorando

sus sentimientos, dejando atrás todo lo que quería y los apegos que formaba,

para avanzar siempre hacia otro mundo. Enviaba partes de su alma al sacrificio

para seguir avanzando. Las partes separadas de su alma debían olvidar sus

apegos a la fuerza y adaptarse a su nuevo mundo, con la única motivación de

que, algún día, uno de estos fragmentos de alma podría regresar a su propio

mundo y cumplir una promesa fallida que había hecho…

—Anakin,

¿fue el maestro Windu quien te sugirió esto? —preguntó Obi-Wan, interrumpiendo

los pensamientos de Anakin.

—¿La Bestia

Parda? —preguntó Anakin, parpadeando sorprendido.

Obi-Wan

también parpadeó. Luego, una sonrisa intentó formarse en sus labios, pero la

reprimió.

—¡Anakin, no

seas infantil! —reprendió Obi-Wan.

Anakin

ignoró su hipocresía y pensó en la Bestia Parda y en Xión, porque Obi-Wan había

dado en el clavo, y Anakin entendió por qué Xión no le agradaba. Ese tipo

despiadado se parecía a la Bestia Parda, y era el tipo de persona que no le

gustaba a Anakin. Él negó con la cabeza.

—No,

maestro, no fue el maestro Windu, pero fue alguien similar. Y tampoco importa,

él no interferirá en nuestros asuntos. Supongo que solo Ahsoka puede hacerle

reaccionar —dijo Anakin con sinceridad, porque sus sentimientos por Ahsoka

tuvieron su origen en Xión, y aunque él se negara a ayudarlo, antes ya había

intervenido para robarse a su padawan de forma descarada.

Obi-Wan

pareció sentir curiosidad por este tema, pero lo dejó de lado y volvió a

centrarse en los asuntos de Anakin.

—Anakin, la

incertidumbre sobre el futuro, el sentimiento de no saber si lo que hemos hecho

en nuestras vidas fue la decisión correcta, las dudas, son algo con lo que los

seres vivos e inteligentes tenemos que lidiar a diario. No debes pensar

demasiado en ello; nadie te juzgará por eso —dijo Obi-Wan con seriedad—. En

cuanto a Pong Krell, como has dicho, no es él quien está mal. Son las leyes de

la República y las mismas reglas Jedi las que se prestan a la confusión,

Especialmente para alguien como el maestro Pong Krell, que parece incapaz de

discernir más allá de números y resultados.

»Él no está

movido por la ira, el resentimiento o el miedo. Como has dicho, para él, esta

guerra son números. Actúa de la forma en que la Orden y la República se lo

permiten. Si no existiera esta guerra, sería un Jedi como cualquier otro —dijo

Obi-Wan con pesar.

Anakin

comprendía eso. Él era un Jedi sensor, sabía mejor que nadie que en este mundo

nadie era completamente inocente. Había personas con mentes tan retorcidas como

la de Palpatine, sin una gota de empatía, como Pong Krell; depravados,

sociópatas, gente perturbada. La razón por la que Anakin no había acabado con

sus vidas al conocerlos era que ellos elegían vivir sus vidas siguiendo las

leyes. Por muy absurdo que sonara, elegían vivir en paz, y de alguna forma, las

leyes les servían de guía para saber qué estaba mal con ellos. Por eso, Anakin

no los aplastaba como simples bichos.

Por absurdo

que pareciera, en su experiencia, esos no eran los mayores criminales con los

que Anakin se había encontrado. Eran la excepción, no la regla. Los mayores

criminales eran las personas comunes, aquellos que, contra toda lógica, no

tenían nada que temer de las leyes. Personas que podían encajar en la sociedad.

Los políticos eran los mayores representantes de este grupo, seguidos por los

empresarios y, en general, cualquiera que ocupaba una posición de poder. No era

casualidad que Palpatine tuviera tantos apoyos. El poder volvía loca a la

mayoría de la gente, cambiando incluso su forma de pensar y ser. Y ahí surgía

el debate sobre si siempre fueron así o si el poder los había corrompido.

En opinión

de Anakin, esa pregunta no tenía ningún sentido. A él no le interesaba cómo se

hicieron criminales, salvo en contadas excepciones. Palpatine, por ejemplo, fue

víctima de una vida llena de quejas y reproches contra la sociedad, pero sus

acciones eran su responsabilidad, pues eso es lo que la vida dictaba. No eran

dioses. Por más que quisieran, los humanos no podían controlar el destino.

Dado esto,

muchas vidas se torcerían. Se podía tener suerte y salir relativamente impune,

como él en este momento, o terminar siendo un loco desquiciado como Palpatine.

Ya fuera que se culpara a toda la sociedad o solo a Palpatine, los hechos no

cambiarían. Palpatine seguiría siendo una basura putrefacta a la que Anakin le

retorcería el cuello si pudiera.

—Entonces,

tu justicia también es una cuestión de números. No puedes castigar a todos, así

que eliges a uno para dar ejemplo y que los demás no se atrevan a hacer lo

mismo. El miedo al castigo es tu justicia. Interesante. Y pensar que acabas de

intentar matar a alguien que piensa exactamente igual que tú —dijo Xión en la

mente de Anakin.

Anakin

apretó los dientes. Compartir su mente con ese tipo era realmente molesto.

Obi-Wan notó

su ira, pero Anakin no se abstuvo de contestar.

—¿Te crees

superior a mí? —preguntó Anakin en sus pensamientos.

—Yo soy un

dios, pequeño mortal. Mi forma de ver estas cosas es muy diferente a la tuya,

porque yo puedo establecer mi propia realidad con poder absoluto. Sin embargo,

no deberías pensar en lo que puedes o no puedes hacer, sino en lo que, como

persona, quisieras que hiciera otra persona si tuviera el poder de interferir

en ello. Dime, ¿querrías que yo ejerciera mi poder y convirtiera este mundo en

una utopía? —preguntó Xión.

Anakin

parpadeó. En verdad, él nunca había pensado en eso. Crear una utopía donde

nadie cometiera crímenes. Si se evaluaba desde el punto de vista de la

sociedad, sería un mundo perfecto. Pero desde el punto de vista del individuo,

sería una dictadura absoluta y un horror indescriptible, debido a las cosas que

serían necesarias para hacer funcionar algo así.

—Los humanos

no son seres perfectos, por tanto es imposible que su sociedad sea perfecta. No

puedes sumar mierda y obtener rosas —sentenció Xión.

«Sí, él es

igual a la Bestia Parda», pensó Anakin, pero llegó a una conclusión gracias a

sus palabras, así que lo dejó estar y miró a su maestro.

—Maestro, en

verdad quiero asfixiar a ese carnicero de Pong Krell, pero también creo que

podré contenerme la próxima vez que lo vea —dijo Anakin.

Si Pong

Krell estaba allí, era porque Obi-Wan lo había apartado de la guerra, algo que

el antiguo Consejo, que se negaba a ver la realidad y solo se fijaba en el

código y las leyes, no había hecho.

Ahora Pong

Krell estaba en la misma situación que los padawans retirados del campo de

batalla.

—Anakin, eso

no es suficiente —dijo Obi-Wan. 

—Maestro, no

renunciaré a estos sentimientos porque son parte de las cosas en las que creo.

No siento que sea lo correcto. Somos seres vivos, maestro. Podemos elegir

aceptar la muerte, porque somos conscientes de nuestra propia mortalidad.

»Maestro,

amo a Ahsoka. Antes, luché por dejar ir ese sentimiento. Incluso me negué a

sentir nada, porque entendía el código Jedi y su propósito. Pero fue en el

momento en que acepté ese sentimiento, y fui egoísta debido a él, yendo tras

Ahsoka a pesar de que todos me ordenaron desistir, que la luz brilló para mí.

Dejar ir el sentimiento se sentía como una prisión constante, una sombra que me

acechaba y me empujaba siempre al límite. Pero ahora soy libre. Libre del lado

oscuro, libre de mis propias pesadillas, porque el miedo a perder se ha ido, y

ahora, en verdad, puedo dejar ir, porque entiendo lo que realmente quiero.

»Tampoco es

que el código Jedi esté mal. El código Jedi es perfecto, pero yo nunca fui

perfecto, pues este mundo ya había influido en mí cuando llegué al templo.

Pero, si no fuera así, tampoco creo que me habría ajustado a él. Probablemente

habría sido como Ahsoka misma, Barriss Offee, o todos esos Jedi que ahora están

al borde de un ataque psicótico, porque el código Jedi no les permite enfrentar

la realidad del mundo. Ellos no son capaces de cerrar los ojos y seguir

adelante, impolutos y sin dejarse manchar por las cosas que suceden a su

alrededor, manteniéndose apartados del mundo y sus vicisitudes —dijo Anakin.

—Anakin, lo

siento… de haber sabido que te sentías de esa forma… —Obi-Wan no pareció saber qué

más decir.

—No había

nada que pudieras hacer, maestro. Nunca fuimos iguales, y nunca te enseñaron a

comprender este mundo, sino a apartarte de él. Tampoco es culpa del Consejo. En

mil años, no había habido una guerra, y solo cuando la había, el código Jedi se

ajustaba a este mundo.

»Luego, en

la paz, los Jedi decidieron tomar otro camino y abandonar el camino del mundo,

rechazando todo contacto con él, negándose a entrenar a aquellos que ya estaban

contaminados, y cerrándose a aceptar nada más que su propia realidad, buscando

solo la paz. Eso no está mal, pero ahora estamos en guerra, y un lord Sith ha

aprovechado esto como un punto débil, para arrastrar a la Orden a una guerra

que no podían enfrentar.

»Ahora, la

brillante y respetada Orden Jedi es considerada solo un bando más en una guerra

civil, y nadie dirá mucho si, en algún momento de esta guerra, somos destruidos

—dijo Anakin con un suspiro.

—Anakin,

como dices, la Orden ha fallado a muchos Jedi, pero siento que sigues

apegándote demasiado a las cosas —dijo Obi-Wan con preocupación. Anakin

entendió a qué se refería Obi-Wan, y no era a Ahsoka.

—¡No son

cosas, son personas! —gruñó Anakin.

—Y pueden

morir, Anakin. Todo vuelve a la Fuerza, no es algo malo, la vida es así. Debes

aceptarlo y prepararte para dejar ir, más ahora que entiendes que las cosas no

siempre pueden estar bajo tu control. Aun así, sigues apostando a ganar

siempre, y eso no es lógico ni razonable. Discierne, Anakin, tus emociones

pueden llevarte a cometer un error. Esta vez has logrado contenerte, pero

mañana quizás no puedas hacerlo —aconsejó Obi-Wan.

—Maestro,

estoy bien —aseguró Anakin, y alzó la mano para proyectar un holograma que

mostraba el mapa de la galaxia, con multitud de puntos rojos.

—Maestro,

todo saldrá bien. Esta paz retrasará la dispersión del retrovirus que implanté

en los clones para anular el chip de órdenes, en el que está implantada la

orden 66 de Palpatine. Pero teniendo en cuenta que el cese al fuego es de seis

meses, es imposible que los clones no se muevan, y el retrovirus seguirá

expandiéndose. Algunos meses después de esta negociación, ya habremos ganado y

podremos tomar una posición directa contra Palpatine sin arriesgar a la

República, a los Jedi, a los clones o a los civiles. Obtendremos una victoria

total —dijo Anakin.

—Anakin, esa

es una gran apuesta. La mayoría del Consejo no está de acuerdo con eso, y

siendo sincero, yo tampoco. Anakin, podemos obtener una victoria ahora. Tenemos

la ventaja diplomática y política…

—Maestro,

está hablando de sacrificar personas —advirtió Anakin—. Cientos de Jedi morirán

si activamos el retrovirus ahora. No hay forma de mantenerlo en secreto para

Palpatine, esto será la mayor conmoción en la Fuerza hasta ahora. Ni siquiera

la situación actual será comparable. Palpatine tomará venganza contra cientos

de mundos, usando el ejército separatista, mientras nuestro ejército enfrenta

una rebelión masiva, y nuestros generales serán asesinados —interrumpió Anakin.

—Anakin, ese

es el precio de nuestros errores, y no es tu error personal. Todos somos

responsables de esto, y todos debemos asumir las consecuencias. Si lo que dices

resulta cierto, y Palpatine solo está aprovechando esta tregua para rearmar a

los separatistas, podemos aprovechar ese momento para tomar medidas en su

contra, posicionando nuestras fuerzas para evitar la mayor cantidad de bajas

—ofreció Obi-Wan.

—Y aquellos

clones y Jedi que no puedan abandonar su posición serán sacrificados.

Abandonaremos los planetas que están en manos de Palpatine —replicó Anakin—. Ya

veo por qué Pong Krell nunca fue apartado de su puesto antes. El Consejo

también trata a las personas como si fueran números. Por eso, mientras solo

haya unos pocos miles de millones de esclavos en los sistemas exteriores, al

Consejo no le importará, porque liberarlos arruinaría la paz de los cientos de

miles de millones que habitan el resto de la galaxia… —Obi-Wan le puso la mano

en el hombro.

—Anakin,

calma. El Consejo no ve números, ve las consecuencias de nuestro posible

fracaso. En cuanto a mí, veo lo que nuestro fracaso podría significar para ti.

No ignoramos el dolor o los sentimientos en esta decisión. Aun así, el Consejo

ha votado a tu favor, y a pesar de no estar de acuerdo, y aunque me odies, sigo

pensando que debemos terminar ahora con esta guerra, pero la decisión es

esperar —dijo Obi-Wan con un suspiro de pesar.

Anakin

suspiró aliviado. Luego negó con la cabeza, porque este no era un plan al azar.

—Maestro, no

estoy retirado del todo. He enviado al Verdad y Reconciliación de vuelta a su

astillero, y en tres meses más estará reparado. Esta vez, ninguna flota será su

rival, porque lo estoy remodelando desde cero.

»También he

pensado en los clones después de la guerra. Modificaré su código genético para

detener su proceso de envejecimiento acelerado; incluso puedo revertir el daño

actual. Solo necesito el apoyo del Consejo para que el ejército no sea

desintegrado y no se conviertan en un ejército de mercenarios —dijo Anakin.

—Anakin, la

República no tiene recursos para mantener un ejército. Muchas personas pasan

hambre ahora, debido a esta guerra —dijo Obi-Wan con tono alarmado.

—Maestro,

mantener un ejército durante una guerra no es lo mismo que mantenerlo en

tiempos de paz, son cosas que no se pueden comparar. Además, tengo un plan para

obtener mucho dinero —dijo Anakin con una sonrisa, y Obi-Wan lo miró aún más

alarmado.

—Anakin,

¿qué planeas? —preguntó Obi-Wan con preocupación.

—No planeo

robar a nadie, maestro… Bueno, le aseguro que no recibiremos ninguna denuncia

por ello. Solo debe convencer a Padmé de hacer lo mejor para la República, y

eso no es desarmarse, no después de un conflicto en el que la gente ha sido

llevada al límite. Para muchos, ejercer la violencia ya es parte de sus vidas.

La República se convertirá en una anarquía si no procuramos que la gente retome

el temor a salirse del orden establecido —dijo Anakin.

—Anakin, la

paz se logra con entendimiento y lógica… —Anakin lo miró como si fuera un

idiota, porque justo estaban en una guerra, y a todos les había dado igual la

razón y la lógica. Obi-Wan carraspeó.

—Al menos

dime de dónde obtendrás el dinero —dijo Obi-Wan con un suspiro.

—Palpatine

se lo robará al Consejo Separatista. Es el dinero que han acumulado sus líderes

en esta guerra, a cambio de fabricar las armas que usamos para matarnos unos a

otros en el conflicto que ellos han provocado —explicó Anakin.

—Anakin,

¡eso es ilegal! No puedes robar a esas empresas —exclamó Obi-Wan.

—No,

maestro. Este dinero está en cuentas personales, eso es lo ilegal. Y de esas

cuentas personales, pasará a la cuenta personal de Palpatine, lo cual es aún

más ilegal. Puede verlo como la recuperación de un capital privado, y si las

empresas presentan la documentación adecuada para probar que este dinero es

suyo, podemos devolvérselo —dijo Anakin con una sonrisa, porque la única forma

de hacer eso para estas grandes organizaciones sería confesar que habían estado

detrás de la guerra, lo que los pondría en las garras tanto del Senado de la

República como del Senado Separatista. Ellos se convertirían en los chivos

expiatorios de su propia culpa y se ganarían el odio de toda la galaxia, lo que

sería su ruina absoluta. Y, como estaban las cosas ahora, millones de personas

tomarían la justicia en sus propias manos y les cortarían la cabeza, lo que

sería un desastre económico para la República, pero también sería el exterminio

definitivo para estas empresas.

Obi-Wan, que

se daba cuenta de lo que pasaría mientras pensaba, lo miró cada vez más

sorprendido.

—Maestro,

fue la avaricia de esos tipos lo que nos llevó a esta guerra en primer lugar.

Que ellos terminen en la opulencia mientras la República se hunde en deudas no

es algo justo. Me aseguraré de que todos los involucrados en este asunto sufran

las consecuencias de sus acciones. La Orden está pagando las consecuencias, y

en el futuro seguirá haciéndolo. Pronto, el Senado de la República y el de los

Separatistas también quedarán al descubierto, y estas empresas estarán en la

ruina.

»Nadie

ganará nada con esta guerra, ni siquiera los fabricantes de armas. Cuando esta

guerra termine, tendrán que rogar al Senado por ayudas económicas para poder

seguir existiendo, y aceptar en compensación la cancelación de deudas y todos

los privilegios que se les han dado. Incluso deberán aceptar las nuevas

condiciones que sean necesarias para consolidar la paz, pues todo su poder se

basa en la economía y el dinero, y estos estarán en manos del Senado —explicó

Anakin.

Obi-Wan

siguió pensando durante cinco minutos más, y después de hacer algunas muecas,

asintió.

—Hablaré con

la senadora Amidala sobre esto —dijo Obi-Wan—. Pero no involucres al Consejo en

más política. Anakin, esto es un favor personal, deberías arreglar tu situación

con la senadora Amidala —aconsejó Obi-Wan.

—Maestro,

Padmé cree que mi motivo para dejar a los clones en el ejército es desatar otra

guerra. Por eso solo debo esperar a que las cosas terminen bien y decir “te lo

dije” —dijo Anakin. Obi-Wan suspiró.

—Anakin,

eres un gran estratega y general, pero en esto, tu plan es tan malo que hasta

yo puedo ver que terminarás solo —dijo Obi-Wan mientras se levantaba, dándole

unas palmaditas en el hombro—. Cuando acudí al Senado, vi a alguien cuyos

sentimientos por Padmé van más allá de lo considerado apropiado para un amigo —agregó,

retirándose de la habitación, mientras el corazón de Anakin se saltaba varios

latidos.

«Mierda,

esta galaxia está llena de hienas y carroñeros», pensó Anakin, considerando

algún plan para llegar al Senado y enseñarle a este carroñero por qué no debía

rondar a…

Anakin

sacudió la cabeza, mientras Xión se carcajeaba. Anakin reflexionó y dejó de

pensar en el asesinato. Mejor investigaría quién era esa “hiena” que acechaba a

Padmé. Ahorcar a sus rivales amorosos era algo que solo el antiguo Anakin

haría. Él primero investigaría si en verdad eran rivales y, luego, procedería a

ahorcarlos.

Tres meses

después, Palpatine conspiraba contra la galaxia y sus propios aliados, mientras

los senadores de la República y los separatistas apenas dejaban de insultarse

para presentar sus puntos en la negociación.

Anakin

estaba en su habitación, preparándose para una sesión del Consejo que

interrumpiría su labor como maestro, algo de lo que Anakin no se quejaba. Al

dar clases a los padawan, y debido a la filtración sobre su pasado como

esclavo, hacía que todos lo miraran con un sentimiento de lástima que lo hacía

sentir incómodo…

Anakin

parpadeó al ver que Ahsoka entraba en su habitación.

—Ahsoka, al

menos toca primero. Hoy no hay clases, puedes volver a tu meditación —dijo

Anakin.

Ahsoka no se

dio la vuelta, avanzó y se sentó sobre su cama, mirándolo de forma descarada.

—Anakin,

eres muy guapo —alabó Ahsoka. Anakin frunció el ceño de inmediato y la miró.

—¿Qué

quieres? —preguntó Anakin, indicando con su tono de voz que ella no iba a

conseguir nada de él, sin importar sus tontos coqueteos. Si Padmé no lograba

hacerlo cambiar de idea, los coqueteos infantiles de Ahsoka tendrían aún menos

efecto.

En la mente

de Anakin, Xión puso los ojos en blanco. «Antes he cedido, pero eran cosas sin

importancia», se excusó Anakin.

La entrada

de Ahsoka era demasiado descarada como para que esto fuera algo sin

importancia. Él tampoco creía que el hecho de que el Consejo se reuniera hoy

fuera algo que Ahsoka ignorara. Anakin no dejaría que ella lo metiera en

problemas, ya que el gran maestro actual de la Orden era su propio maestro,

quizás el único Jedi al que Anakin no quería molestar.

Ahsoka

fingió inocencia y lo miró con sus grandes ojos azules. Anakin no retiró la

mirada y se puso su túnica Jedi. Él ya no estaba en la guerra, y vestía como un

maestro Jedi.

Ahsoka se

levantó y Anakin dio un paso atrás, pero ella fue descarada y lo abrazó.

—Maestro

bonito —dijo Ahsoka con voz dulce.

«Me ha

llamado maestro… Esto es muy grave, debo huir», pensó Anakin, conmocionado

mientras Xión se reía.

—Ahsoka,

suéltame. No importa a quién le cortaste un brazo o a quién mataste, no voy a

apoyarte —sentenció Anakin.

Dos horas

después, Anakin escuchaba los detalles de la situación actual de la Orden y de

la República cuando Obi-Wan tomó la palabra. Anakin suspiró cuando Obi-Wan

empezó a hablar de una apelación de Ahsoka, que pedía que su castigo le fuera

levantado por buen comportamiento.

Los maestros

Jedi miraron mal a Anakin al darse cuenta de que él planeaba hablar a favor de

su padawan.

—¡Anakin!

—reprendió Obi-Wan con desaprobación.

—Maestro,

Ahsoka se ha comportado con propiedad y de forma ejemplar estos últimos meses.

Su destreza con la Fuerza es extraordinaria; pocos maestros en este Consejo

podrían superarla en la actualidad —dijo Anakin, ya que el crecimiento de

Ahsoka bajo la tutela de Xión superaba al de Anakin por mucho. Ese bastardo

arrogante era el mejor maestro que Anakin hubiera visto.

—Maestro

Skywalker, no cuestionamos las habilidades de su padawan. Su crecimiento es

extraordinario, pero lo que define a un Jedi no son sus habilidades, sino su

conducta. Su padawan puso en peligro la vida de dos senadoras y desobedeció al

Consejo de forma repetida. Al menos debería estar un año en el Templo; no

podemos dejarla sin vigilancia —dijo Windu, y la mayoría del Consejo asintió en

acuerdo, por lo que Ahsoka estaba sentenciada.

«Lo he

intentado», pensó Anakin. Ahsoka solo podía culpar a Xión, porque Anakin estaba

seguro de que la principal razón por la que no la dejaban salir del Templo era

que sus habilidades estaban creciendo de forma desproporcionada…

—Maestros

—intervino el maestro Plo Koon, haciendo parpadear a Anakin de sorpresa, porque

podía sentir sus emociones aunque él estuviera a media galaxia de distancia y

allí solo hubiera un holograma. La mitad del Consejo frunció el ceño.

El maestro

Plo Koon carraspeó con incomodidad. 

—Maestros,

la padawan Ahsoka ha cometido errores, pero debemos tomar en cuenta su juventud

e inexperiencia… —Mientras el maestro Plo Koon presentaba excusas para Ahsoka,

Obi-Wan se llevó la mano a la cara en señal de estar sufriendo un dolor de

cabeza.

 

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