Anakin se
levantó de su cama y, por primera vez en años, sintió que realmente había
descansado.
—Extraño
sentimiento —dijo Xión.
—Tú y yo
nunca vamos a entendernos —dijo Anakin con un suspiro.
Xión era lo
más parecido a una roca que Anakin conocía. Se parecía a Mace Windu; era
posible que por eso se llevaran tan mal. Alguien que siempre creía estar en lo
correcto y que siempre miraba a los demás por encima del hombro.
—¿Me estás
describiendo a mí o te estás describiendo a ti mismo? —preguntó Xión.
—Te estoy
describiendo a ti —dijo Anakin con seguridad.
—Me he
equivocado antes. Mis planes han fallado, he tenido momentos difíciles en
mundos anteriores. Luego de estar en esta situación, el primer universo que
visité fue caótico. No había entrenado mi cuerpo ni mi mente, creí que tendría
mis habilidades, pero me vi como un mortal, con parte de mi conocimiento
sellado para no destruir mi cuerpo. Recibí varias palizas, me rompí una pierna
y conocí el infierno. Luego de eso, creé unos pocos millones de clones y los
hice entrenar con todo tipo de cuerpos durante mil años. Ahora, no importa si
estoy en el cuerpo de un dios o un mero mortal, si quiero avanzar, nadie puede
plantarse en mi camino.
»También
noté que mi cerebro, como el de un mortal, no puede contener todo mi
conocimiento y mi mente, por lo que ideé un sistema de sellos que apaga partes
de mi mente, sellando esos conocimientos y convirtiendo mi mente en una
computadora que guarda archivos y solo accede a ellos mientras uso esos
conocimientos, dejando un acceso directo para no olvidar qué tipo de
conocimientos poseo.
»No se trata
de que tenga plena confianza en mí mismo, es que me preparo para avanzar y
avanzo con seguridad porque confío en mi propio esfuerzo.
»En cuanto a
este mundo, eres tú quien cierra los ojos y se niega a ver más allá de lo que
quieres. Antes dijiste que este mundo no me importaba y que era un turista,
pero te equivocas. Amo a Ahsoka. Amo a Padmé, a Chuchi. Comparto tus
sentimientos de que todo termine bien. Te amo a ti. Eres mi infancia…
Anakin se
estremeció con un escalofrío, y Xión dio un suspiro.
—Eres la
inmadurez en persona —dijo Xión.
—Déjame en
paz, hoy me siento muy bien, y a diferencia de ti, yo solo soy un mortal. Si
tengo una debilidad, no puedo crear un millón de clones y enviarlos a entrenar
miles de años para superarla. Si quieres ayudarme, pelea por mí —dijo Anakin.
Si Xión
luchara, incluso el conde Dooku y el mismo Sidious serían aplastados con
facilidad; ningún ejército podría hacerle frente. Xión se rió en su mente.
—Tú
decidiste vivir por tu cuenta. No soy tu Pokémon —dijo Xión.
—Me has
quitado a Ahsoka, ¿cómo es que eso no es interferir? —preguntó Anakin.
—Eres un
terrible maestro. No podía dejar que la mataras o fueras una piedra en su
camino, llevándola a un sendero solitario donde solo sería una persona amargada
de la vida —dijo Xión, y Anakin apretó los dientes porque él también había
visto ese futuro.
Anakin
suspiró, pero aún pensaba que estaría mejor sin Xión. Si fuera por él, en este
momento estarían del lado de los separatistas, matando soldados clones y
conquistando planetas de la República.
—Y como no
lo has hecho de esa forma, ahora hay la posibilidad de una segunda guerra
—replicó Xión.
—Si es la
realidad, solo se puede avanzar, incluso si eso destruye el corazón de aquellos
a los que amas —dijo Anakin con desprecio.
—Dices que
soy arrogante, pero estás dando por hecho que eres lo único que importa para
las personas que quieres —replicó Xión.
—No voy a
convertirme en un separatista, sin importar lo que digas —dijo Anakin,
respirando hondo.
Las cosas
estaban saliendo bien. Palpatine no había ganado poderes supremos en el Senado.
Incluso había la posibilidad de apartarlo de su puesto con un simple voto de no
confianza, pues él no pudo establecer un precedente en una toma de poder
extraordinaria, y Padmé siempre se opuso a que se le concedieran privilegios a
su cargo más allá de aquellos otorgados por las leyes de guerra. Por lo tanto,
Palpatine no había logrado acumular poder, y la República seguía siendo fuerte,
a pesar de los privilegios de guerra de Palpatine.
Con todo
esto, Palpatine estaba condenado al fracaso, y ahora que la Orden Jedi estaba
informada de él y liderada por Obi-Wan, optando por la paz y apoyando a Padmé,
Palpatine perdería cada vez más poder. A pesar de todo, Anakin había logrado su
propósito de destruir el poder político de Palpatine.
Xión se rió
en la mente de Anakin.
—Mucha paz y
todo lo demás, pero aún no te has levantado —dijo Xión, y Anakin notó que
seguía en su cama.
Anakin
suspiró y se levantó. Hoy sería un día horrible, a pesar de que había tenido
éxito en la guerra y ahora Palpatine sufría las consecuencias. Sin embargo, la
vida de Anakin no se había vuelto más sencilla, y lo habían enviado a dar
clases a los Padawan y a los iniciados, una tragedia que debía enfrentar en
solitario.
Xión volvió
a reírse en su mente, y Anakin parpadeó, extrañado por lo que le causaba
gracia.
Anakin se
quedó aturdido por varios minutos. Luego, con decisión, se levantó, hizo su
aseo personal, se vistió y salió.
…
—Anakin, no
soy tu Padawan, no puedes arrastrarme a dar clases. Estoy castigada, haciendo
meditación —se quejó Ahsoka, a quien Anakin arrastraba por los pasillos del
templo Jedi.
—Tonterías.
Estás registrada como mi Padawan; si tienes problemas con eso, ve a quejarte
con Obi-Wan —dijo Anakin, mientras continuaba arrastrándola, suprimiéndola con
la Fuerza.
Como Ahsoka
había sido recluida en meditación, castigada por actuar como una adolescente
descerebrada y desobedecer al Consejo dos veces, le habían requisado todos sus
juguetes, al igual que a Anakin, y ahora los dos solo tenían sus sables de luz
y la Fuerza. Por eso Anakin podía arrastrarla sin problema.
…
Unos minutos
después, Anakin arrojó a su rebelde Padawan en una sala frente a un grupo de
otros padawan y se plantó en la puerta.
—Buenos
días, soy el maestro Anakin Skywalker, y esta es mi Padawan, Ahsoka Tano. Hoy
hablaremos del código Jedi y lo que significa un antiguo dicho que dice: “Las
leyes están muertas, pero las personas están vivas” —se presentó Anakin.
—Anakin,
nunca he escuchado ese dicho —dijo Ahsoka, mirando a los aturdidos padawan con
los dientes apretados.
—Yo tampoco.
Esto es algo que conoce Xión, y es posible que sea una mala traducción de una
novela basura que leyó una vez, algo en lo que apagabas el cerebro para
disfrutar la egolatría del personaje principal aplastando bichos —explicó
Anakin. Ahsoka parpadeó.
…
—Padawan
Tano, si usamos el código solo como una guía, ¿cuándo debemos seguirlo y cuándo
debemos intervenir usando nuestro propio criterio? ¿Cómo sabemos que nuestra
decisión es la correcta? —preguntó un padawan. Ahsoka lo miró con frialdad y
luego carraspeó, incómoda.
—En ese
caso, pongan en práctica las enseñanzas de la Fuerza. Reflexionen. Disciernan.
La Fuerza es su guía. Aparten los sentimientos y los prejuicios del mundo, y
obtendrán una respuesta —dijo Ahsoka de mala gana.
Anakin
sonrió. Si Ahsoka hubiera puesto en práctica este consejo, no habría terminado
casi muriendo en su última aventura, por lo que esta pregunta realmente le
tocaba la moral.
Anakin
avanzó e intervino.
—Padawan,
les plantearé un caso en el que deben usar su criterio para resolver la
situación, utilizando el código Jedi como guía, y teniendo en cuenta las leyes
del senado, la misión encomendada y su propio juicio.
»En primer
lugar, tenemos un planeta de la República involucrado que ha pedido al Senado
investigar una estación vigía atacada. Informan que es posible que los
separatistas ataquen el puesto de vigilancia… —Anakin planteó el caso de
Pantora.
…
Al salir de
la clase, Anakin hizo una mueca y suspiró.
Entre los
Padawan, lo máximo que obtuvo fue una investigación según las reglas del
Senado. A nadie se le ocurrió retirarse y presentar un informe negativo como
respuesta a la evidente falta de moral del presidente Chicho.
Esta fue la
misma forma en que los Jedi fueron arrastrados a la guerra: ellos no
retrocedían ante las órdenes del Senado y se olvidaban de que no trabajaban
para el Senado, pues se suponía que eran enviados imparciales para resolver
conflictos en nombre de la República.
—Esto va a
ser difícil —dijo Anakin con un suspiro.
—Anakin, me
siento rara —dijo Ahsoka, y Anakin la miró—. Antes, yo pensaba igual que estos
Padawan. El Consejo era supremo, la República representaba la paz y la justicia
—dijo Ahsoka. Anakin frunció el ceño.
—¿Estás
diciendo que nuestro enfoque es equivocado? —preguntó Anakin, comenzando a
caminar hacia la siguiente clase.
—Anakin, tú
creciste fuera del templo. Ya habías visto la realidad de la República, pero
los demás crecimos en el templo, y ni siquiera sabemos lo que hay en los
niveles inferiores del propio Coruscant —explicó Ahsoka.
Anakin
suspiró abatido antes de entrar a la siguiente clase y cambiar su enfoque.
Ahsoka
comenzó hablándoles a los padawan sobre Coruscant y sus niveles inferiores,
donde ni siquiera los droides se atrevían a bajar. Ella señaló los números
actuales de los Jedi y cómo ni siquiera la totalidad de todos ellos sería capaz
de mantener la seguridad en Coruscant, mucho menos en el resto de la galaxia.
Ahsoka
también habló sobre el presupuesto que la República destinaba a la seguridad,
las leyes que regían el crimen, cómo funcionaban los impuestos y cómo la Orden
Jedi cumplía su labor como embajadores diplomáticos en los conflictos que
surgían en la República.
Cuando
Ahsoka terminó, Anakin avanzó y empezó a contarles a los padawan sobre la vida
como esclavos de miles de millones de personas en el Borde Exterior, en
planetas como Tatooine. Sus expresiones de horror y conmoción le indicaron que
no se sentían cómodos con esto.
Anakin
finalizó presentando algunos casos en los que él rompió las reglas de los Jedi,
desobedeció las órdenes del Consejo, ignoró algunas leyes de la República y
también algunas normas del código Jedi.
…
Después de
dos clases más, Anakin y Ahsoka suspiraban frente al Consejo Jedi, ya que todo
el templo estaba alborotado y ambos habían sido convocados.
—Anakin,
¿por qué les estás dando clases de política a los padawan? —preguntó Obi-Wan
con un suspiro.
—Porque
necesito que entiendan las razones de por qué estamos en esta situación, y por
qué no deberían seguir el código Jedi y las leyes de la República ciegamente.
No puedo llegar ante los padawan y simplemente decirles que el código Jedi y
las leyes de la República, que son supremas para ellos, deberían ser ignoradas
en algunas ocasiones, y que deben confiar en mí. Necesito darles razones, y
esas razones son políticas, porque al final, ese Es el mundo en el que estamos
involucrados ahora —dijo Anakin, y el Consejo entero pareció insatisfecho, pero
ninguno de ellos parecía tener una forma efectiva de explicar todo a los
padawan sin inmiscuirse en la política de la República.
—Hemos
cometido un terrible error al involucrarnos en esta guerra —dijo la maestra
Shaak Ti.
—Estas son
solo las primeras consecuencias —dijo Ki-Adi-Mundi.
—El Senado
también quiere que sirvamos de mediadores entre los separatistas y la
República, pero los separatistas no están de acuerdo, porque no nos consideran
una entidad neutral —dijo Kit Fisto.
—Somos los
comandantes del Ejército Clon, estamos al frente cuando invadimos planetas
separatistas, y los Jedi ejecutan a sus líderes —dijo Anakin. Obi-Wan frunció
el ceño.
—No podemos
retroceder ahora —dijo Windu con preocupación, pero Obi-Wan negó con la cabeza.
—Retirarse
no es una opción —dijo Obi-Wan—. Esta guerra también es nuestra
responsabilidad. Apartarnos ahora significaría dejar a la República en manos de
los Sith —agregó, mirando a Anakin—. Lo siento, Anakin. Debe de ser difícil
para ti hablar de los esclavos.
Anakin
simplemente asintió.
—Habrá más
consecuencias como estas en el futuro —dijo Adi Gallia.
Los Jedi
ahora eran conscientes de que haberse involucrado en la guerra traería graves
consecuencias políticas para ellos. No había forma de librarse de ello. Cuando
la República se enterara de que Palpatine provocó la guerra y que los Jedi
fueron guiados como borregos por él, la Orden nunca sería la misma. Además,
parte de la galaxia los veía como el enemigo en el mejor de los casos o como
demonios en el peor. Esto traería más consecuencias y cambiaría la Orden Jedi
de forma irreversible.
La opción
para mantener a la Orden como estaba ahora y no lidiar con las consecuencias
políticas sería esconder que Palpatine fue el culpable de la guerra, lo que
implicaría silenciar a mucha gente. En consecuencia, al menos la cúpula de la
Orden tendría que ceder a la corrupción descarada de sus principios, lo que
implicaría un nuevo paradigma y una politización de la Orden. Ya no sería por
cometer un error o estar cegados, sino que serían plenamente conscientes de su
corrupción y continuarían adelante con ella. Tomando este camino, eventualmente
no habría diferencias entre los Jedi y los Sith. Este sería el peor resultado
para la Orden, sus peores temores hechos realidad. Ni siquiera la desaparición
de la Orden se consideraría un resultado tan malo como su caída al lado oscuro,
tanto para la galaxia como para los Jedi.
…
Dos semanas
después del regreso de Anakin a Coruscant y su renuncia a su puesto como
general de la República, el Senado todavía no había iniciado negociaciones
porque los senadores seguían insultándose entre ellos, sacando sus trapos
sucios al sol para ver quién tenía la superioridad moral en esta guerra. Los
Jedi no estaban exentos de esta discusión, ya que si la guerra era incorrecta,
el hecho de que apoyaran a uno de los bandos también implicaba que debían
asumir su responsabilidad. Aún así, no había habido un pronunciamiento oficial
de la Orden Jedi porque Obi-Wan estaba ocupado con la reorganización de la
Orden, intentando consolidar las nuevas ideas de los Jedi más jóvenes, la
situación actual de la República y el Código Jedi para sacar lo mejor de ambos
mundos sin abandonar las costumbres que funcionaban bien, adaptándolas.
Desechar el pasado y sustituirlo por las ideas de uno de los dos grupos los
pondría en una situación tan extrema como la que enfrentaban la República y los
separatistas, y eso no era algo positivo.
Jedi como
Windu no aceptarían un cambio en el Código, mientras que otros de su misma
generación, tras haber sido manipulados y arrastrados a la guerra, se daban
cuenta de que seguir el Código Jedi al pie de la letra podría llevarlos a la
destrucción o incluso a una caída al Lado Oscuro.
Los padawan,
quienes constituían la mayoría de las muertes en esta guerra, también
comenzaban a cuestionar las reglas Jedi, ya que estas les obligaban a enfrentarse
a una muerte sin sentido. Muchos, al ser enviados al frente, se daban cuenta de
la crueldad de la guerra y sentían el Lado Oscuro acechándolos. Algunos ya
empezaban a mostrar conductas radicales.
Anakin sabía
del caso de Barriss Offee, a quien el Consejo había apartado de la guerra por
recomendación suya, enviándola a meditación debido a que el Lado Oscuro la
rodeaba, pero este no era el único caso.
Había
padawans que habían sucumbido al miedo o al odio, y no eran padawans
cualquiera; muchos de ellos provenían de maestros Jedi reconocidos, como el
maestro Fisto. No se trataba de la habilidad de sus maestros, sino de las
enseñanzas y el choque con la realidad que la guerra representaba, destruyendo
sus creencias de que el Consejo y la República eran sagrados. Sin matices en
sus pensamientos, al enfrentarse a la brutalidad de la guerra, caían presa del
miedo y el odio.
Obi-Wan
tenía ahora la nada envidiable tarea de reconciliar a la Orden Jedi antes de
que esta terminara en un peor estado del que se encontraba.
…
Días
después, Obi-Wan presentó sus razones ante el Senado para su nombramiento como
Gran Maestro, sospechando que la guerra había sido una manipulación en la que
la Orden Jedi, al igual que el Senado y los separatistas, habían sido
arrastrados. El Senado quedó conmocionado por su declaración, pero pronto se
apresuraron a señalarse unos a otros y a culparse mutuamente por la guerra, por
lo que la situación política no cambió demasiado.
Lo que sí
cambió fue la Orden Jedi, donde padawan y maestros presenciaban atónitos la
presentación de su nuevo Gran Maestro ante el Senado Galáctico. Ellos quedaron
sorprendidos al escuchar que el Consejo al completo pudo haber sido engañado
para participar en la guerra.
Para
entender la conmoción de los padawan, era importante saber que Anakin siempre
fue un rebelde. Él nunca fue un modelo de padawan aceptable. La mayoría de los
padawan, como Ahsoka, habían sido llevados al templo a los pocos años de nacer.
Para ellos, los maestros del Consejo eran la verdad absoluta y se les había
enseñado que la República representaba la paz, la vida y la prosperidad de la
galaxia. Estos padawan solo tenían contacto con la realidad cuando pasaban de
ser iniciados a padawan y obtenían un maestro que los llevara en misiones
diplomáticas. Poco a poco, aprendían sobre la política, la realidad de la
República y que el Consejo no era supremo. Así se formaban los Jedi.
Pero ahora,
los padawan habían sido arrastrados a una guerra, y la realidad los golpeaba en
la cara sin darles tiempo para asimilarla. Era una brutal lección, y los que
sobrevivían quedaban traumados…
—Maestro
Skywalker —llamó una voz suave, interrumpiendo sus pensamientos.
Anakin miró
a su lado, donde se acercaba un grupo de padawans…
Anakin
parpadeó, porque este grupo de padawans eran… ellos eran justo el grupo que él
mismo había recomendado enviar a reclusión, bajo la supervisión constante de
los maestros del templo. Eran más de treinta, liderados por Barriss Offee. Al
verlos juntos, Anakin se preguntó si había cometido otro error. Juntar a los
radicales no le parecía una buena idea en ese momento… Bueno, él no los había
juntado, sino que los había devuelto al templo para evitar que hicieran una
locura en el campo de batalla que costara la vida de inocentes, incluyendo a
los soldados clon, que solo eran esclavos y no debían pagar por los errores de
los Jedi.
Anakin vio
que el grupo de padawans rebeldes no estaba solo, sino que eran acompañados por
otras decenas de padawans y varios maestros, la mayoría de ellos Jedi sensores,
lo cual no era sorprendente, considerando que ellos podían percibir el dolor de
toda la galaxia y la calamidad que representaba esta guerra.
Anakin
apretó los dientes al ver a un maestro Jedi de la especie besalisko, un tipo
grande con cuatro brazos y una cabeza de reptil anfibio.
—¡General
Pong Krell! —gruñó Anakin, sin ocultar su ira y olvidándose de todos los demás
que lo rodeaban en ese momento.
El besalisko
notó su enojo, pero solo sonrió.
—General
Skywalker, justo pensaba expresarle mi pesar por sus opiniones políticas, que
han limitado mis suministros y nuestro avance en esta guerra, lo que podría
traer nuestra destrucción. Pero ya veo que, aunque no es por las razones que
preferiría, le he causado un disgusto similar —dijo Pong Krell.
Pong Krell era
un carnicero que había enviado a morir a cientos de clones bajo su mando en
despiadados planes que parecían una moledora de carne. Este tipo era un
psicópata que solo se preocupaba por ganar.
Anakin
también lo conocía por los recuerdos de Xión, donde Krell era la misma basura,
solo que allí se había unido a los Sith, pues siendo un Jedi sensor, sus
visiones le indicaban que iban a perder la guerra. Ahora, tales visiones no
parecían existir, y esta basura seguía en la Orden Jedi.
Anakin
avanzó y los padawans se apartaron, mirándolo con temor debido a su ira
desatada, pero los maestros se quedaron en medio para evitar una pelea.
—General
Skywalker, realmente me gustaría cruzar sables y estilos de combate con usted,
pero me temo que no sería una experiencia agradable si está dominado por la ira
—dijo el general Pong Krell.
—General
Pong Krell, usted es un carnicero y un asesino —lo reprendió Anakin.
—¿Los
clones? —preguntó Pong Krell, haciendo una mueca cuando la ira de Anakin
aumentó—. General Skywalker, el Consejo ya me ha transmitido su desaprobación
por mis estrategias de batalla, pero hasta ahora, no podía creer que nuestro
más brillante estratega militar se fijara en esos pequeños detalles.
»General
Skywalker, le confieso que tales sentimientos me son ajenos, ya que, como
todos, fui criado en el templo Jedi. Pero como es así, supongo que el origen de
su ira tampoco es algo que deba cuestionar. El elegido de la Fuerza nació como
esclavo —dijo el general Pong Krell con un tono curioso. La mayoría de los
maestros Jedi, y todos los padawans, quedaron conmocionados. Sus emociones se
desbordaron por todas partes mientras Anakin dejaba de intentar avanzar,
abrumado por la confusión, el desasosiego, la indignación y la ira, pero sobre
todo por la sorpresa. Aunque no demasiada, ya que él había estado hablando de
la esclavitud, un tema muy personal que afectaba sus emociones. Y en un templo
lleno de Jedi, era evidente que, en algún momento, alguien llegaría a la
conclusión de que Anakin había sido un esclavo antes de ser llevado al templo.
El problema
era que Anakin no estaba controlando sus emociones y se vio abrumado por todos
esos sentimientos.
Anakin sacudió
la cabeza, se dio media vuelta y fue a recluirse en meditación.
…
Un día
después, la mente de Anakin fue llamada por una pequeña presencia. Era solo un
ligero toque, como alguien que tocaba la puerta con un tono diplomático.
Anakin
parpadeó y salió de su meditación, mirando hacia la puerta de su habitación. Él
retiró la barrera de Fuerza que la bloqueaba.
—Anakin,
¿puedo entrar? —preguntó Obi-Wan.
—Entre,
maestro —respondió Anakin con un suspiro. Antes, había ignorado incluso a
Ahsoka, pero Obi-Wan conocía la verdadera razón de su meditación.
Obi-Wan
entró y lo miró con cautela, luego se sentó frente a él.
—Todos
piensan que te has retirado porque te sientes avergonzado de tu pasado como
esclavo. Nadie se ha dado cuenta de que perdiste el control de tus emociones y
planeabas matar a un maestro Jedi —dijo Obi-Wan con un suspiro de pesar.
—Maestro,
ese no es un Jedi, es un psicópata peligroso. Si llegamos a estar en una
situación desfavorable, lo único que necesitará para traicionarnos será hacer
cuentas —gruñó Anakin. Obi-Wan volvió a suspirar.
—¿Y qué te
hizo detenerte? —preguntó Obi-Wan, sin sorprenderse por su confesión.
—Él no ha
violado ninguna ley, ni siquiera las reglas de los Jedi —dijo Anakin apretando
los dientes.
—La sangre
que derramó el maestro Pong Krell está en nuestras manos, y en las de la
República —completó Obi-Wan, y Anakin apretó aún más los dientes.
—Maestro,
hace solo unas semanas yo temía el futuro. Me esforcé todo lo que pude para
cambiar las cosas que sabía que eran inaceptables para mí. Era doloroso y
molesto, pero podía aceptarlo, porque creía que no había otro camino. Pero
ahora… —Anakin no pudo continuar.
—Ahora no
confías en el futuro que ves, y como consecuencia de eso, tu pasado está
perturbando tu mente —dijo Obi-Wan con tristeza.
—Maestro,
siempre creí que ser Jedi era lo único que podía ser. De hecho, hay un tipo
molesto que siempre me lo decía. Yo podía arreglar mejor las cosas siguiendo
otro camino —explicó Anakin. Obi-Wan se tensó.
—¿Otro
camino con los separatistas? —dijo Obi-Wan, y Anakin asintió sin ocultarlo.
Obi-Wan
cerró los ojos por unos segundos, luego los abrió.
—Los ideales
de los separatistas son, en verdad, los tuyos. Entre ellos, su senado te apoyaría
de forma abrumadora, como apoyan al Conde Dooku. La guerra estaría en tus manos
—dijo Obi-Wan, quien parecía ver las mismas cosas que Xión. Anakin asintió.
—Pero
también serías enemigo de la Orden Jedi, de la senadora Amidala, de Ahsoka, de
los soldados clones. Tendrías que enfrentarte a ellos —agregó Obi-Wan—. Esa
persona es muy despiadada contigo —dijo Obi-Wan con desaprobación.
«Xión no era
menos despiadado consigo mismo», pensó Anakin. Ese tipo recorría mundo tras
mundo dividiendo su alma una y otra vez, solo para cumplir su misión, ignorando
sus sentimientos, dejando atrás todo lo que quería y los apegos que formaba,
para avanzar siempre hacia otro mundo. Enviaba partes de su alma al sacrificio
para seguir avanzando. Las partes separadas de su alma debían olvidar sus
apegos a la fuerza y adaptarse a su nuevo mundo, con la única motivación de
que, algún día, uno de estos fragmentos de alma podría regresar a su propio
mundo y cumplir una promesa fallida que había hecho…
—Anakin,
¿fue el maestro Windu quien te sugirió esto? —preguntó Obi-Wan, interrumpiendo
los pensamientos de Anakin.
—¿La Bestia
Parda? —preguntó Anakin, parpadeando sorprendido.
Obi-Wan
también parpadeó. Luego, una sonrisa intentó formarse en sus labios, pero la
reprimió.
—¡Anakin, no
seas infantil! —reprendió Obi-Wan.
Anakin
ignoró su hipocresía y pensó en la Bestia Parda y en Xión, porque Obi-Wan había
dado en el clavo, y Anakin entendió por qué Xión no le agradaba. Ese tipo
despiadado se parecía a la Bestia Parda, y era el tipo de persona que no le
gustaba a Anakin. Él negó con la cabeza.
—No,
maestro, no fue el maestro Windu, pero fue alguien similar. Y tampoco importa,
él no interferirá en nuestros asuntos. Supongo que solo Ahsoka puede hacerle
reaccionar —dijo Anakin con sinceridad, porque sus sentimientos por Ahsoka
tuvieron su origen en Xión, y aunque él se negara a ayudarlo, antes ya había
intervenido para robarse a su padawan de forma descarada.
Obi-Wan
pareció sentir curiosidad por este tema, pero lo dejó de lado y volvió a
centrarse en los asuntos de Anakin.
—Anakin, la
incertidumbre sobre el futuro, el sentimiento de no saber si lo que hemos hecho
en nuestras vidas fue la decisión correcta, las dudas, son algo con lo que los
seres vivos e inteligentes tenemos que lidiar a diario. No debes pensar
demasiado en ello; nadie te juzgará por eso —dijo Obi-Wan con seriedad—. En
cuanto a Pong Krell, como has dicho, no es él quien está mal. Son las leyes de
la República y las mismas reglas Jedi las que se prestan a la confusión,
Especialmente para alguien como el maestro Pong Krell, que parece incapaz de
discernir más allá de números y resultados.
»Él no está
movido por la ira, el resentimiento o el miedo. Como has dicho, para él, esta
guerra son números. Actúa de la forma en que la Orden y la República se lo
permiten. Si no existiera esta guerra, sería un Jedi como cualquier otro —dijo
Obi-Wan con pesar.
Anakin
comprendía eso. Él era un Jedi sensor, sabía mejor que nadie que en este mundo
nadie era completamente inocente. Había personas con mentes tan retorcidas como
la de Palpatine, sin una gota de empatía, como Pong Krell; depravados,
sociópatas, gente perturbada. La razón por la que Anakin no había acabado con
sus vidas al conocerlos era que ellos elegían vivir sus vidas siguiendo las
leyes. Por muy absurdo que sonara, elegían vivir en paz, y de alguna forma, las
leyes les servían de guía para saber qué estaba mal con ellos. Por eso, Anakin
no los aplastaba como simples bichos.
Por absurdo
que pareciera, en su experiencia, esos no eran los mayores criminales con los
que Anakin se había encontrado. Eran la excepción, no la regla. Los mayores
criminales eran las personas comunes, aquellos que, contra toda lógica, no
tenían nada que temer de las leyes. Personas que podían encajar en la sociedad.
Los políticos eran los mayores representantes de este grupo, seguidos por los
empresarios y, en general, cualquiera que ocupaba una posición de poder. No era
casualidad que Palpatine tuviera tantos apoyos. El poder volvía loca a la
mayoría de la gente, cambiando incluso su forma de pensar y ser. Y ahí surgía
el debate sobre si siempre fueron así o si el poder los había corrompido.
En opinión
de Anakin, esa pregunta no tenía ningún sentido. A él no le interesaba cómo se
hicieron criminales, salvo en contadas excepciones. Palpatine, por ejemplo, fue
víctima de una vida llena de quejas y reproches contra la sociedad, pero sus
acciones eran su responsabilidad, pues eso es lo que la vida dictaba. No eran
dioses. Por más que quisieran, los humanos no podían controlar el destino.
Dado esto,
muchas vidas se torcerían. Se podía tener suerte y salir relativamente impune,
como él en este momento, o terminar siendo un loco desquiciado como Palpatine.
Ya fuera que se culpara a toda la sociedad o solo a Palpatine, los hechos no
cambiarían. Palpatine seguiría siendo una basura putrefacta a la que Anakin le
retorcería el cuello si pudiera.
—Entonces,
tu justicia también es una cuestión de números. No puedes castigar a todos, así
que eliges a uno para dar ejemplo y que los demás no se atrevan a hacer lo
mismo. El miedo al castigo es tu justicia. Interesante. Y pensar que acabas de
intentar matar a alguien que piensa exactamente igual que tú —dijo Xión en la
mente de Anakin.
Anakin
apretó los dientes. Compartir su mente con ese tipo era realmente molesto.
Obi-Wan notó
su ira, pero Anakin no se abstuvo de contestar.
—¿Te crees
superior a mí? —preguntó Anakin en sus pensamientos.
—Yo soy un
dios, pequeño mortal. Mi forma de ver estas cosas es muy diferente a la tuya,
porque yo puedo establecer mi propia realidad con poder absoluto. Sin embargo,
no deberías pensar en lo que puedes o no puedes hacer, sino en lo que, como
persona, quisieras que hiciera otra persona si tuviera el poder de interferir
en ello. Dime, ¿querrías que yo ejerciera mi poder y convirtiera este mundo en
una utopía? —preguntó Xión.
Anakin
parpadeó. En verdad, él nunca había pensado en eso. Crear una utopía donde
nadie cometiera crímenes. Si se evaluaba desde el punto de vista de la
sociedad, sería un mundo perfecto. Pero desde el punto de vista del individuo,
sería una dictadura absoluta y un horror indescriptible, debido a las cosas que
serían necesarias para hacer funcionar algo así.
—Los humanos
no son seres perfectos, por tanto es imposible que su sociedad sea perfecta. No
puedes sumar mierda y obtener rosas —sentenció Xión.
«Sí, él es
igual a la Bestia Parda», pensó Anakin, pero llegó a una conclusión gracias a
sus palabras, así que lo dejó estar y miró a su maestro.
—Maestro, en
verdad quiero asfixiar a ese carnicero de Pong Krell, pero también creo que
podré contenerme la próxima vez que lo vea —dijo Anakin.
Si Pong
Krell estaba allí, era porque Obi-Wan lo había apartado de la guerra, algo que
el antiguo Consejo, que se negaba a ver la realidad y solo se fijaba en el
código y las leyes, no había hecho.
Ahora Pong
Krell estaba en la misma situación que los padawans retirados del campo de
batalla.
—Anakin, eso
no es suficiente —dijo Obi-Wan.
—Maestro, no
renunciaré a estos sentimientos porque son parte de las cosas en las que creo.
No siento que sea lo correcto. Somos seres vivos, maestro. Podemos elegir
aceptar la muerte, porque somos conscientes de nuestra propia mortalidad.
»Maestro,
amo a Ahsoka. Antes, luché por dejar ir ese sentimiento. Incluso me negué a
sentir nada, porque entendía el código Jedi y su propósito. Pero fue en el
momento en que acepté ese sentimiento, y fui egoísta debido a él, yendo tras
Ahsoka a pesar de que todos me ordenaron desistir, que la luz brilló para mí.
Dejar ir el sentimiento se sentía como una prisión constante, una sombra que me
acechaba y me empujaba siempre al límite. Pero ahora soy libre. Libre del lado
oscuro, libre de mis propias pesadillas, porque el miedo a perder se ha ido, y
ahora, en verdad, puedo dejar ir, porque entiendo lo que realmente quiero.
»Tampoco es
que el código Jedi esté mal. El código Jedi es perfecto, pero yo nunca fui
perfecto, pues este mundo ya había influido en mí cuando llegué al templo.
Pero, si no fuera así, tampoco creo que me habría ajustado a él. Probablemente
habría sido como Ahsoka misma, Barriss Offee, o todos esos Jedi que ahora están
al borde de un ataque psicótico, porque el código Jedi no les permite enfrentar
la realidad del mundo. Ellos no son capaces de cerrar los ojos y seguir
adelante, impolutos y sin dejarse manchar por las cosas que suceden a su
alrededor, manteniéndose apartados del mundo y sus vicisitudes —dijo Anakin.
—Anakin, lo
siento… de haber sabido que te sentías de esa forma… —Obi-Wan no pareció saber qué
más decir.
—No había
nada que pudieras hacer, maestro. Nunca fuimos iguales, y nunca te enseñaron a
comprender este mundo, sino a apartarte de él. Tampoco es culpa del Consejo. En
mil años, no había habido una guerra, y solo cuando la había, el código Jedi se
ajustaba a este mundo.
»Luego, en
la paz, los Jedi decidieron tomar otro camino y abandonar el camino del mundo,
rechazando todo contacto con él, negándose a entrenar a aquellos que ya estaban
contaminados, y cerrándose a aceptar nada más que su propia realidad, buscando
solo la paz. Eso no está mal, pero ahora estamos en guerra, y un lord Sith ha
aprovechado esto como un punto débil, para arrastrar a la Orden a una guerra
que no podían enfrentar.
»Ahora, la
brillante y respetada Orden Jedi es considerada solo un bando más en una guerra
civil, y nadie dirá mucho si, en algún momento de esta guerra, somos destruidos
—dijo Anakin con un suspiro.
—Anakin,
como dices, la Orden ha fallado a muchos Jedi, pero siento que sigues
apegándote demasiado a las cosas —dijo Obi-Wan con preocupación. Anakin
entendió a qué se refería Obi-Wan, y no era a Ahsoka.
—¡No son
cosas, son personas! —gruñó Anakin.
—Y pueden
morir, Anakin. Todo vuelve a la Fuerza, no es algo malo, la vida es así. Debes
aceptarlo y prepararte para dejar ir, más ahora que entiendes que las cosas no
siempre pueden estar bajo tu control. Aun así, sigues apostando a ganar
siempre, y eso no es lógico ni razonable. Discierne, Anakin, tus emociones
pueden llevarte a cometer un error. Esta vez has logrado contenerte, pero
mañana quizás no puedas hacerlo —aconsejó Obi-Wan.
—Maestro,
estoy bien —aseguró Anakin, y alzó la mano para proyectar un holograma que
mostraba el mapa de la galaxia, con multitud de puntos rojos.
—Maestro,
todo saldrá bien. Esta paz retrasará la dispersión del retrovirus que implanté
en los clones para anular el chip de órdenes, en el que está implantada la
orden 66 de Palpatine. Pero teniendo en cuenta que el cese al fuego es de seis
meses, es imposible que los clones no se muevan, y el retrovirus seguirá
expandiéndose. Algunos meses después de esta negociación, ya habremos ganado y
podremos tomar una posición directa contra Palpatine sin arriesgar a la
República, a los Jedi, a los clones o a los civiles. Obtendremos una victoria
total —dijo Anakin.
—Anakin, esa
es una gran apuesta. La mayoría del Consejo no está de acuerdo con eso, y
siendo sincero, yo tampoco. Anakin, podemos obtener una victoria ahora. Tenemos
la ventaja diplomática y política…
—Maestro,
está hablando de sacrificar personas —advirtió Anakin—. Cientos de Jedi morirán
si activamos el retrovirus ahora. No hay forma de mantenerlo en secreto para
Palpatine, esto será la mayor conmoción en la Fuerza hasta ahora. Ni siquiera
la situación actual será comparable. Palpatine tomará venganza contra cientos
de mundos, usando el ejército separatista, mientras nuestro ejército enfrenta
una rebelión masiva, y nuestros generales serán asesinados —interrumpió Anakin.
—Anakin, ese
es el precio de nuestros errores, y no es tu error personal. Todos somos
responsables de esto, y todos debemos asumir las consecuencias. Si lo que dices
resulta cierto, y Palpatine solo está aprovechando esta tregua para rearmar a
los separatistas, podemos aprovechar ese momento para tomar medidas en su
contra, posicionando nuestras fuerzas para evitar la mayor cantidad de bajas
—ofreció Obi-Wan.
—Y aquellos
clones y Jedi que no puedan abandonar su posición serán sacrificados.
Abandonaremos los planetas que están en manos de Palpatine —replicó Anakin—. Ya
veo por qué Pong Krell nunca fue apartado de su puesto antes. El Consejo
también trata a las personas como si fueran números. Por eso, mientras solo
haya unos pocos miles de millones de esclavos en los sistemas exteriores, al
Consejo no le importará, porque liberarlos arruinaría la paz de los cientos de
miles de millones que habitan el resto de la galaxia… —Obi-Wan le puso la mano
en el hombro.
—Anakin,
calma. El Consejo no ve números, ve las consecuencias de nuestro posible
fracaso. En cuanto a mí, veo lo que nuestro fracaso podría significar para ti.
No ignoramos el dolor o los sentimientos en esta decisión. Aun así, el Consejo
ha votado a tu favor, y a pesar de no estar de acuerdo, y aunque me odies, sigo
pensando que debemos terminar ahora con esta guerra, pero la decisión es
esperar —dijo Obi-Wan con un suspiro de pesar.
Anakin
suspiró aliviado. Luego negó con la cabeza, porque este no era un plan al azar.
—Maestro, no
estoy retirado del todo. He enviado al Verdad y Reconciliación de vuelta a su
astillero, y en tres meses más estará reparado. Esta vez, ninguna flota será su
rival, porque lo estoy remodelando desde cero.
»También he
pensado en los clones después de la guerra. Modificaré su código genético para
detener su proceso de envejecimiento acelerado; incluso puedo revertir el daño
actual. Solo necesito el apoyo del Consejo para que el ejército no sea
desintegrado y no se conviertan en un ejército de mercenarios —dijo Anakin.
—Anakin, la
República no tiene recursos para mantener un ejército. Muchas personas pasan
hambre ahora, debido a esta guerra —dijo Obi-Wan con tono alarmado.
—Maestro,
mantener un ejército durante una guerra no es lo mismo que mantenerlo en
tiempos de paz, son cosas que no se pueden comparar. Además, tengo un plan para
obtener mucho dinero —dijo Anakin con una sonrisa, y Obi-Wan lo miró aún más
alarmado.
—Anakin,
¿qué planeas? —preguntó Obi-Wan con preocupación.
—No planeo
robar a nadie, maestro… Bueno, le aseguro que no recibiremos ninguna denuncia
por ello. Solo debe convencer a Padmé de hacer lo mejor para la República, y
eso no es desarmarse, no después de un conflicto en el que la gente ha sido
llevada al límite. Para muchos, ejercer la violencia ya es parte de sus vidas.
La República se convertirá en una anarquía si no procuramos que la gente retome
el temor a salirse del orden establecido —dijo Anakin.
—Anakin, la
paz se logra con entendimiento y lógica… —Anakin lo miró como si fuera un
idiota, porque justo estaban en una guerra, y a todos les había dado igual la
razón y la lógica. Obi-Wan carraspeó.
—Al menos
dime de dónde obtendrás el dinero —dijo Obi-Wan con un suspiro.
—Palpatine
se lo robará al Consejo Separatista. Es el dinero que han acumulado sus líderes
en esta guerra, a cambio de fabricar las armas que usamos para matarnos unos a
otros en el conflicto que ellos han provocado —explicó Anakin.
—Anakin,
¡eso es ilegal! No puedes robar a esas empresas —exclamó Obi-Wan.
—No,
maestro. Este dinero está en cuentas personales, eso es lo ilegal. Y de esas
cuentas personales, pasará a la cuenta personal de Palpatine, lo cual es aún
más ilegal. Puede verlo como la recuperación de un capital privado, y si las
empresas presentan la documentación adecuada para probar que este dinero es
suyo, podemos devolvérselo —dijo Anakin con una sonrisa, porque la única forma
de hacer eso para estas grandes organizaciones sería confesar que habían estado
detrás de la guerra, lo que los pondría en las garras tanto del Senado de la
República como del Senado Separatista. Ellos se convertirían en los chivos
expiatorios de su propia culpa y se ganarían el odio de toda la galaxia, lo que
sería su ruina absoluta. Y, como estaban las cosas ahora, millones de personas
tomarían la justicia en sus propias manos y les cortarían la cabeza, lo que
sería un desastre económico para la República, pero también sería el exterminio
definitivo para estas empresas.
Obi-Wan, que
se daba cuenta de lo que pasaría mientras pensaba, lo miró cada vez más
sorprendido.
—Maestro,
fue la avaricia de esos tipos lo que nos llevó a esta guerra en primer lugar.
Que ellos terminen en la opulencia mientras la República se hunde en deudas no
es algo justo. Me aseguraré de que todos los involucrados en este asunto sufran
las consecuencias de sus acciones. La Orden está pagando las consecuencias, y
en el futuro seguirá haciéndolo. Pronto, el Senado de la República y el de los
Separatistas también quedarán al descubierto, y estas empresas estarán en la
ruina.
»Nadie
ganará nada con esta guerra, ni siquiera los fabricantes de armas. Cuando esta
guerra termine, tendrán que rogar al Senado por ayudas económicas para poder
seguir existiendo, y aceptar en compensación la cancelación de deudas y todos
los privilegios que se les han dado. Incluso deberán aceptar las nuevas
condiciones que sean necesarias para consolidar la paz, pues todo su poder se
basa en la economía y el dinero, y estos estarán en manos del Senado —explicó
Anakin.
Obi-Wan
siguió pensando durante cinco minutos más, y después de hacer algunas muecas,
asintió.
—Hablaré con
la senadora Amidala sobre esto —dijo Obi-Wan—. Pero no involucres al Consejo en
más política. Anakin, esto es un favor personal, deberías arreglar tu situación
con la senadora Amidala —aconsejó Obi-Wan.
—Maestro,
Padmé cree que mi motivo para dejar a los clones en el ejército es desatar otra
guerra. Por eso solo debo esperar a que las cosas terminen bien y decir “te lo
dije” —dijo Anakin. Obi-Wan suspiró.
—Anakin,
eres un gran estratega y general, pero en esto, tu plan es tan malo que hasta
yo puedo ver que terminarás solo —dijo Obi-Wan mientras se levantaba, dándole
unas palmaditas en el hombro—. Cuando acudí al Senado, vi a alguien cuyos
sentimientos por Padmé van más allá de lo considerado apropiado para un amigo —agregó,
retirándose de la habitación, mientras el corazón de Anakin se saltaba varios
latidos.
«Mierda,
esta galaxia está llena de hienas y carroñeros», pensó Anakin, considerando
algún plan para llegar al Senado y enseñarle a este carroñero por qué no debía
rondar a…
Anakin
sacudió la cabeza, mientras Xión se carcajeaba. Anakin reflexionó y dejó de
pensar en el asesinato. Mejor investigaría quién era esa “hiena” que acechaba a
Padmé. Ahorcar a sus rivales amorosos era algo que solo el antiguo Anakin
haría. Él primero investigaría si en verdad eran rivales y, luego, procedería a
ahorcarlos.
…
Tres meses
después, Palpatine conspiraba contra la galaxia y sus propios aliados, mientras
los senadores de la República y los separatistas apenas dejaban de insultarse
para presentar sus puntos en la negociación.
Anakin
estaba en su habitación, preparándose para una sesión del Consejo que
interrumpiría su labor como maestro, algo de lo que Anakin no se quejaba. Al
dar clases a los padawan, y debido a la filtración sobre su pasado como
esclavo, hacía que todos lo miraran con un sentimiento de lástima que lo hacía
sentir incómodo…
Anakin
parpadeó al ver que Ahsoka entraba en su habitación.
—Ahsoka, al
menos toca primero. Hoy no hay clases, puedes volver a tu meditación —dijo
Anakin.
Ahsoka no se
dio la vuelta, avanzó y se sentó sobre su cama, mirándolo de forma descarada.
—Anakin,
eres muy guapo —alabó Ahsoka. Anakin frunció el ceño de inmediato y la miró.
—¿Qué
quieres? —preguntó Anakin, indicando con su tono de voz que ella no iba a
conseguir nada de él, sin importar sus tontos coqueteos. Si Padmé no lograba
hacerlo cambiar de idea, los coqueteos infantiles de Ahsoka tendrían aún menos
efecto.
En la mente
de Anakin, Xión puso los ojos en blanco. «Antes he cedido, pero eran cosas sin
importancia», se excusó Anakin.
La entrada
de Ahsoka era demasiado descarada como para que esto fuera algo sin
importancia. Él tampoco creía que el hecho de que el Consejo se reuniera hoy
fuera algo que Ahsoka ignorara. Anakin no dejaría que ella lo metiera en
problemas, ya que el gran maestro actual de la Orden era su propio maestro,
quizás el único Jedi al que Anakin no quería molestar.
Ahsoka
fingió inocencia y lo miró con sus grandes ojos azules. Anakin no retiró la
mirada y se puso su túnica Jedi. Él ya no estaba en la guerra, y vestía como un
maestro Jedi.
Ahsoka se
levantó y Anakin dio un paso atrás, pero ella fue descarada y lo abrazó.
—Maestro
bonito —dijo Ahsoka con voz dulce.
«Me ha
llamado maestro… Esto es muy grave, debo huir», pensó Anakin, conmocionado
mientras Xión se reía.
—Ahsoka,
suéltame. No importa a quién le cortaste un brazo o a quién mataste, no voy a
apoyarte —sentenció Anakin.
…
Dos horas
después, Anakin escuchaba los detalles de la situación actual de la Orden y de
la República cuando Obi-Wan tomó la palabra. Anakin suspiró cuando Obi-Wan
empezó a hablar de una apelación de Ahsoka, que pedía que su castigo le fuera
levantado por buen comportamiento.
Los maestros
Jedi miraron mal a Anakin al darse cuenta de que él planeaba hablar a favor de
su padawan.
—¡Anakin!
—reprendió Obi-Wan con desaprobación.
—Maestro,
Ahsoka se ha comportado con propiedad y de forma ejemplar estos últimos meses.
Su destreza con la Fuerza es extraordinaria; pocos maestros en este Consejo
podrían superarla en la actualidad —dijo Anakin, ya que el crecimiento de
Ahsoka bajo la tutela de Xión superaba al de Anakin por mucho. Ese bastardo
arrogante era el mejor maestro que Anakin hubiera visto.
—Maestro
Skywalker, no cuestionamos las habilidades de su padawan. Su crecimiento es
extraordinario, pero lo que define a un Jedi no son sus habilidades, sino su
conducta. Su padawan puso en peligro la vida de dos senadoras y desobedeció al
Consejo de forma repetida. Al menos debería estar un año en el Templo; no
podemos dejarla sin vigilancia —dijo Windu, y la mayoría del Consejo asintió en
acuerdo, por lo que Ahsoka estaba sentenciada.
«Lo he
intentado», pensó Anakin. Ahsoka solo podía culpar a Xión, porque Anakin estaba
seguro de que la principal razón por la que no la dejaban salir del Templo era
que sus habilidades estaban creciendo de forma desproporcionada…
—Maestros
—intervino el maestro Plo Koon, haciendo parpadear a Anakin de sorpresa, porque
podía sentir sus emociones aunque él estuviera a media galaxia de distancia y
allí solo hubiera un holograma. La mitad del Consejo frunció el ceño.
El maestro
Plo Koon carraspeó con incomodidad.
—Maestros,
la padawan Ahsoka ha cometido errores, pero debemos tomar en cuenta su juventud
e inexperiencia… —Mientras el maestro Plo Koon presentaba excusas para Ahsoka,
Obi-Wan se llevó la mano a la cara en señal de estar sufriendo un dolor de
cabeza.