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Star Wars Xion Terminada

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Synopsis
Xion en Star Wars.
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Chapter 1 - Chapter 1: Anakin Skywalker

Resumen hasta ahora:

Xión, el dios viajero, continúa su búsqueda de su propio universo, y después de visitar el universo Stargate y experimentar algunos contratiempos en el universo ATG, una criatura de horror cósmico lo interceptó en el espacio interdimensional, arrastrándolo a su propio mundo y debilitando su alma. Afortunadamente para él, pudo salvarse y fue arrojado al universo de Star Wars, donde su alma debilitada no pudo asimilar el alma de Anakin Skywalker para ocupar su lugar. En cambio, ambas almas se fusionaron, creando a un nuevo Anakin.

Capítulo 1 Anakin Skywalker

Ni un día había pasado. Apenas había tenido tiempo de adaptarse a esta situación, y allí estaban ellos: Qui-Gon, Padmé y Jarjar. Exactamente como en las películas, entrando a la tienda de Watto de la misma manera. Pero él no era el mismo Anakin, ni siquiera era un niño. Aunque seguía siendo Anakin en cierta medida, ya que el alma de un dios viajero se había fusionado con la suya. Ahora, Anakin había pasado de tener nueve años a ser un adulto.

Anakin pensó que esa no era la mayor diferencia entre él y el antiguo Anakin. Ahora él conocía el futuro y tenía recuerdos de varias vidas, a diferencia de la inocencia que tenía antes, y su comprensión de un futuro desastroso, hizo que el niño, ahora hombre, mirara el mundo de manera diferente, siendo algo más y preguntándose si eso sería suficiente para salvarse a sí mismo y cuánto tiempo le quedaba.

Ahora, al ver entrar a estos tres, Anakin se dio cuenta de que no tenía tiempo, su historia comenzaba en ese mismo momento. El problema era que la historia de este mundo no empezaba con él, sino con sus enemigos, quienes tenían décadas de ventaja sobre él.

Según los recuerdos, del dios viajero Xión: sus enemigos, Palpatine y el Conde Dooku, ya planeaban crear un ejército para la República y otro para los futuros separatistas. El Senado estaba en sus manos y lo único que les faltaba era deshacerse de sus enemigos, quienes no tenían idea de su existencia, siendo solo títeres en sus planes.

Anakin suspiró en su mente. ¿Qué se suponía que debía hacer en esta situación? ¿Qué oportunidad tenía él? ¿Estaba condenado a ver morir a todos? ¿Se convertiría en una herramienta para Palpatine como decían los recuerdos de Xión?

Xión, el dios que se fusionó con su alma, no había planeado venir aquí. En este universo, no había nada que él quisiera. La Fuerza era un poder demasiado débil para que Xión se interesara y la tecnología de este lugar también era limitada. Venir aquí era un desperdicio de tiempo para él, y le llevaría décadas salir de este mundo. Y eso solo si ese maldito Palpatine no los mataba antes.

Por otro lado, Xión no estaba insatisfecho, ya que este era uno de sus mundos favoritos y un lugar que visitaría en el futuro, aunque había planeado llegar mucho antes. Xión simplemente se aferraría a lo que tenía.

Por otro lado, Anakin estaba desesperado. Él no era un turista, este era su propio mundo y no quería que todo terminara en manos de Palpatine…

—Anakin, ¡ven aquí! —ordenó Watto, interrumpiendo sus pensamientos. Él lo llamaba para que vigilara la tienda mientras mostraba las piezas que pedía el jedi.

Anakin salió de la sala desde donde espiaba la llegada de los visitantes y se apresuró a ocupar su puesto. Watto se fue con el hombre y Padmé miraba el lugar sin prestarle atención. JarJar también estaba ocupado con sus propios asuntos, y Anakin sabía que pronto causaría algún pequeño desastre.

Anakin recordaba un poco de la conversación que el Anakin niño tuvo con Padmé y cómo se enamoró de ella a primera vista, pero él ya no era ese niño y no encontraba a Padmé atractiva. Ella era linda, pero no atractiva.

Quizás se debía a su edad, ella no parecía diferente a una adolescente, y aunque había adolescentes con atributos sorprendentes que podrían confundir a cualquier hombre y llevarlo a juicio jurando por Jesusito y todos sus santos, que pensó que era mayor de edad, Padmé no era una de esas adolescentes y Anakin no sentía atracción por ella. Él no tenía ganas de entablar una conversación con ella. Absolutamente no le gustaba y nadie podría usar eso en su contra…

Anakin suspiró en su mente. Parecía que aún tenía algunos arranques de niño. Él se centró en Padmé porque ella era una reina y futura senadora, así que la parte adulta de él no podía ignorarlo. El problema era que él no era muy sociable para saber qué decir… era un asocial de mierda y preferiría cortarse los huevos antes de intentar imitar la conversación de un niño…

"Quizás las emociones de este cuerpo me estén afectando", pensó Anakin al notar que su forma de pensar era demasiado inmadura.

Anakin consideró mentir y fingir poder ver el futuro, mencionando tener un sueño sobre ella para iniciar una conversación, pero esto ya no era una película, sino su vida real, y un vidente atraería la atención de Palpatine de inmediato.

Según los recuerdos de Xión, en este punto el viejo miserable ya controlaba el Senado y parte de la opinión pública. Enfrentar a Palpatine con palabras, sin tener ni una pizca de poder para respaldarle, sería un suicidio. Por eso, sus conocimientos del futuro debían quedarse solo para él. Anakin no apostaría ni una moneda al Consejo Jedi, mucho menos su propia vida.

El Consejo Jedi no era confiable, según el canon, había pruebas de sobra de que utilizaban las visiones de los Jedi como papel higiénico. Ellos incluso ignoraron una visión sobre la destrucción de un planeta entero, matando a millones de personas, solo para no molestar al Senado por cosas que podrían o no ocurrir.

Si Anakin se presentara ante ellos y les contara todo lo que sabía, él estaba seguro de que acabaría muerto a manos de algún asesino de Palpatine. Y aun así, los Jedi seguirían sentados sin hacer nada. Por eso, el conocimiento del futuro sería reservado para su propio uso y para aquellas personas en las que él pudiera confiar. Una de ellas estaba allí frente a él, y debía hacerse su amigo, pero nada de tonterías de niños o visiones del futuro, al menos hasta que ella confiara en él.

—No pareces ser de este sistema. ¿Tienes wupiupis? En este lugar no aceptan dáctarios de la República —dijo Anakin, y Padmé lo miró.

—Hola, mi nombre es Anakin —dijo Anakin cuando ella centró su atención en él.

—Hola Anakin, soy Padmé, y no, no tenemos wupiupis. ¿Son muy importantes? —preguntó acercándose al mostrador donde estaba Anakin.

—Lo son. No te venderán nada por aquí si no los tienes —advirtió Anakin—. Si tu nave se ha averiado y no tienes wupiupis para pagar los repuestos, solo te queda vender los restos y comprarte un pasaje con los mercenarios. Pero no te lo recomiendo, lo más probable es que terminen robándote y luego vendiéndote como esclava —explicó Anakin.

Anakin conocía la verdadera identidad de Padmé y sabía que ella no terminaría como esclava, sino asesinada por Palpatine. Sin embargo, mencionar la esclavitud también serviría para advertirla.

—¡La esclavitud está prohibida en la República! —dijo Padmé algo escandalizada.

—He oído que también lo están los robos y los asesinatos, pero ¿de qué sirve conocer las leyes de la República en este lugar? —preguntó Anakin levantando una ceja. Padmé parpadeó.

Ella iba a hablar, pero fue interrumpida por Jarjar, que estaba revolviendo en el estante de droides y había activado a dos de ellos, además de tirar algunas herramientas.

—Debes tocarles en la nariz —dijo Anakin al torpe gungan, sabiendo que él, luego tendría que limpiar el desastre.

—Si tu amigo desordena el lugar, yo tendré que limpiarlo, porque soy el esclavo de Watto —dijo Anakin, sin muchas ganas de limpiar. Padmé le dedicó una mirada de reprobación a Jarjar, quien se apresuró a regresar a su lado. Ella lo miró con incomodidad.

—Entonces, ¿eres un esclavo? —preguntó Padmé. Anakin asintió.

—Nací como esclavo porque mi madre también lo era —dijo Anakin, mientras Qui-Gon y Watto regresaban y este último les aseguraba que no encontrarían las piezas que buscaban en ninguna otra tienda.

Anakin sabía que era cierto, o compraban a Watto o tendrían que vender su nave y subirse a una nave mercenaria que los llevara a su destino, un lugar poco amigable para los forasteros, por lo que probablemente no estarían dispuestos a llevarlos y lo más probable es que los vendieran a los Hutts, quienes eran los mafiosos locales a cargo del gobierno.

Qui-Gon simplemente se retiró. Cuando salieron, Anakin bajó del mostrador y se acercó a Watto, quien predijo el futuro de Qui-Gon antes de ordenarle que pusiera todo en orden y se marcharan. Anakin hizo lo que se le dijo y se dispuso a volver a casa, pero no sin antes buscar a su liberador.

Anakin encontró al grupo en el mercado, como en la película, pero no tenían buen aspecto, ya que habían confirmado las palabras de Watto y nadie quería aceptar dinero de la República allí. Además, seguramente tampoco tenían las piezas que buscaban. Para empeorar las cosas, el desastre con patas de Jarjar intentó robar una criatura a la venta y fracasó, terminando su recorrido al chocar con Zepulba, un piloto de carreras que también formaba parte de la mafia local. Anakin observó todo esto y, aunque sabía que el niño Anakin había intervenido en la situación, decidió simplemente observar.

Anakin era consciente de que Zepulba no dudaría en romperle el cuello a Jarjar, pero al no ser un niño, también se dio cuenta de que Qui-Gon ya lo había visto a él y observaba de reojo al gungan, quien había causado el alboroto. Dado que era así, Anakin no se movió de su lugar y Qui-Gon tuvo que apresurarse a controlar la situación, dándole algunos créditos a Zepulba, quien los maldijo porque eran prácticamente inútiles, pero de todas formas los aceptó, ya que eran mejor que nada.

Anakin se acercó después de que Zepulba se fue.

—Maestro Jedi, en el futuro, debería intervenir antes de que su amigo cause un desastre, o se meterá en problemas reales —advirtió Anakin.

—¿Cómo sabes que soy un Jedi? —preguntó Qui-Gon.

Anakin lo miró de arriba abajo. El movimiento en el que había visto el sable de luz cuando Qui-Gon se apresuraba a salvar a Jarjar había sido demasiado antinatural, ya que la apertura solo estaba destinada a sus ojos desde su ángulo de visión. Eso significaba que este tipo lo había planeado todo.

—He visto su sable de luz cuando me lo ha mostrado. No intervine, porque el teatro me aburre, y si no obtengo beneficios, no estoy dispuesto a actuar —dijo Anakin sinceramente—. Pero eso no significa que no esté dispuesto a ayudarlos, si ustedes me ayudan a mí y a mi madre —propuso Anakin. Qui-Gon frunció el ceño.

—¿Cómo supiste que dejé que el sable de luz se viera a propósito? —preguntó Qui-Gon. Anakin se encogió de hombros.

—Detrás de mí, hay cinco personas pasando. Una de ellas lleva un traje amarillo sucio, dos llevan uno marrón desvaído, la cuarta cojea y la quinta está intentando robarles —dijo Anakin. Él no podía usar la Fuerza para ejercer ningún poder, pero además de ser Anakin, también era una persona con décadas de vida, por lo que no había forma de que creyera que sus sentidos eran normales. Padmé parpadeó y Jarjar aplaudió.

—Pocas cosas se me escapan —dijo Anakin.

Qui-Gon sonrió, ya que había confirmado que era sensible a la Fuerza, lo cual Anakin suponía que era lo que el Jedi quería, y siendo él, probablemente ya estaba pensando en tonterías sobre el destino, pero eso le convenía a Anakin.

—¿Cuál es tu plan? —preguntó Qui-Gon con una sonrisa.

—Hay demasiada gente en este lugar y también se acerca una tormenta de arena. Necesitarán refugio, por lo que creo que eso debe ser lo primero antes de hacer cualquier trato —dijo Anakin.

Anakin no mencionaba la tormenta porque tuviese los recuerdos de Xión, sino porque la sentía aproximándose. Él incluso podía decir en qué momento exacto llegaría hasta ellos. La razón era su conexión única con la Fuerza, la cual el anterior Anakin rechazaba por no querer ser considerado extraño entre sus amigos, pero el nuevo Anakin ya no se preocupaba por un montón de niños pequeños y sabía que la Fuerza era su mayor aliada para sobrevivir en este mundo, por lo que la había abrazado en cuanto la sintió a su alrededor.

Qui-Gon miró en la dirección del viento tras su comentario, y Anakin comprendió que él no sentía nada.

—La tormenta llegará en un rato, a más tardar en una hora. Si necesitan refugio, pueden venir a mi casa. También podemos hablar, aunque mi madre y yo somos solo esclavos, y tendrán que comprar algo de comida si quieren cenar —explicó Anakin.

—Y tú sabes dónde comprar comida con dinero de la República —dijo Qui-Gon. Anakin comenzó a caminar, ya que no le estaban haciendo ninguna pregunta.

Un rato después de haber comprado provisiones, Shmi Skywalker le recibió al abrir la puerta. La tormenta ya era perceptible para Qui-Gon, y habían caminado con prisa para llegar allí.

Anakin miró a su madre, una mujer en sus treinta años, de quien se había despedido por la mañana con cierta indiferencia, pero ahora, al verla y con pleno conocimiento de que si lograba su objetivo, probablemente no la volvería a ver en su vida, Anakin sintió que los sentimientos del niño le dominaban, así como sus acciones para correr y abrazar a su madre.

Era como si en ese momento Anakin volviera a ser dos personas diferentes: el niño que tenía el control y el adulto que, aunque avergonzado al comprender todo lo que sucedía allí, no se atrevía a intervenir.

Anakin abrazó a su madre y derramó lágrimas, lo que les hizo sentir avergonzados a ambos, el niño y el adulto. Ellos volvieron a ser uno al compartir el mismo sentimiento y objetivo: deshacerse de esas lágrimas y no parecer débiles. Anakin utilizó la antigua técnica de presionar con fuerza contra el vestido de su madre para limpiar sus lágrimas, y luego se apartó de ella, fingiendo estar tranquilo.

—Madre —dijo, volteando para mirar a sus invitados—. Ellos son Qui-Gon, Padmé y Jarjar, ellos… —«¡Mierda!», se reprochó Anakin con frustración. La libertad era demasiado para el niño esclavo, simplemente, la posibilidad lo abrumaba, y su voz, ya aguda, se quebró—. Luego te explicaré —dijo Anakin y salió apresuradamente hacia su taller en el sótano de su pequeña casa de esclavos.

—¿Vale tanto la libertad? —se preguntó Anakin, abrumado por las emociones. Él estaba de pie frente a un robot que había estado armando.

Xión no lo entendía. Él había nacido libre y se imaginaba que ser esclavo era difícil, pero la vida de Anakin no era tan mala. Había niños libres que lo pasaban peor, mucho peor. Xión había experimentado hambre y penurias cuando era pequeño. En comparación, las condiciones de Anakin solo podían considerarse privilegiadas.

Entonces, ¿qué era? Para Anakin, la respuesta era simple: porque él era un esclavo. Y esta simple respuesta era la "elección", un privilegio de aquellos que ostentan el poder. Y si quieres poder, primero debes ser libre, ya que todo lo que posee un esclavo pertenece a su amo, incluso algo tan simple como una elección…

—¿Estás bien? —preguntó Padmé a su espalda, interrumpiendo sus pensamientos.

—Solo herido en mi dignidad —dijo Anakin con sinceridad, mientras suspiraba y se daba media vuelta. Él nunca pensó que lloraría como un niño después de ser un adulto. Padmé se rio. Claro, para ella era divertido. Ella no sabía lo que realmente estaba pasando allí.

—Anakin, todos lloramos de vez en cuando —aseguró Padmé, acercándose y poniendo una mano en su hombro.

—¡No, no todos, y no yo! —sentenció Anakin—. Hacía mucho tiempo que no lo hacía. Las lágrimas son una rendición, es de débiles —declaró Anakin con un suspiro, mirando a Padmé, quien lo contemplaba con tristeza, pero también con ternura. Anakin suspiró en su mente.

—¿Anakin, qué es todo esto? —preguntó Padmé cambiando de tema al notar su incomodidad. Anakin aceptó el cambio de conversación.

—Soy un genio en cuanto a robótica se refiere. He construido mi propia vaina de carreras y también este droide —dijo Anakin, inspeccionando rápidamente al droide y encendiéndolo.

—Buenos días, soy C3PO, relaciones cibernético-humanas —se presentó el droide.

—Lo he creado para ayudar a mi madre —explicó Anakin, aunque como adulto, se daba cuenta de que debería haber creado algo más útil en lugar de limitarse a armar un droide.

—Anakin, eso es increíble —alabó Padmé.

—Gracias —dijo Anakin—. He pensado en crear mis propios droides en el futuro. No me gustan los que existen actualmente, son demasiado rígidos, especialmente los droides de relaciones públicas. En cambio, los asesinos son más ágiles —dijo Anakin.

—¡Droides asesinos! —exclamó Padmé, y C3PO se unió a la exclamación—. ¿Dónde has visto algo así? —preguntó alarmada.

—Algunas veces ocurren asesinatos en este lugar, aquí y allá —dijo Anakin sin decir la verdad, pero tampoco mintiendo, ya que sus palabras eran ciertas.

Padmé estaba sorprendida y horrorizada. Ella lo abrazó. "Ella es una tabla", pensó Anakin, y supo que era un cretino. Pero en realidad no sentía nada por esta chica, solo apreciaba la amabilidad que le provocaba su buen carácter. "¡No hay absolutamente nada más!", sentenció en su mente.

—Está bien, puedes acostumbrarte a vivir en el infierno si pasas suficiente tiempo en él. Siempre que logres mantener tu propio ser, solo será una experiencia desagradable —le dijo Anakin dándole palmaditas en la espalda.

Padmé lo abrazó más fuerte. Ella no lo soltó durante varios minutos y cuando finalmente lo hizo, no pudo hablarle, simplemente salió corriendo, y C3PO la siguió.

—Supongo que tengo el mismo toque personal que Xión para espantar a las chicas —dijo Anakin, con una media sonrisa, ya que llegaron a su mente recuerdos incompletos de la solitaria primera vida de Xión.

Anakin observó a Padmé subiendo los últimos escalones mientras C3PO le preguntaba si estaba bien. Esta chica era demasiado idealista. Él se propuso suavizar un poco su tono oscuro cuando hablara con ella en el futuro.

Anakin también era consciente de que él también necesitaba calmarse, ya que su corazón seguía agitado al pensar en hablar con su madre sobre sus planes. A él no se le ocurría ninguna forma de liberarla junto a él, lo que significaba que ella se quedaría atrás.

Anakin se sentó a meditar, relajando su cuerpo y permitiendo que sus emociones se calmaran. Poco a poco, una sensación desconocida de poder ver sin abrir los ojos se apoderó de él. Esto era parte de los recuerdos de Xión, quien era un experto en meditación, por lo que Anakin no tuvo que hacer mucho.

En cuanto a la sensación de ver sin abrir los ojos, eso era la Fuerza, y estaba tan presente en él que, al sentarse a meditar, entró en contacto con ella casi sin darse cuenta. Anakin la abrazó sin dudarlo desde el primer momento, ya que la sensación de paz que le invadía era reconfortante.

Anakin pretendía utilizar este poder para asegurar el éxito en la carrera de vainas, al aumentar su percepción del mundo brindada por la Fuerza. A él no le gustaba apostar con su propio destino. También deseaba utilizar el poder de curación, ya que esta habilidad sobrenatural le daría muchas ventajas. Sin embargo, tenía un problema: no sabía cómo usar este poder, ya que no tenía ningún entrenamiento en la Fuerza y tampoco tenía tiempo para practicar.

Una hora después, Anakin abrió los ojos cuando alguien más se acercó. Él miró a Qui-Gon.

—¿Sueles meditar con frecuencia? —preguntó Qui-Gon. Anakin le ofreció sentarse en frente de él, y cuando Qui-Gon se sentó, él negó con la cabeza.

—Esta es la segunda vez. Las cosas no siempre salen tan mal, y necesito valor para decirle a mi madre que la dejaré atrás sin romper a llorar —dijo Anakin, y Qui-Gon suspiró.

—¿Y cuál sería ese plan? —preguntó, levantando una ceja.

—No podrás cambiar dinero en este lugar, y comprar un pasaje podría acabar con tú vida. También podrías robarlo, pero Padmé no lo permitiría —dijo Anakin.

—El Código Jedi tampoco lo permitiría —dijo Qui-Gon.

—¿El Código Jedi te impide atacar a un grupo de criminales para ayudar a cientos de personas de forma indirecta y quedarte con algo de dinero sucio para hacer una buena obra? —preguntó Anakin. Qui-Gon sonrió.

—Anakin, eres una persona muy madura y tus puntos de vista son interesantes, pero creo que en este caso no necesitaré forzar los límites de lo que me permite el Código Jedi… bueno, al menos no demasiado —dijo Qui-Gon con algunas dudas. Anakin sonrió y asintió.

—En tres días habrá una carrera de vainas. He construido una vaina para participar, pero aún necesito algunas piezas menores y tampoco puedo participar por mi cuenta porque soy un esclavo.

»Pero si usted dice que es el dueño de la vaina de carreras y ofrece dividir las ganancias con Watto para que yo pilotee, él sin duda aceptará. En la carrera, usted puede apostar su nave para ganar dinero y pagar por mí y mi madre, así como por las piezas de repuesto. Además, podría conseguir dinero extra apostando la vaina de carreras. Nunca es malo tener un respaldo —explicó Anakin.

—Anakin, si tienes un plan para obtener suficiente dinero, ¿por qué crees que te separarías de tu madre? —preguntó Qui-Gon con curiosidad. Anakin suspiró.

—Mi plan no funcionará de la manera que quiero, y de hecho, liberarme a mí o a mi madre dependerá de usted —dijo Anakin.

Aferrarse a la Fuerza tenía sus desventajas, y en este caso, significaba saber que su plan no saldría como esperaba y que uno de los dos se quedaría atrás en Tatooine. Esa era una respuesta difícil que el antiguo Anakin ni siquiera podía aceptar considerar, pero él no se negaba a recibir respuestas, simplemente no podía evitar que estas le afectaran.

—¿Tienes un presentimiento al respecto? —preguntó Qui-Gon.

—Más bien, es una certeza de que las cosas no pueden salir como quiero. No tengo el poder para tomar mis propias decisiones, y mi destino actual no está en mis manos —dijo Anakin con pesar. Sin embargo, él no estaba tan triste al respecto, ya que el hombre frente a él estaba en condiciones aún peores, viviendo sus últimos días de vida.

—Anakin, lo que sientes puede o no llegar a suceder. No debes perder la esperanza —dijo Qui-Gon.

Anakin sonrió. Los Jedi no comprendían el concepto de probabilidad, eran un poco ingenuos, pero él necesitaba seguir hablando y también quería ver si era posible hacerle entender a este hombre. Quizás Anakin podría salvar su vida en el futuro. No había nada que perder al intentarlo, y si lo hacía correctamente, tampoco había mucho peligro.

—Maestro Qui-Gon, ¿está familiarizado con el concepto de probabilidad? —preguntó Anakin. Qui-Gon asintió con curiosidad en sus ojos—. Bien, déjeme explicarlo así. Hay cien puertas frente a usted para elegir. Detrás de una de ellas está lo que desea. Detrás de otras dos hay un resultado intermedio, detrás de una no hay nada y el resto ofrece diversas posibilidades.

»A simple vista, las probabilidades de obtener lo que desea son de 1 de 100, 2 de 100 para un resultado intermedio y 97 de 100 para cualquier otra cosa. Sabiendo esto y considerando esas puertas como posibilidades futuras, se podría decir que cualquier cosa podría suceder. Pero tal respuesta sería demasiado "inocente".

»Como personas inteligentes, no dejamos nada al azar cuando sabemos que detrás de una de esas puertas está lo que queremos obtener. Sin duda, intentaremos conseguirlo basándonos en la información disponible.

»Por ejemplo, si descubriéramos que la puerta que queremos tiene una pequeña mancha roja y solo cincuenta de las puertas tienen esa misma mancha, solo con esa pequeña información hemos descartado la mitad de las opciones y nuestras probabilidades a favor han aumentado a 1 de 50, el doble que antes.

»Luego, obtenemos más información, detalles, hechos, estadísticas, hasta reducir la probabilidad a 100 de 100. Entonces, ¿aún existe alguna probabilidad? —Anakin negó con la cabeza—. No, ahora solo hay una certeza absoluta. Antes solo había un ejercicio de probabilidad porque se ignoraba la información relevante. Negar esto para mantener la esperanza sería negar la realidad, y eso es algo que no haré, aunque me duela. Incluso si "la Fuerza" me lo permitiera.

»Prefiero ser infeliz, conociendo la verdad, que ser feliz vanagloriándome en mi ignorancia. Ese es el tipo de persona que soy —dijo Anakin con sinceridad, aunque tenía un mal sabor de boca.

Qui-Gon guardó silencio durante todo un minuto. Luego pareció no saber qué decir.

—Prometo hacer todo lo posible para liberar a ambos —dijo Qui-Gon. Anakin asintió y le ofreció una media sonrisa triste. Qui-Gon parecía incómodo. Él carraspeó.

—Anakin, veo que ya sabes qué es la Fuerza y también has oído hablar de los Jedi —Anakin asintió—. Anakin, los Jedi somos personas como tú que reciben un entrenamiento especial en el uso de la Fuerza. ¿Te gustaría convertirte en un Jedi? —preguntó Qui-Gon. A Anakin no le sorprendió la pregunta, pero sí el momento en que se planteó. Había saltado demasiado rápido.

Anakin respiró profundamente. Sí, deseaba ser un Jedi, ya que eso mejoraría enormemente sus posibilidades de supervivencia en el futuro desastre que se avecinaba en la galaxia, pero también tenía dudas en este camino.

—Hay demasiada poca información para tomar una decisión absoluta, tengo muchas dudas —dijo Anakin sinceramente—. Aun así, sí, me gustaría ser un Jedi. No me desagrada su forma de ser y tampoco he escuchado muchas cosas malas sobre su orden —añadió Anakin. Qui-Gon lo miró con dudas.

—¿Qué cosas malas has escuchado sobre los Jedi? —preguntó Qui-Gon.

—Muchas, pero la más grave de todas es que no se les permite amar —Anakin levantó la mano antes de que Qui-Gon comenzara a explicar—. En mi vida, solo he amado a mis familiares más cercanos. Y en el futuro, ese sentimiento de certeza me dice que nunca amaré a nadie más. Antes existía la posibilidad, pero ya no. Sin embargo, no necesito la respuesta de la Fuerza para saber que eso es algo malo para mí.

»Porque más allá de lo que soy como una masa biológica, lo que me convierte en una persona son mis sentimientos. Mis sentimientos son los que me impulsan a vivir, a mí y a todos los seres vivos. Por lo tanto, son mis sentimientos los que, al final del día, me hacen ser un ser vivo. De lo contrario, no sería diferente a una silla que tiene un propósito pero no tiene ningún motivo para vivir.

»Entre todos los sentimientos, el más poderoso y fuerte de ellos es el amor, y puedo decirlo porque aún yo puedo sentirlo. Y gracias a él, puedo enfrentar el futuro con esperanza. Por supuesto, también podría enfrentarlo sin él y liberarme de muchas cargas, problemas e inseguridades, que supongo es lo que valoran los Jedi.

»Pero a mis ojos, ese es el camino fácil, y eso los convierte en un montón de vagos. En palabras de mi madre: ¡son una vergüenza para cualquier forma de vida! —sentenció Anakin.

Qui-Gon parpadeó, luego se echó a reír, tratando de controlarse, pero sin poder hacerlo durante varios segundos. Finalmente, carraspeó para recuperar la cordura y lo miró con seriedad.

—Jovencito, no podré sacar esas palabras de mi mente. Me temo que en el futuro cercano recibiré una reprimenda por ellas —reprendió Qui-Gon, todavía luchando con una sonrisa—. Está bien, hablaremos de este asunto en otra ocasión —dijo como si no le diera importancia, pero Anakin sabía lo increíblemente importantes que eran esas palabras, y comprendió que su vida, en los Palpatineón, habría sido muy diferente si Qui-Gon hubiera sido su maestro.

—Anakin, antes de retirarme, me gustaría hacerte una prueba de sangre. No es nada grave, solo necesitaré unas gotas de tu sangre para probar tu compatibilidad con la Fuerza, que supongo es bastante alta… —Qui-Gon le explicó sobre los midiclorianos y su relación con la Fuerza, y Anakin permitió que tomara su muestra. Luego, su madre los llamó para cenar y Qui-Gon le contó el plan y que haría todo lo posible para liberarlos. Anakin solo pudo suspirar. Esa noche, sus lágrimas volvieron a derramarse, aunque afortunadamente fue en su cama.

Tres días después, Qui-Gon saltó a la plataforma trasera de la nave de Padmé, logrando escapar por poco de Maul. Al final, él había aceptado su trato y Anakin ganó la carrera por una distancia de un kilómetro frente a sus rivales. Eso los había llevado hasta este momento, que era el mismo que en las películas.

Anakin miró a Qui-Gon, respirando con dificultad y pareciendo débil después de enfrentarse a Maul durante un par de minutos. Qui-Gon no era viejo y, por lo que pudo ver Anakin, sus habilidades con el sable le parecieron superiores a las de Maul.

Su percepción no podía subestimarse, ya que Anakin podía ver cómo Qui-Gon reaccionaba a los ataques de Maul antes de que los ejecutara. Considerando que Maul no era un verdadero Sith y que su control de la Fuerza era pésimo, esto era apropiado. Sin embargo, lo que no tenía sentido era la horrible movilidad, agilidad y fuerza física de Qui-Gon.

Esto llevó a Anakin a concluir que este Jedi murió por descuidar su entrenamiento y su condición física.

—Su técnica parece ser superior, pero su forma física es horrible —dijo Anakin con sinceridad. Obi-Wan parpadeó y Qui-Gon, que respiraba como un perro en pleno mediodía, no pudo contradecirlo.

—Anakin, te presento a mi Padawan, Obi-Wan Kenobi —presentó Qui-Gon fingiendo no haber escuchado el comentario.

—Anakin Skywalker —se presentó Anakin, extendiéndole la mano. Obi-Wan le estrechó la mano y asintió.

Luego, Anakin se encontró con la supuesta reina y la siguió por un rato, hasta que encontró un rincón para meditar, ya que no estaba de ánimo para presentaciones después de haber dejado a su madre atrás.

Nota autor: Xión se ha hecho a un lado, por lo que el MC de esta historia es Anakin Skywalker, que contará con todos los conocimientos de Xión. Velocidad de subida, un capítulo por semana. Este es un fic que he adaptado a la saga Xion, por lo cual me tomaré mi tiempo para corregir errores, y ver que se haga una buena traducción.