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Chapter 10 - Capítulo 10 Clone Wars Part 3

Capítulo 10 Clone Wars Parte 3

Ahsoka estaba en el asiento del copiloto y jugaba con el bebé

Hutt, pero su mente estaba en otro lado. Ella recordó su entrenamiento con el

maestro Yoda. Él decía que el equilibrio era lo que nos mantenía en pie, y era

perder este equilibrio lo que traía problemas.

Esa era una lección que Ahsoka escuchaba a menudo de él, y no

era casualidad, porque a pesar de sus habilidades sobresalientes, ella podía

ser imprudente y actuar de forma apresurada, desobedeciendo órdenes, para

terminar metida en líos luego. Pero esto se podía equilibrar, y ella lo hacía…

Bueno, siempre que no sintiera que se perdería a sí misma por

descartar sus emociones y sentimientos a la Fuerza lo hacía, pero todos hacían

lo mismo, incluso el maestro Yoda. Ser un Jedi no significaba ser una máquina

sin sentimientos, y cada uno de ellos podía, después de ciertos límites, decir

que querían descartar o que no. Pero su maestro…

¿Qué equilibrio había en su maestro? ¿Vivía él varias vidas a

la vez? Eso no era equilibrio, era un desastre.

Algún tiempo después, llegaron a Tatooine, donde debían

entregar al bebé Hutt, y donde su maestro usó sus Estrellas de la Muerte

adosadas como plataformas de armas de la vieja nave donde iban, derribando a

cuatro cazas que venían a darles alcance. Ahsoka solo podía parpadear. Su

maestro le sonrió.

—No todo es malo sobre conocer las cosas que pasarán —dijo su

maestro, y Ahsoka se tensó. ¿Tan evidentes eran sus pensamientos? ¿O también

podía predecir lo que ella pensaba? Su maestro sonrió, y Ahsoka se tensó.

—Han preparado un comité de bienvenida para nosotros, así que

acerquémonos con calma —dijo su maestro descendiendo a treinta kilómetros de su

objetivo.

Ellos descendieron en un mar de arena oscura y fría, era de

noche en el lugar. Su maestro guio el camino a paso rápido, pues no habían

traído nada para tripular.

—Conde Dooku, así que después de un año enviando a su

aprendiz a traerme regalos, al fin decidió venir a entregarlos en persona, qué

considerado de su parte —dijo su maestro, mientras las sombras de una duna se

convertían en un anciano de barba arreglada y porte sabio. Detrás de él estaba

Ventress. Ahsoka sacó su sable.

—Ahsoka, tú vigila a su aprendiz, yo me encargo de él —dijo

su maestro, y avanzó.

—Skywalker, tan arrogante como siempre, pero si no recuerdo

mal, la última vez que luchamos, no pudiste hacer nada en mí contra —dijo el

Conde Dooku, tomando su sable, pero sin activarlo. Él y su maestro llegaron a

diez metros el uno del otro, con sus sables de luz en sus manos, pero sin hacer

ningún movimiento ofensivo o activarlos.

Ahsoka se preocupó un poco al escuchar lo que dijo Dooku

sobre su enfrentamiento, pero su maestro desbordaba confianza, y Ahsoka no

tenía mucho que hacer, además de vigilar a Ventress que sostenía un sable en su

mano, que no era el suyo, quizá uno de repuesto después de que su maestro

destruyó los que tenía antes.

—Dooku, la arrogancia es tu pecado, no el mío —dijo su

maestro.

—La arrogancia es el pecado de todos los Jedi, y lo sé,

porque una vez, yo fui parte de ellos. Skywalker, son corruptos, al igual que

la República, y lo sabes, he escuchado de tus constantes luchas en su contra

—dijo Dooku, y Ahsoka comprendió por qué no había atacado antes. Esto era más

que una emboscada, era una reunión, y su maestro la había aceptado.

Ahsoka estaba aturdida, no había nada de qué hablar con los

separatistas, ellos eran los responsables de la guerra…

—La República es corrupta —dijo su maestro y Ahsoka se quedó

en shock. Dooku sonrió—. Pero el Consejo Jedi, solo es obstinado, demasiado

inflexible, e incluso temeroso del cambio, y esa es una de las razones de esta

guerra —dijo su maestro. Dooku no pareció satisfecho. Él negó con la cabeza.

—No, joven. El Consejo es corrupto, y todo lo que dicen

defender es mentira, pues se saltan sus propias reglas cuando eso les conviene,

pero se niegan a hacerlo cuando también les conviene.

—Skywalker, tú mismo, eres una prueba de mis palabras. Te has

negado a obedecer, te has saltado las reglas. Obedeces a los políticos y te

escudas en ellos para hacer tu voluntad. Si realmente defendieran sus leyes, ya

te habrían expulsado, pero no lo hacen, porque eso les haría ver mal, pues eres

un héroe de la República, y todas las veces que te negaste a obedecer, lo

hiciste por el bien de otros, pero están ciegos a la verdad —dijo Dooku. Ahsoka

no entendía por qué su maestro continuaba en esta conversación…

Su maestro se rio, y lo hizo con ganas, haciendo fruncir el

ceño a Dooku.

—Dooku, no intentes ganarte mi confianza con tontas mentiras,

para que empatice contigo. Es cierto, ambos desobedecimos al Consejo por el

bien de otros, hemos visto la corrupción y sabemos que la República es

decadente. Pero en cuanto a nuestra relación con el Consejo Jedi, no estamos en

lo absoluto de acuerdo y las razones por las que se me permiten quedarme no son

las que dices, y ambos lo sabemos —dijo su maestro, y por un segundo, Dooku se

tensó—. No es un secreto, Dooku.

»Sé de la profecía, desde el momento en que entré en la

orden. El elegido de la fuerza. ¡Tonterías! —declaró su maestro tajante—. Pero

el Consejo Jedi no está dispuesto a arriesgarse, o al menos la mayoría de

ellos, están dispuestos a sacrificar sus propias creencias y reglas para creer

en mí, y creer que la fuerza es sabia, y al final, lo mejor sucederá. Esa es la

razón por la que sigo en el Consejo Jedi, hasta el día de hoy, no por mi fama,

fortuna o contactos. Así que tu punto es falso.

»De hecho, que siga siendo un Jedi significa que hay

esperanza en el Consejo. Que no son los viejos amargados que una vez creíste

que eran, aunque debo admitir que hasta hace poco, yo pensaba igual —admitió su

maestro. Ahsoka solo podía parpadear ante esta conversación. El Consejo Jedi no

expulsaba a su maestro por una profecía sobre un elegido de la Fuerza.

“¿Elegido para qué?”, se preguntó Ahsoka, que pudo ver que Ventress estaba

igual de estupefacta que ella.

—No, Skywalker. No hay esperanza en el Consejo. Ellos están

ciegos a la verdad una y otra vez. Tú mismo lo has dicho, son tonterías, la

Fuerza no tiene elegidos, y que ellos lo crean solo significa que su camino es

equivocado —dijo Dooku con pesar.

—Dooku, nunca dije que no creyera en lo que ellos creen, pues

pienso que sus creencias son tonterías porque los hechos dicen que se

equivocan, y la prueba está allí, detrás de ti y detrás de mí. Está en mí, e

incluso está en ti, Dooku. Todos somos los elegidos de la Fuerza, de entre los

miles de millones de seres que habitan esta galaxia.

»La Fuerza te ha elegido para ser su portador, tanto como lo

ha hecho conmigo, pero al igual que el Consejo, te negaste a escucharla e

incluso fuiste más allá, sucumbiste al odio paso tras paso. Ya caminabas por un

camino oscuro cuando eras un Jedi, Dooku.

»Todas esas veces que te negaste a actuar más allá de lo que

era tu deber porque la ley no te lo exigía. Cada vez que elegiste ser cruel.

Cada vez que tu impotencia te superó y decidiste que el fin justificaba los

medios, eso es lo que te llevó a perder tu propio camino, Dooku.

»¡La República es corrupta! Antes, podías usar eso como una

excusa, pero ahora ya no hay nada de eso en ti, solo sed de poder. Por eso has

iniciado esta guerra… —dijo su maestro.

—¡Yo no inicié esta guerra! —interrumpió Dooku con ira, pero

enseguida volvió a la calma. Su maestro no dijo nada y mantuvo su posición,

tampoco trató de seguir hablando. Dooku se removió con incomodidad por su

arrebato. —Mis disculpas, Skywalker —dijo entre dientes—, pero yo no inicié

esta guerra.

»Esta guerra inició porque aquellos en el poder se sintieron

con el derecho de imponer cargas a los que solo trataban de ganarse la vida en

lo que ellos decidieron que eran sus dominios.

»Si estás dispuesto a defenderlos, te pondré un ejemplo

fácil: Naboo. Ellos, apoyados por un Senado corrupto, bloquearon el acceso a

los recursos del planeta y también impusieron impuestos absurdos y precios

desorbitados que nada tenían que ver con los costos de producción y extracción.

»Su excusa era que ese era su mundo y debían usar sus

riquezas naturales para ayudar a su pueblo. Los comerciantes gordos y ricos

eran gente privilegiada que debía pagar impuestos para el beneficio del pueblo.

Pero así, ellos se hicieron ricos. Su mundo se volvió un paraíso y ahora ellos

eran los gordos y ricos. Ya no tenían excusa y según sus propias excusas, era

su turno de compartir con los desafortunados.

a »¿Pero qué hicieron con toda su riqueza? Nada, solo había

corrupción en Naboo. El ascenso al trono de tu amiga, la senadora Amidala,

tiene su propia historia oscura detrás. Entonces, ¿quiénes eran los malos en el

bloqueo de Naboo? ¿Hizo la Federación de Comercio algo diferente a lo que

hicieron los propios habitantes de Naboo? ¿Qué les da el derecho a los

habitantes de Naboo de hacerse ricos y gordos al explotar las riquezas

naturales de un planeta que ni siquiera era suyo en primer lugar, pero cuando alguien

más trata de hacer lo mismo se lo impiden y reclaman justicia?

»No hay justicia en la República, joven Skywalker. Todo es

corrupto, no hay igualdad, solo intereses. No hay libertad, solo ideas

totalitarias, como las que tiene tu amiga la senadora Amidala. Ella habla de

paz, ¿a qué precio? Es la paz a cambio de la libertad. Es la paz a cambio del

libre pensamiento. Es la paz a cambio de la justicia. Lo que ella predica y lo

que su planeta representa no son más que una burla —concluyó Dooku. Su maestro

reflexionó por unos segundos.

—Esa al menos es la verdad —admitió su maestro, dejando

incrédula a Ahsoka. —Dooku, en honor a esta verdad, no discutiré ideas y

filosofías contigo. Usaré hechos como ejemplo. Tampoco usaré ningún hecho

aparte, pues usaré tu mismo ejemplo para responderte, Naboo.

»Pues Naboo, y lo que hizo la Federación de Comercio allí, es

un claro ejemplo de lo que le pasará al resto de la galaxia si los separatistas

ganan esta guerra, subyugando miles de mundos bajo el estandarte de la

libertad, tal y como hicieron en Naboo al tomar el control de este. Y te

recuerdo que ellos tampoco planeaban compartir sus riquezas.

»Entonces, Dooku, ¿defiendes la libertad? ¿Defiendes la

justicia? Tus resultados solo demuestran que tu lucha no tiene nada que ver con

esas dos causas. Tus resultados, a lo largo de esta guerra, cada uno de ellos,

solo demuestran tu sed de poder y tu creencia absoluta en ti mismo. Dooku, tú

eres la personificación de lo que acusas al Consejo Jedi. Un anciano ciego que

es demasiado arrogante para ver su propia corrupción y que está ciego a ella.

»Deseas poder Dooku, y eres incapaz de renunciar a él. Sé que

no lo crees y justo en este momento piensas que soy necio y ciego, pero te lo

demostraré —dijo su maestro, tendiéndole su mano a Dooku—. Ven conmigo, Dooku.

Únete a mí y juntos, luchemos por aquello en lo que dices creer. Me acusas de

ser ciego, pero yo puedo ver que Padmé no tiene la razón. La paz que intenta es

forzada, por eso nunca funcionará. Pero tú, tú no puedes ver lo mal que están

tus propias ideas, y cuando ves los resultados de ellas, te convences a ti

mismo de que es por un bien mayor.

»El bien mayor es ahora, Dooku. Únete a mí. Dejaré la Orden

Jedi y la República. Iré contigo y juntos, terminaremos esta guerra. Juntos

terminaremos con la corrupción y lograremos un verdadero equilibrio. Renuncia a

la guerra. Renuncia al poder que ostentas ahora y que te está cegando.

»Los sacrificios no son necesarios, Dooku. Mira tus

resultados. No son buenos hoy y no lo serán mañana —concluyó su maestro.

Ahsoka se quedó paralizada. Algo estaba pasando. La Fuerza

hacía presión sobre ella, como si gritara en sus oídos. Ahsoka tuvo que

afianzar sus pies en la arena para no dar un paso hacia su maestro, que miraba

a Dooku con tristeza mientras le ofrecía su mano con un sentimiento que

rebosaba sinceridad y confianza…

Dooku apretó los dientes y dio un paso al frente, pero su

sable de luz se encendió al mismo tiempo y envistió contra su maestro, quien

activó su propio sable de luz y también atacó. Ahsoka dejó de sentirse

presionada, pero la Fuerza seguía a su alrededor. A pesar de que la

conversación terminó de forma abrupta, ni su maestro ni el Conde Dooku trataron

de seguir hablando o dijeron una palabra más.

Ahsoka encendió su sable de luz, al igual que Ventress, pero

la batalla entre el Conde Dooku y su maestro era muy extraña. Ellos no se

movieron ni un metro de la zona en la que chocaron, sus sables de luz chocaban

a una velocidad que Ahsoka apenas podía ver, y la Fuerza vibraba a su

alrededor, oscura y renuente del lado del Conde Dooku, triste y resignada del

lado de su maestro.

Dooku empleaba su sable de luz con un estilo rápido y

agresivo, era el mejor duelista de la Forma II que Ahsoka había visto en su

vida. Sus movimientos eran tan naturales que parecía estar caminando por la

playa en vez de luchando. No había sorpresas o tensión en su mirada, era serio

y solemne, como si observara el atardecer.

Su maestro mantenía la misma expresión y casi eran los mismos

movimientos agresivos de Dooku, pero con la Fuerza y l potencia de la Forma V

detrás. Ahsoka mantuvo su sable activo, pero como por acuerdo silencioso entre

ella y Ventress, ninguna de ellas interrumpió la danza que sus maestros hacían

en el centro de lo que hacía un minuto era una arena de debates, y ahora, justo

en su centro, se había convertido en una arena de pelea.

La danza de sables se mantuvo por diez minutos, sin que

ninguno de los maestros diera un paso atrás. Pero cuando Ahsoka pensó que se

pasarían horas allí, Dooku apretó los dientes y retrocedió con una expresión de

renuencia que Ahsoka no entendió. Su maestro no le persiguió y bajó su sable,

plantándose en el lugar, lo que hizo que Dooku perdiera la calma. Después de

retroceder, avanzó de nuevo para intercambiar varios cruces de sable más, pero

apenas segundos después, volvió a retroceder con expresión de renuencia y no

aceptación.

Era como si él no quisiera dejar la batalla y alguien lo

estuviera obligando a hacerlo, pero Ahsoka solo veía a Ventress, que lucía

igual de confusa que ella.

—Skywalker, parece que la Fuerza no quiere que nuestro

encuentro continúe —dijo Dooku apartándose y guardando su sable de luz. Su

maestro hizo lo mismo.

—Dooku, la Fuerza solo te está diciendo una cosa en este

momento, y es que pruebes tus creencias —dijo su maestro y volvió a ofrecer su

mano, pero Dooku retrocedió como si le apuntara con un arma, se dio media

vuelta y se fue. Su maestro bajó su mano un minuto después y hizo una mueca.

—Ahsoka, mi fuerza sigue siendo limitada —se quejó su

maestro. “Eres un monstruo”, pensó Ahsoka, pero no lo dijo. Ella ya entendía

cómo era posible que Ventress, a la que apenas pudo igualar en combate, fuera

desvalijada con tanta facilidad por él. Ella no tenía ni una posibilidad.

—¿Ahsoka? ¿Estás bien? —preguntó su maestro acercándose a

ella y examinándola con expresión preocupada.

Ahsoka se apresuró a asentir con algo de vergüenza y, para

ocultarlo, revisó el estado del bebé Hutt, del que se había olvidado por

completo. Su maestro se apresuró a alejarse, captando su incomodidad. Ahsoka

volvió a quedarse aturdida. Él la había malinterpretado y creyó que su cercanía

la estaba agobiando. Ahsoka se sintió muy estresada.

—Maestro, ya me dijiste antes que si me agobiabas te

golpeara, así que con tu permiso, pienso hacerlo. Pero mientras no lo haga, por

favor, no te alejes de mí como si te diera una patada, eso es algo incómodo. No

quiero que piensen que intimido a mi propio maestro —dijo Ahsoka con seriedad

antes de que alguien viera esa reacción y pensara mal de ella. Eso sería

terrible porque ella no había hecho nada. Su maestro se removió incómodo.

—Lo siento, lo tendré en cuenta a partir de ahora, pero no

golpees tan fuerte —dijo intentando hacer un chiste, pero no funcionó porque le

faltó gracia. —Y dime, ¿qué te incomodó antes? —preguntó al ver que llevar la

atención a otro lado no funcionaba. Ahsoka empezó a reírse, pero sonaba falso. Ella

no iba a responder esa pregunta.

—Maestro, eres muy gracioso —dijo Ahsoka, y se siguió riendo.

Su maestro hizo una mueca ante su evidente teatro y se dio

media vuelta para empezar a caminar. Ahsoka suspiró de alivio y se apresuró a

caminar a su lado, aunque la brisa sopló y le arrojó algo de arena, pero su

maestro hizo un movimiento con la mano como si espantara una mosca, y la brisa

se fue a molestar a alguien más. Ahsoka sentía como si él hubiera puesto un

brazo protector en su hombro, y con ello lograra protegerla de todo.

—Maestro, me va a malcriar —dijo Ahsoka.

—Eso no me ha sonado como una queja —dijo su maestro con una

sonrisa.

—Corrijo. Maestro, creo que ya me ha malcriado —dijo Ahsoka,

porque esto no era su culpa.

—Eso tampoco ha sonado como una queja —dijo su maestro, y

ambos se rieron.

Al llegar al palacio del Hutt que gobernaba este planeta de

malvivientes, les esperaba el maestro Kenobi, que fue enviado a negociar, y que

dio un suspiro al verlos llegar. Luego los llevó con el padre del bebé, que los

recibió con los brazos abiertos, y luego preguntó quién tenía a su hijo, y si

los habían matado.

Su maestro le dio varios hologramas donde aparecía Dooku y

Ventress, señalándolos como los responsables, y diciéndole al Hutt que si

quería justicia, debía dejar que usaran sus rutas de transporte. El Hutt aceptó

y el encuentro terminó, pero no la misión, pues había un crucero esperándolos,

y el maestro Kenobi los llevó allí.

Al llegar al crucero, el maestro Kenobi se apresuró a

llevarlos a la sala de comunicaciones, donde Ahsoka se tensó, pues les esperaba

una comunicación del consejo Jedi, y estaban todos ellos.

“Yo no hice nada, solo llevo un par de días siendo su

Padawan”, se quejó Ahsoka con amargura en su mente, mientras caminaba

arrastrando los pies.

—Maestros, ¿sucede algo? —preguntó su maestro con calma, y

era una calma real.

Ahsoka pensó que lo que decían de él era cierto. “Él mismo lo

ha confesado”, se reprendió Ahsoka a sí misma. Era evidente que su maestro ya

estaba acostumbrado a ser arrastrado ante el consejo para rendir cuentas.

—Caballero Skywalker, ¿ha sucedido algo en su camino?

—preguntó el maestro Plo Koon.

—Dooku me tendió una emboscada en el camino, cruzamos los

sables unas pocas veces y luego se retiró al ver que no tenía ventaja. Lo usual

—dijo su maestro.

Ahsoka solo pudo mirarlo aturdida, pero cuando las miradas de

todo el consejo se centraron en ella, se arrepintió de su arrebato. En

ocasiones como esta, ella lamentaba no tener un control férreo sobre sus

emociones.

—Solo he pensado que nunca me han sucedido cosas como estas,

así que no creo que sean usuales —dijo Ahsoka, logrando no decir nada y, al

mismo tiempo, no mentir. Por fortuna, su cerebro siempre estaba allí para

sacarla de problemas.

—Caballero Skywalker, ha estado en demasiadas batallas

últimamente. Regrese al templo durante dos días para una meditación apropiada

—ordenó el maestro Windu.

“No se lo han tragado, no se lo han tragado en absoluto”,

pensó Ahsoka. Su maestro, que no le temía a la muerte, asintió y la

comunicación del consejo terminó.

—¡Anakin! —reprendió el maestro Kenobi.

—¿Maestro? —preguntó su maestro con inocencia.

—Anakin, la fuerza gritaba por todas partes. Has hecho algo

peligroso, confiesa de una vez —dijo el maestro Kenobi.

—Maestro, no tengo idea de lo que habla. Yo no sentí nada.

¿Cómo sabes que no fuiste tú el causante de todo? —preguntó su maestro con

descaro. “Sí, él no teme a la muerte”, pensó Ahsoka. El maestro Kenobi se talló

la cara con frustración e impotencia. Él la miró a ella. Ahsoka dio un

respingo, pero antes de que empezaran a interrogarla, su maestro se interpuso.

—Maestro, por favor, recuerde su posición. No intimide a los

padawan de otros —dijo su maestro y le colocó la mano en el hombro para

llevársela de allí.

El camino a Coruscant estuvo lleno de retiradas estratégicas

por parte de Ahsoka, que evadía la persecución de un preocupado maestro Kenobi,

y cuando no lo lograba, su maestro siempre aparecía para rescatarla.

Al llegar, Ahsoka respiró aliviada porque no los llevaron

ante el consejo para interrogarlos de inmediato, pero ella sabía que era

cuestión de tiempo. Quizás sería mejor fingir estar enferma, así su maestro la

podría dejar atrás.

—Maestro, creo que me siento un poco mal. Iré a mi antigua

habitación a meditar en solitario —dijo Ahsoka.

—Bien pensado —alabó su maestro. Ahsoka parpadeó. De alguna

forma, sentía que algo no estaba bien en esta relación. Ella no sentía que

estuviera aprendiendo una ética aceptable de su maestro. Aun así, Ahsoka corrió

sin mirar atrás, entró a toda velocidad en su habitación para asegurar la

puerta y luego se recostó contra ella suspirando de alivio…

—¡Haaaaa! —chilló Ahsoka al ver a la mitad del consejo

sentados en su habitación, mirándola con curiosidad.

“Maestro, me han emboscado”, pensó Ahsoka aterrada.

—No vi nada y no escuché nada —dijo Ahsoka, que solo quería

llorar.

—Cosas viste y cosas escuchaste, padawan Tano —dijo el

maestro Yoda sacudiendo su bastón mientras asentía. —Pero contarnos temes, aun

así debes, porque importante es —concluyó.

—Maestros —dijo la maestra Shaak Ti, llamando la atención del

resto. Ellos la miraron y unos segundos después asintieron. La maestra Shaak Ti

la miró a ella. —Padawan Tano, ¿hablará si le ofrecemos inmunidad para usted y

su maestro, sin importar lo que haya dicho o hecho? —preguntó la maestra Shaak

Ti. Ahsoka, que seguía de espaldas contra la puerta, la miró aturdida.

—¿Eso existe? —preguntó Ahsoka antes de poder contenerse.

—Considéralo hecho —dijo la maestra Shaak Ti con una sonrisa,

ofreciéndole sentarse.

Ahsoka se apresuró a asentir, aceptando el indulto, pues se

había dicho cosas muy feas en la conversación de su maestro con el conde Dooku

y, sin un indulto, prácticamente se consideraría traición repetirlas.

Ahsoka se sentó sobre sus rodillas, estaba nerviosa pero ya

no aterrada.

—Padawan Tano, cuéntenos cómo ha sido el encuentro de su

maestro con el conde Dooku —dijo Windu. Ahsoka asintió y les contó todo desde

el inicio hasta el incomprensible final.

—Quedarse dices. Reacio a irse, Dooku parecía —murmuró el

maestro Yoda.

—¿Se puede volver del lado oscuro? —preguntó la maestra Shaak

Ti confundida.

—Esto es una sorprendente revelación —dijo el maestro Plo

Koon.

—El elegido devolverá el equilibrio a la fuerza —dijo la

maestra Adi Gallia, y los demás maestros la miraron con reproche, menos el

maestro Yoda, que seguía pensativo.

—Maestros, ¿puedo saber qué fue lo que pasó? —preguntó

Ahsoka, pues ella no entendió nada. Los maestros la miraron, y Ahsoka se

encogió.

—Una lucha de voluntades, eso viste —dijo el maestro Yoda—.

La fuerza intentando recuperar el equilibrio, presenciaste —explicó.

—Por lo que has dicho, Dooku ha dudado de sí mismo. El

caballero Skywalker ha asestado un duro golpe a su voluntad, y se supone que

eso no es posible, pues la voluntad de Dooku está ligada al lado oscuro, y este

es corrupto. No puedes acusarle de ser corrupto y obtener una respuesta de él

—explicó el maestro Windu confundido.

—No creo que le acusara de serlo… —Ahsoka se volvió a encoger

cuando todos los maestros centraron toda su atención en ella. La maestra Shaak

Ti miró al resto, que se apresuraron a retirar su atención sobre la fuerza de

ella.

—Por favor, continúa —dijo la maestra Shaak Ti. Ahsoka solo

quería que se fueran de su habitación para que ella pudiera desmayarse en paz.

—No creo que fuera él que mi maestro le acusara de ser

corrupto. Lo que hizo que el conde Dooku se enojara fue que le dijo que al

final, sus resultados serían los mismos que ahora y que no había ninguna

diferencia entre aquello por lo que decía luchar y aquello contra lo que

luchaba. Solo iba a quitar a alguien de un lugar y poner a otra persona igual.

Considerando esto, sus acciones actuales eran vacías y tenían otro propósito

detrás, que era conseguir poder. Allí fue cuando se enojó —explicó Ahsoka.

—Luego, el caballero Skywalker le ofreció renunciar a ser un

Jedi, e incluso a la República, para unirse a los separatistas, solo con la

condición de detener la guerra y luchar contra la corrupción que mencionaba

Dooku —dijo Kit Fisto comprendiendo.

—Si la guerra termina, Dooku perderá todo su poder, pero no

sus ideales. Aun así, él no pudo renunciar al poder y comprendió que sus

ideales eran falsos, y que Skywalker tenía razón sobre él. Fue eso lo que causó

que su voluntad cayera —dijo la maestra Shaak Ti. “Fue un golpe directo a su

corazón”, pensó Ahsoka, por eso parecía tan angustiado cuando su maestro le

ofreció su mano.

—Sin voluntad para sostenerlo, débil el lado oscuro es. La

Fuerza debió imponerse, pero preocupante es que retirarse haya conseguido —dijo

el maestro Yoda.

—Maestro, ¿está diciendo que alguien intervino? —preguntó Kit

Fisto y miró a Ahsoka con sospechas. Ahsoka se quedó aturdida, ella no sabía lo

que había hecho.

—Lo que ha visto y escuchado la padawan lo ha contado.

Poderosa era la presencia que intervino, si ella no la ha notado. Muy

preocupante lo que esto plantea es —dijo el maestro Yoda masticando su propia

saliva con una expresión de pesar.

—Maestro Yoda, ¿quiere decir que hay alguien más detrás de

Dooku? —preguntó Adi Gallia, y Ahsoka abrió mucho los ojos. “Hay más Sith… no,

han dicho que era muy poderoso, eso quiere decir que hay otro Lord Sith”, pensó

Ahsoka con conmoción. Había otro Lord Sith en esa batalla, y ella no lo notó en

absoluto.

El maestro Windu miró a Adi Gallia con desaprobación. Luego

miró a Ahsoka, y por la forma en que lo hizo, Ahsoka se preguntó si iban a

hacerla desaparecer para que esta información no saliera a la luz.

—Padawan Tano, su castigo será severo si los supuestos

planteados en esta reunión salen a la luz —amenazó el maestro Windu. Ahsoka se

apresuró a asentir, y los maestros se levantaron y se fueron, por lo que Ahsoka

procedió a desmayarse.

Su maestro llegó al rescate unos segundos después, y Ahsoka

supo que los maestros habían bloqueado sus alrededores para que su maestro

sobreprotector no sintiera su conmoción, pero apenas ellos se fueron, él llegó.

—Maestro, he conseguido amnistía para nosotros —dijo Ahsoka

con un suspiro, pero no se levantó del suelo, esta había sido la experiencia

más aterradora de toda su vida. Su maestro se sentó a su lado sobre sus piernas

y le levantó una ceja.

—¿No hubo regaños, alteraciones del orden o peleas? —preguntó

su maestro.

Ahsoka se prometió a sí misma huir con todas sus fuerzas

cuando su maestro se dispusiera a hablar con el consejo. Su maestro colocó su

mano sobre su hombro.

—Padawan, a partir de ahora, serás la representante de

nuestro equipo ante el consejo —declaró su maestro. Ahsoka se desmayó en serio.

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