Capítulo 4 Ahsoka
En la noche del siguiente día, tras la victoria de Padmé, se
celebró un funeral simbólico para Qui-Gon, pues había sido un héroe que
sacrificó su vida por los habitantes de Naboo. Ellos solicitaron permiso al Consejo
Jedi para realizarle un funeral allí. Para esto, construyeron un muñeco con su
apariencia y lo pusieron en una pira. Obi-Wan, quien estaba seguro de que su
maestro sobrevivió o algo parecido, no estaba contento con eso.
…
—Y este es el héroe de Naboo —dijo Palpatine, acercándose a Anakin
al terminar el funeral, al que asistieron los maestros Jedi, por lo que no
parecían muy convencidos de que Qui-Gon siguiera existiendo.
Anakin estaba con Padmé y sus sirvientas, y Padmé se apresuró
a asegurarlo frente a ella y mirar a Palpatine amenazadora. Palpatine sonrió,
no había forma de que él no supiera que ella era la reina.
—Solo pretendo saludar a nuestro héroe, seguro no hay nada
malo en ello —dijo Palpatine, más para Anakin que para Padmé y sus sirvientas.
—Senador Palpatine, la reina dice que usted es un inútil, y
que solo quería lucrarse con la desgracia de Naboo. Si pudiera, lo despediría y
lo investigaría por vago —dijo Anakin con el ceño fruncido.
Obi-Wan, que se acercaba para saludar y hacer las
presentaciones, pareció dudar en acercarse, pero ya estaba a solo unos pasos,
por lo que no pudo huir. Palpatine se rio.
—Joven Skywalker, ya me habían dicho que su inteligencia no
era común. ¿Qué opina usted? —preguntó Palpatine.
—Opino lo que veo —dijo Anakin con tranquilidad—. En el
Senado, cuando todos gritaban y parecían mercenarios borrachos, usted era uno
de los pocos que guardaban silencio. No creo que sea usted inútil, solo que su
Senado es inútil. También opino que es inteligente, pues pudo pensar que
podrían tomar ventaja gracias a la situación y tratar de aumentar su poder.
Aunque estoy de acuerdo con Padmé, su plan era muy malo, nombrarle canciller no
haría nada para resolver la situación de Naboo, su Senado es un circo y cambiar
al cirquero no tendría ningún efecto práctico, porque son los mismos monos
—concluyó Anakin.
—¡Anakin! —exclamó Obi-Wan, que acababa de llegar hacía unos
segundos y no encontraba cómo cerrarle la boca, desde el momento en que dijo
que el Senado era inútil, y ahora que había llamado monos a los senadores, él
estaba escandalizado. Palpatine lo ignoró y suspiró con tristeza.
—Me temo que mi joven amigo ha presenciado un espectáculo
lamentable, por lo que entiendo su forma de pensar. Sin embargo, ese día fue
desfavorable, había demasiadas tensiones e intereses en conflicto. Me temo que
fue uno de los peores días del Senado. Pero espero que nuestro joven héroe no
nos juzgue por haber tenido una mala presentación.
»Ahora que a duras penas he logrado conservar mi puesto
después de esos desafortunados sucesos, aunque me he ganado la enemistad de su
majestad, espero tener la oportunidad de demostrarle que puedo ser contundente
con mis acciones. Como estarás cerca, es posible que te invite en uno de estos
días a algunas de las sesiones del Senado. No queremos que nuestros futuros
Jedi tengan una mala opinión del Senado —dijo Palpatine con tono diplomático.
—Claro, si los Jedi lo permiten —dijo Anakin mirando a
Obi-Wan.
—Los maestros deben decidir sobre ello —dijo Obi-Wan
evadiendo cualquier responsabilidad.
—Por supuesto —dijo Palpatine y le colocó una mano en el
hombro para despedirse. Él era capaz de controlar el lado oscuro y ocultarse a
la perfección. A pesar de sus sentidos superiores, Anakin no lograba captar
nada de él.
…
—¡Anakin! —reprendió Padmé cuando estaban en su habitación,
que ahora era la suya—. Palpatine es muy peligroso, es una serpiente que se
oculta bajo la piel de un ratón. Antes no podía verlo, pero ahora, con solo
haber averiguado un poco sobre su vida, lo veo con claridad. No debes tratar de
jugar con él —aconsejó con preocupación.
—Así que averiguaste que mató a toda su familia para quedarse
con su fortuna —dijo Anakin. Padmé lo miró con los ojos muy abiertos y luego
miró a su alrededor.
—No te preocupes, Palpatine no tiene espías aquí y no hay
micrófonos —dijo Anakin sentándose en la cama y dando palmaditas a su lado para
que Padmé se sentara. Padmé se sentó, mordiéndose los labios.
—Padmé, Palpatine es malvado, ambos lo sabemos, y ambos
sabemos que no podemos tocarlo. Ni siquiera los Jedi estarían dispuestos a
creerme si les digo algo, y si Palpatine se entera y viene por mí, y me mata,
ellos ni siquiera sospecharán. Además de malvado, Palpatine es un político
experto y tiene mucha experiencia manipulando a las personas. Por eso, la única
forma de enfrentarlo ahora que todos están en sus manos es seguir su juego,
obtener beneficios y actuar con determinación cuando llegue el momento.
»Por todo esto, puedes enfrentarte a él, pero siempre
recuerda no llegar a los extremos, pues Palpatine lo usará en tu contra, y
todos tus amigos te darán la espalda. Perderás a los que quieres si caes en sus
manos —aconsejó Anakin.
—Por eso le has dicho que la razón por la que estoy enojada
con él es porque creo que no hizo su trabajo y porque creo que trató de ganar
poder usando a Naboo —dijo Padmé con comprensión. Anakin asintió con una
sonrisa—. Y ahora fingirás que te gusta estar a su lado para que él confíe en
ti —dijo Padmé. Anakin negó con la cabeza.
—Padmé, él nunca confiará en nadie. Lo que pretendo es
acercarme a él para darle la impresión de que puede usarme. Eso hará que me
incluya en sus planes, pero cuando intente ponerme en el tablero, jugaré por mi
cuenta —explicó Anakin.
—Eso hará que quiera descartarte de inmediato —dijo Padmé con
miedo. Anakin se rio.
—No planeo convertirme en una pieza que él pueda desechar a
su gusto —dijo Anakin. Padmé lo abrazó.
—Ani, eres muy valiente —alabó Padmé.
—No, Padmé, solo planeo sobrevivir, ser fuerte y poder
defender las cosas que quiero —explicó Anakin con sinceridad, pues si al final
fallaba, no dudaría en huir.
…
Un mes después, Anakin estaba en el Templo Jedi y no se le
permitía salir de allí, aunque era el padawan de Obi-Wan y no un iniciado como
los aprendices Jedi. Aun así, Anakin recibía clases con los demás iniciados,
aunque no tenía un grupo y tampoco se acercaba a ellos. Eran niños de entre
siete y trece años, y aunque había mayores, los idiotas lo miraban por encima
del hombro, como él mismo lo hacía con ellos. Tratar con niños, fingiendo
interés por sus tonterías y problemas, le causaba fastidio e incomodidad, pero
tratar con adolescentes y sus múltiples problemas hormonales le daba repelús.
De hecho, Anakin se preguntaba si un día de estos sus
hormonas le atacarían y se convertiría en un descerebrado persiguiendo
adolescentes. Él tendría que esperar para saber eso. En la vida de Xión, su
adolescencia e infancia eran un mal recuerdo para él.
Mientras Anakin pensaba, la clase actual llegó a su fin.
Aunque no era una repetición de la clase anterior, lo que estaban explicando
era demasiado similar a lo que ya habían aprendido en clases anteriores. Era
como si un día aprendieran a sumar en la tabla del dos y al día siguiente
estuvieran con la tabla del tres. Para un niño, esto sería un mundo nuevo, pero
Anakin no era un niño. Si a él le presentaran la tabla del dos, entendería que
lo importante era el proceso de suma y no los números en sí, por lo que podría
llegar a la tabla del diez mil sin ningún problema.
Por eso, aunque la clase no fuera repetitiva, seguía siendo
lo mismo que la vez anterior, y Anakin comprendió por qué era una tortura para
un genio estar en la clase de personas comunes. Era como meter a un
universitario con niños de preescolar. Simplemente se aburriría hasta la
muerte.
Anakin no causó problemas en clase. Él había preguntado si
podía recibir clases más avanzadas o avanzar de nivel, pero los Jedi no lo
permitieron. Solo Obi-Wan podía enseñarle más y él era un hombre de reglas que
no se saltaría ni una. Por lo tanto, Anakin estaba atrapado allí y no haría la
vida difícil a un montón de mocosos solo porque se sentía infeliz o aburrido.
Si él hiciera eso, sería como esos maestros de Xión que venían a descargar sus
frustraciones en sus alumnos.
“Miserables bastardos”, pensó Xión recordándolos. Él deseaba
que cayeran en el universo de Warhammer 40k y nacieran como ciudadanos normales
con una secta de Nurgle cerca.
Mientras Xión lanzaba maldiciones a sus antiguos maestros,
Anakin llegó al lugar donde tendría la siguiente clase: un salón circular donde
practicaban habilidades Jedi básicas, como telequinesis o percepción con sables
de práctica y robots. También entrenaban en la forma uno de combate, que era la
más básica a la hora de emplear el sable de luz.
La clase sería en media hora y los demás niños aún no habían
llegado, así que Anakin se sentó y metió la mano en su bolsillo para sacar unas
cien pequeñas perlas de un par de milímetros de diámetro. Él las dejó caer y
las sostuvo con el uso de su telequinesis.
Para un Jedi, el tamaño del objeto a mover era importante, y
cualquier niño podía mover esas pequeñas esferas como si fueran polvo. Anakin
también podía hacerlo desde su primer intento, pero sostenerlas no era su
objetivo.
Las perlas formaron órbitas alrededor de Anakin, lo cual era
difícil ya que chocaban unas contra otras, pero él las recogía y las devolvía a
su lugar. Un día, esta sería una habilidad muy impresionante, pero por ahora
solo era una habilidad en desarrollo.
…
Media hora después, los niños iniciados ya estaban allí y
algunos de ellos señalaban y susurraban cuando las esferas caían, riéndose
porque Anakin no podía sostener cosas tan pequeñas. Anakin los ignoró porque
estos niños ni siquiera deberían poder sostener dos de esas esferas como él lo
hacía. Además, seguramente morirían en las Guerras Clon. Lo peor en una guerra
era ser un novato que se creía superior, y eso es lo que eran estos niños.
Cuando el profesor llegó, Anakin guardó las esferas en un pequeño
paquete en su bolsillo y prestó atención a la clase. El profesor, que también
era un Jedi, saludó de forma respetuosa y los iniciados lo imitaron. Luego les
dio un ejemplo levantando veinte ladrillos pequeños y moviéndolos para
construir varias cosas, como paredes o edificios, o simplemente haciéndolos
flotar.
Después llegó el turno de los iniciados y el profesor sacó
varios juegos de ladrillos. Los iniciados pasaron en grupos de cinco y Anakin
estaba en el primer grupo. Él levantó cuatro ladrillos y jugó con ellos
alrededor sin ningún problema, dejando caer el quinto cuando el profesor se lo
acercó para que intentara sostenerlo.
Por supuesto, Anakin podía sostener más ladrillos. En este
momento, él llevaba un mes practicando la telequinesis y estaba desarrollando
sus propias habilidades. Si él quisiera, podría sostener cuarenta de esos
ladrillos y hacer malabares con ellos. Sin embargo, él no estaba mostrando
todas sus habilidades, simplemente estaba en una clase de niños y no quería
sobresalir en exceso. Él se ajustaba al promedio en todos los casos y el
promedio ahora eran cuatro ladrillos. El profesor le indicó que siguiera esforzándose
y pasó al siguiente niño.
Al final de la clase, todos sus resultados fueron promedios,
y cuando el profesor los despidió, él fue el primero en salir.
—Iniciado Anakin, espere —llamó el profesor, y los niños
cuchichearon con curiosidad, pero ninguno se atrevió a quedarse más de lo que
podían arrastrar sus pies.
El profesor no cayó en ninguno de sus pequeños trucos, e
incluso los más remolones ya habían salido cuando decidió hablar.
El profesor era un humano de unos treinta años, con
apariencia promedio que no dejaba ninguna impresión.
—Padawan Anakin, quisiera hacerte una evaluación personal.
¿Estás de acuerdo? —preguntó el profesor. Anakin hizo una reverencia.
—Adelante, maestro —dijo Anakin con curiosidad.
El profesor caminó hacia el centro de la sala y tomó los
ladrillos y otras herramientas de clase del pedestal. Luego sacó un grupo de
ladrillos.
—Por favor, levanta todos los que puedas —indicó el profesor,
y Anakin levantó una mano para alzar los veinte ladrillos.
El profesor parpadeó y rápidamente sacó otro juego de
ladrillos. Anakin comprendió lo que quería y de una vez levantó los cinco
juegos de ladrillos, sacándolos de sus estuches y luego alzándolos con su
telequinesis. Él tuvo que usar las dos manos para maniobrar y cerrar los ojos
para concentrarse, ya que esto ya no era un juego para él. El Jedi estaba
aturdido.
—Gra… gracias, padawan Anakin, eso será todo —tartamudeó el
profesor, y Anakin lo ayudó a guardar los ladrillos en la maleta. Luego el
profesor se despidió y se marchó.
Anakin regresó a su pequeña habitación, ya que las clases del
día habían terminado.
…
Al llegar a su habitación, Anakin se quitó la ropa y se quedó
en ropa interior para sacar las esferas. Esta vez era un paquete completo de
unas quinientas, y las hizo flotar a su alrededor. Anakin solo las sostenía, no
las movía en órbita, y debido a su pequeño tamaño, era más fácil que sostener
cuatro ladrillos de un kilo cada uno, ya que cada esfera pesaba solo dos o tres
gramos.
Las esferas cubrieron todo su cuerpo, dejando un espacio de
un centímetro entre ellas y su piel, así como entre ellas y el suelo. Anakin
hizo algunos estiramientos y comenzó a hacer ejercicios de cardio durante media
hora, asegurándose de que ninguna esfera tocara su cuerpo durante los saltos,
las paredes o el suelo. A la mitad, él tuvo unos quince minutos de ejercicios
de fuerza y al final otros quince minutos de ejercicios de cardio. Él no iba a
permitir que su cuerpo fuera un desastre, al igual que Qui-Gon, y como sabía
que se avecinaba una guerra, no iba a ser perezoso.
Luego de sus ejercicios, Anakin se dio un baño y regresó a su
habitación para meditar hasta la medianoche, en busca de alguna respuesta por
parte de Qui-Gon y para entrenar su habilidad de visión del futuro. Aunque él
no había recibido ninguna clase sobre videntes, la Fuerza misma ya le había
confirmado algunas cosas y, siguiéndola, podía vislumbrar algunos sucesos
lejanos o cercanos que ocurrían a su alrededor. Sin embargo, él sentía que algo
no estaba bien, era como si no tuviera la señal adecuada, todo aparecía borroso
y no lograba entender nada.
…
Después de meditar sin obtener ningún resultado, Anakin cayó
rendido y se despertó al día siguiente para darse un baño y prepararse para la
escuela. Sin embargo, su rutina se vio interrumpida cuando al abrir la puerta
se encontró con Obi-Wan y Yaddle.
—Maestro —saludó Anakin a Obi-Wan—. Maestra Yaddle —saludó
haciendo una reverencia. Obi-Wan hizo una pequeña mueca.
—Anakin, entra —dijo Obi-Wan. Anakin asintió y los tres
entraron, sentándose en círculo sobre una alfombra en el centro de su pequeña
habitación.
—Maestro, llegaré tarde a clase debido a esta interrupción
—advirtió Anakin. Obi-Wan se removió incómodo. Yaddle se dio cuenta de su
incomodidad y mostró una leve sonrisa.
—Anakin, ¿por qué ocultas tus habilidades a tus maestros en
tus clases? —preguntó Obi-Wan, yendo directo al grano.
—Nunca he hecho tal cosa. De hecho, ya te había dicho que mis
habilidades superaban por mucho a las de los niños de mi clase, y me dijiste
que no podías hacer nada al respecto debido a las reglas que debemos seguir.
»Tampoco me he negado a mostrar mis habilidades a mi maestro,
simplemente no quería que un montón de niños se agolparan a mi alrededor. Lo
hago por su propio bien, ya que mis habilidades solo interferirían con su
aprendizaje. Nuestra experiencia de vida y conocimientos no son los mismos
—explicó Anakin detalladamente.
—Cuando me lo dijiste, revisé tus evaluaciones, pero eran
promedio —se quejó Obi-Wan.
—¿Maestro, me culpas por no haber verificado los datos que
obtuviste? —preguntó Anakin levantando una ceja. Obi-Wan parecía no saber qué
decir. La maestra Yaddle volvió a mostrar una leve sonrisa.
—Caballero Kenobi, primero comprobemos las cosas —dijo Yaddle
tanto como consejo como para poner fin a la discusión. Obi-Wan se mostró algo
avergonzado.
—Anakin, muéstranos lo que estabas haciendo cuando tu maestro
de clases entró a tu salón —dijo Obi-Wan.
—Ah, él lo notó. ¿Un Jedi sensor? —preguntó Anakin con
curiosidad.
Anakin pensó que eso podría serle útil, por su gran afinidad
con la Fuerza. Su principal talento era su extraordinaria percepción. En los
recuerdos de Xión, Anakin no confiaba plenamente en la Fuerza y había rechazado
esta ventaja, pero ahora no pretendía hacer lo mismo. Él aceptaría visiones,
presentimientos y todo lo que pudiera brindarle una ventaja. Incluso
practicaría la curación y el movimiento espacial. Todas las ventajas que
pudiera obtener serían pocas.
Yaddle simplemente asintió. Anakin suspiró mentalmente por su
falta de colaboración, pero metió la mano en su bolsillo y sacó cien perlas,
colocándolas en órbita a su alrededor. Una de las esferas cayó de inmediato y
Anakin la volvió a levantar. Obi-Wan tocó una de las esferas, que salió de su
órbita y luego regresó a ella.
—Anakin, ¿cómo haces eso? —preguntó aturdido.
—Convoco a la Fuerza a mi alrededor y le pido que sostenga
las esferas por mí, así no tengo que concentrarme en ellas y mi mente está
libre para otras tareas más importantes. Esta es una habilidad en la que he
estado pensando, pero por ahora solo está en sus inicios. Debería ser capaz de
sostener unas diez mil esferas para que esté completa —explicó Anakin.
Yaddle tomó una esfera que cayó y la hizo flotar haciendo
círculos alrededor de su mano. A Anakin le había llevado una semana lograr eso.
La experiencia definitivamente marcaba la diferencia. Obi-Wan también intentó
imitarla, pero la esfera se tambaleó y cayó. Era mejor que cuando Anakin lo
intentó por primera vez, pero no mucho.
—Maestro, tu control de la Fuerza apesta —dijo Anakin.
Obi-Wan lo miró molesto y no volvió a intentar mantener la esfera en órbita.
—Es una interesante aplicación de la Fuerza. Me gustaría ver
el uso completo de esta habilidad —dijo Yaddle. Anakin asintió y Yaddle le hizo
un gesto de aprobación a Obi-Wan. Obi-Wan lo miró a él.
—Anakin, a partir de hoy, no tendrás que regresar a las
aulas. Yo me encargaré de impartirte las enseñanzas. ¿Estás de acuerdo?
—preguntó Obi-Wan.
—Maestro, eso sería bueno y menos aburrido. En el último mes,
incluso he sentido la necesidad de participar en algunas de las cosas que dicen
los niños en clase —confesó Anakin. Obi-Wan hizo una mueca.
—Anakin, ¿por qué no hablas con tus compañeros de clase?
—preguntó Obi-Wan con un suspiro.
—Maestro, si lo metieran en un salón con un montón de
infantes, ¿sentiría la necesidad de hablar con ellos? —preguntó Anakin.
—No…
—Y eso que usted es una persona sociable. Yo ya soy un
asocial, y me resulta difícil relacionarme con los adultos. Fingir que me
interesan los asuntos de unos niños solo para iniciar una conversación con
ellos es demasiado para mí —dijo Anakin con sinceridad. Obi-Wan lo miró de
arriba abajo. Anakin supuso que diría algo en respuesta, pero Yaddle
interrumpió.
—Padawan Anakin, pareces estar interesado en las habilidades
de un Jedi sensor, y podría clasificarme como una. A partir de ahora, puedes
asistir a las clases que imparto como mi ayudante —ofreció Yaddle.
Anakin asintió rápidamente, aunque entendió que esta era una
propuesta para intentar que se relacionara con otros iniciados. A él no le
importaba, ya que realmente necesitaba conocer más sobre las habilidades de un
Jedi sensor, porque esta habilidad le brindaría una mayor ventaja contra
Palpatine.
—Muy bien, entonces comencemos —dijo Yaddle levantándose.
…
Un mes después, Anakin ingresó a una clase práctica impartida
por el Maestro Yoda, siguiendo a la Maestra Yaddle, quien les mostraría a los
niños una representación gráfica de una pareja de trolls. Anakin se divirtió
pensando en eso mientras observaba a los pequeños mocosos…
El corazón de Anakin dio un salto al ver a una de las niñas,
un bebé de unos cuatro años de edad de la especie togruta, con su distintiva
pigmentación blanca en el rostro y la piel naranja. Anakin miró a Yaddle a su
lado, que caminaba hacia Yoda como si nada, y el Maestro Yoda le daba la
bienvenida. Él no disimuló su sorpresa, no había forma de que estos dos Jedi
sensores no se dieran cuenta de su reacción.
Anakin ya se había delatado, así que no ocultó su mirada
hacia la bebé, Ahsoka. Por supuesto, los Jedi normales eran reclutados a una
edad temprana, y esta pequeña Ahsoka debía tener al menos unos cuatro años.
Ella era Ahsoka. Ahsoka Tano, la Ahsoka de las Guerras Clon.
Xión era fan de Star Wars desde las primeras tres películas,
pero no le gustaban ninguno de los personajes originales, excepto R2D2. Luego
llegaron las precuelas y su personaje favorito fue Anakin, y Darth Vader. Pero
fue por Anakin que le gustaba Darth Vader. Sin Anakin, Darth Vader le daba
igual. Obi-Wan tampoco estaba mal, y se convirtieron en sus dos personajes
favoritos.
En cuanto a los personajes femeninos, no le gustaba ninguno,
y tampoco sentía atracción por las twi’leks y las togrutas como Shaak Ti, que
despertaban ciertos instintos bajos en otros fans. Por eso, al terminar la saga
de las precuelas y comenzar The Clone Wars, solo quería ver a Anakin y a
Obi-Wan.
Ver a los otros Jedi era genial, pero ellos eran sus
favoritos, y eran a quienes Xión esperaba ver en primer lugar en la película de
presentación de la serie, y así fue. El problema fue que después de una breve
introducción, apareció un pequeño bicho naranja y parlanchín que se aferró a su
personaje favorito como una garrapata. Era mal educado, hablaba mal y era
presumido…
Era una criatura terrible, y se llamaba Ahsoka Tano. Xión
había mandado todo al diablo, pensando que era otro personaje femenino
insoportable. No había ninguno de esos en Star Wars hasta ese momento, al menos
ninguno que no tuviera su contraparte masculina, como Luke y Leia, pero estaba
seguro de que este pequeño bicho naranja llamado Ahsoka Tano sería el primero
de su tipo.
Aun así, apagando la parte de su cerebro que veía al pequeño bicho
naranja parlanchín, Xión siguió mirando hasta que, unos minutos más tarde,
parpadeó cuando el pequeño bicho naranja se convirtió en una persona. Una
persona más real que cualquier otro Jedi, dándole la misma impresión que Anakin
tuvo cuando apareció por primera vez.
Al terminar de ver la película, Xión tenía tres personajes
favoritos de Star Wars, y al finalizar la primera temporada, Ahsoka ya estaba
al mismo nivel que Anakin. Luego, al concluir The Clone Wars, sin ninguna duda,
Ahsoka era su personaje favorito en todo Star Wars. Xión amaba a Ahsoka porque
Ahsoka era Anakin, pero un Anakin que logró avanzar sin caer. Donde Anakin
falló, Ahsoka se hizo más fuerte y decidida. Ella era lo que Anakin nunca
podría ser. Era humana, como Anakin, pero también era una heroína sin igual.
Xión nunca perdonaría lo que le hicieron a sus dos personajes
favoritos, pues convirtieron a Anakin, en un absurdo, y a Ahsoka en una
criatura amargada y fría.
Anakin parpadeó. Los pensamientos de Xión sobre él mismo le
incomodaban, pero sonrió al mirar a la bebé Ahsoka.
Ahsoka Tano. Anakin se sentía identificado con ella, solo por
verla en los recuerdos de Xión, y él no se negó a compartir estos sentimientos,
porque la fuerza ya la hacía alguien cercano a él, y él no la rechazó, Anakin
no iba a ser como los Jedi. Él quería ir a abrazarla y pedirle un autógrafo,
pero eso le causaría terror, y Anakin no quería molestarla. Además, él tenía
cosas que hacer, así que se apresuró a ayudar con las herramientas de la clase,
que eran ladrillos, mientras Yaddle y Yoda, el par de trolls verdes que lo
observaban atentamente mientras miraba a Ahsoka, daban la introducción a la
Fuerza para la clase práctica.
Por lo que escuchaba, Anakin esas palabras eran para dar
confianza a esos niños y alejar las dudas de sus mentes. Las dudas eran un gran
enemigo para un Jedi, eran las dudas las que limitaban su poder. Por eso los
irrazonables Sith también podían obtener un gran aumento en sus habilidades al
sobrecargar sus emociones y despejar sus mentes de cualquier duda. Ellos
alzaban la mano y proclamaban los resultados al mundo. Pero estos niños no eran
Sith y tendrían que avanzar poco a poco mientras se conocían a sí mismos y
despejaban su mente de dudas.
Yaddle y Yoda comenzaron la práctica y entre los dos
realizaron algunos malabares para relajar a los niños, mientras les entregaban
tres ladrillos a cada uno y les pedían que los levantaran con la telequinesis.
Los niños levantaron el primer ladrillo con cierta
dificultad, algunos levantaron dos… Ahsoka tenía problemas con el segundo
ladrillo y el primero se le cayó al suelo. Ella estaba nerviosa…
Anakin miró a un niño que había levantado dos ladrillos y
estaba intentando levantar el tercero, pero eso no fue la razón por la que
observó a esa criatura salida del infierno. Lo que lo hizo mirar fue que esa
pequeña bestia gris con cara de pescado se estaba riendo de Ahsoka, y eso la
hizo sentir avergonzada.
“Este pez se cansó de vivir”, pensó Anakin con ira, pero
respiró hondo para calmarse, ya que ambos trolls percibieron sus emociones y no
le permitirían dañar al bicho gris.
Anakin sacudió la cabeza en su mente. Eso era una sobrecarga
emocional, y él dejó ir todo con la Fuerza y sus ganas de trinchar al pescado y
hacerlo a la parrilla se desvanecieron.
“Entiendo”, pensó Anakin. Hasta el momento, él no se había
encontrado con alguien que le gustara demasiado, ya que él era Anakin y cuidaba
de sí mismo con esmero. Los sentimientos de Xión no le afectarían si eran por
él mismo. Obi-Wan estaba bien, y aunque había hecho amistad con Padmé y
confiaba en ella, además de que era la persona que mejor lo conocía en este
mundo, no era alguien con quien compartiera intereses o se sintiera
identificado. Pero esta era Ahsoka Tano. Ella era un icono para Xión y tenía fuertes
sentimientos por ella, igual que él por su madre. Esta era una verdadera prueba
de control, y él ya había fallado un par de veces…
Ahsoka volvió a perder el control y los niños de la clase se
rieron al ver lo nerviosa que estaba.
“Estos niños deben ser Sith infiltrados”, pensó Anakin, y ya
no pudo soportarlo más. Si no intervenía, él iba a hacer algo muy feo con estos
engendros de niños.
—Maestra Yaddle, ¿puedo ayudar? —preguntó Anakin haciendo una
reverencia para intervenir por primera vez en una clase desde que era el
ayudante de Yaddle.
Yaddle, que estaba ayudando a un niño dándole algunos
consejos, asintió con calma.
Anakin no esperó a que le dijeran a quién ayudar y se dirigió
directamente hacia Ahsoka. Él se arrodilló frente a ella y ella lo miró
parpadeando con sus grandes ojos azules. Era el bebé más lindo que Anakin había
visto en su vida, pero sacudió la cabeza en su mente.
—Hola, Ahsoka. Soy el ayudante de la Maestra Yaddle —dijo
Anakin, tomando un ladrillo—. ¿Quieres aprender un truco? —preguntó Anakin con
una sonrisa. Ahsoka parpadeó y Anakin decidió que era un sí, por lo tanto,
asintió y le mostró el ladrillo.
—Mira, es un ladrillo común —dijo Anakin, mostrando el
ladrillo por todas partes—. Parece un ladrillo común —dijo Anakin y probó su
peso—. Pesa como un ladrillo común —lo lanzó al aire y luego lo atrapó—. Tiene
la misma capacidad de vuelo que un ladrillo común —dijo y, con un rápido
movimiento, golpeó en la cabeza al niño pez que estaba al lado de Ahsoka, el
mismo que se había reído en primer lugar y ahora prestaba atención a la
explicación de Anakin.
El niño pez parpadeó al darse cuenta de que Anakin lo había
golpeado.
—Parece que también golpea como un ladrillo común —dijo
Anakin, y el niño pez volvió a parpadear, pero Ahsoka se rio.
—No me golpeó —dijo el niño pez con confusión, mientras
tocaba su frente. Anakin frunció el ceño y le dio otro golpe al niño pez, quien
tampoco pudo defenderse esta vez.
El golpe sonó fuerte y algunos niños voltearon a ver. El niño
pez se asustó por el ruido y se apresuró a tocar su frente, pero estaba bien.
Ahsoka también lo miró confundida, porque el golpe había sonado fuerte, pero el
niño pez no parecía haber sufrido daño. Anakin también miró de cerca y luego
miró el ladrillo.
—Este ladrillo está defectuoso, permíteme usar otro —dijo
Anakin tomando otro ladrillo—. Para evitar contratiempos, esta vez nos
saltaremos las pruebas e iremos directo al truco —dijo Anakin, y el niño pez y
Ahsoka prestaron atención.
Anakin sostuvo el ladrillo entre sus dos manos y después las
separó, y el ladrillo flotó en el aire.
—¡Magia! —declaró Anakin. El niño y Ahsoka parpadearon.
—No es magia, es la Fuerza —dijo Ahsoka.
—No es magia, es la Fuerza —dijo el niño pez. Anakin lo ignoró
y miró a Ahsoka frunciendo el ceño, mientras sostenía el ladrillo.
—No, lo que ustedes hacen es la Fuerza, lo que yo hago es
magia —aseguró Anakin, y señaló su cabeza—. Lo que ustedes hacen viene de aquí,
lo piensan y lo intentan, entonces puede que lo logren o no. Lo que yo hago
viene de aquí —dijo señalando su corazón—. Y mi corazón no piensa, solo lo
hace, por eso es magia —sentenció Anakin—. Miren —dijo y cerró los ojos,
volteando la cabeza hacia otro lado y dejando caer el ladrillo, que flotó
frente a él.
Los niños no entendieron, y Anakin volvió la cabeza. Era muy
difícil explicarle a unos niños que no debían intentar usar la Fuerza, ellos
debían usarla, porque la Fuerza era parte de ellos, como sus manos. Ellos no
intentaban usar sus manos, ellos las usaban. Intentar usar sus manos era algo
que solo alguien discapacitado pensaría. Anakin pensó unos segundos, luego
sonrió.
—Ahsoka, mira —dijo Anakin y aplastó el ladrillo entre sus
manos, pero en lugar de estallar o convertirse en polvo, se transformó en
muchas pequeñas tablas finas que formaron un círculo. Luego cambiaron de forma
y se convirtieron en una flor, después en un gran felino poligonal, un perro,
un gato, nuevamente una flor y luego un gato, mientras los fragmentos se
acercaban a las manos de Ahsoka. Anakin permitió que sus manos se unieran a las
suyas.
—¿Qué quieres que sea ahora? —preguntó Anakin.
—Un gato grande —dijo Ahsoka y los fragmentos formaron un
gato esponjado—. Una casa, una flor, un círculo… —ella se concentró en las
figuras y continuó ordenando cambios, mientras el niño pez se reía y ella se
emocionaba aún más. Pero el niño pez dejó de reírse repentinamente y Ahsoka
demandó cinco cambios más antes de mirar qué había sucedido.
Ahsoka alzó la vista para ver a los niños a su alrededor
mirándola con asombro. Ahsoka lo miró a él sin comprender, hasta que Anakin
levantó las manos y Ahsoka dirigió su mirada hacia la flor que sostenía entre
sus manos, utilizando los fragmentos y su propia telequinesis.
—Tú también puedes hacer magia —dijo Anakin con una sonrisa.
Ahsoka se sorprendió y la flor poligonal se deshizo y cayó al
suelo. Anakin extendió la mano y las múltiples láminas pequeñas volaron hacia
él, volviendo a formar un ladrillo en su mano. Anakin le lanzó el ladrillo a
Ahsoka, quien lo suspendió en el aire levantando su mano con decisión.
No había dudas en los ojos de Ahsoka cuando miró sus otros
dos ladrillos y utilizó su otra mano para levantarlos con telequinesis. Luego
sonrió, descartó dos ladrillos sin darles importancia y se quedó con uno para
aplastarlo…
—¡No, espera!... —el ladrillo se deshizo en polvo.
Por supuesto, cambiar la estructura de una masa de material
requería más que telequinesis. Ahsoka tosió con el rostro lleno de polvo. El
niño pez, que se había acercado más, también estaba cubierto de polvo y después
de parpadear, comenzó a reírse.
Ahsoka observó el aspecto de ella misma, el de Anakin y el
del niño pez, y también se echó a reír. Anakin suspiró y extendió la mano para
reunir todo el polvo y reformar el ladrillo.
—¡Magia! —exclamó Ahsoka y Anakin asintió, dividiendo
nuevamente el ladrillo en esferas pequeñas.
Los niños a su alrededor no pudieron contenerse y corrieron
para acercarse. Con Ahsoka comprendiendo que la Fuerza era parte de ella y
realizando una multitud de trucos, los demás niños siguieron su ejemplo y
pronto los ladrillos flotaban por todas partes, superando incluso a la antigua
clase de Anakin.
…
Después de tres horas, la clase terminó, pero los niños
seguían entusiasmados y ayudaban a Anakin a recoger los ladrillos. Sin embargo,
el niño pez encontró el ladrillo que lo golpeó dos veces y que Anakin había
descartado por estar averiado. El niño pez lo levantó y lo examinó por todas
partes, pero no encontró nada extraño.
Los otros niños también recordaban que el ladrillo le había
golpeado dos veces sin hacerle daño y observaron con interés. Finalmente, el
niño pez decidió probar golpeándose él mismo en la frente con el ladrillo.
—¡Ay! —chilló cuando el ladrillo dejó una marca roja en su
frente y seguramente se le formaría un chichón.
Ahsoka y los demás niños se rieron al ver que habían sido
engañados, y el niño pez se olvidó de su dolor y se rio con ellos. Anakin,
quien fingía recoger ladrillos pero tenía toda su atención en el niño pez,
sonrió satisfecho, ya que el niño había recibido su merecido. Anakin no podía
golpear a un niño, pero el niño podía golpearse a sí mismo y nadie le
reprendería por la falta de luces del mocoso.
Yaddle, que esperaba a Anakin junto al maestro Yoda, esbozó
una pequeña sonrisa. Yoda no aprobaba la venganza, por lo que masticó su saliva
con evidente decepción, aunque no le reprendió, ya que sabía que Anakin negaría
todo de forma descarada. Anakin se apresuró a guardar el resto de sus cosas y
se despidió de los niños con una reverencia…
Ahsoka lo abrazó y Anakin parpadeó. Luego sonrió y le dio
palmaditas en la espalda. Pero luego los otros niños también lo abrazaron y a
Anakin le dio un tic en el ojo.
«Aléjense de mí, montón de bichos feos», reprendió Anakin en
su mente y se apresuró a alejarse con propiedad hacia los dos trolls verdes,
que parecían tener algo que decirle. Anakin se preguntó si recibiría un sermón
sobre los apegos.
…
—Transmutación de materia —dijo el maestro Yoda mientras
caminaban. Anakin hizo una mueca.
—No, yo diría reorganización de materia. La transmutación
requeriría una manipulación a nivel atómico y lo que hago es simplemente una
consecuencia de la técnica que estoy desarrollando. Además, aún se me dificulta
la reorganización de la materia, ya que depende de la densidad y consistencia
del material. La arcilla es fácil de manipular, pero los metales, mejor ni
hablar —explicó Anakin.
—¿Has dominado por completo la habilidad que estabas
practicando? —preguntó Yaddle. Anakin asintió.
—Reorganizar materia viva, fácil sería, según tu descripción —acusó
Yoda.
—Solo alguien sin conocimientos en biología y genética diría
eso —dijo Anakin—. La materia viva tiene sus propias reglas, no puedes
simplemente moldearla y darle forma como si fuera arcilla, eso daría resultados
espantosos —añadió Anakin, mirando al maestro Yoda con desagrado por haber
sugerido esa idea. Yoda ignoró su incomodidad y siguió caminando. Este troll
verde creía que podía molestarlo sin enfrentar consecuencias.
—Por supuesto, intentar reorganizar materia viva sería una
idea muy insensata, especialmente cuando puedes influir en la Fuerza para que
lo haga por ti —dijo Anakin, y el troll verde se sorprendió tanto que dio un
paso en falso.
“Sigue molestando y morirás antes de tiempo”, pensó Anakin
con satisfacción. Yoda notó la sonrisa en su rostro y comprendió que lo habían
troleado. El maestro Yoda lo miró con algo muy parecido a la ira.
—Tienes conocimientos profundos, joven padawan —intervino Yaddle
rápidamente para evitar una pelea—. ¿Cómo aprendiste la reorganización de
materia? Eso va más allá de la telequinesis.
—Mi maestro me lo enseñó —respondió Anakin.
—Obi-Wan no posee ese tipo de conocimientos —murmuró Yoda de
mal humor, su casi infarto le había dejado con las emociones descontroladas.
—Él conocía los fundamentos, y mi imaginación hizo el resto
—explicó Anakin.
Anakin también le había enseñado a Obi-Wan, pero Obi-Wan
sabía que la reorganización de materia era algo cercano a ser tabú y no era
bien visto. Lamentablemente, Obi-Wan no podía borrar lo que había aprendido de
su mente, por lo que tendría que vivir con ese conocimiento.
Saber que uno de los caballeros jedi más apegados al código
había aprendido algo que desafiaba las reglas seguramente alteraría las
emociones de Yoda nuevamente, pero Anakin guardaría eso para decírselo en otra
ocasión cuando Yoda viniera a molestarlo con tonterías. Por ahora, él sonrió
con malicia.
Yoda no pasó por alto esto y pudo percibir que Anakin tenía
más recursos a su disposición, lo cual generó un destello de temor en sus ojos.
—Padawan Anakin, es difícil hacer que los iniciados
comprendan que la fuerza es parte de ellos. Incluso algunos caballeros jedi no
lo entienden y siguen viendo a su mayor aliado como algo externo a ellos mismos
—dijo Yaddle. Anakin era consciente de esto y asintió.
—Lo he notado. Aunque son traídos aquí a una edad temprana,
los iniciados ya tienen nociones de lo que es un ser vivo y ven la fuerza como
algo externo y extraño —dijo Anakin. Él sabía esto, por lo que decidió
brindarle un enfoque adicional a Ahsoka para que no tuviera problemas al
practicar con la Fuerza.
—Importante la niña para ti es. Facilitarle el camino has querido
—dijo Yoda. Anakin percibió que esto era una declaración neutral, incluso se podría
decir que estaba de acuerdo.
—Ella será la más grande de todos los jedi, la única persona
a la que admiraré en este mundo —dijo Anakin sin ocultar nada. Tal vez esa
declaración alejaría a Ahsoka de él, pero quizás sería lo mejor.
Yaddle asintió y Yoda masticó su saliva, probablemente
conteniendo algún comentario sobre la imprevisibilidad del futuro.
—Entiendo —dijo Yaddle—. Tu conexión con ella es profunda, incluso
ha superado el idioma —agregó.
Anakin parpadeó. El niño pez repetía todo lo que decía
Ahsoka, pero no era solo para llamar la atención, él no entendía lo que ella
decía. Superar la barrera del idioma requería más que una simple admiración,
era más como un vínculo, y para que funcionara, ella debía aceptarlo. Entonces,
a ella también le agradaba…
—Bueno eres enseñando —alabó Yoda, haciendo sonar todas las
alarmas en la mente de Anakin. Frunció el ceño y el suspiro abatido de Yaddle
confirmó todo lo que necesitaba saber.
—¡Ni hablar! ¡Absolutamente no! —reprendió Anakin. No había
forma de que lo obligaran a dar clases a un grupo de niños.
Yaddle miró a Yoda con el ceño fruncido y Anakin comprendió
que ella estaba tramando algo, pero Yoda arruinó sus planes. Anakin miró
amenazadoramente a los dos maestros. Yoda masticó su saliva, pero Yaddle
sonrió.
—Padawan Anakin, el Caballero Obi-Wan ha dicho que quieres un
laboratorio y acceso a la holonet —dijo Yaddle.
Esta vez fue Anakin quien dio un paso en falso al darse
cuenta de que estaban intentando sobornarlo. Yoda suspiró. Anakin estaba
indeciso. Él había rechazado la propuesta, por lo que su dignidad se vería
afectada si retrocedía por un soborno…
—Quizás debamos dividir esta negociación en partes —amenazó Yaddle.
—¡Acepto! —exclamó Anakin. Después de todo, su dignidad no le
proporcionaría un laboratorio ni acceso a la holonet, cosas que necesitaba para
empezar a construir algunos artefactos y obtener ventajas tecnológicas. Yaddle
aceptó satisfecha.
…
Con el trato hecho, en un mes Anakin tenía su laboratorio y
acceso a la holonet. Él también cumplió su parte del trato, aunque no fue tan
fácil como enseñar al grupo de Ahsoka, con la que él tenía una relación
especial. Sin embargo, había hecho buenos avances y, tras varias repeticiones,
los iniciados más jóvenes ya no estaban en su lista. Él siguió con los de su
misma edad, luego los adolescentes y, por último, los padawan y los jedi más
obstinados.
Según la edad de sus discípulos, Anakin utilizaría métodos
más exigentes, pero eso sería en el futuro. Por ahora, él tenía una cita con
Palpatine, quien había cumplido su palabra y logrado que el Consejo Jedi le
permitiera visitarlo.
…
—Senador —saludó Anakin con una reverencia respetuosa al
entrar en la oficina de Palpatine, siendo guiado por su asistente, una especie
de demonio azul. En este mundo, la gente no le daba mucha importancia a los
cuernos.
—¡Anakin! —exclamó Palpatine con alegría al verlo—. Por
favor, pasa —dijo levantándose de su sillón detrás de un gran escritorio.
Anakin se acercó y Palpatine le tendió la mano. Anakin la estrechó y observó la
oficina, que tenía algunas plantas y una decoración sutil. No era lujosa, pero
cada detalle era de alta calidad, lo que implicaba que Palpatine era muy
adinerado.
—No está mal —dijo Anakin sinceramente—. No es mi estilo
pasar el día en una oficina, pero esto es genial —añadió, observando las
decoraciones y las vistas de la ciudad detrás del escritorio de Palpatine.
—Tengo algunas comodidades —admitió Palpatine con una
sonrisa, mirando la ciudad junto a él—. A diferencia de ti, me han dicho que la
vida de un jedi es austera, ya que no se les permite tener posesiones —comentó
Palpatine. Anakin descartó sus palabras con un gesto.
—Son detalles menores que solo preocupan a aquellos de baja
inteligencia. Yo tengo mi propio laboratorio porque soy un prodigio —dijo
Anakin—. Aunque obtener financiamiento será un desafío —añadió levantando una
ceja con una expresión insinuante. Palpatine sonrió, pero no cedió a su intento
de obtener dinero de él.
—Si ya te han proporcionado un laboratorio, supongo que
también tienes equipos. ¿Para qué necesitas dinero entonces? —preguntó
Palpatine con interés.
—Los jedi no comprenden la necesidad de avances científicos.
Para ellos, un laboratorio se limita a crear chips y programas, lo cual es una
tragedia para el desarrollo del conocimiento —explicó Anakin, dejando el tema
de lado—. ¿Y qué hacen en este lugar además de gritarse como mercenarios
borrachos? —preguntó Anakin, resignándose a no obtener dinero. Palpatine
asintió y volvió a su escritorio para darle una lección magistral sobre el
funcionamiento del Senado.
…
—Entonces, en realidad no somos una democracia —dijo Anakin,
comprendiendo muchas cosas sobre este mundo.
Eran pocos los mundos de la República que empleaban el voto
popular para elegir a sus gobernantes, y los senadores del Senado Galáctico
eran designados a dedo. La democracia solo se aplicaba en las votaciones del
Senado, lo que explicaba por qué fue tan fácil para Palpatine autoproclamarse
emperador y también por qué siempre había oposición en su gobierno.
—¿Te parece mal? —preguntó Palpatine.
—La democracia y la libertad están sobrevaloradas, al igual
que otros principios. La gente no sabe lo que quiere —dijo Anakin con
sinceridad—. El orden es preferible al caos que antes presencié —agregó—. En
general, parece que vivimos en una galaxia pacífica donde un pequeño ejército
sería suficiente para mantener el orden. El principal problema en esta galaxia
es la desigualdad. Es extraño que nadie haya aprovechado eso para iniciar una
rebelión, pero supongo que en este momento eso no tiene sentido para mí.
Debería concentrarme en mí mismo —concluyó pensativo. Palpatine lo miró con
interés.
—Parece que tienes tus propios planes —dijo Palpatine. Anakin
se recostó en su asiento y encogió los hombros.
—Puedo sentir el peligro acercarse. Algunos maestros jedi
también, pero ellos lo ignoran todo y no creen en sus visiones del futuro. No
estoy de acuerdo con eso, y no voy a morir por su negligencia. Me tomaré en
serio mis propias percepciones de la realidad —dijo Anakin.
—Interesante —dijo Palpatine con curiosidad—. Ya había oído
hablar de que los jedi pueden ver el futuro. ¿Podrías ver el mío? Sería útil
para mi trabajo en el Senado —propuso Palpatine. Anakin rodó los ojos.
—Senador, no soy un mago de espectáculos, y la Fuerza no es
magia. Está vinculada a las personas. Si hay peligro en la galaxia, puedo
sentirlo porque la Fuerza nos rodea a todos. Incluso puedo sentirlo si hay un
peligro inminente cerca de mí. Pero la Fuerza no otorga poderes mágicos ni
permite ver el futuro a voluntad.
»Por lo tanto, planes como ganar la lotería usando la Fuerza
o predecir eventos políticos están condenados al fracaso. Aunque si la persona
a la que se mira tiene una gran afinidad con la Fuerza y no sabe cómo ocultar
su presencia, podría hacerse algo similar a lo que menciona.
»También he oído hablar de algunos rituales de otras órdenes
de usuarios de la Fuerza, pero si menciona algo así en el Templo Jedi, el
Maestro Yoda se pondría furioso, siempre está detrás de mí dándome consejos
tontos —dijo Anakin con fastidio—. En fin, ya conseguí mi laboratorio, aunque a
un precio alto y desagradable. Pero ahora necesito dinero y he descubierto una
laguna en las reglas para obtenerlo —dijo Anakin mirando al senador con una
sonrisa—. Si me ayuda y nos descubren, es posible que el Maestro Yoda le
visite, junto con la encantadora presencia del Maestro Windu.
»Pero si las cosas se tuercen en el futuro, como creo que
sucederá, puedo asegurarme de que usted este a salvo —propuso Anakin—. Le
aseguro que si las cosas se tuercen tanto como advierte la Fuerza, nadie en
esta galaxia estará seguro —añadió con seguridad.
—Bueno, meterme con el Consejo Jedi podría significar el fin
de mi carrera política —dijo Palpatine sopesando las opciones—. Pero mi vida
también es valiosa para mí —dijo pensativo. Luego sonrió—. Aunque podría
hacerlo si cierta senadora recibe algunos buenos consejos sobre mí —propuso
Palpatine. Anakin lo miró como si fuera estúpido.
—Senador, Padmé ya tiene una opinión formada sobre usted y lo
considera una persona ambiciosa que sacará provecho de cualquier situación. En
cambio, ella me considera su amigo y aunque no esté de acuerdo con mis ideas,
ella cree que todavía tengo salvación.
»Sin embargo, si hablo bien de usted, a quien ella considera
una causa perdida, en realidad sería como hablar mal de mí y también me ganaría
su enemistad. Padmé es una persona decidida y no teme trazar líneas claras. Si
no lo ha notado, ella puede ser extremadamente implacable y yo no quiero perder
amigos, sino ganarlos —explicó Anakin. Palpatine suspiró con pesar.
—Mi joven amigo, temo que tienes razón. Creo que me hubiera
ido mejor con ella uniéndome a aquellos a quienes ella criticaba ese día —se
quejó Palpatine. Anakin asintió en acuerdo.
—Bueno, no ha perdido del todo. La fama de Padmé puede
brindarle apoyo político, y ella no le odia. Simplemente no moverá un dedo para
apoyarlo. Usted puede aprovechar su fama y la situación en Naboo, como lo ha
hecho hasta ahora. Además, si me apoya en mi empresa, obtendrá un respaldo
sólido en situaciones problemáticas. Podríamos decir que sería una asociación
50-50 —dijo Anakin. Palpatine volvió a reflexionar, sosteniendo su barbilla.
—Mi joven amigo, como pensé, tienes un don para la política
—elogió Palpatine. Anakin lo miró con espanto y Palpatine se rio—. ¿Puedo saber
cuál es tu propuesta sin comprometerme? —preguntó Palpatine.
Anakin asintió y sacó una unidad de información que le
entregó a Palpatine. Palpatine la tomó y la introdujo en su terminal.
…
Veinte minutos después, Palpatine había terminado de revisar
todo.
—¿Un libro? —preguntó Palpatine como si esperara algo más
escandaloso.
—No me mire a mí, yo solo quiero dinero para asegurar mi
propio futuro y el de las pocas personas que me caen bien o que podrían caerme
bien en el futuro —dijo Anakin mirando a Palpatine—. Soy la víctima aquí
—añadió con un suspiro.
—¿Significa eso que no somos amigos? —preguntó Palpatine con
decepción en su voz.
—Senador, las palabras bonitas no son suficientes para hacer
amigos. Si fuera así, el Maestro Yoda sería mi mejor amigo. Las acciones son lo
más importante y las de él siempre me causan molestias —se quejó Anakin con
sinceridad. Palpatine se rio.
—Quieres que publique este libro y done sus ganancias a tu
laboratorio —dijo Palpatine.
—El libro tiene potencial, pero como todo en la vida,
necesita un respaldo adecuado, y su imagen en este momento es muy popular.
También la de Padmé, pero ella entiende poco de negocios y seguramente me
delataría ante el Consejo, arruinando mis planes y poniendo en riesgo mi propia
vida. Ella es una gran amiga, pero no piensa en los beneficios y eso es algo
terrible. No quiero que me pase lo mismo que a usted —dijo Anakin, y Palpatine
hizo una mueca.
—Sí, debí limitarme a gritar también —se quejó Palpatine—.
Está bien, como has dicho, parece tener potencial. Terminaré de leerlo y luego
nos reuniremos de nuevo. Anakin asintió.
—Compartiré el treinta por ciento de las ganancias para el
pago de editores o cualquier otra cosa, pero la historia es inamovible y no se
agregarán personajes ni ideas. El editor solo es una formalidad. Si se hacen
películas o juegos, me reservo el derecho de aprobación, así que debes asegurar
un buen respaldo legal en todos los aspectos. Debe tener esto en cuenta si
aceptas mi propuesta —dijo Anakin.
—Lo tendré en cuenta —dijo Palpatine, y la reunión no duró
mucho más.
…
Mientras regresaba al templo, Anakin pensó que su relación
con Palpatine sería la que menos problemas le causara. Anakin podía quejarse de
los Jedi con él, lo cual haría que a Palpatine le cayera mejor.
Los tratos comerciales y ocultos tampoco serían un problema,
sin mencionar la desobediencia a las reglas…
«Soy un mejor candidato para los Sith que el Anakin en los
recuerdos de Xión», pensó Anakin aturdido, pero él también era diez veces más
despreocupado y se encogió de hombros. Él estaba seguro de que el Maestro Yoda
se infartaría si conociera sus pensamientos y Windu sacaría su sable de luz de
inmediato, pero no le importaba.