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Chapter 6 - Capítulo 6 Attack of the Clones Part 2

Capítulo 6 Attack of the Clones parte 2

 

Al día siguiente, Anakin practicaba con su sable de luz, y

Obi-Wan, que no se separaba de él desde el incidente con el Consejo, era su

oponente.

En general, Anakin estaba satisfecho con el estilo de lucha

que escogió, que era el mismo que en las películas en los recuerdos de Xión, pues

en verdad era el que más le convenía. Este estilo usaba la fuerza en todo

momento, y Anakin la tenía de sobra.

Cuando hubo terminado el calentamiento, Anakin fue contra su

maestro, que era capaz con el sable de luz, y romper la forma III, que este

usaba y que a su vez se destacaba por ser la mejor defensa, sería un entrenamiento

apropiado. Por supuesto, él no se esforzaría por completo, porque al igual que

todos los jedi, su maestro era un vago en la práctica con su sable de luz, y

más con su condición física, si Anakin se pusiera serio, le daría una paliza

severa por descuidado.

—Anakin, te he hecho disgustar recientemente —preguntó

Obi-Wan con tono indignado, porque Anakin estaba atacando con fuerza.

—Maestro, tenemos una guerra a las puertas, y has estado

remoloneando en tu práctica con el sable, planeo darte algunos problemas, hasta

que te tomes tus entrenamientos en serio, ya que no puedo obligarte a practicar

—explicó Anakin. Obi-Wan rezumaba impotencia.

—Anakin, no habrá ninguna guerra, y si la hay, vas a matarme

antes de que empiece —se quejó Obi-Wan sobándose la mejilla donde tenía un

pequeño corte quemado, por lo que se había quejado de su brutalidad.

—Maestro sé que tú puedes hacerlo. Con práctica, esquivar

tajos tan cargados de fuerza no requerirá que bloquees con el sable, por favor

continúa —animó Anakin, sonriéndole con malignidad, mientras se preguntaba

cuántas veces Obi-Wan saldría volando antes de aprender a esquivar sus cortes

devastadores, que era lo que lo metía en problemas en la actualidad.

Anakin envistió, mientras Obi-Wan le miraba amenazador.

Obi-Wan detuvo su tajo vertical potenciado, interponiendo su sable solo el

tiempo suficiente para dejarle espacio para hacerse a un lado, y desvió el

resto de la fuerza, volviendo a su defensa. Anakin no detuvo su ataque y lanzó

un golpe lateral, que le fue más fácil esquivar sin hacer mucho contacto.

Anakin se convenció de que la forma V era ideal para él,

porque había estado lanzando tajos potenciados desde el principio y apenas

sentía nada. En cambio, Obi-Wan, que se vio obligado a recibirlos, no podía

ocultar su dolor y el daño que le causaban. Él ya estaba cansado, lo único que

lo mantenía en pie era el orgullo, y después de enviarlo a volar cuando no

pudiera esquivarlo, Anakin planeaba terminar con esto.

Obi-Wan perdió el equilibrio y Anakin cargó su golpe para

mandarlo a volar, pero la puerta de la sala se abrió y Anakin retrocedió,

mientras su maestro suspiraba de alivio.

Anakin supuso que Obi-Wan agradecía no ser visto siendo

enviado a volar por su propio Padawan, pero su rostro pronto lució conmocionado

al ver a la persona que entró. Anakin, que también vio quién era, se apresuró a

enfundar su sable y a ponerse de forma respetuosa detrás de Obi-Wan.

—¡Anakin, no seas descarado! —reprendió Obi-Wan con un

gruñido, porque hacía segundos, Anakin estaba a punto de mandarlo a volar sin

ninguna compasión y ahora lo usaba como escudo ante el peligro entrante.

—Maestro, por favor, cumpla con su deber —dijo Anakin entre

dientes, mientras el Maestro Windu se acercaba a ellos.

Anakin ya no estaba seguro de que haber buscado una sala

vacía fuera una buena idea. Si este tipo pretendía intimidarlos, ni siquiera el

miedo a parecer un matón podría defenderlos, ya que aquí no había nadie. En

cuanto a enfrentar a esta Bestia Parda, él dudaba que incluso el Maestro Yoda

fuera capaz de hacerlo, aunque no se dejaría intimidar con facilidad.

—Maestro Windu —dijeron Anakin y Obi-Wan al mismo tiempo,

saludando con una reverencia respetuosa.

—Caballero Kenobi, joven Padawan —saludó Windu sin pasar por

alto el aspecto cansado de Obi-Wan y su herida en la mejilla.

—Mi Padawan ha tenido algunos progresos recientemente, y me

temo que estoy algo fuera de práctica —dijo Obi-Wan, admitiendo su culpa con

vergüenza.

—No recuerdo que fueras alguien fácil de manejar, parece que

tu Padawan es sobresaliente —dijo Windu mientras sacaba su sable de luz.

Anakin hizo una mueca. “Mierda”, pensó Anakin. Este tipo era

demasiado vengativo.

—Padawan Anakin, es muy difícil ver tus progresos, ya que en

todas las pruebas solo obtienes calificaciones promedio —dijo Windu mientras

revisaba su estado.

—Maestro Windu, todas esas pruebas son para los iniciados y

algunos padawans que buscan un maestro. Yo ya tengo un maestro y estoy

satisfecho con todo lo que me ha enseñado, por lo que esas pruebas no tienen

ningún sentido para mí. Destacar sobre esos niños u otros padawans es

innecesario; dejarlos lucirse es más adecuado —dijo Anakin mientras sacaba su

sable de luz. Windu mostró una sonrisa que no era una sonrisa.

—Padawan Skywalker, tu confianza en tu propia fuerza me

sorprende —dijo Windu de forma amenazante.

—Siempre es un placer sorprenderlo —dijo Anakin, consciente

de que lo que Windu sentía no era sorpresa, él creía que Anakin era arrogante y

por eso le molestaba. Su declaración era una forma indirecta de decirle a Windu

en su cara que le encantaba molestarlo.

—Maestro Windu, Anakin está un poco alterado debido… —Windu

levantó la mano para detener las explicaciones de Obi-Wan, quien parecía

dispuesto a suplicar perdón en su nombre.

—Caballero Kenobi, haznos espacio. Tu padawan no parece

cansado y sus pequeñas provocaciones no me afectan —sentenció Windu, indicando

que seguía en control y que no le cortaría la cabeza por ira, aunque era

evidente que estaba molesto con él y que quería darle una paliza. Él miró a

Anakin—. Padawan, en guardia. No te contengas, no hay otros estudiantes a

quienes tus habilidades superiores puedan desanimar —dijo Windu con sorna.

—Como desee, maestro —dijo Anakin y adoptó la postura de la

Forma V. Windu lo imitó.

Anakin sabía que Windu usaba su propio estilo, pero era

evidente que no se lo tomaba en serio, porque él estaba en la posición de la

forma V.

Anakin sonrió maliciosamente en su mente. Windu quería darle

una paliza, pero sus ganas de hacerlo solo eran la mitad de las de Anakin. Esta

Bestia Parda era la que siempre lo reprendía en el Consejo, ni siquiera

escuchaba explicaciones, solo regañaba sin más. Y ahora, el muy cretino pensaba

que podía detenerlo con facilidad.

Si Windu hubiese adoptado una postura desconocida, Anakin

habría sido muy cauteloso. Pero esa postura era una declaración de que no se lo

estaba tomando en serio, y eso quería decir que su guardia estaba baja. Si

Anakin atacaba con todo, sin duda podría golpearlo varias veces. Aunque esta Bestia

Parda debía ser más fuerte que Dooku, la diferencia no debía ser mucha.

Anakin creía que si Dooku se atreviera a bajar la guardia

ante él, le daría la paliza de su vida. Por lo tanto, este jedi rabioso al

menos debía llevarse un par de golpes.

—¡Anakin, no! —exclamó Obi-Wan, quien lo conocía como si

fuera su hermano, y comprendió de inmediato que no estaba planeando nada bueno.

Anakin lo ignoró y envistió con todo lo que tenía. Windu

parpadeó cuando sus sables chocaron y sintió el impulso de Anakin,

comprendiendo su error de inmediato, pero ya era tarde para cambiar su forma, y

Windu recibió todo el daño del golpe con su fuerza al máximo. Para empeorar las

cosas, Anakin no le permitió retroceder y adoptar una nueva postura de combate.

Él atacó con toda la velocidad, fuerza y agilidad que pudo desatar, y su sable

quemó el costado izquierdo de Windu, seguramente dejando una fea quemadura.

Windu lo miró conmocionado mientras intentaba contener su

fuerza y velocidad con todo su esfuerzo para retroceder y cambiar su forma,

pero estaba atrapado en sus garras y Anakin no le daría piedad de ninguna

manera. Él sabía que cuando Windu se recuperara, le devolvería el favor. Por lo

tanto, Anakin siguió atacando con todo.

Apenas un minuto después de comenzar la batalla, Windu hizo

un movimiento inesperado y en un microsegundo desató un ataque de fuerza que

hizo retroceder a Anakin diez pasos. Anakin no sufrió heridas ni cayó al suelo,

pero cuando volvió a ver a Windu, este ya adoptaba una postura extraña y lo

miraba con furia.

Anakin sonrió y volvió a su postura de la Forma V, observando

el miserable estado de Windu. Él tenía un corte en la mejilla derecha y un feo

golpe en la izquierda, que pronto se convertiría en un gran bulto. En su

costado derecho, tenía un corte y su piel había sido marcada. Pero Anakin

estaba seguro de que lo que más le dolía era haber recibido más de diez ataques

a plena potencia de la Forma V, en la cual él era un especialista, y sabía el

daño contundente que causaba. Sin duda, a Windu le esperaban un par de días de

dolor muscular.

—Padawan, ¡te subestimé! —gruñó Windu, admitiendo su error,

mientras le advertía con la mirada que él también sentiría el mismo dolor,

pronto.

Anakin, quien se había lanzado con todo y aún así había sido

repelido en un minuto, sabía que la Bestia Parda no fanfarroneaba. Pero si

quería golpearlo, más le valía esforzarse.

Dos horas después, Obi-Wan y Anakin caminaban detrás del

Maestro Windu hacia el Consejo Jedi. Windu lucía una mejilla hinchada y parecía

algo cansado. A pesar de esto, caminaba con paso suaves. Detrás, Anakin

presentaba exactamente los mismos golpes que Windu y lucía igual de cansado.

Aun así, Obi-Wan mantenía una leve sonrisa.

—Maestro, soy su Padawan. No debería alegrarse de que un

matón me haya dado una paliza —se quejó Anakin, quien había pasado dos horas

luchando contra Windu y su estilo demoníaco de ataque y defensa, tan veloz y

agresivo como el suyo. Además, este matón también potenciaba sus golpes, y su

control sobre la Fuerza no se podía comparar con el suyo en este momento.

Windu logró acertarle varios golpes e incluso se tomó la

molestia de infligirle los mismos daños que Anakin le había causado, bajo la

excusa de medir sus habilidades. Pero no era más que pura intimidación. Sin

embargo, para satisfacción de Anakin, a Windu le tomó dos horas completar su

venganza y cuando lo hizo, ambos estaban demasiado cansados. Continuar sería

peligroso, por lo que detuvieron el combate.

Anakin estaba satisfecho, ya que a pesar de la brutalidad de

Windu, esto le serviría más que los combates con Obi-Wan. Su futuro oponente

sería Dooku, un desgraciado en la misma escala que Windu, aunque había una gran

diferencia entre ellos. Dooku no era rival para Windu, al menos según lo que él

sabía.

—Padawan, mantén la compostura en tus palabras —dijo Obi-Wan

ampliando su sonrisa de forma descarada.

Al llegar al Consejo, los maestros parpadearon al ver sus

estados lamentables. Sin embargo, como Windu los guiaba personalmente y no

decía nada al respecto, los demás optaron por ignorarlo o fingir que no lo

habían notado, observando la extraña similitud entre sus heridas y las de

Windu.

Una vez que Windu asumió su posición, a Obi-Wan se le asignó

una nueva misión. El Consejo les informó que había habido un intento de

asesinato contra la senadora a la que él conocía, Padmé Amidala, y los

enviarían a protegerla, como lo habían hecho en el pasado. Como nadie le habló

directamente, Anakin se mantuvo en su papel de Padawan de manera obediente. Él no

estaba en desacuerdo con la disciplina, de hecho, valoraba las reglas. Lo que

no le gustaba eran las reglas absolutas, ya que consideraba que todo en este

mundo tenía excepciones.

Por otro lado, sus visiones le confirmaban que la guerra

estaba comenzando y Palpatine estaba moviendo sus fichas para incluirlo en su

juego, acercándolo a Padmé y obteniendo algo con lo que ejercer presión sobre

él, algo que lo alejara del Consejo y lo acercara a él. La Fuerza se lo

advertía y también lo sabía a través de los recuerdos de Xión.

Padmé era una de las piezas que Palpatine planeaba utilizar

en su contra para mantenerlo bajo control. Aunque en una vida pasada lo había

logrado, esta vez no tendría éxito, simplemente porque Anakin ya no era el

mismo y, aunque debía admitir que le gustaba Padmé, no sentía una pasión

desenfrenada que Palpatine pudiera utilizar en su contra.

Anakin podía ver que él y Padmé eran demasiado diferentes y

que lo que admiraban el uno del otro nunca sería suficiente para una relación

sincera, algo que, según los recuerdos de Xión, nunca habían tenido. Sus formas

de pensar eran opuestas.

¿Qué habría pasado si ese Anakin hubiera mostrado quién era

realmente? Según los recuerdos de Xión, Anakin se asustó ante la posibilidad de

que ella lo rechazara y mantuvo oculto todo en lo que creía. Anakin nunca fue

capaz de decirle hasta dónde estaba dispuesto a llegar y todo lo que haría por

ella al entregarle su corazón, pero al final eso ocurrió y, como era de

esperar, ella lo rechazó…

Anakin sacudió su cabeza mentalmente y forzó todos sus

sentimientos fuera de su mente. La guerra se acercaba y su frustración por no

poder detenerla llenaba su mente de pensamientos inútiles.

Después de un baño necesario y un cambio de ropa, Anakin y

Obi-Wan se dirigieron a encontrarse con Padmé, la senadora de Naboo, quien los

recibió en sus habitaciones en el Senado. Ella había venido a Curuscant para

oponerse a la creación de un ejército y era una de las partes con mayor

influencia en este asunto debido a los eventos en Naboo, lo cual le había

otorgado gran fama y reputación.

Papmé los atendió de inmediato cuando llegaron a su

departamento, recibiendolos en la sala de visitas junto a parte de su comitiva.

Anakin la saludó de forma respetuosa, pero con una sonrisa. Ellos no se habían

visto en diez años, pero habían mantenido correspondencia regularmente.

Al ver a Papmé, ahora un poco más mayor, Anakin le dio una

calificación dudosa de siete. Ella era baja, tenía buenas piernas pero era

plana de pecho, sus rasgos estaban por encima del promedio, su cabello no era

llamativo y sus ojos no destacaban. Era una belleza decente en el mejor de los

casos, nada que le hiciera enamorarse a primera vista, aunque podría ser

atractiva para un niño de nueve años con opciones limitadas. Sin embargo, el

carácter moral y ético de esta mujer no debía ser subestimado, ya que ni

siquiera Palpatine pudo manipularla. Por eso ahora intentaba matarla, o

lanzársela encima a él, Anakin no estaba seguro, pero no importaba lo que

Palpatine intentara, no tendría éxito.

Mientras la saludaba, Anakin le sonrió. Su amistad había

crecido en los últimos años y él le había regalado tres libros, la trilogía de

El Señor de los Anillos, que sabía que le encantarían. A Papmé le había gustado

tanto que incluso los había publicado, pero donó las ganancias a obras

benéficas y aceptó enviar una copia a su madre en Tatooine, pero no colaboró

con su laboratorio. Ella era demasiado estricta. A pesar de eso, Padmé le

ofreció una sonrisa triste, aunque su encuentro fue formal debido a la presencia

de su comitiva de Naboo y su traje oficial de senadora.

Después del reencuentro, Papmé se fue a ocuparse de sus

asuntos y descansar. Anakin no podía meditar en ese momento, así que decidió

observar la ciudad.

—¿Ella es la amiga que mencionaste en el Consejo? —preguntó

Obi-Wan a su espalda después de revisar el departamento, mientras Papmé ya

dormía en su habitación tras la partida de sus sirvientes y guardias. Anakin

asintió.

—Cordé, su doble, era una amiga para ella. Hoy fue asesinada

y puedo sentir su dolor. Me siento algo culpable porque si hubiera llegado

antes, ella no estaría sufriendo. Soy su amigo, pero… —Anakin no dijo más, él

había decidido invertir su tiempo en salvar a su madre y dejado morir a la

amiga de Papmé.

—Parece que tus sentimientos hacia ella no son comunes —dijo

Obi-Wan con una sonrisa insinuante.

—Maestro, ella y yo no podemos estar juntos —dijo Anakin

seriamente.

—Anakin, el código no exige que seamos célibes —dijo Obi-Wan.

—Lo sé, pero mis sentimientos por ella pueden ir más allá de

lo apropiado. Si nos acercamos demasiado, sin duda le haría daño. Me limitaré a

proteger su vida y que cada uno tome su propio camino —explicó Anakin,

descartando cualquier sentimiento de apego que surgiera en él. Obi-Wan negó con

la cabeza.

—Es tu decisión, pero según lo que explicas, me parece

prudente —dijo Obi-Wan con la mente en otro lugar.

—¿Usted no se contuvo a tiempo? —preguntó Anakin. Obi-Wan se

tensó. Anakin sonrió.

—Anakin, la venganza es el camino hacia el lado oscuro

—reprendió Obi-Wan indignado.

—Maestro, debería seguir su propio consejo antes de sonreír

porque han golpeado a su propio Padawan —dijo Anakin rodando los ojos. Obi-Wan

carraspeó incómodo.

—Anakin, estás imaginando cosas —dijo y optó por una retirada

estratégica. Anakin negó con la cabeza y continuó observando la ciudad mientras

comenzaba a llover.

Un par de horas después de que Papmé se fue a dormir, Anakin

frunció el ceño.

—¿Sucede algo? —preguntó Obi-Wan, notando su estado de alerta

y cómo la Fuerza se intensificaba a su alrededor.

—Se acerca el peligro a esa habitación —dijo Anakin

sinceramente. Obi-Wan parpadeó.

—¿Qué? —preguntó con cierta incredulidad.

—Hay un droide volador acercándose a la habitación. Lleva

algunos insectos venenosos —dijo Anakin mientras comenzaba a dirigirse hacia el

lugar.

Obi-Wan estaba aturdido. Anakin lo comprendía. Esto nunca

antes había sucedido. La Fuerza no solía revelar información de esa manera. Lo

que Obi-Wan desconocía era que todo esto formaba parte del conocimiento de

Anakin, y la Fuerza simplemente lo confirmaba.

Anakin no planeaba quedarse de brazos cruzados esperando a

que todo sucediera según sus recuerdos. Él odiaba no poder hacer nada para

cambiar el curso de los eventos y no se quedaría quieto ahora que tenía la

oportunidad de actuar.

—Maestro, hay dos personas afuera. Si me lo permite, puedo

capturar a una de ellas con facilidad. Usted vigile que esos insectos no dañen

a Papmé —dijo Anakin mientras se dirigía hacia la puerta.

Obi-Wan pareció indeciso por un segundo, pero asintió y se

apresuró a posicionarse junto a la puerta de la habitación. Anakin corrió hacia

el ascensor y subió a la terraza.

Una vez en la terraza, Anakin corrió con toda su fuerza

potenciada y saltó hacia el edificio de enfrente, cayendo sobre un sorprendido

metamorfo como si fuera una flecha y el sujeto fuera el blanco al que la flecha

era atraída.

Mientras tanto, Obi-Wan se apresuró a entrar en la habitación

de Padmé y mató a los insectos que habían logrado entrar. Anakin, que estaba de

espaldas sosteniendo a su capturado inconsciente, sacó su brazo de manera

casual y detuvo un dardo destinado a su objetivo con la punta de sus dedos, ya

que había estado vigilando al otro individuo en todo momento.

El mercenario que disparó el dardo mostró sorpresa y decidió

huir. Anakin entregó al asesino a las autoridades y regresó a la habitación de Padmé,

donde ella estaba en ropa de dormir, siendo vigilada por Obi-Wan.

—¿Fácil? Anakin, ¡saltaste de un edificio a otro! —reprendió

Obi-Wan con impotencia.

—Maestro, saltar es algo sencillo. Lo aprendí en las primeras

clases —dijo Anakin, sorprendido por el descaro de Obi-Wan, quien en los

recuerdos de Xión, se lanzó sobre un droide volador en medio de una calle a

miles de metros de altura.

Anakin le arrojó a Obi-Wan el dardo que lanzó el mercenario.

—El otro asesino lo tenía. Parece ser algo especial —dijo

Anakin. Él sabía que esto era una pista de Palpatine para que Obi-Wan

descubriera el camino hacia el ejército de clones.

—Anakin, ¿estás bien? —preguntó Padmé con preocupación.

—Padmé, estoy bien, solo fue un pequeño salto, no hubo mucho

que hacer. Ese tipo estará en el hospital algunos días —explicó Anakin, mirando

a su alrededor y notando que no había nadie más presente.

—Con el maestro Obi-Wan aquí, los guardias están asegurando

los demás departamentos —aclaró Padmé. Anakin asintió.

Al amanecer, Padmé fue obligada a retirarse a su planeta por

orden de Palpatine. Ella sospechaba que él planeaba algo, pero los Jedi también

estaban del lado de Palpatine, y ella tuvo que ceder. Convertirse en una

extremista que no atendía a consejos podría afectar su carrera política, y

Palpatine utilizaría eso en su contra.

—Anakin, me he enterado de tu hazaña de anoche. Te

recomendaré para un reconocimiento del Senado —dijo Palpatine cuando todos se

fueron y quedaron solos.

Anakin sabía que este anciano miserable solo pretendía

retrasarlo mientras tramaba su caída hacia el lado oscuro, pero no podía sentir

nada más que amabilidad y halagos provenientes de él. Era como si fuera un

abuelo favorito elogiando a su destacado nieto.

—Gracias, canciller, será un honor —respondió Anakin con una

sonrisa. Palpatine asintió.

—¿Cómo ha estado tu situación en el templo? —preguntó con un

aparente interés, y tal vez lo tenía.

—El Consejo se reunió para decidir si podían expulsarme, por

décima vez, y el maestro Windu tuvo un combate de entrenamiento conmigo. Nunca

antes había visto su estilo de lucha ni es ninguna forma Jedi que conozca —dijo

Anakin, mostrando curiosidad. Anakin debía ser el mejor espía de Palpatine en

el templo Jedi.

—¿Y qué tenían en contra tuya esta vez? —preguntó Palpatine

con interés.

—He expresado públicamente mi desacuerdo con el código Jedi.

Considero que es un reglamento obsoleto y el Consejo lo sigue al pie de la

letra, como si tuvieran miedo de que alguien lo transgreda —explicó Anakin.

Palpatine guardó un par de segundos de silencio, seguramente

preguntándose cómo diablos Anakin seguía siendo parte de la Orden Jedi después

de decir tantas tonterías sobre su sagrado reglamento.

—Anakin, los Jedi son ancianos y a esta edad, la gente

comienza a temer el cambio. Anakin no debes apresurarte en estos asuntos,

porque en el futuro, y como lo demuestran tus actuales hazañas, te convertirás

en uno de los Jedi más grandes que existan y el Consejo deberá escuchar tu

opinión —aseguró Palpatine, aparentemente deseando que su espía no se metiera

en problemas y fuera expulsado.

—Canciller, lo intento, pero había tantas cosas mal allí que

simplemente me siento frustrado —dijo Anakin con sinceridad.

El canciller no perdió tiempo y procedió a darle algunos

premios más para tranquilizarle y evitar que atacara nuevamente al Consejo. El

anciano era rico y le hizo un cheque en blanco, por lo que Anakin era

completamente sincero cuando salió de su oficina feliz como una lombriz.

—Anakin, ¿qué te ha dado el canciller esta vez? —preguntó

Obi-Wan cuando se encontraron de nuevo.

Anakin pensó que, dado que era un espía para Palpatine,

también podía serlo para la Orden Jedi.

—El canciller cree que soy un héroe y se ha comprometido a

aumentar su patrocinio para mi laboratorio porque le comenté que la vida en el

templo era algo aburrida —informó Anakin. Obi-Wan solo pudo parpadear—. Bueno,

puede que me haya quejado un poco del Consejo, y el canciller me aconsejó que

no me metiera en problemas con ellos hasta que fuera un Jedi poderoso y famoso

—añadió sin darle importancia.

Obi-Wan frunció el ceño en ese momento, pero luego lo dejó

pasar, descartando sus sospechas. Anakin se preguntó cuántas veces tendría que

hacer esto para que Obi-Wan corriera con

el Consejo.

En la tarde de ese mismo día, Anakin fue designado como el

guardaespaldas de Padmé y viajaron a Naboo, mientras Obi-Wan investigaba al

asesino que escapó. Anakin decidió ser cortés con Padmé, pero mantener cierta

distancia. Él mantuvo la cabeza fría y descartó cualquier sentimiento extraño

que surgiera, ya que realmente no podían estar juntos. Afortunadamente, no se

había enamorado de ella cuando era niño y simplemente la consideraba una amiga.

La estancia en Naboo fue aburrida. El lugar solo era especial

porque Padmé estaba allí, pero aparte de eso, no le interesaba, ya que todo

eran paisajes naturales y a Anakin le gustaba más la tecnología. Lo bueno de

estar allí fue que Anakin pudo practicar su control con la Fuerza de una forma

que nunca pudo hacer en el templo, utilizándola en todo momento. Él hacía

trucos para Padmé, comía e incluso se bañaba, controlando las gotas de agua.

—Anakin, he notado que no llevas una trenza —dijo Padmé—. ¿No

se supone que todos los padawan las llevaban? —agregó.

Anakin y Padmé estaban en unas praderas observando a unas

especies de quimeras, una mezcla desagradable de garrapatas, cervatillos y

vacas.

—Los que tienen cabello sí, pero noté que el cabello corto me

hacía ver inmaduro, y esa trenza era extraña, así que me la corté y dejé crecer

el cabello. Obi-Wan me llevó ante el Consejo, pero gané, o mejor dicho, los

ignoré, ya que la trenza no está en el código y no pueden obligarme a llevarla,

solo es una costumbre más —explicó Anakin. Padmé rodó los ojos.

—Tienes problemas con la autoridad —dijo Padmé.

—Para nada, me gusta el orden y la autoridad, pero cuando el

orden y la autoridad se utilizan para causarme molestias por cosas triviales

como un corte de cabello, es porque han ido demasiado lejos y deben retroceder

—dijo Anakin.

—Anakin, ¿qué piensas de la República entonces? —preguntó Padmé—.

En la actualidad, la gente dice que hemos perdido el orden y que el Senado es

corrupto. La popularidad de Palpatine se debe a que promete orden en contra del

caos y la corrupción —dijo Padmé haciendo una mueca.

—Una corrupción que él mismo fomenta en las sombras y un caos

que él mismo provoca. Padmé, Palpatine no busca el orden, busca el control, y

hará lo que sea necesario para lograrlo, incluso si tiene que destruir la

República y gobernar sobre las cenizas. Si él logra su objetivo, no habrá lugar

para nosotros, los Jedi, ni para la República en esta galaxia —dijo Anakin.

—¿Cómo podemos enfrentarnos a él? Incluso me desplaza de mi

puesto cuando quiere, y no puedo hacer nada para detenerlo —se quejó Padmé con

desesperación. Anakin se recostó sobre la hierba y miró el cielo azul.

—Padmé, ya te lo dije antes, la única forma de enfrentarlo,

con todo el poder que tiene, es jugar su propio juego, y eso significa que a

veces tendrás que retroceder si el juego así lo exige. Esa es la forma en que

puedes ganar una posición en el tablero —dijo Anakin.

—Hemos estado siguiendo su juego durante una década, y él

solo se vuelve más poderoso y gana más influencia —se quejó Padmé.

—Sí, pero tú haz hecho lo mismo, y también yo. Ahora estamos

en una posición de poder en su juego, y él esta obligado a jugar las cartas que

ha mantenido ocultas. Él usará esa influencia y esta comenzará a desgastarse

—dijo Anakin.

—Estás siendo enigmático, ¿qué estás ocultando? —preguntó Padmé,

levantándose de su lado y poniéndose frente a él para mirarlo amenazadoramente.

Anakin frunció el ceño.

—Te estoy ahorrando el dolor de lo que no puedes cambiar

—dijo Anakin con seguridad. Padmé lo miró horrorizada e intentó correr, pero

Anakin se levantó y la tomó por la cintura.

—Anakin, ¡déjame ir! —reprendió Padmé con ira.

—Padmé, no puedes cambiar lo que sucederá ahora, y si actúas

usando tu poder, te desgastarás en lugar de Palpatine, perdiendo así la

oportunidad de usarlo en el futuro —explicó Anakin mientras Padmé pataleaba,

comprendiendo que ella tenía razón y que Palpatine se había deshecho de ella

para provocar una guerra.

—¡Anakin, me has engañado! ¡Suéltame! —reprochó Padmé y le

dio una bofetada. Anakin suspiró y la soltó.

Unos minutos después, llegaron a la villa y Padmé comenzó a

hacer sus maletas furiosamente.

—¿Qué has visto? —preguntó Padmé, derramando una lágrima y

metiendo su ropa con más lentitud.

—La guerra comenzará en unos días —dijo Anakin.

—¡Eso es imposible! —negó Padmé con vehemencia, dejando su

ropa y mirándolo a los ojos para tratar de averiguar si le estaba mintiendo.

—Padmé, te lo advertí desde el principio. Palpatine tiene

demasiado poder en sus manos, ya estaba planeando esta guerra cuando nos

conocimos. Sin embargo, al seguirle el juego durante estos diez años, ahora

estás en una posición de popularidad similar a la suya, y tu poder político

aumenta junto con el suyo porque son del mismo planeta. Aunque aprovechó tu

popularidad para aumentar la suya al intentar matarte, ahora es él quien

impulsa tu carrera política, quieras o no.

»Padmé, no puedes enfrentarte a Palpatine por tu cuenta, pero

déjame luchar a tu lado. Ahora tengo la fuerza para hacerlo. Sé dónde golpear a

Palpatine para debilitar su poder gradualmente y hacerlo más vulnerable. Con el

tiempo, puedo lograr que el Consejo te apoye a ti en lugar de a él. Permíteme

darle la vuelta a su ejército y eliminar a sus marionetas uno a uno.

»Padmé, mi plan implicará muchas muertes en el camino, pero

en este momento, el tuyo enterrará todas nuestras esperanzas, así como las de

la galaxia, porque nos enviarás directo a una muerte segura al regresar al

Senado —dijo Anakin. Padmé, que se preparaba para responder, quedó inmóvil.

—¿Vendrías conmigo? —preguntó Padmé bajando la cabeza. Anakin

se tensó.

“¿Por qué actúas de manera tímida?”, reprendió Anakin en su

mente y carraspeó.

—Soy tu “amigo”, y fui yo quien te metió en todo este lío. Lo

menos que puedo hacer si mi plan te lleva a la muerte es acompañarte —dijo

Anakin. Padmé lo abrazó y lloró en silencio.

“Tiene pechos pequeños, recuerda que te gustan las mujeres

con pechos grandes. No hagas locuras. Recuerda que una relación entre ustedes

terminará en su muerte…”

Anakin pensó en todas las razones por las que no podía cruzar

la línea con Padmé, pero cada vez que su razón ponía una excusa, su corazón le

replicaba con una fuerte queja y un latido acelerado.

Afortunadamente, cuando su corazón estaba a punto de vencer a

su razón, Padmé lo sacó de su habitación al darse cuenta de que estar solos

allí no era apropiado.

Anakin suspiró aliviado después de tragar saliva y corrió a

meditar para liberarse de todas las emociones desatadas. Su tonto enamoramiento

también había desatado las emociones que había estado reprimiendo durante los

últimos meses, cada vez que tenía una visión de la guerra inminente. Sin

embargo, al mencionarla, era ignorado y terminaba en una pelea con el Consejo. La

paciencia no era una de sus virtudes, lo cual lo convertía en un terrible

negociador cuando solo tenía su palabra para convencer a los demás.

Ni siquiera Obi-Wan apoyaba a Anakin o trataba de creerle, y

eso lo llenaba de frustración. Podría hacer tantas cosas con el respaldo del

consejo, pero esos ancianos simplemente lo ignoraban. Anakin entendía por qué

otra versión de sí mismo caería al lado oscuro, ya que Palpatine no tenía que

esforzarse mucho. Él estaba lleno de frustración al ver cómo todo estaba fuera

de su control y saber que pronto sería arrastrado a una guerra que podría

evitar si solo recibiera un poco de apoyo. Esto le generaba ira, furia y una

gran frustración…

Anakin desechó todo con la Fuerza. Él no caería, no importaba

lo que ocurriera, debía seguir adelante. Dejar de lado la frustración, la ira y

la furia. Eran un ciclo destructivo que solo le traería problemas y dolor. Ante

la frustración, respondería con despreocupación. Ante la ira, con humor, y ante

la guerra inevitable…

Algo surgiría, la Fuerza siempre le daría una respuesta, y él

no creía que ahora lo abandonara. Anakin no era capaz de imitar la paciencia de

Palpatine, pero sí podía controlarse a sí mismo si eso significaba que lograría

sus objetivos. Por lo tanto, él dejaría todo eso atrás y la despreocupación

reemplazaría a la frustración. Él debía seguir su propio consejo y esperar su

momento.

Al tercer día en Naboo, Anakin sabía que la muerte de su

madre ocurriría pronto y decidió comprobar lo que el consejo le había

prometido. Con esa decisión tomada, y después de una actuación digna de un

Oscar, Padmé decidió ir a Tatooine para verificar el estado de su madre.

La nave de Padmé, guiada por Anakin, aterrizó en la granja de

la nueva familia de su madre. Los habitantes de la granja de humedad salieron a

ver la nave, entre ellos su madre, quien tenía heridas por todas partes y

caminaba con muletas.

—¿Anakin? —preguntó Padmé al ver que él retrocedía cuando la

puerta de la nave se abría.

—Padmé, por favor, tráela aquí, pero no menciones que estoy

aquí. Dile que te enteraste de que estaba herida y que tienes medicamentos para

ella —pidió Anakin. Padmé lo miró confundida, pero Anakin se apresuró a

esconderse cuando la puerta se abrió.

Padmé bajó de la nave y su madre la reconoció. Ellas hablaron

por un momento y luego Padmé la ayudó a caminar hasta la nave, ya que su madre

necesitaba apoyo para moverse. Padmé intuyó que él no quería que nadie los

viera.

Al regresar a la nave, R2 cerró la puerta por orden de

Anakin. Su madre miró extrañada por unos segundos hasta que Anakin salió y

corrió hacia ella para abrazarla con fuerza.

—¡Anakin, vas a lastimarla…!

Las palabras de Padmé se detuvieron cuando vio como la cara

hinchada y los rasguños de su madre empezaron a desaparecer. En un minuto, ella

estaba completamente sana, incluso más sana que la última vez que se vieron

hace diez años. Su madre se separó rápidamente de él al no sentir más dolor y

lo miró perpleja mientras tocaba su rostro.

—Esta habilidad es algo que he aprendido para salvar mi vida

o la de aquellos cercanos a mí en momentos de vida o muerte, pero tengo

enemigos y nadie debe enterarse de ello —explicó Anakin.

Padmé seguía mirando a su madre incrédula y esta volvió a

abrazarlo.

—Él dijo que pasaba por aquí por casualidad, pero yo sabía

que tú le habías enviado —dijo su madre varios minutos después mientras les

preparaba comida, después de liberar sus piernas y manos de un montón de

vendas.

—Bueno, le dije al consejo que si no te ayudaban, haría las

maletas y te ayudaría yo mismo, así que se apresuraron a brindar ayuda —dijo

Anakin. Padmé lo miró acusadora, sentada frente a él en la pequeña mesa de la

cocina de la nave.

—Bueno, fue algo caótico y tuve que tirar de algunas barbas y

jugar algunos trucos, pero esos son detalles —dijo Anakin y su madre se rio. Padmé

sacudió la cabeza imaginando el desastre.

Apenas un día después de llegar a Tatooine, recibieron una

llamada de Obi-Wan.

—¿Anakin, qué haces en Tatooine? —preguntó Obi-Wan indignado.

—La senadora Amidala mostró curiosidad por conocer el estado

de mi madre cuando le dije que había sido secuestrada por los Tusken. Ella

decidió venir y no me quedó más opción que seguirla —se excusó Anakin

descaradamente. Obi-Wan suspiró impotente, sabiendo que solo estaba diciendo

tonterías pero sin poder hacer nada para evitarlo.

—Anakin, transmite este mensaje al consejo Jedi —dijo Obi-Wan

y comenzó a explicar la situación en el planeta Geonosis, donde se encontraba y

donde los separatistas estaban finalizando la construcción de un ejército de

droides.

Al finalizar su mensaje, Obi-Wan fue capturado. Anakin supuso

que Dooku y Palpatine querían que los Jedi llegaran allí para iniciar la

guerra, y dejó que se enteraran de todo.

Padmé no esperó a que le preguntaran y decidió ir en una

misión de rescate. Anakin encogió los hombros y no protestó. Él se despidió de

su madre, quien presumió ante los suyos de recibir tratamiento por parte de la

reina de Naboo, que la curó en tan solo un día.

Anakin sabía que ya no podría regresar, lo que le provocó una

gran tristeza, pero en el camino a Geonosis meditó para recuperar la calma. Él

debía poner en práctica todas sus habilidades con absoluta precisión y, si las

cosas salían como las había planeado, enfrentarse a Dooku.

Al llegar a Geonosis, Padmé puso en marcha su plan de rescate

y Anakin la siguió hasta las colmenas donde vivían los geonosianos.

Apenas entraron, fue evidente que los estaban esperando.

Anakin, no dispuesto a seguir adelante, fingió perder su sable de luz cuando

comenzaron a perseguirlo y este se partió en tres partes al golpear el suelo,

lo que facilitó su captura. Padmé parecía esperar más de él y se veía aturdida

mientras los apresaban. Luego los llevaron a la entrada de una arena, donde

fueron conducidos a una especie de coliseo. Allí les esperaba un carro de dos

ruedas en el que planeaban exhibirlos.

—Anakin, ¿qué demonios fue eso? —gruñó Padmé.

—Infiltración —respondió Anakin con confianza mientras los

subían al carro.

—Anakin, ¡Nos han capturado! —lloró Padmé molesta.

—Tranquila, yo cuidaré de ti —dijo Anakin mostrándole su

sable roto. Los geonosianos no vieron ningún problema en dejárselo. Padmé lo

miró con hostilidad, mostrándose muy ingrata. Ella no le dio las gracias por

ahorrarle minutos de terror al casi ser incinerada. Anakin suspiró.

Ellos fueron llevados a unos pilares y atados junto a su

maestro.

—¡Anakin! —reprendió Obi-Wan con indignación.

—Tranquilícese, maestro. La senadora Amidala ha venido a

rescatarlo. Yo solo soy su guardaespaldas, y le aseguro que ella no recibirá ni

un rasguño —aseguró Anakin. Obi-Wan y Padmé le miraron con ira mientras los

ataban y los fragmentos del sable caían a los pies de Anakin, al no poder

sostenerlos cuando le encadenaron a la columna.

Los geonosianos liberaron a tres bestias, una para cada uno

de ellos. Anakin no esperó a que llegaran. Las esposas que sostenían las

muñecas de Anakin se abrieron, ya que diez años de práctica trabajando con

objetos microscópicos hacían que cualquier cerradura, ya fuera mecánica o

electrónica, fuera inútil contra él.

Al caer las esposas, Anakin tomó su sable, que volvió a estar

en una pieza, y se acercó a Padmé para cortar sus cadenas, tomarla en brazos y

dar un salto hacia la cima del pilar, sentándose allí con tranquilidad.

Padmé se escandalizó cuando él la sentó sobre sus piernas,

pero Anakin fingió perder el equilibrio y ella se quedó quieta.

—Maestro, Padmé ya está a salvo, ¡usted puede hacerlo! —animó

Anakin mientras miraba a un desesperado Obi-Wan, que ahora tenía la atención de

las tres bestias solo para él.

—Anakin, ¡baja aquí en este momento! —chilló Obi-Wan.

—Maestro, el consejo me asignó la misión de proteger a Padmé…

—Anakin encendió su sable de luz y desvió un disparo de blaster que vino desde

la tribuna del Conde Dooku, disparado por el mercenario a su lado, que llevaba

una armadura mandaloriana. Él usó una simple pistola bláster, pero había

apuntado con precisión a la cabeza de Padmé, quien se estremeció.

Anakin lanzó el sable de luz a un lado sin mirar, mientras se

levantaba cargando a Padmé con la izquierda.

El sable de luz voló, cortó la cabeza de una especie de

rata-tigre-serpiente que se lanzó en primer lugar contra Obi-Wan, luego cortó

las cadenas que lo retenían y voló hacia él, para desviar otro disparo y

asegurarse en su mano.

Estas habilidades circenses no servían contra un Sith, pero

en situaciones como esta serían geniales. Ya verían los droides cuando les

tocara enfrentarlo.

—Tienes la puntería de un topo de arena —insultó Anakin

mientras Obi-Wan lidiaba con las otras dos bestias.

Anakin giró su sable de luz en su mano, sonriéndole al

mercenario. La multitud entendió el gesto y vitoreó, incitando al mercenario a

aceptar el reto.

Anakin apartó su sable de su mano, y este siguió girando por

su cuenta, a medio metro de él. La multitud casi enloquece, exigiendo que el

mercenario aceptara el duelo.

El mercenario enfundó su arma, y la multitud se apresuró a

guardar silencio. El sable seguía girando a la derecha de Anakin, ya estaba a

un metro de él y amenazaba con ir a cortarle la cabeza a otra de las bestias

con las que peleaba Obi-Wan.

El mercenario movió su mano en preparación, desenfundando a

una velocidad vertiginosa, al mismo tiempo que la espada cambiaba su dirección

de giro en paralelo, y su hoja pasó por delante de la cabeza de Anakin,

desviando el disparo, o más bien, devolviéndolo hacia el mercenario, quien,

debido a la distancia, tuvo tiempo de lanzarse al suelo. Cuando el mercenario se

levantó, el sable ya había bajado, cortado dos cabezas y regresado a la mano de

Anakin.

—¡Dooku, necesitas mejores hombres! —se burló Anakin,

mientras la multitud abucheaba al mercenario por no poder darle, a pesar de que

él retiró su sable de luz para darle ventaja.

Anakin movió el brazo a su espalda y el sable desvió un

disparo que rebotó en la misma dirección de donde vino y le voló la cabeza a un

insecto que llevaba un rifle bláster.

Anakin sonrió. Padmé tragó saliva, ya que el disparo iba

hacia su espalda.

—Tranquila, si se pone demasiado peligroso, bajamos y nos

cubrimos con el pilar —dijo Anakin.

—¿Qué pretendes? —preguntó Padmé.

—Ganar tiempo sin que los míos tengan que morir —dijo Anakin,

devolviendo otro disparo desde el lado de Padmé.

—Dooku, me equivoqué. Lo que necesitas son nuevos aliados

—dijo Anakin.

Dooku se dio cuenta de inmediato de lo que pretendía y tuvo

una discusión con el rey insecto de los geonosianos, pero este lo apartó con

indignación y señaló a Anakin mientras decía algo.

Anakin supuso que ofrecía una recompensa por su cabeza,

porque al terminar de hablar, la multitud chilló de alegría y sacaron pistolas

bláster para dispararle. Al principio eran unos veinte tipos, ya que las armas

de los geonosianos eran diferentes y pocos de ellos tenían pistolas bláster,

pero dos minutos después parecieron encontrar un arsenal, y a pesar de que

Anakin ya había matado a unos diez, devolviendo algunos disparos, la cantidad

de personas que le disparaban aumentó a treinta, y sin pensarlo, Anakin saltó.

Padmé gritó, pero el aterrizaje fue suave. Al empujar a Padmé

contra el obelisco y quedar emparedada entre este y su espalda, la cantidad de

personas apuntándoles disminuyó a la mitad, lo que le hizo más fácil desviar

los disparos blásters y matar a siete enemigos en un minuto.

Después de acabar con la mitad de los enemigos de un lado,

Anakin rodó con Padmé hacia el otro lado, donde los tiradores exigían que se

mostrara para poder dispararle. Anakin se mostró y ellos dispararon.

—Anakin, ¿cuánto tiempo puedes desviar esos disparos?

—preguntó Padmé asustada.

—Padmé, están a más de cien metros de mí, puedo estar aquí

durante días. Solo finjo tener problemas para ganar más tiempo —explicó Anakin,

quien no desviaba todos los disparos hacia sus atacantes, ya que si se mostraba

demasiado invencible, podían enviar al ejército de droides contra él.

Diez minutos después, el rey pareció darse cuenta del engaño

y, con indignación, señaló a Obi-Wan, quien trataba de pasar desapercibido en

su propio pilar a veinte metros de ellos.

—Parece que se acabó el juego —dijo Anakin con un suspiro,

tomando a Padmé con su brazo izquierdo y corriendo a toda velocidad hacia

Obi-Wan, quien ya corría hacia él. Ellos se encontraron en el pilar central, y

Anakin detuvo cinco disparos mientras pateaba a Obi-Wan y lo estrellaba contra

el pilar central, para volver a poner a Padmé a su espalda. Mientras detenía y

esta vez devolvía todos los disparos que podía, Anakin tenía a sus dos

protegidos cubiertos por el pilar.

La multitud rugió de furia al ver que seguía vivo y trajeron

más armas, gritándole indignados que saliera y dejara de cubrir su espalda.

Así pasaron otros cinco minutos hasta que el rey se dio por

vencido y le dio permiso a Dooku para sacar los droides, pero ya era tarde. Una

sombra en el cielo disparó a las puertas por donde pretendían salir los

droides, y se lanzaron disparos de advertencia sobre la multitud en las gradas,

que salieron volando en todas direcciones, como cucarachas escapando de su

nido. Eran transportes de clones, armados hasta los dientes, que se apresuraron

a crear un perímetro mientras los jedi saltaban desde las gradas hacia ellos.

Los jedi habían llegado para ganar tiempo, pero Dooku había montado un circo y

Anakin se había apoderado de él, convirtiéndose en el maestro de ceremonias.

Los droides que salieron por todas partes fueron abatidos

fácilmente por los transportes armados. No eran un ejército capaz de

enfrentarse a naves de asalto, sino infantería, y carecían de apoyo de

artillería, por lo que fueron barridos sin remedio. Anakin presenció un breve

enfrentamiento de sables entre Dooku y Windu, pero el mercenario intervino y

Windu decidió no arriesgarse, lo que llevó a Anakin a suponer que consideraba a

Dooku como un oponente al que no podía derrotar sin centrar toda su atención en

él, así que se retiró.

—Anakin, déjame salir de aquí de una vez —gruñó Obi-Wan,

quien estaba siendo aplastado contra el pilar. Anakin se apartó, liberándolos a

ambos, y ellos le miraron con gestos de ofendida dignidad mientras se

arreglaban la ropa.

—Anakin, ¿por qué me estrellaste de cara contra ese pilar?

—se quejó Obi-Wan mientras otro Jedi le entregaba un sable de luz para unirse a

la batalla.

—Maestro, si no hubiera hecho eso, usted habría disfrutado

demasiado de la situación —explicó Anakin mientras retrocedía hacia una de las

naves de transporte.

Como no había jedis muertos, las naves estaban llenas de

ellos y era difícil encontrar un lugar. Obi-Wan se detuvo por un segundo y miró

a Padmé, luego carraspeó incómodo y dejó de quejarse. Padmé se puso roja al

darse cuenta de que haber quedado de espaldas frente a un hombre habría sido

muy incómodo.

—Ven, he pensado en todo y he traído a todos a salvo —dijo

Anakin al subir a la nave.

—¡Anakin, cállate! —reprendieron Obi-Wan y Padmé al mismo

tiempo. Anakin se encogió de hombros.

 

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