Capítulo 8 Clone Wars parte 1
Como supuso, Anakin fue arrastrado a la Guerra de los Clones.
Allí se forjó un nombre. Al antiguo Anakin le llamaron el héroe sin miedo, pero
a él lo llamaron el ejército de un solo hombre, porque barría campos de batalla
enteros de droides por sí solo.
Lejos de los Jedi, y con la esporádica colaboración de
algunos aliados, Anakin pudo entrenar con la Fuerza como le apetecía, aunque
nunca tocó las habilidades del lado oscuro, pues no eran necesarias. Las
habilidades Jedi ya estaban OP por sí solas, solo había que usarlas de forma
apropiada.
Así pasó un año, en el que Anakin había retomado algunos
planetas para la República, mientras se perdían otros muchos. El número de los
ejércitos separatistas era demasiado para el ejército de clones, y su número de
naves era el doble en casi todas las batallas, por lo que la República se veía
obligada a reunir dos flotas para enfrentarse a solo una de los separatistas,
lo que llevaba a que la mayoría del tiempo fueran los separatistas los que
decidían los campos de batalla.
Anakin podía hacer estragos con los ejércitos de droides,
pero esas eran batallas cortas, pues su poder no era ilimitado, y solo lo usaba
de forma estratégica. Por otro lado, en las batallas espaciales, estaba muy
limitado, pues las naves que le asignaron eran estándares, y él no
desperdiciaría su tiempo mejorando una nave que Palpatine podría decomisarle.
Él esperaba el momento apropiado para jugar sus cartas, y ese momento justo
estaba llegando ahora.
Anakin lo sabía porque después de un año, al fin había
identificado un objeto de los recuerdos de Xión, y ese algo era un nombre: el
planeta Christophsis. A él le sonaba de algo, y sabía que había alcanzado un
punto en que sus recuerdos del futuro le serían útiles y también uno en el que
podía dar su segundo golpe a los planes de Palpatine.
El momento también era ideal, porque ante los números de los
separatistas, el Senado, guiado por Palpatine, quería aumentar el tamaño del
ejército, fabricando más naves y creando más clones. Si él lo permitía, el
poder de Palpatine aumentaría, y también su influencia, porque el centro de
esta guerra eran los mundos neutrales que Dooku invadía para reclamar sus
fuerzas, y la República tenía que correr para enfrentarlos y que su ejército no
creciera.
—General, ¿sucede algo? —preguntó el almirante Yularen, un
miembro de una familia rica que tenía el apoyo de Palpatine y que, gracias a
este, fue asignado a un destructor clase Venator como almirante.
Esto que no significaba que no fuera eficiente, porque tenía
experiencia en el mando y era una de las pocas personas que apoyaban la forma
de pensar de Anakin sobre la República y la necesidad de un ejército capaz, lo
que habría evitado las Guerras de los Clones.
Personas como Yularen veían en Palpatine la oportunidad de un
nuevo orden para la República, y por eso se acercaban a él, embaucados por sus
palabras y su falsa postura política.
—Algo es extraño —dijo Anakin con sinceridad.
La situación en la que estaba ahora, enfrentándose a ocho
naves separatistas que bloqueaban el planeta Christophsis, con tres Venators,
era común, y la veía todos los días. Era muy raro cuando tenían una batalla
igualada. Lo extraño en esto era el líder enemigo, que Anakin conocía, porque
se mantenía al día de toda la situación en esta guerra. Este comandante enemigo
también estaba en los recuerdos de Xión, por lo que él puso especial atención
en su historia.
El comandante en cuestión era una araña humanoide, por lo que
fue un personaje emblemático en los recuerdos de Xión, causando una gran
impresión. El problema era que no recordaba que apareciera al principio de la
historia…
«El orden cronológico», intervino la Fuerza. Los recuerdos de
Xión no estaban en el orden correcto, y algunas cosas pasaron antes de lo que
él recordaba y otras mucho después. Cuando Xión vio la historia, él era un
adolescente y no prestó mucha atención a esto, pero cuando era mayor, leyó que
la serie no estaba en orden cronológico.
Anakin parpadeó. Se preguntó si su objetivo también se vería
afectado por esto, porque él no podía esperar, el momento era ahora. Si
esperaba más, Palpatine, que estaba en problemas porque Padmé tenía un gran
apoyo político, recuperaría su ventaja y él no tendría nada para apoyarla…
Anakin sacudió la cabeza en su mente, porque el almirante ya
lo veía con preocupación. Él debía dejar sus planes para otro momento.
—Nuestro oponente es el almirante Trench —dijo Anakin.
La araña humanoide era conocida por su eficiencia y crueldad
en la batalla, y Xión recordaba que sobrevivió a su primer enfrentamiento. Lo
que no recordaba era cómo Anakin lo derrotó. Parecía que para Xión era más
importante el personaje que su propósito o trama.
El almirante Yularen se tensó. Él tenía su propia historia
con Trench, quien era un criminal de guerra.
—General, el almirante Trench no puede ser subestimado.
Debemos retirarnos y esperar refuerzos —aconsejó el almirante Yularen. Anakin
sonrió.
—¡Avancen y abran fuego! —ordenó Anakin.
El antiguo Anakin casi mató a esta araña en su primer
enfrentamiento, y él se consideraba mil veces superior. No había forma de que
no pudiera descubrir su punto débil. Todo lo que el Anakin antiguo pudiera
hacer, él lo podía hacer mejor.
…
Dos horas después, sus tres cruceros Venator necesitaban
reparaciones, y Anakin tenía un tic en el ojo mientras miraba una nave con
forma de flecha frente a él.
—Anakin, tranquilízate. Ya nos encargaremos de Trench luego.
Ahora la prioridad es entregar los suministros al senador Organa, que está
atrapado en Christophsis —aconsejó Obi-Wan, sintiendo su furia, vergüenza y
mucha humillación.
Obi-Wan había llegado hacía media hora, trayendo consigo otro
Venator y esta nave en forma de flecha que les serviría para traspasar las
líneas enemigas y entregar suministros y tropas.
«¡Xión friki de mierda, me cago en ti! Fanboy, retrasado,
subnormal. ¿Cómo demonios pudiste olvidarte de una nave que podía hacerse
invisible?», gritó Anakin en su mente con ira, vergüenza y humillación.
Cuando él vio la nave aparecer frente a él en la bodega de
carga de la nave de Obi-Wan, Anakin entendió cómo el Anakin en los recuerdos de
Xión casi mató a la araña.
En ninguna realidad había alguna posibilidad de que pusieran
una nave con capacidad furtiva en sus manos, y él la usara para entregar
suministros. Pero se había pasado más de una hora rompiéndose el cerebro y
sintiéndose avergonzado de sí mismo al pensar que la versión tonta de él pudo
encargarse de la araña humanoide y él no podía encontrar una debilidad. Eso
había sido la mayor humillación que había sufrido hasta ahora. Justo ahora se
sentía el doble de humillado y el doble de estúpido que antes.
Anakin respiró hondo y, con toda la renuencia del universo,
empujó sus emociones hacia la Fuerza. Quería matar a los testigos de su
humillación, pero él mismo era el testigo y solo podía llorar y maldecir a Xión
por ignorar todo lo demás al estar pendiente de la araña humanoide.
«¡Mira cómo aplasto a tu mierda de araña!», reprendió Anakin
en su mente antes de liberar los últimos restos de su ira hacia la Fuerza.
—Ya estoy calmado —dijo Anakin con tranquilidad. —Me
encargaré de los suministros —agregó.
—Anakin, te conozco, estás planeando algo —acusó Obi-Wan.
—Maestro, no acuse a las personas al azar, le aseguro que
esos suministros llegarán a su destino sin ningún problema. Tenga en cuenta que
mientras usted habla, el senador Organa languidece en Christophsis —advirtió
Anakin, empezando a dar órdenes para que cargaran los suministros lo más rápido
posible.
…
—¡Anakin! —reprendió Obi-Wan por radio, cuando Anakin dirigió
la nave furtiva hacia la nave del almirante Trench.
—Nos acercaremos lo más posible a su puente —dijo Anakin
después de apagar las comunicaciones.
El almirante Yularen, que había decidido acompañarlo,
suspiró. Esta no era la primera vez que trabajaban juntos, y ya estaba
acostumbrado a que Anakin ignorara el noventa por ciento de las órdenes del
Consejo.
—General, los torpedos de los que disponemos no serán capaces
de atravesar los escudos de la nave del almirante Trench —advirtió el almirante
Yularen. También tenían unos pocos cañones, pero si los torpedos no
funcionaban, era peor mencionar los cañones.
—En este momento, sus escudos están desactivados, esto es un
ataque sorpresa —explicó Anakin.
—General, los escudos subirán en cuanto nos vean, porque para
disparar necesitaremos desconectar el camuflaje —replicó el almirante.
—Tranquilo almirante, dispararemos cuando estemos a unos
pocos metros del puente. No tendrán tiempo para activar los escudos —explicó
Anakin.
—General, ¡si hacemos eso, moriremos junto al enemigo! —exclamó
el almirante Yularen con tono alarmado.
—Tranquilícese, estaremos bien, y no vamos a disparar
torpedos —dijo Anakin y levantó la mano para detener la conversación.
Él empezó a trazar una ruta hacia el puente de la nave
enemiga, mientras R2, que Padmé le había regalado por salvar su vida en
Geonosis y la reputación de la República, cuestionaba sus métodos.
El almirante estaba ocupado pensando en qué planeaba hacer si
no iba a disparar misiles cuando, a unos cien metros del puente de la nave
enemiga, parpadeó mirando su espalda.
—¿Y su mochila?—…
Cuatro rayos de energía fueron disparados desde el frente de
su nave furtiva, impactando el puente enemigo: dos en vertical y dos en
horizontal. El corte fue limpio y no produjo ninguna explosión, parecía el
corte de un sable de luz. La araña humanoide y su puente de mando quedaron
divididos en cuatro pedazos, junto con todos los droides que se encontraban
allí. Las explosiones por descompresión comenzaron cuando su nave ya estaba a
casi medio kilómetro.
«Ahí tienes a tu mierda de araña, friki descerebrado», insultó
Anakin, mientras un pensamiento llegaba a su mente, recordándole que solo era
una araña de toda una especie. Anakin tuvo un pequeño tic en el ojo, pero
desechó sus sentimientos a la fuerza, no tenía ánimo para pelear. Él activó las
comunicaciones y llamó a Obi-Wan.
—Maestro, hemos tenido algunos problemas técnicos y perdimos
el control de la nave, que se dirigió directo al puente de la nave insignia
enemiga. Por fortuna, había estado preparado e integré mis cuatro estrellas de
la muerte al casco, con lo que pudimos deshacernos del obstáculo sin ningún
contratiempo.
»No se preocupe, burlaremos el bloqueo sin problemas y no
perderemos ni un segundo en el tiempo de entrega. Por cierto,
desafortunadamente, el almirante enemigo estaba en ese puente, por lo que ha
fallecido —explicó Anakin. El holograma de Obi-Wan se llevó la mano a la cara.
—Anakin, solo entrega los suministros y regresa para llevar
refuerzos —dijo con tono deprimido. Aún quedaban siete naves separatistas
bloqueando el paso y ellos solo tenían cuatro naves.
Las naves restantes también habían visto lo que le pasó a la
araña y no bajarían sus escudos mientras su flota siguiera allí. Eso era bueno
para ellos porque podían esperar un par de días y atacarles cuando sus escudos
se hubieran descargado. El ataque a la araña había hecho cien veces más daño a
este bloqueo que el del Anakin original, como debía ser.
Mientras Anakin se alejaba, las naves separatistas dispararon
sus cañones blaster por todos lados buscándolo, pero no le dieron a nada. Desde
el principio, la puntería de las naves era mala y Anakin lo había comprobado
con sus propias naves, que erraban el setenta por ciento de los disparos. El
sistema de apuntado de las naves capitales era una basura, y Anakin ya se había
creado su propio sistema para cuando tuviera su propia nave capital.
…
Anakin dejó los suministros y luego volvió con refuerzos,
sacando al senador Organa, quien lideraba la defensa para detener la invasión
separatista y que fue reemplazado por él y Obi-Wan.
…
Un día después, Anakin frunció el ceño al encontrarse en otra
situación que Xión recordaba y que de nuevo estaba ocurriendo antes de lo que
debería pasar según sus recuerdos. Era otra historia que no estaba ordenada
cronológicamente y que también ocurría en este planeta. Anakin se preguntó
cuántos eventos que recordaba Xión ocurrían en este planeta.
Anakin abrió comunicación con Obi-Wan. Ellos habían
desembarcado refuerzos, atravesado el bloqueo y desplegado sus fuerzas en el
planeta gracias a la nave furtiva. Ahora estaban preparando una emboscada para
un batallón de droides, pero al verlos marchar y observar la torre donde
esperaba Obi-Wan, un recuerdo llegó a su mente, junto con una advertencia de
peligro de la Fuerza.
—Maestro, es una trampa. Hay un ejército de droides subiendo
hacia su piso. Salga de allí —informó Anakin.
Obi-Wan no preguntó nada y abandonó su puesto, subiendo junto
a sus clones a la azotea del edificio mientras pedía un rescate aéreo. Anakin
no perdió tiempo y rompió los cristales del edificio donde estaba, lanzando
cables y siendo seguido por los clones hasta el edificio de Obi-Wan para
acompañarlo hasta la azotea y escapar del lugar cuando llegó su rescate. Unos
pocos droides comenzaron a salir a la azotea y miraron la nave alejarse con
confusión.
Obi-Wan suspiró y luego hizo una mueca al mirar a Anakin.
—Alguien ha delatado nuestra emboscada —explicó Anakin.
Anakin sabía que era un clon, pero no sabía cuál, y estos
eran bastante buenos para esconder sus emociones, por lo que tendría que
concentrarse para buscarlo, aunque tampoco sería algo difícil ahora que sabía
lo que estaba buscando.
Obi-Wan frunció el ceño cuando Anakin miró a los clones y
ejerció la Fuerza sobre sus mentes.
—¡Anakin! —advirtió Obi-Wan, indicándole que eso se estaba
saliendo de las reglas Jedi. No estaba prohibido, pero estaba cerca.
—Maestro, estoy razonablemente seguro de que uno de los
soldados que nos acompañan ha delatado nuestra posición —dijo Anakin.
Mientras Obi-Wan parpadeaba y los soldados clones se
tensaban, Anakin extendió la mano y detuvo a uno de ellos con la Fuerza. Él
suponía que el traidor estaba con ellos porque en los recuerdos de Xión, uno de
ellos estaba herido en los interrogatorios.
—Slick —dijo Anakin con una mueca. Este sargento lo había
acompañado en varias operaciones y era un soldado sobresaliente. Slick gruñó y
dejó ver su odio.
—Los Jedi son solo esclavistas, y usted no es diferente de
ellos —gruñó Slick.
—¡Slick!... —Anakin levantó la mano libre para interrumpir a
Rex, y detener cualquier conversación.
—Rex, espósalo y llévalo a una celda en cuanto volvamos a la
base —ordenó Anakin, y tres clones sujetaron a Slick. Nadie dijo nada durante
el resto del viaje, y Anakin fue a meditar en cuanto llegaron a la base.