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Chapter 188 - Capítulo 32: El Precio de la Arrogancia

El viento frío de Rusia azotaba el terreno desolado. Aurion había llevado a Ryuusei a kilómetros del fragor de la batalla, a un valle vacío y remoto, marcado solo por rocas dispersas y la promesa del frío eterno. El silencio aquí era un lienzo en blanco, esperando el impacto de fuerzas colosales. Aurion soltó a Ryuusei, permitiendo que el enmascarado se pusiera de pie frente a él. El aire estaba denso con la tensión, una quietud antinatural que solo los dos ocupaban.

Ryuusei sintió el frío en su piel, la tierra bajo sus botas. Su cuerpo, a pesar de las cicatrices residuales y el agotamiento constante, sentía la energía latente de su entrenamiento. Había soportado horrores, había superado umbrales de dolor que habrían quebrado a cualquiera. Su regeneración, aunque una agonía constante, le había permitido seguir adelante. En ese momento, al pararse frente a Aurion de nuevo, esa resistencia ganada no se tradujo en cautela o respeto. Se tradujo en… arrogancia.

En su mente, la brutalidad de su entrenamiento no había revelado la inmensidad de la brecha con Aurion. Había revelado su propia capacidad para resistir. Y en su inmadurez, esa capacidad se sentía como igualdad. Pensó que por el simple hecho de haberse roto una y otra vez, por haberse arrastrado a través de la agonía de su curación, podía vencer al Héroe Número Uno.

Fluyó su aura, negra y dorada, más densa y controlada que antes gracias al tormento de Snow. Asumió una postura de combate, sus manos listas para invocar sus armas si era necesario.

—Aurion —dijo Ryuusei, su voz era firme, cargada con la confianza forjada en el sufrimiento. No había miedo en ese momento, solo una convicción nacida de la ignorancia del verdadero abismo de poder—. Esta vez… no será como la última vez en Tokyo. No huiré. No me esconderé.

Sus ojos dorados brillaron detrás de la máscara. —El entrenamiento que he soportado… la agonía que he superado… me ha llevado a un nuevo nivel. He pagado un precio en dolor que tú no puedes entender. Sé que puedo vencerte. Esta vez, terminará diferente.

Aurion lo observó. Su cara era tan fría y desinteresada como Ryuusei recordaba de su primer enfrentamiento en Tokyo. No había una pizca de reacción a las palabras de Ryuusei, ni a su aura, ni a su postura. Era como si escuchara el zumbido de un insecto. La inmensidad de su poder era palpable, pero contenida, observando.

La "pelea" comenzó. Ryuusei atacó primero, lanzado por su confianza. Se movió a una velocidad increíble (para estándares normales), usando su fuerza, su aura para potenciar sus golpes. Intentó maniobras que había practicado, buscando puntos débiles, ángulos ciegos.

Fue… fútil.

Aurion no se molestó en esquivar por completo. Simplemente bloqueó los golpes de Ryuusei con un movimiento mínimo de un brazo. La fuerza de Ryuusei, capaz de romper acero y piedra con facilidad, simplemente se disipó contra la defensa casual de Aurion, como una ola contra un acantilado inamovible. Intentó usar sus dagas para teletransportarse y atacar desde otro ángulo; Aurion interceptó su punto de salida con un movimiento imperceptible, forzándolo a reaparecer donde Aurion quería, sin haber logrado nada. Sus martillos no encontraron metal para corroer, solo un brazo que no se inmutó.

Aurion no estaba peleando en serio. Ni siquiera remotamente. Solo estaba… desviando a Ryuusei. Su cara fría no cambió. No mostró esfuerzo, ni siquiera interés genuino en los ataques a máxima potencia de Ryuusei. La dura realidad de la diferencia de poder se manifestó no en golpes, sino en la absoluta falta de impacto que Ryuusei tenía sobre él. Todo el sufrimiento, todo el entrenamiento… Aurion seguía estando en una liga completamente diferente.

Pasaron los segundos. Para Ryuusei, cada ataque fallido era una bofetada de realidad. Para Aurion…

—Ya me aburrí.—

La voz de Aurion resonó en el valle desolado. Monótona. Desprovista de toda emoción. Una simple declaración de hecho que aplastó la arrogancia de Ryuusei más eficazmente que cualquier golpe. Había tardado solo unos pocos segundos para que el Héroe Número Uno se aburriera de sus mejores esfuerzos.

Aurion dio un paso adelante. La atmósfera cambió. La potencia latente comenzó a manifestarse.

—Terminaré esto —dijo Aurion—. En dos minutos.

Dos minutos. Un plazo que, para Ryuusei, ahora sonaba a una eternidad de humillación inútil. Pero no duraría tanto.

La "pelea" continuó. Ryuusei, golpeado por la realidad y la declaración de Aurion, quizás intentó una defensa desesperada o un último ataque desesperado.

Fue inútil.

Solo 10 segundos después de que Aurion dijera que terminaría en dos minutos… llegó el final.

Aurion se movió. No hubo tiempo para que Ryuusei lo registrara. No hubo una ráfaga de energía, no hubo un grito. Fue velocidad pura y precisa. Un movimiento que la vista de Ryuusei no pudo seguir, que su regeneración no pudo anticipar.

La mano de Aurion se movió, tan rápida que pareció un borrón transparente. Un sonido húmedo y seco, como un nudo que se rompe abruptamente.

Y entonces… le quitó la cabeza a Ryuusei.

El cuerpo de Ryuusei se detuvo abruptamente, la conexión neural cortada. Cayó pesadamente al suelo, un bulto sin vida, mientras que su cabeza, separada del cuello con una limpieza brutal y repentina, siguió una corta trayectoria antes de aterrizar con un golpe sordo y repugnante en la tierra helada a pocos metros de distancia. El corte era perfecto, la violencia quirúrgica.

El silencio volvió al valle, roto solo por el sonido del viento. Un cuerpo. Una cabeza separada.

Pero entonces, el horror continuó, la regeneración dolorosa de Ryuusei se activó.

Del cuello cortado, tejido comenzó a burbujear y extenderse, buscando reconectarse. De la base del cráneo de la cabeza, tejido similar brotó, retorciéndose y buscando. La agonía era insoportable, multiplicada por el trauma de la decapitación y la violencia antinatural de la curación a esa escala. Sintió los nervios desgarrados ardiendo, la materia ósea y muscular moliéndose y tejiéndose con sonidos húmedos y crujientes para unirse de nuevo. Era un espectáculo macabro, el cuerpo intentando anular la muerte a través de una tortura biológica.

Aurion observó el proceso por un instante. Su cara fría no mostró sorpresa, ni disgusto, ni siquiera la más mínima empatía. Solo una evaluación clínica del resultado.

—Aún no estás listo —dijo Aurion. Su voz era la misma que antes, sin inflexión—. Tu cuerpo es resistente, sí. Pero tu mente… y tu poder real… están subdesarrollados. Y tu arrogancia… es una debilidad fatal.

Sin una última mirada, sin verificar si la regeneración sería exitosa, Aurion simplemente se dio la vuelta. Y se quedo sentado mirándolo a Ryuusei en medio de la nada, un cuerpo decapitado que se reconstruía con agonía, solo con el frío viento ruso y la demoledora realidad de su derrota.

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