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Chapter 189 - Capítulo 33: El Acero Inesperado

El frío viento ruso aullaba sobre el valle desolado, un lamento sordo que era el único sonido además de los gemidos ahogados que escapaban de Ryuusei. Estaba en el suelo, un amasijo de carne lacerada y huesos que se reconstruían a sí mismos con una agonía insoportable. El trauma de la decapitación aún resonaba en cada fibra de su ser, no solo el dolor del corte, sino la agonía ardiente y punzante de la regeneración dolorosa que trabajaba a toda marcha para reconectar su cabeza, para sellar el horror.

Su cabeza estaba de nuevo unida, el corte brutal ahora una línea roja y humeante que se cerraba visiblemente, pero el dolor… el dolor de la regeneración era una tortura constante, peor que el daño inicial, una quema interna que lo consumía mientras su cuerpo luchaba por la vida. Estaba débil, temblando, sus músculos agotados por el esfuerzo de la curación forzada. Mentalmente, la humillación de la derrota rápida y brutal a manos de Aurion lo aplastaba. Su arrogancia se había desmoronado en diez segundos. Estaba en su punto más bajo, indefenso, deseando que el dolor se detuviera.

Fue entonces cuando sintió otra presencia. No la abrumadora energía de Aurion, sino algo diferente. Aguda. Peligrosa.

Una figura apareció en el borde del valle, caminando con una calma desconcertante sobre la tierra helada. Un hombre. Alto, con una presencia que emanaba una confianza tranquila pero letal. Llevaba ropa que parecía sacada de otro tiempo, pero lo más notable era el arma en su mano: una katana larga y elegantemente simple.

John Valmorth.

John se acercó a Ryuusei en el suelo. Observó su estado: el cuerpo temblando, la herida del cuello aún fresca y sanando con dolor visible, los ojos dorados llenos de agonía y derrota. No había piedad en la mirada del recién llegado, solo una curiosidad fría.

Sin decir una palabra, sin el más mínimo indicio de vacilación, John se detuvo junto a Ryuusei. Su katana se movió con una velocidad cegadora, un destello de acero pulido en el aire.

El filo encontró carne y hueso.

Cortó la pierna derecha de Ryuusei justo por encima de la rodilla. El corte fue tan limpio que casi no hubo resistencia. Un sonido rápido y brutal de carne separándose.

—¡Aaaaaargh!— El grito de Ryuusei fue puro horror y agonía, un sonido desgarrado que resonó en el valle. El dolor de la pérdida de la pierna se sumó al tormento constante de su regeneración dolorosa.

La pierna cortada cayó al suelo con un golpe sordo. Del muñón palpitante de Ryuusei, y de la pierna separada, la regeneración se activó a toda potencia de nuevo. Tejido comenzó a brotar, a retorcerse, a buscar reconectarse con una agonía insoportable y visiblemente perturbadora. El dolor era inimaginable, una tortura biológica que no le daba respiro. Estaba destrozado y curándose, destrozado de nuevo y curándose otra vez, todo mientras la humillación de Aurion aún lo quemaba.

Pero antes de que John pudiera hacer algo más, o que la regeneración de Ryuusei avanzara significativamente, otra presencia, la inmensa y familiar de Aurion, lo miró tan abruptamente.

Vio la escena: Ryuusei en el suelo, mutilado y regenerándose dolorosamente, y a John Valmorth, de pie, con su katana en la mano, el aire cargado con el olor de la sangre fresca y el poder latente.

La cara de Aurion, que había sido fría y desinteresada momentos antes, se volvió seria. Sus ojos se fijaron en John, una intensidad que denotaba reconocimiento y desagrado.

— John—la voz de Aurion resonó en el valle, perdiendo toda la neutralidad que tenía al hablar con Ryuusei. Había una autoridad y una exigencia claras—. ¿Qué estás haciendo aquí?

 John, sin inmutarse, limpió la sangre de la katana en un trozo de tela invisible o simplemente sacudiéndola con un movimiento experto. Envainó el arma con un clic metálico. Se volvió hacia Aurion, una sonrisa arrogante y calmada en su rostro.

—Aurion —dijo John, con un tono casual que contrastaba con la seriedad de Aurion. Sus ojos brillaban con una chispa de desafío—. ¿Por qué? Simple.

Se encogió de hombros, como si fuera la explicación más obvia del mundo. —Estaba… aburrido de esperar.—

Dio un pequeño paso, la mirada regresó brevemente hacia el campo de batalla distante, de donde venía el sonido tenue de la guerra. —He estado… divirtiéndome con los pequeños soldados canadienses por un tiempo. Rompiéndolos. Matándolos.— Lo dijo con la misma casualidad con la que alguien describiría una tarde de ocio. —Pero… se volvieron predecibles. Repetitivos.— Su sonrisa se amplió ligeramente, una expresión de aburrimiento genuino. —No hay nadie remotamente interesante entre ellos. Nadie fuerte que valga la pena el esfuerzo serio.—

Su mirada regresó a Aurion. —Y entonces… te vi.— Su tono cambió, una chispa de interés real apareció en sus ojos. —Te vi descender sobre la batalla. Sentí la energía. La potencia de ese choque, aunque breve. Te vi llevarte a este…— Gesticuló con la cabeza hacia Ryuusei en el suelo. —…a este que estabas dispuesto a llevarte para ti solo.—

Dio otro paso, su presencia emanaba poder y un peligro impredecible. —Sentí su aura. El potencial latente que emana, incluso ahora mientras se retuerce en su curación.— Su sonrisa se volvió depredadora. —Interesante. Un desafío diferente a los juguetes que rompía antes.—

 John extendió las manos, como si presentara la escena. —Así que… decidí unirme. Parecía que aquí la verdadera diversión iba a comenzar.— Su razón para estar allí, para atacar a Ryuusei, era pura y simplemente su propia búsqueda de entretenimiento y un oponente digno.

Ryuusei, en el suelo, con la pierna cortada y el cuello recién sanado, se retorcía por la doble agonía de la regeneración, atrapado entre la mirada seria de Aurion y la sonrisa arrogante de John. Era daño colateral en una confrontación de poder que lo superaba por completo.

El valle desolado se convirtió en el escenario de una nueva y peligrosa dinámica. Aurion, el Héroe Número Uno, enfrentado a John, el individuo aburrido y letal que buscaba un desafío. Y Ryuusei, en su punto más vulnerable, atrapado entre ellos. La batalla en Rusia continuaba, pero aquí, el verdadero peligro apenas comenzaba a definirse.

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