Minutos Antes
El aire dentro del búnker de mando japonés olía a café fuerte, sudor y el leve zumbido de la electrónica. Afuera, las primeras ondas de la batalla comenzaban a resonar, distantes por ahora, un murmullo sordo que prometía caos inminente. Dentro, la tensión era palpable, pero contenida por la presencia de la figura en el centro de la habitación.
Aurion no estaba "descansando" en el sentido convencional. Estaba quieto, sentado con una calma absoluta, sus ojos enfocados en un mapa holográfico que mostraba el despliegue de las fuerzas invasoras. Su uniforme impoluto y su postura serena contrastaban con la febril actividad del personal japonés a su alrededor. Irradiaba poder, una potencia latente comparable a la de un sol contenido, incluso en reposo. Parecía… expectante.
Un General japonés entró rápidamente, su rostro una máscara de respeto y urgencia. Se detuvo ante Aurion, hizo una reverencia rápida.
—Aurion-sama —dijo el General, su voz respetuosa pero teñida de excitación—. Tenemos confirmación. Es él.
La mirada de Aurion se fijó en el General. La calma se mantuvo, pero una intensidad subyacente apareció en sus ojos.
—¿Quién? —la voz de Aurion era uniforme, sin emoción aparente, pero el General entendió la pregunta.
—Su firma de energía… es inconfundible. Los patrones coinciden con los datos de los incidentes en Canadá y… la incursión en Ottawa —informó el General, el respeto se mezcló con el miedo reverencial—. Kisaragi Ryuusei… está aquí. Con la fuerza de invasión. El análisis inicial indica que su puesto de mando principal está…— Señaló un punto en el mapa.
Una quietud diferente cayó sobre Aurion, no la calma del descanso, sino la quietud de una tormenta a punto de desatarse. Una ligera sonrisa, gélida y decidida, apareció en sus labios perfectos.
—Ryuusei —murmuró Aurion, el nombre sonó con el peso de una historia compartida—. Otra vez.
Se puso de pie. No hubo movimientos innecesarios, la tensión en el búnker aumentó hasta ser casi insoportable. El General y su personal contuvieron la respiración.
—El plan sigue en marcha —dijo Aurion, su voz era una orden final, la trampa se cerraría, pero su objetivo era personal—. Mi parte… comienza ahora.
Sin una palabra más, sin un sonido de pasos, Aurion simplemente se movió. No caminó, no corrió. Su figura se convirtió instantáneamente en un borrón irreal de velocidad, dejando una estela de aire distorsionado y una sensación de vacío en el espacio que acababa de ocupar. Salió del búnker como un rayo, dirigiéndose hacia el campo de batalla, hacia el punto señalado en el mapa. Su objetivo era claro. Y se movía a la velocidad de un dios enfocado en su presa.
El Campo de Batalla
El caos era un arte oscuro y brutal en el campo de batalla. Los soldados canadienses, incluso bajo la influencia de Kaira, se encontraban atrapados. Lo que debía ser un avance por sorpresa se había convertido en una serie de zonas de aniquilación pre-planificadas. Fuego cruzado desde ángulos inesperados, artillería calibrada con precisión, defensas que emergían del terreno aparentemente vacío.
En la zona de inserción aérea, Volkhov y Aiko luchaban espalda con espalda, su regeneración rápida operando a toda marcha mientras recibían daño constante de todas direcciones. La puntería perfecta de Volkhov eliminaba nidos de ametralladoras y oficiales enemigos, mientras Aiko usaba su Espada Oscura, un torbellino de cortes que destrozaba formaciones enemigas, pero simplemente había demasiados. Sentían que los estaban empujando hacia un punto específico.
En el frente terrestre, Chad y Brad se abrían paso con explosiones y manipulaciones de terreno, pero la resistencia japonesa era implacable y bien coordinada. Unidades blindadas que aparecían de flancos inesperados, minas terrestres en rutas "seguras". La regeneración rápida les permitía sobrevivir a impactos que destrozarían a soldados normales (piernas voladas por minas que se reconstruían con agonía, costillas rotas por fuego de tanque que se soldaban al instante), pero la fatiga se acumulaba, y sentían que estaban siendo canalizados hacia una fortaleza.
En la zona de infiltración, Kaira, Amber Lee, Ezequiel y Bradley sentían el aumento de la tensión. Aunque controlaban el puesto de mando, la red de comunicaciones japonesa seguía funcionando con una eficiencia que indicaba un control centralizado en otro lugar. Y la llegada de refuerzos enemigos, moviéndose con precisión alarmante, confirmaba que estaban en una jaula. Ezequiel sentía el tiempo como si se estuviera apretando a su alrededor, una presión sutil que hacía que sus pequeñas distorsiones temporales fueran más difíciles de mantener.
Y en una zona boscosa, Sylvan luchaba. La emboscada no lo había matado (su regeneración rápida y resistencia eran inmensas), pero sus atacantes no eran comunes. Armas que disparaban energía concentrada quemaban su "piel" de corteza más rápido de lo que podía regenerarse. Eran fuerzas especiales japonesas, equipadas y entrenadas específicamente para contrarrestar amenazas metahumanas como él. Estaba siendo contenido, dañado constantemente, su capacidad de resurrección latente puesta a prueba por la intensidad del asalto.
En el Puesto de Mando Avanzado, Ryuusei y Kaira observaban las pantallas. El caos controlado del inicio se había convertido en un desorden sangriento y desesperado. Kaira, con el ceño fruncido, procesaba los informes y las sensaciones telepáticas.
—Es una trampa, Ryuusei —confirmó Kaira, su voz fría reconocía la realidad brutal—. Sabían que vendríamos. Han preparado cada fase. Nuestras unidades están siendo… dirigidas. Canalizadas. Esto es un matadero pre-planificado.
La comprensión golpeó a Ryuusei. Habían subestimado al enemigo. O más bien, al estratega detrás de ellos. Estaba a punto de dar órdenes para intentar una retirada táctica, para romper la formación…
Y entonces llegó.
No en una pantalla. No en un informe. La llegada de Aurion no fue un evento que pudiera ser contenido por tecnología o comunicación. Fue una ruptura en la realidad misma del campo de batalla.
Un rugido sónico que superó el estruendo de la guerra. Un destello cegador en el horizonte, seguido por una línea blanca incandescente que cortaba el aire a una velocidad incomprensible. No se dirigía a las tropas en general. Se dirigía directamente hacia el Puesto de Mando Avanzado de Ryuusei.
Las defensas japonesas a lo largo de su camino se hicieron a un lado con una mezcla de pánico y reverencia. Cualquier obstáculo, vehículo, soldado, que estuviera en su trayectoria directa… simplemente dejó de existir en una explosión de energía y polvo. No se detuvo a pelear; solo abrió un camino a través de la batalla con pura, abrumadora velocidad y poder, una estela de destrucción que lo llevaba directamente a su objetivo.
El Puesto de Mando tembló cuando Aurion aterrizó afuera. No un aterrizaje; un impacto controlado que envió ondas de choque y polvo por todas partes. La figura se alzó en la entrada, la luz filtrada por el humo y la destrucción parecía realzar su aura de poder. Impecable a pesar de haber atravesado una zona de guerra.
Entró. La conversación se detuvo. El personal canadiense congelado en su lugar (por miedo o influencia residual de Kaira). Kaira, Bradley, Arkadi… todos lo miraron con una mezcla de asombro y pavor.
Aurion buscó a Ryuusei con la mirada. Sus ojos, brillantes con una luz intensa, se fijaron en la figura enmascarada en el centro de la sala.
—Kisaragi Ryuusei —la voz de Aurion resonó, no amplificada, sino imbuida de un poder inherente que la hacía inconfundible sobre el ruido distante de la batalla. Era una voz que exigía atención.
Aurion dio un paso hacia Ryuusei, ignorando a todos los demás. Su propósito era singular. —Esta vez… la esconderé.— Sus palabras eran una promesa, o una amenaza. —No habrá interferencias.— Una referencia clara a su pelea anterior, y su intención de que esta fuera diferente.
Se detuvo frente a Ryuusei. La diferencia de poder era abismal. Aurion, la encarnación del poder solar. Ryuusei, el marginado con un potencial inmenso, limitado por el miedo a la ceguera y un cuerpo que sanaba con agonía.
—Terminaremos lo que empezamos, Ryuusei —dijo Aurion. Su mano se extendió. No en un ataque, sino en un gesto para agarrar.
Bradley reaccionó, moviéndose con velocidad. Pero Aurion fue más rápido. Antes de que Bradley pudiera interponerse, Aurion ya había sujetado el brazo de Ryuusei.
Y con una velocidad que desafió la percepción, un desgarro sónico que hirió los tímpanos y una estela que se desvaneció en el aire… Aurion se llevó a Ryuusei.
Se fueron. Sacado del Puesto de Mando. Sacado del campo de batalla. En un instante.
Kaira, Bradley, Arkadi… el resto del equipo de Operación Kisaragi se quedaron atrás. La base de mando estaba ahora sin su líder. Atrapados en una trampa. Enfrentando a un ejército preparado. Y ahora… sin el hombre que los había traído hasta aquí, llevado por el Héroe Número Uno para un duelo personal.