El lodo ensangrentado del cráter se pegaba a la piel desgarrada y regenerada de Ryuusei. El aire estaba denso con el hedor metálico de la sangre fresca y el olor nauseabundo del tejido que se reconstruía a sí mismo. El ciclo continuaba, daño, dolor, regeneración, más dolor, agotamiento. Y la presencia inmutable de Snow, que observaba desde el centro del tormento que infligía.
Hoy, el entrenamiento se centró en soportar lo insoportable. No solo recibir el impacto, sino mantener la función, la conciencia y la voluntad mientras su cuerpo era sometido a horrores que deberían haberlo dejado en shock catatónico o muerto.
Snow no usó golpes directos al principio. Proyectó campos de fuerza retorcidos. Zonas de realidad deformada que obligaban al cuerpo de Ryuusei a contorsionarse en ángulos inhumanos. Sintió cómo sus extremidades se doblaban hacia atrás con sonidos secos de articulaciones dislocándose, cómo sus músculos se tensaban hasta el punto de romperse en gruesos cordones rojos bajo la piel, cómo los tendones se estiraban hasta el límite, finas cuerdas blancas y rojas bajo la piel estirada.
El dolor era agonizante, pero la regeneración actuaba de inmediato, forzando a los ligamentos a volver a su sitio con chasquidos audibles, tejiendo los músculos desgarrados con movimientos reptantes y nauseabundos, todo acompañado por la agonía ardiente y punzante de la curación misma. Gritó, un rugido desgarrado por el doble dolor del daño y la reparación.
—Aguanta—resonó la voz de Snow, sin piedad. —No cedas ante el dolor. Tu mente debe dominar la carne rota y la curación que te tortura.—
El siguiente ejercicio: presión externa. Snow generó campos de fuerza que comprimían el cuerpo de Ryuusei. Sintió cómo sus huesos, desde las falanges de los dedos hasta las costillas y el cráneo, crujían bajo la presión, fragmentos óseos se astillaban y se movían visiblemente bajo la piel, algunos incluso sobresaliendo ligeramente antes de ser tirados de vuelta por la regeneración. Sintió la horrible sensación interna de sus órganos siendo aplastados y luego expandiéndose mientras la regeneración los reparaba. La regeneración dolorosa se intensificaba con cada hueso que se soldaba, cada vaso sanguíneo que se reconectaba. Era una agonía multiplicada. Sus gritos se volvieron constantes, sonidos guturales de pura tortura.
—Enfócate en tu aura—ordenó Snow. —Usa tu energía para estabilizarte. Para mantener la conciencia. No permitas que el horror de tu cuerpo te quiebre. Siente el dolor. Siéntelo todo. Y sobrepásalo con tu voluntad.—
Snow alternó entre diferentes tipos de horrores: cortes limpios que partían miembros que la regeneración unía con sonidos húmedos y viscosos, daño energético que quemaba su piel hasta carbonizarla antes de que nuevas capas de piel crecieran con una sensación de ardor insoportable, daño interno que sentía como si su cuerpo se estuviera pudriendo y reconstruyendo simultáneamente desde el interior, un proceso asqueroso y agonizante que la regeneración ejecutaba sin descanso. Vio su propia carne ondularse, contorsionarse, cerrarse sobre heridas abiertas con movimientos que no pertenecían a un cuerpo humano.
Pero a pesar del horror, a pesar de la agonía insoportable de cada momento de curación, Ryuusei estaba mejorando. Sus gritos no cesaron, pero duraban menos. Sus ojos, aunque inyectados en sangre y fijos por el dolor, mantenían una chispa de conciencia, de desafío. Aprendía a funcionar en medio del caos visceral. Su aura no flaqueaba tan rápido bajo la presión. Su determinación se endureció en el crisol de su propio sufrimiento, una voluntad de hierro forjada en el dolor de su propia carne. Podía aguantar más, durar más tiempo antes de colapsar, forzar su cuerpo a mantenerse erguido incluso cuando sus huesos se estaban soldando con ruidos de molienda.
Después de lo que pareció una eternidad de esta tortura enfocada en la resistencia, Snow se detuvo. La energía opresiva disminuyó. Ryuusei cayó de rodillas, jadeando, su cuerpo temblando, las últimas heridas cerrándose con punzadas de dolor residual.
—Suficiente… resistencia… por ahora—dijo Snow.
Ryuusei levantó la vista, esperando la siguiente fase de agonía estática. Pero Snow cambió la dinámica.
—Ahora—dijo Snow, con una intensidad diferente—. Aplica lo que has aprendido. Pelea.
El entrenamiento pasó a ser un combate directo. Snow, aún controlando su poder, pero permitiéndose usar una fuerza suficiente para testear a Ryuusei en movimiento. Se puso de pie, cojeando al principio mientras la regeneración terminaba su trabajo, luego empuñó sus martillos. Sus Dagas de estaban listas, este no era un combate a muerte, sino una prueba de función bajo horror.
Snow atacó. Ryuusei bloqueó con sus martillos. La fuerza fue abrumadora, pero esta vez, Ryuusei no cayó inmediatamente. Sintió el impacto romper los huesos de sus brazos a través de los martillos, un sonido seco y penetrante. Vio cómo sus antebrazos se doblaban en ángulos imposibles, la piel desgarrándose por la tensión, mostrando huesos rotos.
Pero ahora, la regeneración actuaba mientras él intentaba seguir luchando. El dolor ardiente y punzante de la curación recorría sus brazos, sus huesos moliéndose para unirse, mientras intentaba balancear un martillo con un brazo que se estaba reparando dolorosamente. Era una danza macabra: golpear, recibir daño, sentir el horror del cuerpo rompiéndose, sentir la agonía de la curación instantánea, y aun así, intentar bloquear, esquivar o contraatacar.
Snow se movía rápidamente, forzando a Ryuusei a usar sus Dagas para teletransportarse y evadir. Intentó un salto rápido, pero un toque de energía de Snow lo alcanzó justo cuando se desmaterializaba. Sintió una explosión de dolor en su pecho, costillas se partieron con sonidos de astillas, sintió líquido brotando en sus pulmones por un instante antes de que la regeneración los reparara con dolorosas puntadas internas. Cayó fuera del portal, jadeando, tosiendo sangre que se reabsorbía.
—Levántate. Lucha.— La voz de Snow era un látigo.
Ryuusei se obligó a ponerse de pie. Su visión se nublaba por el dolor constante de la regeneración activa en múltiples puntos. Cada movimiento era una mezcla de dolor por el daño, dolor por la curación, y la pura voluntad de seguir adelante. Golpeó con un Martillo, sentiendo que los músculos de su espalda se desgarraban por el esfuerzo excesivo antes de que la regeneración comenzara su trabajo agonizante.
La pelea continuó así. Ryuusei recibiendo daño brutal (huesos rompiéndose, carne desgarrándose, órganos internos sufriendo), su cuerpo activando la dolorosa regeneración de forma constante, y él forzándose a luchar a través del dolor de estar siendo simultáneamente destruido y reconstruido. Snow evaluaba no su habilidad para ganar, sino su capacidad para funcionar bajo ese estado de horror y agonía. Su habilidad para usar sus armas, su aura, su mente, cuando su propia carne era un infierno de regeneración.
El capítulo culminó cuando Snow dio un último impacto, uno que pulverizó la defensa de Ryuusei y lo envió al suelo, un amasijo de carne herida y regenerada activamente, jadeando, con el sonido de huesos sellándose y tejido uniéndose aún resonando en el cráter. Estaba derrotado.
Pero se puso de pie de nuevo, lentamente, temblando, la regeneración completando su trabajo doloroso. Había peleado. Había aguantado. Había demostrado que podía funcionar a través del horror y la agonía de su propia curación.
Snow lo observó.
—Suficiente—dijo Snow. No hubo elogios, solo una evaluación fría. —Has dado el primer paso. El umbral del dolor… lo has cruzado.
Ryuusei se quedó allí, exhausto, dolorido (incluso sin heridas visibles, la memoria sensorial del dolor y la agonía de la regeneración lo castigaba), pero con una chispa de triunfo en sus ojos. Había soportado el horror. Había peleado a través de la agonía. La forja continuaba. El camino para enfrentar a Aurion estaba pavimentado con su sufrimiento.