El lugar de entrenamiento era un cráter. O quizás se convirtió en uno a medida que comenzó el entrenamiento. Snow lo había elegido. Una vasta área desolada a cierta distancia de la base militar canadiense, rodeada por la imponente quietud del Bosque de Alberta. La tierra aquí ya estaba removida, el suelo compactado por fuerzas antinaturales. Era un lienzo perfecto para la brutalidad que seguiría.
Ryuusei se encontraba en el centro del cráter improvisado. Llevaba un equipo de entrenamiento minimalista, diseñado para ofrecer la menor restricción posible y permitir una observación clara del daño y la regeneración. A su lado, sus dos Martillos de Guerra descansaban pesadamente en el suelo, y las empuñaduras de sus Dagas de Teletransportación se asomaban por sus correas. Ryuusei estaba listo, su aura negra y dorada latiendo con anticipación tensa. Había aceptado el camino.
Frente a él estaba Snow. La figura de Heraldo Titán, alta y formidable. Pero al mirar de cerca, al realmente observar los detalles de su forma, Ryuusei notó algo que no había procesado completamente antes. La fuerza y la escala estaban ahí, innegables. Pero en los rasgos de su rostro, en la simetría de su estructura, había una cualidad… bellísima. No de fragilidad, sino de perfección casi etérea, como si hubiera sido esculpido por fuerzas cósmicas para ser tanto poderoso como visualmente sublime. Una belleza que contrastaba extrañamente con el poder crudo que emanaba.
Snow habló, su voz profunda resonó en el aire.
—Este entrenamiento no es para que derrotes a simples metahumanos, Ryuusei —dijo Snow, su mirada intensa y enfocada.
Dio un paso, su presencia llenó el espacio. —El mundo que conoces… se enfrenta a amenazas de una escala que la mayoría no puede concebir. Tu camino te llevará a enfrentarlas. La más inmediata… la más formidable…
Snow nombró al enemigo. —El Héroe Número Uno. Aurion. No es un enemigo común.
Hizo una pausa. —Para entender lo que te enfrentarás… imagina el poder. Su fuerza… es comparable a la de tres soles combinados. No es una metáfora, es una realidad energética.
Describió las capacidades: —La fuerza para mover montañas. La velocidad para viajar a través de continentes en un abrir y cerrar de ojos. Es virtualmente invulnerable a las armas convencionales, los proyectiles se desintegran al tocarlo. Su visión puede cortar el acero más resistente con un calor cegador. Y tiene la falta de piedad para usar todo ese poder de forma absoluta si es necesario para lograr sus objetivos.
Snow miró a Ryuusei. —Esa es la escala de la amenaza. Tú necesitas alcanzar un nivel de poder y resistencia que te permita, al menos, sobrevivir a un encuentro con él. Para tener una oportunidad. Para proteger lo que valoras cuando se enfrente a él. Este entrenamiento te dará esa oportunidad. Pero no será fácil.
No hubo más preámbulos. El entrenamiento comenzó. Y Snow no tuvo piedad.
La primera fase fue una prueba de resistencia, golpes, impactos. Ryuusei empuñó sus Martillos de Guerra, intentando usarlos para bloquear la fuerza de Snow, pero fue inútil. La energía invisible que emanaba de Snow al golpear lo atravesó. Ryuusei sintió un dolor agudo, un crujido terrible.
Sus costillas se partieron audiblemente y se astillaron, la carne sobre ellas se distendió de forma grotesca y se abrió con un sonido húmedo, dejando ver los fragmentos blancos y dentados del hueso roto bajo una línea roja de tejido desgarrado. Una ola de sangre caliente brotó, empapando su equipo. Cayó al suelo, una figura destrozada, jadeando, con sangre burbujeando en sus labios y el aliento quebrado.
Pero la regeneración comenzó de inmediato, una fuerza violenta y milagrosa. Sintió la energía de las Piedras ardiendo, reescribiendo su anatomía. Y sintió… un dolor que igualaba o superaba al del daño inicial. No era solo que las heridas dolieran; la curación misma era una agonía ardiente y punzante. Oyó el sonido espeluznante de las costillas rotas moviéndose por sí solas, crujiendo, moliendo y soldándose con chasquidos secos y violentos mientras la carne desgarrada a su alrededor se retorcía, se ondulaba y se unía con una velocidad nauseabunda.
Cada centímetro de tejido reconectándose, cada fragmento de hueso fusionándose enviaba oleadas de dolor insoportable a través de su sistema nervioso. La herida abierta se cerró, la piel se estiró sobre el hueso recién unido, la sangre fue reabsorbida de vuelta a sus venas. En segundos, solo quedó una piel intacta donde antes había fractura expuesta y gore pulsante, pero la memoria sensorial de la doble agonía (daño + curación) permanecía grabada.
Snow no esperó a que terminara. —Levántate. De nuevo.
La siguiente prueba fue velocidad y evasión. Ryuusei intentó desesperadamente usar sus Dagas de Teletransportación, activando sus runas con un pensamiento para saltar fuera del camino. Pero Snow fue demasiado rápido, o de alguna manera interrumpió la teletransportación en el último microsegundo. Ryuusei sintió un tirón violento en el espacio, y luego un impacto. Esquivó el ataque principal, pero un roce de la energía de Snow fue suficiente.
Sintió sus músculos del brazo derecho desgarrarse con un sonido de tela rasgada y carne rompiéndose, las fibras se rompían como hilos tensados en exceso. La piel se abrió en surcos rojos y dolorosos, exponiendo las capas inferiores de tejido muscular, algunas fibras se retraían visiblemente en el horror. El brazo colgó inútil, los tendones expuestos y vibrantes de dolor. Un dolor agonizante que lo hizo gritar, el sonido casi ahogado por el zumbido de la energía de Snow.
La regeneración volvió a activarse, una oleada de calor y hormigueo que reescribía su carne visiblemente. Y de nuevo, el dolor de la curación se sumó al dolor del daño. Vio cómo los bordes de las heridas se rizaban, el tejido se tejía a sí mismo con movimientos que parecían independientes, como gusanos bajo la piel, a una velocidad antinatural.
Vio cómo los músculos se retorcían y se unían, las fibras se reconectaban bajo su piel, restaurando la funcionalidad en segundos con un sonido húmedo y pegajoso, mientras la agonía de cada fibra sanando lo recorría.
—Debes ser más rápido— dijo Snow, su voz era un comando frío sobre los jadeos de dolor y los sonidos de curación/agonía de Ryuusei. —Tu cuerpo puede sanar, pero si no evitas el golpe por completo, el coste acumulado te romperá. Tu capacidad de sanar no es infinita. Cada reparación exige un precio… y sientes cada cuota.
El entrenamiento se volvió un ciclo brutal: daño extremo llevado al límite de lo imaginable, una sinfonía de crujidos de huesos y desgarros de carne, dolor insoportable que se volvía una constante compuesta por el daño y la curación, regeneración visceral y repetida que convertía su cuerpo en un lienzo de horror y curación dolorosa instantánea, y la implacable presión de Snow. Lo lanzó contra formaciones rocosas con una fuerza demoledora, escuchó el sonido hueco y resonante de sus huesos estrellándose, astillándose y fracturándose con cada impacto.
Vio la forma antinatural que tomaban sus extremidades por un instante, doblándose en ángulos imposibles, huesos a punto de perforar la piel, antes de que la regeneración los reacomodara con crujidos secos y espeluznantes, materia ósea moliéndose visiblemente mientras se unía, todo acompañado por la agonía ardiente de la reparación.
Sintió el dolor punzante y ciego de sus órganos internos sufriendo el impacto, una sensación de horror corporal de daño masivo, una sensación de que se rompía por dentro que su regeneración milagrosamente revertía, dejando solo el agotamiento, la memoria sensorial del trauma y el recuerdo vívido de la agonía de la curación. Sangre brotaba a borbotones y era reabsorbida por su propia piel cerrándose con una velocidad asombrosa y repugnante, cada poro cerrándose era una punzada de dolor.
Piel se abría mostrando el interior carnoso y se cosía sola con movimientos reptantes, y cada puntada invisible de regeneración era una descarga de agonía. Era un ciclo vicioso y nauseabundo de destrucción, dolor y reconstrucción dolorosa.
—¡Ahg!— El grito de Ryuusei fue un rugido de puro sufrimiento físico y mental, un sonido arrancado de lo más profundo de su ser, mientras Snow lo forzaba a resistir una ráfaga de energía que sentía que lo estaba quemando y rompiendo a nivel celular, y la regeneración luchaba por reparar el daño en medio de la agonía. —¡No puedo… más! ¡Duele!—
—Puedes— respondió Snow, su voz resonaba con una certeza absoluta que no admitía el fracaso ni la debilidad. —Tu cuerpo grita. Tu mente lo desea. Tu carne te traiciona con cada curación. Pero tu voluntad… tu voluntad es lo que forjamos aquí, empuja, más allá del dolor. Más allá del miedo, más allá de la agonía de tu propia curación. Accede a lo que está oculto. Tu verdadero potencial. No es físico. Es… tú. Es tu aura. Es tu voluntad manifestada en carne y hueso… y dolor.
Lo que Snow le estaba enseñando no era solo a resistir y regenerar. Era a usar la regeneración como una base para soportar niveles de poder que de otro modo serían letales, a mantener la conciencia y el enfoque cuando su cuerpo se convertía en una masacre en tiempo real y esa masacre se curaba con más dolor, a trascender el umbral del dolor y la agonía de la curación para acceder a reservas más profundas de su propia fuerza y aura. Era la forja de un guerrero que podía desafiar a seres de poder solar.
Ryuusei apretó los dientes, el sabor metálico de la sangre (vieja y nueva) en su boca, la agonía de la regeneración recorriendo cada fibra de su ser. Cada fibra de su ser gritaba que se rindiera, que el dolor era demasiado, que el horror de su propio cuerpo reparándose una y otra vez era insoportable y antinatural, y que la curación misma lo estaba quebrando.
Pero la parte más profunda de él, la voluntad inquebrantable que lo había llevado a rebelarse contra los Heraldos, que lo había convertido en líder de los marginados, se negaba a ceder. Miró la imponente y extrañamente bella figura de Snow, el estándar de poder que debía alcanzar. Recordó a Kaira, a Bradley, a su equipo, a todos los que dependían de él. A Nora, la gigante dormida bajo la tierra. A su propósito.
Se puso de pie de nuevo, sus piernas temblaban, cubierto de marcas de heridas que se desvanecían rápidamente, sintiendo el agotamiento visceral y la extraña sensación de que su propia carne, en su capacidad de curarse, era un instrumento de tortura.
—De nuevo—dijo Ryuusei, su voz era ronca, un sonido raspado por el esfuerzo, el dolor y la agonía de la curación que aún resonaba en sus nervios, pero la determinación ardía indomable en sus ojos dorados.
Snow asintió, una sutil señal de reconocimiento a la voluntad indomable de su pupilo.
La brutal danza de daño, dolor, horror corporal, regeneración dolorosa y reconstrucción continuó bajo el vasto cielo de Alberta. El entrenamiento de Ryuusei había comenzado en serio, un camino de sufrimiento, agonía y superación forjado por un Heraldo Titán para preparar a un marginado para enfrentar el poder de tres soles. El camino para convertirse en el guerrero legendario apenas había empezado, y estaba pavimentado con los límites rotos y reconstruidos de su propio cuerpo, con cada paso de curación siendo un tormento en sí mismo.