El amanecer en Berlín trajo consigo un aire pesado, casi tangible. Las calles, aún marcadas por los destrozos de la noche anterior, parecían susurrar secretos en un lenguaje antiguo. Akihiko caminaba con paso firme, pero su mente era un torbellino. El fragmento del Fruto de la Revelación, escondido bajo su ropa, seguía vibrando con una energía inquietante, como si buscara comunicarse con él.
Tras el enfrentamiento en el almacén, Akihiko había logrado escapar, pero el precio había sido alto. Las mafias ahora sabían que alguien estaba cerca del Fruto, y los rumores de un joven portador se extendieron rápidamente por el bajo mundo. Mientras recorría las calles, cada sombra, cada esquina, parecía ocultar ojos que lo observaban.
En un café discreto, Kaede esperaba en una mesa apartada, con una taza de café humeante frente a ella. Cuando Akihiko entró, su mirada dura lo recibió como un recordatorio de que no había tiempo para el descanso.
"¿Qué averiguaste?" preguntó Kaede sin preámbulos.
Akihiko se sentó frente a ella, dejando escapar un suspiro. "Lucius sigue vivo. Dice que el Fruto tiene un poder mucho mayor del que imaginamos. Puede... reescribir la realidad misma."
Kaede frunció el ceño. "Eso explica por qué todas las mafias están dispuestas a arriesgarlo todo por él. Pero también significa que no puedes confiar en nadie, ni siquiera en aquellos que parecen ayudarte."
"No confío en Lucius," respondió Akihiko con frialdad. "Pero lo que dijo tiene sentido. Este fragmento está haciendo algo conmigo. Siento cómo mi poder del Vacío crece, pero también... hay algo más. Como si el Árbol estuviera tratando de manipularme."
Kaede se inclinó hacia él, sus ojos brillando con preocupación. "No permitas que te controle, Akihiko. Eres más que una pieza en su juego. Pero también debes recordar que ese poder es una responsabilidad. Si caes, no solo tú sufrirás las consecuencias."
Ecos del Pasado
Mientras hablaban, una figura sombría los observaba desde el exterior del café. Sus ojos, oscuros como la noche, seguían cada movimiento de Akihiko con un interés casi depredador. Cuando Akihiko y Kaede salieron, la figura desapareció en las sombras, dejando atrás solo un leve susurro en el viento.
"Tenemos que movernos," dijo Kaede, guiando a Akihiko hacia un auto estacionado cerca. "Las mafias han comenzado a movilizarse. Hay rumores de que alguien en Londres tiene información sobre el paradero del Fruto completo."
"Londres," repitió Akihiko, mirando el horizonte. "Cada paso que damos parece llevarnos más cerca de una trampa."
Kaede sonrió con un toque de ironía. "Es el precio de jugar este juego, Akihiko. Pero si no lo hacemos, alguien más lo hará, y ese alguien no tendrá tus escrúpulos."
Mientras el auto avanzaba por las calles, Akihiko cerró los ojos, intentando calmar su mente. Pero en lugar de tranquilidad, lo invadieron nuevas visiones. Esta vez, las imágenes eran más claras: el Árbol del Edén rodeado de fuego, las mafias luchando por controlarlo, y al centro de todo, una figura oscura que sostenía el Fruto completo. La figura se giró hacia él, revelando un rostro que lo hizo jadear. Era él mismo.
Londres: Un Nuevo Campo de Batalla
La llegada a Londres fue discreta, pero la ciudad estaba lejos de ser tranquila. Las noticias de los recientes movimientos mafiosos habían llenado los bajos fondos de rumores. Kaede había asegurado un refugio temporal en un departamento pequeño y modesto, pero seguro.
"Tenemos un contacto aquí," dijo Kaede mientras deshacía su equipaje. "Es alguien que ha estado estudiando el Árbol durante años. Si alguien puede ayudarnos a entender lo que está sucediendo, es él."
Akihiko asintió, aunque su mente seguía atrapada en la visión que había tenido. Cada vez era más evidente que el Fruto y el Árbol estaban vinculados a él de una manera que no comprendía del todo. Pero también sentía que no podía confiar en nadie, ni siquiera en Kaede. La duda lo carcomía, pero decidió mantenerla oculta.
Una Revelación Inesperada
Esa noche, el contacto de Kaede llegó al refugio. Era un hombre mayor, con cabello blanco desordenado y un aire de sabiduría desgastada. Se presentó como el Profesor Elias Hartmann, un historiador que había dedicado su vida a investigar los mitos y realidades del Árbol del Edén.
"El Fruto de la Revelación es más que un simple objeto de poder," comenzó Hartmann mientras desplegaba mapas antiguos y diagramas. "Es la clave para desatar el potencial oculto de la humanidad, pero también su mayor maldición. En manos equivocadas, podría destruirlo todo."
Akihiko cruzó los brazos, su mirada fija en los diagramas. "¿Y en las manos correctas?"
Hartmann lo miró con gravedad. "En las manos correctas, podría salvar al mundo. Pero esas manos deben ser puras, y ese tipo de pureza es rara, casi inexistente. El Fruto no elige al más fuerte, sino al más digno. Y hasta ahora, nadie ha demostrado serlo."
Mientras Hartmann hablaba, Akihiko sintió el peso del fragmento en su bolsillo aumentar, como si respondiera a las palabras del profesor. La energía dentro de él crepitaba, inquieta.
La Traición de las Sombras
Mientras los tres debatían, Hartmann miró de reojo hacia Kaede. Su expresión cambiante no pasó desapercibida para Akihiko, quien frunció el ceño.
"Profesor, ¿fue usted quien informó a las mafias sobre nuestra llegada a Londres?" preguntó de repente Akihiko.
Hartmann lo miró con una mezcla de asombro y culpa. Antes de que pudiera responder, una explosión sacudió el edificio, haciendo que los mapas y diagramas volaran por el aire. Akihiko y Kaede se levantaron de un salto, desenfundando sus armas. Las mafias habían llegado, y no estaban dispuestas a esperar más tiempo para recuperar lo que consideraban suyo.
Hartmann gritó por encima del ruido: "El Fruto te está poniendo a prueba, joven. La pregunta es: ¿eres digno de él, o serás consumido como todos los demás?"
Akihiko, con su katana en mano y el poder del Vacío fluyendo a través de él, miró hacia la puerta destruida donde los enemigos comenzaban a entrar. La batalla por el control del Árbol había alcanzado un nuevo nivel, y el destino del mundo descansaba en sus decisiones. El silencio del Vacío le prometió una cosa: esta pelea sería legendaria