Cherreads

Chapter 23 - Frustración

El sonido de un corte reverberó por todo el bosque en ese instante. La sangre comenzó a brotar a borbotones pintando la hierba de un rojo oscuro. Pero no fue mi líquido carmesí el que tiñó el paisaje, sino el del maleante encima mío. Su garganta acababa de ser cortada por el muchacho de antes con la navaja que guardaba en su chamarra.

Débiles quejidos comenzaron a salir de su boca, más bien sonidos de su inevitable muerte mientras se ahogaba con su propia sangre. Cayó al suelo y comenzó a retorcerse con ambas manos en su cuello intentando tapar la hemorragia, pero con una herida así nadie podría sobrevivir. En cuestión de segundos dejó de temblar estrepitosamente para quedar estático, dando su último respiro en este mundo.

Me quedé observando la escena algo impactado, este joven me había salvado la vida.

Esta pelea causó estragos en mí. Mi corporalidad fue llevada al extremo y no podía aguantar más. Presentía como estaba perdiendo el conocimiento poco a poco. Mis ojos empezaron a cerrarse mientras la adrenalina en mi cuerpo disminuía rápidamente y mis heridas comenzaban a escocer. 

Lo último que observé antes de desmayarme fue al chico acercándose a mi dirección con una expresión nerviosa y movimientos agitados. De esta forma caí en un profundo sueño.

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Hace 10 años:

Mi padre me esperaba en los campos de cultivos con una cara que proyectaba furia. Era una tortura caminar con el trasero hinchado por los azotes de mi madre.

Los pasos de mi madre, mi hermano gemelo y los míos martillaban sobre la tierra y las rocas a medida que nos acercábamos a aquel careto acorchado por la rabia. Rabia dirigida hacia mí por escaparme de mis labores.

El latido de mi corazón podía ser oído por la llanura. O al menos eso parecía para mí, el sonido era tan retumbante que daba la sensación de que mi órgano cardíaco iba a salirse de mi pecho.

Aquellos segundos caminando fueron la peor tortura que viví en toda mi vida, el amenazante ruido de las azadas impactando el suelo me carcomía los huesos. Todo porque era claro qué pasaría una vez llegase junto a mi progenitor, un destino que no podía ser achacado por nada ni nadie.

Finalmente, con la mirada gacha mi vista se encontró con los zapatos sucios de mi padre. Levanté la cabeza para observar esos ojos brillantes de cólera. Un gruñido en forma de suspiro apareció de su boca antes de reclamar:

-¡¿Adónde te habías metido, Caius?!

-¿Adivina dónde me lo encontré? -exclamó mi madre con una ceja fruncida-. ¡Durmiendo debajo de un árbol!

-Así que me estás diciendo que mientras todos los hombres del pueblo nos partíamos la espalda trabajando para la cosecha de este año, ¿tú solo te fuiste a holgazanear? -cuestionó mi padre con un tono abrasador mientras me apuntaba con su dedo índice-.

-¡Pero papi, Lucian tampoco trabaja y yo no veo a nadie reclamándole nada! -me defendí con voz rebelde-.

-¡No me vengas con eso! -interrumpió velozmente mi progenitor-. ¡Tu sabes que tu hermano gemelo ha sido débil de nacimiento y no podemos ponerle un trabajo de demasiada carga!

-¡Pero no es justo! -intenté combatirle a mi padre-.

-¡Ya basta! ¡No quiero escuchar más palabras saliendo de tus labios, coge una azada y ponte a arar la tierra! -mandó mi padre mientras alzaba la voz por mi desobediencia-.

Todos los granjeros en ese momento dejaron de laburar para centrar su atención en la escena que estábamos formando. Algunos simplemente se alejaron del sitio, otros observaban incrédulos o incómodos. Sin embargo, lo peor fueron los murmullos que se empezaron a escuchar en el aire.

-¡JAJAJA! ¿Viste eso? Al hijo de Sanrio le pegaron el regaño de su vida.

-¡Sí, sí! Veamos si esta vez aprende la lección.

Pequeñas risas colectivas resonaron por los campos agrícolas. ¡¿Acaso les parecía graciosa mi situación?!

Giré mi cabeza hacia mi hermanito, él me miraba con semblante de tristeza mientras yo temblaba de la impotencia. Una inmensa exasperación empezó a recorrerme por los talones; esta subió por mis piernas y caderas, después por mi pecho y brazos, y finalmente a mi cabeza en su totalidad.

Agarré mi azada con tanta fuerza que sangre brotó de la palma de mis manos y trabajé por toda la tarde con gran frustración hasta que el sol se escondió por el horizonte.

Ya de noche, regresé a mi casa por el sendero del pueblo. Estaba exhausto y todavía ofuscado por mis pensamientos mientras andaba. Un poco alejado de la ciudadela principal se dislumbraba una pequeña cabaña de madera con haces de luz emanando de las velas del interior de los ventanales.

Esta vivienda rústica de un solo piso construida con troncos de pino era mi hogar. Me posé en frente de la puerta, una puerta algo desgastada por los años y el paso del tiempo, y toqué tres veces con mi puño. Seguidamente abrí el portón con mi mano izquierda.

Los olores de la cena inundaron mi nariz de inmediato, el zumbido del burbujeo de la olla al ser calentada por el fuego de la estufa llegó a mis oídos, y la imagen de mi madre revolviendo los ingredientes en la cazuela fue captada por mis ojos inmediatamente después de entrar.

-¡Veo que decidiste aparecerte! ¡Toma! -pronunció mi madre tirándome una bolsa de basura al piso-. ¡Recoge eso y ponlo detrás de la casa!

Jadeé agitado tres veces antes de procesar la orden por completo. Llego a mi hogar después de empeñarme por cinco horas seguidas bajo el potente sol, sudando como puerco hasta que mis músculos no pudieron más, ¡¿y lo primero que recibo al entrar por la puerta es otra tarea?!

-¡¿Por qué no mandas a Lucian a hacer esto?! ¡Míralo, está sentado como si nada! -grité a todo pulmón a mi madre-.

-¡No me levantes el tono de voz, jovencito! -respondió mi progenitora amenazantemente-. ¡Ya tu sabes la condición de tu hermano gemelo, no necesito repetírtelo de nuevo!

-¡Que él sea delicado no significa que deba ser un niño mimado! -vociferé con fuerza-.

-¡Ya basta, Caius! ¡O vas ahora mismo a sacar los desechos, o tú y yo vamos a tener serios problemas!

Miré al morral de basura derrotado, mis cejas frunciendo del exacerbo. De mala gana lo agarré y marché detrás de la cabaña. No sin antes dirigirle una mirada de odio a Lucian. Él nuevamente me miró con una expresión de melancolía.

¡Mi maldito hermano se las verá conmigo! 

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