Cherreads

Chapter 227 - Capítulo 71: El Arma Perdida

El sol de la mañana se filtraba por los altos ventanales de la sala de estrategia Valmorth, iluminando las expresiones tensas de los presentes y el aura gélida que emanaba de Laila Valmorth, la Matriarca. La información revelada sobre el paradero de Hitomi y la creciente influencia de Kisaragi Ryuusei había encendido una chispa peligrosa en sus ojos carmesí, una que prometía una tormenta inminente. Constantine y Hiroshi se mantenían erguidos, con los brazos vendados, mientras John se removía incómodo en su asiento, todavía irritado por el castigo impuesto y la humillación ante sus hermanos.

Fue Hiroshi, siempre el analista detallista, quien rompió el tenso silencio que siguió a la revelación de Ryuusei.

—Madre, hay algo que debo aclarar sobre la información de Hitomi —comenzó, su voz monótona pero clara, sus ojos fijos en un punto abstracto—. Constantine mencionó que se le vio por última vez en Canadá, lo cual es correcto, pero es crucial especificar que, según nuestros informes y los testimonios recabados por el Búho, en ningún momento se le vio con Ryuusei, ni hay evidencia de que estuviera bajo su protección directa en ese entonces, ni se le ha visto con él en sus apariciones públicas. De hecho, todo parece indicar que ella lo está buscando, siguiendo su rastro o quizás incluso tratando de evitarlo, pero la relación de su presencia en Canadá con la de Ryuusei es meramente geográfica, no colaborativa, al menos por el momento.

Apenas había terminado de hablar Hiroshi, cuando la figura silenciosa de Yusuri, como si se hubiera materializado de las sombras, apareció junto a la puerta de la sala, su presencia siempre tan discreta que era casi imperceptible hasta que decidía hacerse notar. Su rostro, oculto bajo la máscara, no mostraba emoción alguna mientras se dirigía directamente a Laila.

—Mi señora —dijo Yusuri, su voz un susurro aterradoramente calmado, sin emoción—, hay un asunto de suma importancia que debo informarle, un descubrimiento hecho en la bóveda principal.

Laila desvió su mirada de sus hijos hacia su fiel ejecutor, sus ojos carmesí entrecerrados en una mezcla de curiosidad y una advertencia implícita contra cualquier noticia desagradable.

—Desde la desaparición de la señorita Hitomi —continuó Yusuri—, se ha notado la ausencia de un artefacto particular en la bóveda de las reliquias más valiosas, un arma ancestral que resulta ser, mi señora, una extensión de su propia hija, la 'Lanza de la Aurora'.

La revelación golpeó a Laila con la fuerza de un rayo, una emoción rara y poderosa cruzando su rostro inexpresivo, una mezcla de sorpresa, incredulidad y una furia naciente que hacía temblar el aire. El arma ancestral de Hitomi. Había sido un objeto de gran poder, pero que había permanecido inactivo y olvidado en la bóveda, una joya esperando ser reclamada, y ahora, había desaparecido junto con su portadora. La implicación era clara: Hitomi no solo había escapado, sino que se había llevado consigo un fragmento de su propio poder latente, quizás activándolo sin saberlo.

La tensión en la sala se volvió casi insoportable, pero John, ajeno a la gravedad del momento o quizás buscando desesperadamente una forma de aliviar su propia ansiedad, se atrevió a romper el silencio con un arrebato de su usual insolencia. Levantándose de golpe y dirigiéndose hacia una vitrina con licores prohibidos por el castigo de su madre, se sirvió un trago generoso de un costoso whisky, sus manos temblando ligeramente mientras lo hacía.

—Bueno, parece que la pequeña Hitomi no es tan tonta como pensábamos, ¿eh? ¡Robar un arma ancestral! ¿Quién lo hubiera dicho? Supongo que es la única en esta familia que sabe cómo hacer una salida con estilo, ¿verdad, madre? —dijo, con una risa nerviosa y forzada, levantando la copa en un brindis irónico que desafiaba directamente la autoridad de Laila.

La Matriarca, cuya paciencia ya estaba al límite por la noticia del arma desaparecida y la presencia de Ryuusei, estalló. Su rostro, antes un cuadro de fría furia, se contorsionó en una máscara de pura ira. Sus ojos carmesí brillaron con una luz sobrenatural, y sin decir una palabra, la botella de cristal de whisky que John acababa de dejar en la mesa, levitó bruscamente en el aire, impulsada por sus poderes telepáticos.

Con un movimiento brusco de su mano, la botella se disparó a través de la sala, impactando directamente en la cabeza de John con un ruido sordo y el crujido del cristal. El líquido ámbar se derramó sobre su cabello y rostro mientras el dolor lo recorría.

—¡Maldita sea! ¡Ah, mi cabeza! ¡Lo siento! ¡Lo siento mucho, madre! —John se llevó las manos a la cabeza, una expresión de dolor genuino y arrepentimiento cobarde cubriendo su rostro, sus bravuconadas desvaneciéndose al instante—. Mejor... mejor me voy a mi cuarto.

Antes de que pudiera escapar por completo, la voz de Laila lo detuvo, baja y peligrosamente tranquila, cargada con una amenaza implícita.

—John —dijo Laila, sus ojos todavía fijos en él, prometiendo un infierno personal—, luego hablaremos. A solas.

John tragó saliva, sabiendo que su castigo se había multiplicado exponencialmente. Se dio la vuelta y prácticamente huyó de la sala, su dignidad hecha añicos, dejando a sus hermanos y a Yusuri en un silencio sepulcral.

Una vez que la puerta se cerró tras John, un suspiro casi imperceptible escapó de los labios de Laila. Cerró los ojos por un momento, y cuando los abrió, la furia había sido reemplazada por una concentración mortal. La información se había asentado, las piezas se habían reorganizado en su mente. Tenía un objetivo claro, y ahora, un plan. Miró a Constantine y Hiroshi, sus ojos reflejando una determinación inquebrantable.

—Bien —dijo Laila, su voz recuperando su tono habitual de autoridad gélida, pero con un matiz de anticipación sádica—. Hitomi está en Canadá, buscando a Ryuusei, o evitando que la encuentre. Y se ha llevado el arma ancestral que es su extensión.

La Matriarca se puso de pie, su figura proyectando una sombra imponente sobre la mesa de estrategia.

—Si Ryuusei se ha vuelto tan influyente, si ha logrado el apoyo de naciones y la lealtad de nuevos 'talentos', entonces no podemos permitir que siga creciendo. No podemos esperar —Laila paseó lentamente por la sala, su mente ya diseñando cada detalle, cada movimiento—. Hemos esperado suficiente. El tiempo de la cautela ha terminado. El mundo debe recordar quiénes somos. El mundo debe temer a los Valmorth. Y si Ryuusei se interpone, será aplastado.

La Matriarca se detuvo frente a un gran mapa de Norteamérica colgado en la pared, su dedo índice deslizándose por la superficie hasta detenerse sobre Canadá.

—Atacaremos en Halloween —anunció Laila, sus ojos brillando con una luz cruel y premonitoria—. La noche de los monstruos, de los velos caídos. Será el escenario perfecto para un recordatorio del verdadero terror. Una exhibición de poder que el mundo no olvidará.

Se volvió hacia Yusuri.

—Yulisa —Laila corrigió, sus ojos carmesí clavándose en Yusuri, quien asintió imperceptiblemente ante el nuevo nombre de su subalterna—, vas a concentrar todos nuestros recursos de inteligencia en Kisaragi Ryuusei. Quiero saberlo todo.

Cada detalle de su base, sus aliados, sus 'fanáticos' que lo apoyan. Quiero sus rutinas, sus debilidades, su historia completa. Hemos escuchado suficiente sobre él estos meses, desde que ayudó a Rusia a repeler esa invasión en el Cáucaso, una hazaña que lo puso en el mapa y le dio esta ridícula popularidad.

No toleraré sorpresas. Reúne toda la información sobre este 'héroe' que se ha atrevido a desafiar nuestra sombra. Para Halloween, no quiero ni un solo cabo suelto. Constantine, Hiroshi, preparen a los equipos. Será una operación a gran escala. Una demostración.

La orden era clara. La familia Valmorth, con la Matriarca Laila a la cabeza, se preparaba para desatar el infierno en Canadá, con Hitomi y Ryuusei en el centro de su implacable venganza. La noche de Halloween sería el día en que el dragón sería cazado, y la luna llena, la luna ancestral, observaría el festín de sangre.

More Chapters