El Bosque de Alberta cedió ante una vasta cicatriz de tierra removida y concreto vertido: la nueva base militar canadiense. Miles de tiendas de campaña, vehículos de todo tipo, hangares temporales y el constante zumbido de la actividad logística dominaban el paisaje. La magnitud de la fuerza militar movilizada era abrumadora, una nación enterra (o al menos una parte significativa de su ejército) congregada en un solo lugar bajo un propósito… que solo unos pocos comprendían realmente. Nora, la Tortuga Viviente, permanecía oculta a poca distancia en el bosque, una presencia discreta que era el verdadero corazón de esta operación masiva.
La llegada y el asentamiento fueron un espectáculo de organización militar convencional, superpuesto con la presencia inusual de la Operación Kisaragi. Ryuusei, Kaira, Bradley, y el resto del equipo se movieron entre los miles de soldados canadienses. Ya no eran un grupo pequeño y clandestino; ahora eran la extraña cúpula de mando de una fuerza imponente.
El Presidente de Canadá fue alojado en un edificio prefabricado seguro dentro de la base, bajo la discreta pero constante vigilancia de Bradley y otros miembros de confianza de Operación Kisaragi (posiblemente Volkhov o Aiko rotando). Su estado era el de un cautivo, pero uno que, por acuerdo forzado, seguía manteniendo la fachada de autoridad.
Las reuniones de planificación para el viaje a Rusia comenzaron casi de inmediato, involucrando al alto mando canadiense (Generales, Coroneles, Jefes de Logística) bajo la influencia o la cooperación del Presidente. Ryuusei estaba presente, la autoridad última y silenciosa.
Kaira era la interfaz indispensable, manejando los detalles, traduciendo las necesidades de Ryuusei a un lenguaje militar comprensible, y asegurando que el acuerdo político se implementara sin problemas.
—General —dijo Kaira en una de esas reuniones, dirigiéndose a un hombre corpulento condecorado—. Necesitamos confirmar la asignación de vehículos de transporte aéreo pesado. La ruta Ártica requiere capacidades de carga específicas y autonomía extendida.
El General, influenciado por Kaira y obedeciendo las órdenes del Presidente, revisaba mapas y diagramas. —Tenemos la flota de Globemaster lista, señorita Kaira. Suficientes para la primera oleada de personal y equipo clave.
Mientras se discutían los detalles de la logística masiva, el Presidente, presente en la reunión bajo custodia, introdujo un punto que había negociado.
—Respecto a los costes operativos, Kisaragi —dijo el Presidente, dirigiéndose a Ryuusei (a pesar de que Kaira manejaba los detalles). Su tono era formal, pero había una espina en su voz—. Mover un ejército así… tiene un costo significativo. Combustible, mantenimiento, suministros para semanas o meses… Mis oficiales de logística estiman que cubrir las necesidades de esta operación… requerirá una cierta cantidad de dinero. Una suma considerable de sus… fondos.
La sala se quedó en silencio. Era la parte financiera del acuerdo. Ryuusei lo miró, sus ojos enmascarados inescrutables. Ryuusei no era un hombre de finanzas. Era un hombre de poder y objetivos.
—Dinero…—dijo Ryuusei, su voz era lenta, considerando la solicitud. No tenía aversión al dinero, pero lo veía más como una herramienta para obtener lo que necesitaba que como un fin en sí mismo.
Kaira se adelantó ligeramente. —Presidente, entendemos que movilizar sus activos implica gastos. Sin embargo, Operación Kisaragi tiene… otras formas de compensación.
Ryuusei asintió, su decisión tomada. Se dirigió al Presidente y a los oficiales canadienses (principalmente a Kaira, que transmitiría el detalle).
—No me interesa tanto transferir fondos a sus cuentas, Presidente—dijo Ryuusei—. Me interesa más… mejorar mis propios activos. Su país tiene tecnología militar. Ingeniería avanzada.
Se detuvo, su mirada se dirigió al bosque donde Nora estaba oculta.
—Quiero que utilicen esos recursos. Su tecnología. Sus ingenieros. Quiero que mejoren el caparazón de mi… base. Que lo hagan más resistente. Más… operativo. Y quiero que le pongan cañones. Armamento pesado. Que la conviertan en una fortaleza móvil. Eso… será mi compensación. Mi pago por usar su ejército.
La audacia de la demanda sorprendió a los oficiales canadienses (aquellos no bajo control directo, que solo seguían órdenes del Presidente/Kaira y esta negociación les parecía extraña) y al propio Presidente. ¿Usar activos militares nacionales para mejorar la base secreta de un líder marginado y armarla?
—Eso… Kisaragi…—empezó el Presidente, intentando objetar—. Eso es tecnología militar… clasificada. No podemos simplemente…
—Puede—interrumpió Kaira con firmeza, tomando el relevo—. Su ejército está a nuestra disposición. Sus recursos también. La mejora de nuestra base asegura el éxito a largo plazo de la operación que ya están financiando con logística y personal. Es una inversión. Una compensación en especie. Nuestra seguridad es ahora su seguridad, hasta que el acuerdo se cumpla. Sus ingenieros evaluarán a Nora. Seleccionaremos el armamento adecuado de sus arsenales. Y trabajarán. Bajo nuestra supervisión.
La negociación sobre la mejora de Nora fue tensa, pero la lógica implacable de Kaira y la autoridad silenciosa de Ryuusei prevalecieron. El Presidente, atado por el acuerdo y sin poder negarse completamente, cedió. Se llegó a un acuerdo: Canadá proporcionaría la logística y los suministros para el viaje a Rusia, y también destinaría personal de ingeniería militar, tecnología y armamento para la mejora de Nora.
Mientras se finalizaban los planes logísticos y se ponía en marcha la negociación de la mejora de Nora, los miembros de Operación Kisaragi se integraban en la estructura de la base militar. Cada uno encontró su rol en este ejército híbrido.
Ryuusei, como la autoridad suprema, supervisaba la estrategia general junto con Kaira. No se inmiscuía en los detalles de la tropa, ese era el dominio de Kaira y del mando canadiense controlado. Kaira era el cerebro operativo y político. Dirigía las sesiones de planificación, mantenía la influencia sobre el alto mando, coordinaba la logística, y ahora supervisaba la interacción inicial con los ingenieros canadienses para la mejora de Nora. Bradley era la sombra de Kaira, su protector personal y su mensajero más rápido.
También participó en asegurar las áreas clave de la base. Aiko y Volkhov, con su vasta experiencia militar, actuaron como asesores tácticos y de combate. Trabajaron con oficiales canadienses, adaptando su conocimiento a las unidades militares, quizás incluso instruyendo en combate cuerpo a cuerpo avanzado a personal seleccionado (bajo supervisión).
Arkadi, con su conocimiento tecnológico, comenzó a trabajar con el personal técnico canadiense, evaluando equipos, sistemas de comunicación, y preparándose para supervisar la instalación de tecnología y armamento en Nora.
Los 8 miembros que Ryuusei había estado entrenando intensivamente fueron integrados en roles operativos. Ya no eran solo individuos poderosos; eran combatientes entrenados. Utilizaron sus habilidades en tareas especializadas: reconocimiento avanzado, seguridad de perímetro, apoyo táctico a unidades que necesitaban una "ventaja" discreta, o simplemente mezclándose con unidades de élite bajo el disfraz de personal especializado. Su entrenamiento les permitía encajar de manera funcional en la estructura militar.
Las semanas en la base fueron de intensa actividad. Planificación, preparación, integración, y las primeras conversaciones y evaluaciones para la mejora de Nora. El ejército canadiense, ahora un ejército híbrido con un núcleo de marginados superpoderosos, se preparaba para un viaje que no estaba en sus manuales.