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Chapter 37 - Capitulo 37

*THYRA*

Varek, aún aturdido por el impacto, no parecía dispuesto a rendirse tan fácilmente. A pesar de su dolor y la furia que reflejaba en su rostro, intentó moverse hacia mí una vez más, impulsado por el orgullo herido. Pero antes de que pudiera dar un solo paso, una figura se adelantó rápidamente.

Thalen y Darin se interpusieron entre nosotros con una rapidez que casi no pude seguir, inmovilizando a Varek con una facilidad aterradora. Varek intentó luchar, forcejeando con ellos, pero no había forma de que pudiera liberarse. Thalen lo tenía por los hombros, mientras que Darin le sujetaba las piernas, ambos sosteniéndolo con una fuerza que claramente superaba la suya. Varek continuó gritando y maldiciendo, su ira haciendo eco en la sala, pero no podía hacer nada más que debatirse entre sus manos.

"¡Malditos! ¡Sueltenme! ¡Ella me ha humillado!", seguía gritando, pero ni Thalen ni Darin cedieron.

Mientras eso ocurría, Lysder—quien había observado en silencio hasta ese momento—se acercó hacia mí. Vi su rostro serio, pero con un toque de preocupación, algo que rara vez se veía en alguien de su estatus. Sus ojos se posaron en mí, y noté la tensión en su mirada, como si también estuviera evaluando mi estado físico.

"¿Estás bien?", me preguntó, su voz más suave de lo que había esperado, reflejando una sinceridad que contrastaba con la intensidad de la situación.

No pude evitar sonreír, aunque ligeramente. A pesar de la situación caótica, él tenía esa manera de ofrecer apoyo que me calmaba, aunque fuese solo por un instante. Mi cuerpo, aún vibrando por la explosión de mana, comenzó a sentirse agotado, el cansancio de la batalla interna y el desgaste físico me alcanzaron con fuerza. Fue entonces cuando su mano se extendió hacia mí, ofreciéndome apoyo.

Sin pensarlo demasiado, tomé su mano. Me ayudó a mantenerme erguida mientras respiraba profundamente, recuperando un poco de mi compostura. Sentí la fortaleza en su agarre, un apoyo sólido en medio del caos. Sin embargo, el cansancio no desaparecía por completo, pero su gesto me ayudó a encontrar algo de estabilidad. Agradecí su ayuda en silencio, sin necesidad de palabras.

"Gracias", murmuré, apenas alcanzando a levantar la vista hacia él.

A lo lejos, Varek seguía forcejeando, aún gritando maldiciones hacia mí. Sin embargo, las palabras parecían vacías, carentes de fuerza, a medida que la situación se calmaba lentamente. Thalen y Darin lo mantenían sujeto sin mucha dificultad, y la furia en sus ojos comenzaba a desvanecerse lentamente.

"Déjalo, Varek", dijo Thalen con una voz baja pero firme, "Es inútil. Ya basta."

Lysder se quedó a mi lado, observando a los demás consejales, que aún no se atrevían a moverse demasiado. La tensión en la sala era palpable, pero lo peor ya había pasado. Al menos, para mí.

"Eso fue... impresionante", dijo Lysder, sus palabras más dirigidas a mí que a los demás.

"Solo defendiéndome", respondí, sin darle mucha importancia. Pero dentro de mí, sentía una chispa de satisfacción por haber podido mostrarles que no era alguien a quien pudieran intimidar fácilmente.

Varek, por su parte, parecía finalmente ceder, su cuerpo tenso por la impotencia, su respiración aún errática mientras los otros intentaban calmarlo. A pesar de todo, sus ojos aún brillaban con una furia que no desaparecería fácilmente.

"Lo siento, pero parece que hoy no es tu día", dije, sin dirigir mi mirada hacia él. "Quizás en otro momento."

La sala quedó en un silencio incómodo. La confrontación había terminado, pero las repercusiones de lo sucedido no eran fáciles de ignorar. Lysder me miró una vez más, y aunque su rostro seguía serio, había algo de respeto en su mirada, como si finalmente entendiera la magnitud de mi poder.

El ambiente había cambiado de manera drástica, y aunque el problema con Varek parecía resuelto, la relación entre todos nosotros aún estaba en el aire. Sin embargo, por el momento, todo lo que necesitaba era un respiro, y Lysder, con su calma, me ofreció precisamente eso.

Después de dejar atrás toda la situación en el comedor, el ambiente seguía cargado con una tensión que no podía ignorar. El agotamiento comenzaba a pesar sobre mí, y todo lo que quería era llegar a mi habitación para descansar. Necesitaba tiempo para procesar lo ocurrido, para pensar en lo que había pasado y cómo podría seguir adelante con mi viaje. Las ideas de libertad y tranquilidad, que una vez me habían guiado, habían comenzado a desdibujarse en medio de toda la atención indeseada que había atraído, especialmente de aquellos que ya parecían tener sus propios planes para mí. Era excesivo, y en este punto, estaba claro que ya no podía seguir con esta exposición.

El deseo de irme de este continente sin dejar rastros me quemaba más que nunca.

Si partía hoy mismo, en un mes estaría en el puerto del sur, el lugar hacia el cual originalmente me dirigía. Por fin, podría retomar el control de mi destino. Mientras recorría los pasillos de la base, mis pensamientos se entrelazaban con esa necesidad de desaparecer, de desaparecer de las redes de poder que querían atraparme en este continente.

"Ahora, más que nunca, debo ser cautelosa", me repetía a mí misma. "Evitar llamar la atención, moverme sigilosamente hasta que deje este continente." Mis pasos se hicieron más firmes a medida que la resolución tomaba forma en mi mente. No podía seguir exponiéndome a este tipo de situaciones.

Fue entonces cuando, al dar la vuelta a una esquina, lo vi: Aedric. Él caminaba hacia mí, como si hubiera salido de la nada, y al verme, su rostro se iluminó con una mezcla de sorpresa y preocupación. Se acercó rápidamente, apoyándose en la pared para detener su avance, y su mirada se centró en mi estado.

"¿Thyra? ¿Qué te ha pasado?", preguntó con una preocupación genuina, notando mi atuendo y mi postura, claramente más agotada de lo habitual. "¿Por qué estás vestida así? ¿Y cómo acabaste de esa manera?"

Suspiré, dejando escapar el cansancio que había estado acumulando todo el día. "Tuve un inconveniente", le respondí con una sonrisa tenue. "No te preocupes, nada grave. Pero he decidido que es mejor dejar el evento de ascenso de rangos por hoy. Voy a retomar mi viaje." Mi tono era decidido, y aunque no era una mentira, ciertamente omité varios detalles importantes. No necesitaba entrar en explicaciones.

Aedric me observó con atención, y algo en sus ojos cambió. Sus cejas se fruncieron por un momento, como si intentara comprender mi decisión. "¿Vas a irte? ¿Ahora? ¿Así sin más?"

Asentí levemente, mirando a lo lejos por un instante. "Sí. No tengo tiempo que perder. Ya he llamado demasiada atención, y la situación se está volviendo más complicada de lo que esperaba."

Fue entonces cuando él, con una expresión que no lograba esconder completamente su deseo, dio un paso hacia mí, casi como si ya tuviera una respuesta preparada en su mente. "¿Puedo acompañarte? Al menos hasta donde tú lo permitas... Quiero aprender de ti. He visto tu fuerza, tu poder. Quiero ser tan fuerte como tú, al menos, tener un nivel que me permita llamarlo 'gran poder'."

Al escuchar esas palabras, sentí que una sonrisa, aunque pequeña, se formaba en mis labios. Era algo que conocía bien: el deseo de poder, el fuego en los ojos que lo pedía sin reparos. Su mirada era intensa, y en sus ojos se reflejaba una determinación que me era familiar. Sin embargo, sabía que no podía dejar que alguien tan cercano a mí se viera atrapado en las consecuencias de mis decisiones.

Miré a Aedric por un largo momento, evaluando lo que me había dicho, y luego solté una exhalación. "Lo lamento, Aedric, pero no puedo permitirlo. He llamado la atención de personas que no debía haber llamado, y si vienes conmigo, te pondrás en peligro. No quiero que eso suceda. Es mejor que sigas tu propio camino, que busques tu propio entrenamiento, y que lo hagas lejos de mí."

Vi la sorpresa en su rostro, y aunque lo disimuló rápidamente, pude ver la leve decepción que se reflejaba en sus ojos. A pesar de eso, entendió mis palabras. "Está bien", dijo en voz baja, su tono algo apagado. "Lo comprendo."

Me giré para seguir mi camino, sin detenerme más. Al dar unos pocos pasos, sentí la distancia entre nosotros aumentar, y a pesar de lo que había dicho, una pequeña parte de mí deseó que las circunstancias hubieran sido diferentes. Pero ya no podía dar marcha atrás. Esta vez, debía ser yo la que tomara el control de mi destino.

Mientras mis pasos se alejaban, sentí el peso de la decisión recaer sobre mí, pero también una sensación de claridad. No había espacio para más distracciones, ni para ataduras. Debería continuar mi camino, sola, como siempre lo había hecho.

Al llegar a mi habitación, la puerta se cerró detrás de mí con un suave clic, el sonido resonando en mis oídos mientras la tensión de la última hora comenzaba a disiparse, aunque no completamente. Necesitaba un respiro, un momento de calma para procesar todo lo que había sucedido. Me quité el vestido con rapidez, dejando que la tela cayera suavemente al suelo mientras mi cuerpo se aliviaba de la presión de la ropa ajustada. La sensación de la tela en mi piel se desvaneció rápidamente, reemplazada por la familiar sensación de la ropa que había usado antes: la camisa de lino ajustada que se ceñía a mi cuerpo, mis pantalones y botas, todo el conjunto que me había acompañado durante mis viajes.

Revisé rápidamente mi bolsa mágica, sacando las pequeñas piezas que necesitaba para asegurarme de que no había dejado nada importante atrás. La bolsa estaba intacta, el dinero que había logrado reunir aún estaba allí, junto con algunas raciones de comida. Mis dedos rozaron las otras cosas que guardaba allí: mapas, pociones, y otros objetos que me daban seguridad. Mi conexión con la espada en mi espalda era palpable, incluso ahora. Podía sentir su presencia, esa fuerza calmante que siempre estaba ahí, esperándome, lista para responder cuando la necesitara.

A pesar del agotamiento que aún pesaba en mi cuerpo, no podía quedarme en ese cuarto mucho tiempo. El deseo de dejar este lugar, de marcharme antes de que la situación empeorara aún más, me quemaba por dentro. No importaba que estuviera agotada, ni que el día ya estuviera avanzando hacia el mediodía. Mi determinación era más fuerte que cualquier cansancio.

Cerré la bolsa mágica y la aseguré a mi cintura antes de caminar hacia la ventana. Desde allí, el panorama era impresionante: la base militar bien fortificada, las murallas y torres que daban una sensación de seguridad para los que estaban dentro, pero una prisión para aquellos que no deseaban estar allí. Con un suspiro, empujé la ventana hacia un lado, sintiendo la brisa fresca en mi rostro. Sabía que no podía quedarme mucho tiempo, que tenía que irme de allí antes de que cualquier otro evento me atrapara en su red.

Me agaché ligeramente, observando el terreno alrededor de la base. Había guardias en las murallas, patrullas en los pasillos, pero todo eso no significaba mucho para alguien como yo. Moviéndome con cautela, salté hacia afuera con agilidad, mis pies tocando el suelo sin hacer ruido. Ya no estaba en una sala cerrada; estaba al aire libre, y el mundo se extendía ante mí. A pesar de la fortaleza de la base, sabía que tenía la capacidad de moverme con rapidez y discreción. No necesitaba ser vista por nadie, no ahora.

Con pasos silenciosos, me deslicé entre las sombras de los edificios y las columnas, avanzando hacia la salida de la base. Sabía que la vigilancia era estricta, pero también sabía que había formas de evadirla. Las rutinas de los guardias, los momentos de distracción, todo podía ser aprovechado si uno sabía cómo moverse. Y yo lo sabía. Había viajado demasiado tiempo y había aprendido demasiado en mis andanzas para ser sorprendida por un obstáculo como este.

Mientras me deslizaba de una sombra a otra, con los ojos atentos a cualquier señal de peligro, sentí esa conexión profunda con la espada en mi espalda, como si me guiara, como si pudiera sentir la misma urgencia que yo. Había algo dentro de mí que no podía ser detenido, una chispa que no podría apagarse mientras estuviera en este continente. Era momento de dejar atrás la base y lo que representaba, de seguir adelante con mi propio destino, sin ataduras, sin más juegos políticos que me arrastraran.

El sonido de unos pasos se acercó, y me detuve, agachándome instintivamente. Observé, el corazón latiendo con fuerza, pero logré ver que era solo una patrulla que pasaba por el lado opuesto. No me había detectado, y aprovechando el momento, continué mi camino hacia la salida, sin que nadie me viera.

Pronto, la base quedaría atrás, y el mundo sería nuevamente mi campo.

Me deslicé por las calles con la agilidad de un espectro, sintiendo el aire fresco en mi rostro mientras dejaba atrás los muros de la base militar. El bullicio de la ciudad me envolvió rápidamente, y me sumergí entre la gente sin perder el ritmo. La multitud me ayudaba a disimular mi presencia, y aunque no sentía la tensión habitual de estar siendo observada, seguía consciente de los peligros que podrían acecharme en cualquier esquina. No podía permitirme ser vista.

Mi camino me llevó por una serie de calles estrechas, hasta llegar a una tienda que llamaba mi atención: una tienda de artefactos para aventureros. El viejo cartel crujía al viento y el ambiente era polvoriento, con estantes repletos de todo tipo de artículos, desde armas hasta pociones extrañas. El lugar parecía el refugio ideal para cualquiera que quisiera pasar desapercibido.

Al entrar, el dueño, un hombre de apariencia mayor con una barba canosa y ojos astutos, levantó la vista. Su mirada se detuvo en mí durante un momento, como si pudiera percibir que algo no estaba del todo bien, pero no hizo preguntas. En cambio, con un gesto amable, se acercó a mí.

"Pareces algo alterada, joven," dijo con una voz rasposa, como si las décadas de experiencia en su oficio hubieran afinado su capacidad para detectar a quienes no estaban en su lugar. "No es la primera persona que veo comportándose así. ¿Quieres algo que te ayude a... ocultarte?"

Fruncí el ceño, intrigada, pero no podía rechazar una oferta que podría ser útil. "¿Qué tienes en mente?" pregunté, mi tono calmado pero alerta.

Él sonrió de manera discreta y se dirigió a un estante cercano, sacando algo pequeño y sencillo de entre varios objetos. Con un movimiento rápido, me entregó una máscara que, en principio, parecía inofensiva. De un color gris apagado, con detalles poco ornamentales, apenas destacaba entre las mercancías del lugar.

"Ponla, y tu aspecto cambiará lo suficiente como para que nadie te reconozca," dijo sin más, observando mi reacción con ojos atentos.

Sin dudarlo, tomé la máscara de sus manos y la coloqué sobre mi rostro. A medida que lo hacía, sentí una ligera presión en la piel y un cambio perceptible en la textura de mi cabello. Al mirarme en un pequeño espejo que estaba cerca, pude ver que mi cabello oscuro había cambiado de tono, pasando a un castaño claro, casi rubio, con un brillo diferente. No solo eso, sino que también noté un leve cambio en mi voz. Era menos grave, más suave, como si hubiera adquirido una entonación que no era la mía. El tono era más ligero, casi etéreo, y aunque seguía siendo mía, era una versión más... indiferente, más difícil de identificar.

"¿Lo ves? Nadie te reconocerá ahora, no mientras lleves eso puesto," dijo el dueño, con una pequeña sonrisa, satisfecho con su oferta.

"Gracias," respondí, ahora ligeramente desconcertada por el cambio que me había producido la máscara. Miré mi reflejo una vez más, sintiendo que esta simple prenda me había cambiado de una manera que no esperaba. Era como si me hubiera desprendido parcialmente de quien era, cubriendo mi identidad, mi poder, todo lo que me hacía reconocible.

El hombre me observó unos segundos más antes de asentir, como si esperara que estuviera lista para continuar. "Recuerda, la apariencia no lo es todo. A veces, lo que necesitamos es un cambio más profundo."

Salí de la tienda con la máscara bien ajustada en mi rostro y la chaqueta larga sobre los hombros. Nadie me miraba dos veces, y por primera vez en mucho tiempo, sentí que realmente estaba pasando desapercibida. Mi camino estaba aún lejos de terminar, pero este cambio me ofreció algo que necesitaba desesperadamente: anonimato.

Mientras caminaba hacia mi siguiente destino, tomé una respiración profunda. Aunque no había dejado atrás todos mis problemas, por fin estaba un paso más cerca de la libertad que había buscado por tanto tiempo.

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