Cherreads

Chapter 2 - Chapter 2: A Scent of Sacrifice

The carriage continued its journey, a rhythmic clatter against the quiet hum of the countryside. Inside, Lady Lyra and Lady Seraphina Asteria held court, their conversation a cool dance of witty barbs and aristocratic disdain. Rose, nestled in her corner, tried to make herself as small as possible. Unlike the other maids, who often tried to subtly catch their ladies' eyes with fawning smiles or overly eager gestures, Rose simply did her work, a quiet, almost invisible presence. This meekness, however, seemed to draw a strange kind of attention from the proud sisters.

Lyra, bored with the current gossip, turned her crimson eyes to Rose. "Are you quite alright back there, Rose? You look rather… flushed. One would think you'd seen a ghost, or perhaps just a mirror." A faint, almost imperceptible set of **piglet ears** seemed to briefly pop up on Rose's head, visible only to Lyra, a fleeting phantom of her intense shyness. It was a private amusement, a quirk of her perception. Rose merely bowed her head, a deeper blush spreading across her cheeks.

"Perfectly fine, Lady Lyra," Rose murmured, trying to steady her breath.

Seraphina, always more direct, cut in. "Indeed. One must wonder why such a… *plain* maid was assigned to accompany us. Perhaps the estate ran out of prettier faces." Her gaze, sharp and assessing, lingered on **Rose gorda**, a hint of disdain in her eyes. Rose's piglet ears, unseen by her, seemed to twitch with embarrassment. She simply gripped the hem of her apron, trying to disappear. The sisters, for all their biting remarks, still allowed Rose her space, content in their own superior world.

De repente, el carruaje se tambaleó violentamente. Un fuerte grito partió el aire, seguido de la rotura de cristales. Bandidos. Tanto Lyra como Seraphina se movieron con rapidez practicada y su poderosa magia cobró vida. Fragmentos de hielo brotaron de las yemas de los dedos de Seraphina, empalando a un atacante a través de la ventana del carruaje, mientras Lyra evocaba un vórtice de viento arremolinado que lanzaba a otro bandido al aire como una muñeca de trapo. Eran formidables, una mancha de cabello blanco y ojos carmesí, que atravesaban a sus atacantes con fría precisión.

El último bandido, con un gruñido desesperado en la cara, sacó un frasco pequeño y oscuro de su bolsa. "¡Tomen esto, perras altivas!" Gritó y lo arrojó hacia Lyra.

El tiempo parecía ralentizarse. Lyra, preparada para otro asalto mágico, vio el brillo de la botella, pero no su verdadera intención. Seraphina también se distrajo momentáneamente por el derrumbe de un árbol, talado por su propia magia. Pero Rose, al presenciar cómo se desarrollaba la escena, no dudó. Con una velocidad que desmentía su naturaleza tímida, se lanzó hacia adelante, con su pequeño cuerpo protegiendo a Lyra.

La botella se rompió contra la espalda de Rose, rociando una niebla verde nociva. Un grito salió de la garganta de Rose, no de dolor, sino de preocupación cruda y desesperada. "¡Mis damas! ¿Estás bien?" Su voz estaba ronca, las lágrimas corrían por su rostro **pecoso** mientras su cuerpo comenzaba a convulsionar. Luego, como si le hubieran pulsado un interruptor, se desplomó y cayó hacia adelante en el lujoso asiento del vagón.

Pero sucedió algo más. Una extraña **espuma rosada** comenzó a filtrarse de sus poros, llenando el aire con un brillo suave y etéreo. En su frente, una **delicada marca rosa** pulsaba, irradiando un poder antiguo. El suelo debajo del vagón comenzó a retumbar y aparecieron grietas en la tierra como si acabaran de caer un peso colosal. El último bandido, atrapado en la oleada de otro mundo, fue tragado por un abismo repentino que se abrió en el camino.

La espuma rosada continuó extendiéndose, una niebla suave y curativa, pero la respiración de Rose era superficial y irregular. Aunque el impacto inicial del veneno pareció verse algo mitigado por el extraño aura, su pequeño cuerpo, no acostumbrado a tal tensión interna, se encontraba en estado crítico. Ella se había esforzado demasiado.

Lyra y Seraphina, saliendo de su aturdimiento triunfal, miraron horrorizadas a la inconsciente Rose. Sus rostros, generalmente tan desprovistos de emoción manifiesta, retorcidos por una comprensión naciente —una culpa naciente. Su orgullo, su arrogancia, su desprecio casual casi les habían costado caro.

"¡Rosa!" Lyra lloró y su voz se quebró por primera vez. Ella corrió hacia adelante, acunando suavemente la cabeza de Rose en su regazo. Seraphina, con su habitual compostura destrozada, se arrodilló junto a ellos, con la mano temblando mientras sentía el pulso de Rose. El suave y dulce aroma de Rose, ahora mezclado con el ácido acre del veneno y la extraña y etérea dulzura de la espuma, llenó sus sentidos, tirando de algo profundo dentro de ellos.

Pasaron el resto del viaje cuidándola, limpiando el veneno de su piel, susurrando hechizos urgentes de curación, con sus manos fuertes y capaces sorprendentemente suaves. Mientras la cuidaban, el **aroma de Rose**, su tranquila valentía, su inquebrantable devoción, comenzaron a filtrarse más allá de sus exteriores endurecidos. Ahora no era sólo su aroma; era la pureza cruda e innegable de sus acciones. Esta criada tímida y aparentemente corriente se había puesto, sin dudarlo, en peligro por ellos.

Horas más tarde, Rose se agitó y sus largas pestañas se abrieron. Sus ojos, todavía llenos de lágrimas, encontraron el rostro de Lyra. —Señoras mías… ¿se encuentran realmente bien?

Lyra, abrumada por una oleada de emociones que no podía nombrar, se inclinó y sus labios rozaron la mejilla sonrojada de Rose. Un calor extraño y desconocido floreció en el pecho de Lyra, una sensación que nunca había experimentado con ninguno de sus "juguetes" Seraphina, con su propio corazón latiendo a un ritmo errático, hizo lo mismo y le dio un tierno beso en la otra mejilla a Rose. Esto fue diferente. Esto era real.

, todavía aturdida, murmuró: "Yo… lo siento. Sé que soy **gorda**. Y yo sólo soy una criada."

"¡No te atrevas a decir eso!" La voz de Lyra era feroz, casi un sollozo.

Seraphina, con su majestuosa fachada desmoronándose, inclinó suavemente la barbilla de Rose hacia arriba. Sus ojos, normalmente tan fríos, ahora brillaban con una sinceridad desesperada. —Rose… lo sentimos muchísimo. Fuimos descuidados. "Te ponemos en peligro." Fue una disculpa, algo que ninguno de los dos había dicho jamás a nadie fuera de su familia inmediata, y mucho menos a un sirviente.

Los ojos de Rose se abrieron sorprendidos y sus orejas de lechón volvieron a aparecer momentáneamente, una imagen fugaz que sólo Lyra podía ver. A medida que la espuma rosada se disipaba lentamente, la débil marca en la frente de Rose parecía latir con un poder oculto. Esta sirvienta mansa y modesta, a quien siempre le habían dicho que era sencilla, ahora estaba siendo querida, sostenida y disculpada por las dos jóvenes más poderosas que conocía.

Lyra y Seraphina, que ya no estaban interesadas en sus superficiales "juguetes", veían a Rose no como una posesión, sino como algo infinitamente precioso. Se inclinaron y sus labios se encontraron con los de Rose en un beso suave y tierno. Fue torpe, tal vez, pero lleno de un afecto floreciente. Por primera vez apreciaron no sólo un cuerpo, sino un espíritu. Sintieron el **linaje oculto** dentro de ella, el poder latente que los había protegido instintivamente. Esta Rosa, su tímida, valiente y absolutamente única Rosa, ya no era sólo una criada. Ella lo era todo. No necesitaban atravesar un muro para llegar hasta ella; ella simplemente se había entregado, completa y desinteresadamente, a ellos.

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