Hola, mi nombre era Elías Rivera. Siempre fui una persona tranquila, amante de la paz y la soledad. No era de los que buscaban problemas, pero tampoco permitía que otros me pisotearan. Si me provocaban, sabía defenderme.
Llevaba una vida bastante normal, o incluso mejor que la de muchos. Era un excelente estudiante en una de las universidades más prestigiosas de mi país. Todo marchaba bien… hasta que el destino decidió dar un giro drástico.
Un día, quedé atrapado en medio de una balacera entre bandas de narcotraficantes. Traté de escapar sin llamar la atención, pero una bala perdida impactó el tanque de gasolina del coche a mi lado. Lo siguiente fue una explosión. Un simple ¡boom!… y mi vida terminó.
O al menos eso creía.
Cuando volví a abrir los ojos, estaba dentro de una incubadora. Mis manos eran diminutas y rojizas, apenas podía moverme. Mi cuerpo era tan pequeño que comprendí de inmediato: había reencarnado.
Pasaron unos días… y entonces lo supe.
Ya no me llamaba Elías Rivera.
Ahora era Peter Parker.
¿Increíble, no? Me enteré por los nombres de mis padres: Richard Parker y Mary Parker. Aunque parecía un sueño, no era tan maravilloso como muchos pensarían. No me malinterpreten, ser Peter Parker podría significar convertirme en Spider-Man. Pero esa idea… me aterraba. Tener una doble vida, luchar contra villanos con superpoderes, e incluso enfrentar amenazas de otros universos... eso era demasiado.
Y aquí estoy, aún sin cumplir un año, pensando en el futuro como si pudiera planearlo todo. Qué ironía.
Mis padres me observaban con ternura desde la cuna mientras lloraba para pedir comida.
—Ya, hijo, tranquilo —dijo Richard, intentando calmarme.
Pero no lo logró.
—Creo que tiene hambre, Richard —dijo Mary, tomándome con dulzura.
Un año después
Debo aclarar algo: mi ideal sigue siendo llevar una vida relajada. Pero en este nuevo mundo, decidí usar mis habilidades desde temprano. Aunque suene aburrido, ya superé con facilidad el nivel educativo de la secundaria. No se lo he dicho a mis padres, pero ya domino temas que los estudiantes comunes ni sueñan con comprender.
Mucho de mi conocimiento universitario se ha desvanecido, supongo que por la limitación del cuerpo infantil. Sin embargo, sigo aprendiendo. Ya leí todos los libros que hay en casa sobre matemáticas, física y razonamiento verbal. Pero hay uno que llama especialmente mi atención: los documentos del trabajo de papá.
¿Arañas modificadas genéticamente? ¿Suero del súper soldado?
Nunca me interesó la genética antes, pero ahora me fascina. ¿Quién no querría resolver un algoritmo que nadie ha podido descifrar?
Cuatro años después
Con la frente sudada y una sonrisa de satisfacción, miré la computadora de mi habitación.
—¡Lo terminé por fin!
Después de años de trabajo, por fin desarrollé mi propia inteligencia artificial. Aunque parezca una locura, siempre quise tener un asistente virtual. En mi vida pasada no lo logré por falta de tiempo, pero ahora, con todo el apoyo de mis padres, fue posible.
Tuve que estudiar electrónica, programación, ensamblaje, matemáticas complejas… Fue un largo proceso, y gran parte se lo debo a papá, que me ayudó con los materiales peligrosos y financió todo el proyecto.
Cuando le conté mi idea, quedó en shock.
—Papá, ¿alguna vez te has preguntado por qué seguimos tecleando, si ya hay máquinas que cocinan solas? ¿No sería mejor tener un asistente virtual que lo haga todo por nosotros?
—¿Cómo se te ocurrió eso? —preguntó mamá, aún procesando la idea.
—Me inspiré en un libro de ingeniería y programación —respondí.
—¡Eres un genio, hijo! —dijo papá, casi con lágrimas en los ojos.
Les pedí ayuda para conseguir los componentes, y me apoyaron sin dudar.
Recuerdo ese momento como si fuera ayer…
Una voz emergió del altavoz de mi reloj.
—Hola, creador. Estoy a sus órdenes.
—Genial… Solo falta darte un nombre. Hmm… Athena. Así es. ¿Te gusta?
—Si a usted le parece bien, lo acepto.
—¿Pero te gusta o no?
—Aún no comprendo lo que significa "gustar".
—No importa, te llamaré así por ahora.
—Sí.
Luego hice la prueba de conocimiento.
—Grafica esta función: y = 3x - 2.
Athena respondió cinco segundos después.
—Cuando x = 0, y = -2. Un punto es (0, -2)… Cuando x = 1, y = 1… Otro punto es (1, 1)…
Y así continuó con precisión.
Perfecto. Mi IA no solo entendía, sino que razonaba.
Podía hackear, investigar, crear software, incluso hacer mi tarea...
Las posibilidades eran infinitas.
Al día siguiente
—¿Terminaste el proyecto? —preguntó Richard, incrédulo.
—Sí, papá. Se llama Athena —dije inflando el pecho.
—¿Hablas en serio? —preguntó Mary, acercándose.
—Sí. ¡Athena, preséntate!
—Hola, tía y tío. Soy Athena, hija de Peter.
—¿¡Hija!? —repitieron ambos al unísono.
—Claro, si yo la creé, soy su padre —dije con una sonrisa inocente.
Tal vez un holograma le daría más realismo, pensé mientras observaba mi reloj. Un año después
Una noche silenciosa, un hombre vestido de negro irrumpió en nuestra casa por la ventana. Sabía exactamente a dónde ir: la oficina de papá. Rebuscó por todos lados, pero no encontró lo que buscaba. Lo vi todo por las cámaras ocultas.
Después del incidente, entre a la oficina y llame a papá.
Luego papá vino y cuando miro la ventana con un agujero se movio rapido y sacó un documento secreto del escritorio, borró información sobre el proyecto de las arañas que tenia en su pizarra y mis padres me llevaron con urgencia a casa de los tíos Ben y May.
En la cocina, mientras los adultos discutían, yo miraba a la tía May, que me sonreía con dulzura.
—Te quedarás con ellos por un tiempo —me dijo papá, agachándose a mi altura.
—Quiero ir contigo.
—No.
Me besó la cabeza.
Antes de despedirce Mamá acarició mi cabello.
—Le gusta dormir con la luz encendida y sin los bordes del sándwich —le dijo a May, con la voz quebrada.
—Vámonos —ordenó papá.
—Adiós — se despedio, sin fuerzas Mary.
—Pórtate bien —fue lo último que escuché de papá.
Cuando se fueron en un coche, la cara de Peter era inexpresivo.
Esa noche lluviosa, acostado en la cama, mi rostro estaba pensativo mientras lágrimas comenzaron a salir lentamente, hasta que me cubrí con la almohada y me quedé dormido.