El tercer amanecer en Gaia encontró a la Base Umbrella en un estado de organizada efervescencia. Carlos, después de una noche de sueño reparador en su nueva y cómoda cama, se reunió con su equipo en la Sala de Control, que ahora servía también como comedor y centro de planificación. Daniel ya estaba completamente recuperado de los efectos de la toxina del Hydrus, su movilidad restaurada gracias al neutralizador y al reposo.
—Buenos días a todos —saludó Carlos, observando a los nueve humanoides que conformaban su creciente comunidad—. Hoy tenemos una misión crucial: la expedición a las ruinas de la antigua estación de investigación. Nuestro objetivo principal es encontrar al menos un Cristal de Conocimiento para mejorar nuestra Unidad de Creación.
Los cuatro nuevos miembros —Javier, Marcos, Ana y Teresa— escuchaban con atención, sus expresiones una mezcla de curiosidad y seriedad. Habían pasado la noche anterior familiarizándose con la base y con los miembros más antiguos del equipo, absorbiendo información a una velocidad asombrosa.
—Sistema, ¿alguna actualización sobre las ruinas o posibles peligros en la ruta? —preguntó Carlos.
**[Análisis del área de las ruinas indica actividad biológica mínima en la superficie. Sin embargo, las estructuras subterráneas podrían albergar defensas residuales o fauna adaptada. La ruta de 5 kilómetros atraviesa terreno boscoso similar al ya explorado, con posibilidad de encuentros con Hexápodos Acorazados u otra fauna territorial de nivel bajo-medio]**
—Bien. El equipo de expedición estará compuesto por: Miguel, Daniel, Alejandro, Ana, Javier y yo —anunció Carlos—. Lucía, tú quedarás a cargo de la base, coordinando con Elena, Marcos y Teresa. Elena, continúa con la producción de Tela de Calidad; necesitaremos reservas. Marcos y Teresa, asistan a Lucía en la vigilancia perimetral y en cualquier tarea que requiera. Es una buena oportunidad para que aprendan el funcionamiento interno.
Todos asintieron. Ana y Javier, los dos nuevos seleccionados para la expedición, mostraron un brillo de anticipación en sus ojos.
—Equípense con lo necesario: armas, raciones, botiquines básicos y herramientas de recolección —instruyó Carlos—. Partiremos en una hora.
La hora de preparación pasó rápidamente. El equipo de expedición se armó con espadas, lanzas, arcos y escudos del pequeño arsenal. Ana, aunque no parecía tener una predisposición natural para el combate como Miguel o Daniel, eligió una daga y un pequeño escudo, mostrando una determinación tranquila. Javier, de constitución más robusta, optó por una espada corta similar a la de Carlos y un hacha de mano.
Con las despedidas hechas, el grupo de seis partió de la Base Umbrella, dirigiéndose hacia el este. El sol anaranjado de Gaia ascendía en el cielo, proyectando sus rayos a través del dosel del bosque. Miguel iba a la cabeza, sus sentidos alerta, mientras Alejandro cubría la retaguardia, su arco listo. Carlos caminaba en el centro junto a Ana y Javier, aprovechando para darles algunas indicaciones básicas sobre formaciones y señales.
El viaje de cinco kilómetros fue relativamente tranquilo. Encontraron un par de Hexápodos solitarios, que fueron despachados eficientemente por Miguel y Daniel antes de que pudieran representar una amenaza seria, proporcionando dos núcleos de energía adicionales y más escamas. Ana y Javier observaron los breves combates con intensa concentración, aprendiendo de la pericia de sus compañeros más experimentados.
Después de casi dos horas de marcha, el terreno comenzó a cambiar. Los árboles se volvieron más dispersos, y el suelo se cubrió de rocas y vegetación achaparrada. Finalmente, a través de un claro, divisaron su objetivo: las ruinas.
Lo que una vez pudo ser una estación de investigación imponente ahora era un conjunto de estructuras semiderruidas y cubiertas de enredaderas. Edificios de metal corroído y hormigón agrietado se alzaban como esqueletos contra el cielo. Una gran cúpula geodésica, parcialmente colapsada, dominaba el centro del complejo. Un silencio inquietante envolvía el lugar, roto solo por el silbido del viento entre las ruinas.
—Impresionante y un poco tétrico —murmuró Carlos, observando el panorama—. Sistema, ¿alguna lectura de energía o puntos de interés específicos?
**[Detectadas fluctuaciones energéticas débiles emanando del área de la cúpula central y de una estructura subterránea al noreste del complejo. Se recomienda precaución; los sistemas de defensa podrían estar parcialmente activos]**
—Bien, nuestro primer objetivo será la cúpula —decidió Carlos—. Miguel, Alejandro, busquen una entrada segura. El resto, manténganse alerta.
Miguel y Alejandro exploraron el perímetro de la cúpula, encontrando finalmente una sección donde una pared metálica se había desprendido, revelando una abertura oscura.
—Parece ser la única entrada viable sin tener que forzar nada —informó Miguel.
Con cautela, el grupo ingresó a la cúpula. El interior era vasto y oscuro, iluminado solo por los rayos de luz que se filtraban por las grietas del techo. Consolas rotas, equipos destrozados y extraños dispositivos cubiertos de polvo y óxido llenaban el espacio. En el centro, una plataforma elevada sostenía lo que parecía ser el núcleo de algún gran experimento, ahora inerte y cubierto de cables colgantes.
—Este lugar ha estado abandonado por mucho tiempo —comentó Daniel, examinando un panel de control destrozado.
—Ana, Javier, mantengan los ojos abiertos por cualquier cosa que parezca un Cristal de Conocimiento o algún tipo de almacenamiento de datos —instruyó Carlos.
Mientras exploraban, Ana se detuvo frente a una consola que, aunque dañada, parecía tener una pantalla intacta.
—Carlos, mira esto —llamó.
Carlos se acercó. La pantalla estaba oscura, pero Ana pasó sus dedos sobre un panel táctil cercano y, para sorpresa de todos, la pantalla parpadeó y se iluminó débilmente, mostrando símbolos extraños y un diagrama esquemático de la estación.
—Increíble, todavía tiene algo de energía —dijo Carlos—. Sistema, ¿puedes intentar interactuar con esta consola? ¿Traducir estos símbolos?
**[Intentando interfaz... Lenguaje desconocido, posiblemente de una civilización precursora de Gaia. Descifrando patrones básicos... El diagrama parece mostrar un laboratorio principal ubicado directamente debajo de esta cúpula, y una biblioteca o archivo de datos en la estructura subterránea al noreste]**
—Entonces, el Cristal de Conocimiento podría estar en ese laboratorio o en la biblioteca —dedujo Carlos—. ¿Hay alguna forma de acceder al laboratorio desde aquí?
Mientras el Sistema intentaba encontrar más información, un chirrido metálico resonó desde las sombras de la cúpula. Segundos después, varias figuras mecánicas del tamaño de un perro grande, con múltiples patas articuladas y un único ojo rojo brillante, emergieron de los escombros.
—¡Compañía! —alertó Miguel, levantando su lanza.
Eran drones de seguridad, oxidados y dañados, pero aparentemente aún funcionales.**[Drones de Seguridad Modelo Vigía. Nivel de amenaza: Bajo-Medio (individualmente). Armamento: Descarga eléctrica incapacitante, garras metálicas. Blindaje ligero, vulnerables a impactos contundentes en la unidad óptica]**
—¡Apunten a los ojos! —gritó Carlos, desenfundando su espada.
Cuatro drones se abalanzaron sobre ellos. Miguel interceptó al primero, su lanza atravesando el ojo rojo del dron con precisión. Daniel bloqueó las garras de otro con su escudo y contraatacó, su espada golpeando la carcasa metálica.
Javier, aunque visiblemente nervioso, se plantó firme y usó su hacha para desviar el ataque de un tercer dron, mientras Ana, más ágil, esquivaba las descargas eléctricas y buscaba una apertura con su daga. Alejandro, desde una posición más retirada, disparaba flechas que, aunque no penetraban fácilmente el blindaje, lograban desviar la atención de los drones.
Carlos se enfrentó al último dron, esquivando una descarga eléctrica que chisporroteó en el suelo donde había estado un segundo antes. Recordando la vulnerabilidad, esperó su oportunidad y, cuando el dron se acercó, lanzó una estocada directa al ojo rojo, sintiendo cómo la espada se hundía en el mecanismo.
La batalla fue breve pero intensa. Los cuatro drones quedaron desactivados, chisporreando y echando humo en el suelo.
—Buen trabajo, equipo —dijo Carlos, recuperando el aliento—. Especialmente ustedes, Ana y Javier. Su primer combate real y lo manejaron bien.
Ana asintió, con la respiración agitada pero una nueva confianza en su mirada. Javier sonrió, secándose el sudor de la frente con el dorso de la mano.
**[Consola actualizada. Se ha localizado un acceso al laboratorio subterráneo: un elevador de carga en el lado oeste de la cúpula. Requiere activación manual de energía auxiliar]**
El grupo localizó el elevador, una plataforma metálica oxidada. Cerca, encontraron un panel de control con una palanca grande.
—Supongo que esta es la energía auxiliar —dijo Miguel, agarrando la palanca. Con un gran esfuerzo, la bajó. Un zumbido grave resonó, y las luces del elevador parpadearon antes de encenderse débilmente.
—Parece que funciona —dijo Daniel—. ¿Quién baja primero?
—Iremos todos juntos —decidió Carlos—. Manténganse listos.
El descenso fue lento y ruidoso, acompañado de chirridos metálicos. El elevador se detuvo en un pasillo oscuro, apenas iluminado por luces de emergencia parpadeantes. El aire aquí era más frío y olía a ozono y metal viejo.
El pasillo conducía a una gran sala circular: el laboratorio principal. Estaba lleno de equipos extraños, muchos de los cuales parecían cámaras de estasis o incubadoras gigantes. Varias mesas de trabajo estaban cubiertas de herramientas desconocidas y fragmentos de lo que parecían ser componentes biotecnológicos.
—Busquen con cuidado —ordenó Carlos en voz baja—. El Cristal podría estar en cualquier parte.
Mientras exploraban, Alejandro notó un brillo tenue proveniente de una consola central que parecía estar en mejor estado que las demás.
—Carlos, aquí —llamó.
Sobre la consola, flotando a unos centímetros de su superficie y emitiendo una suave luz azulada, había un cristal facetado del tamaño de un puño humano. Pulsaba con una energía tranquila y familiar.
—Sistema, ¿es ese...?
**[Análisis confirmado. Cristal de Conocimiento de calidad media detectado. Contiene datos extensos sobre principios de manipulación energética y biotecnología básica de Gaia]**
Carlos sintió una oleada de triunfo. —¡Lo encontramos!
Pero mientras se acercaba para tomarlo, las luces del laboratorio parpadearon violentamente y una voz metálica y distorsionada resonó desde unos altavoces ocultos.
**[ALERTA. INTRUSIÓN DETECTADA EN SECTOR DE INVESTIGACIÓN PRIMARIO. ACTIVANDO PROTOCOLO DE CONTENCIÓN FINAL.]**
Paneles metálicos comenzaron a descender, sellando las salidas del laboratorio. De varias alcobas en las paredes, emergieron figuras más grandes y amenazantes que los drones de seguridad. Eran robots de combate bípedos, de unos dos metros y medio de altura, armados con lo que parecían ser cañones de energía en sus brazos.
**[Unidades de Defensa Pesada Modelo Guardián. Nivel de amenaza: Alto. Armamento: Cañón de plasma de corto alcance, blindaje reforzado. Puntos débiles: Articulaciones, núcleo de energía en el torso]**
—¡Oh, genial, los pesos pesados! —exclamó Daniel, preparándose para el combate.
Había tres Guardianes. Uno de ellos disparó su cañón de plasma, y una esfera de energía candente impactó cerca de Javier, obligándolo a saltar hacia atrás.
—¡Cúbranse y dispérsense! —gritó Carlos—. ¡Miguel, Daniel, intenten flanquearlos y apunten a las articulaciones! ¡Alejandro, fuego de supresión a los núcleos! ¡Ana, Javier, apóyennos y busquen cualquier ventaja táctica!
La batalla fue caótica. Los Guardianes eran lentos pero sus ataques eran devastadores. El laboratorio ofrecía algo de cobertura detrás de los equipos dañados, pero los disparos de plasma la destrozaban con facilidad.
Miguel y Daniel, trabajando en equipo, lograron atraer la atención de un Guardián, esquivando sus disparos y buscando una apertura. Alejandro lanzaba flecha tras flecha, algunas rebotando inofensivamente en el blindaje, pero otras impactando cerca de los núcleos de energía, haciendo que los robots fallaran momentáneamente.
Ana, usando su agilidad, logró deslizarse detrás de una consola dañada y encontró un panel de control expuesto. —¡Carlos! ¡Creo que puedo sobrecargar algunos sistemas desde aquí! ¡Podría crear una distracción!
—¡Hazlo! —respondió Carlos, esquivando otro disparo de plasma que chamuscó la pared a su lado.
Ana comenzó a manipular los controles. Chispas volaron del panel, y de repente, varias de las cámaras de estasis cercanas comenzaron a emitir un vapor denso y luces intermitentes, creando una confusión momentánea.Aprovechando la distracción, Javier cargó contra el Guardián más cercano, su hacha impactando con fuerza en la articulación de una de sus piernas. El robot trastabilló, y Daniel aprovechó para clavar su espada en la unión del torso, donde el núcleo de energía brillaba débilmente. El Guardián se convulsionó y cayó con un estrépito metálico.
Uno menos.
El segundo Guardián centró su atención en Alejandro, quien se vio obligado a abandonar su posición y buscar nueva cobertura. Carlos vio una oportunidad.—¡Miguel, a la izquierda!
Ambos cargaron contra el segundo Guardián desde ángulos diferentes. Carlos logró desviar un disparo con su espada, sintiendo el impacto recorrer su brazo, mientras Miguel lanzaba su lanza con todas sus fuerzas. La punta de la lanza se incrustó profundamente en el núcleo de energía del robot, que explotó en una lluvia de chispas y metal retorcido.
Solo quedaba un Guardián, que ahora se enfrentaba a Alejandro y a Javier. Ana seguía intentando causar más interferencias desde la consola.
—¡Sistema! ¿Alguna forma de desactivar a este último remotamente? —gritó Carlos.
**[Negativo. Los sistemas de control manual de los Guardianes están aislados. Sin embargo, la sobrecarga de los generadores principales del laboratorio, ubicados bajo la plataforma central, podría causar un pulso electromagnético que los desactive]**
—¡Ana! ¿Puedes llegar a los generadores principales desde esa consola?
—¡Estoy en ello! —respondió ella, sus dedos volando sobre los controles.
El último Guardián acorralaba a Javier, su cañón de plasma cargándose para un disparo a quemarropa. Alejandro intentó distraerlo con una flecha al sensor óptico, pero el robot apenas se inmutó.
—¡Ahora, Ana, ahora! —gritó Carlos.
—¡Sobrecarga iniciada! —exclamó Ana, apartándose del panel justo cuando una oleada de energía azul recorría los cables del suelo.
Una luz intensa emanó de debajo de la plataforma central, seguida de un profundo zumbido que creció en intensidad. Luego, un pulso visible de energía se expandió por todo el laboratorio. Las luces parpadearon y se apagaron, sumiendo la sala en una oscuridad casi total, solo rota por el brillo del Cristal de Conocimiento y algunas chispas residuales. El último Guardián se quedó inmóvil, su cañón de plasma apagándose.
Un silencio tenso llenó el laboratorio.—¿Todos... bien? —preguntó Carlos, su voz resonando en la oscuridad.
Se escucharon murmullos de afirmación. Lentamente, las luces de emergencia volvieron a encenderse, proyectando un brillo rojizo sobre la escena de destrucción.
—Lo logramos —dijo Daniel, apoyándose en su espada, exhausto.
Carlos se acercó a la consola central y, con mano temblorosa, tomó el Cristal de Conocimiento. Al tocarlo, sintió una oleada de información, imágenes y conceptos abstractos fluyendo en su mente por un instante antes de calmarse. Era cálido y vibrante.
—Tenemos lo que vinimos a buscar —dijo, mostrándoles el cristal—. Y creo que es hora de salir de aquí antes de que aparezcan más sorpresas.
**[Advertencia: El pulso electromagnético ha desactivado temporalmente los sellos de las puertas. Se recomienda evacuar la estructura subterránea antes de que los sistemas de respaldo se reactiven]**
—No necesitamos que nos lo digan dos veces —comentó Alejandro.
El grupo, cansado pero victorioso, se dirigió de nuevo al elevador. La expedición había sido peligrosa, pero habían tenido éxito. Con el Cristal de Conocimiento en su poder, el siguiente gran paso para la Base Umbrella estaba al alcance de la mano.
Mientras ascendían lentamente de vuelta a la cúpula, Carlos miró a su equipo. Habían enfrentado drones, robots de combate, y habían trabajado juntos para superar cada obstáculo. Los nuevos, Ana y Javier, habían demostrado su valía.
Al salir de nuevo a la luz del sol de Gaia, que ya comenzaba a descender hacia el horizonte, Carlos sintió un profundo orgullo. No solo habían sobrevivido, sino que estaban creciendo, adaptándose y fortaleciéndose.
—Vamos a casa —dijo, y el grupo emprendió el camino de regreso, llevando consigo no solo un cristal, sino la promesa de un futuro más avanzado para su incipiente civilización en un mundo extraño. La biblioteca mencionada por el sistema tendría que esperar a otra expedición, una para la que necesitarían estar aún mejor preparados.