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Chapter 2 - Capitulo 2

"Hey Marco, ¿y esa katana?" —preguntó un niño de cabello blanco, señalando una espada ceremonial colgada en la pared. Tenía el mango blanco y negro, un ornamento en forma de águila, una guarda dorada y un filo completamente negro.

"¿Hablas de esa? Según mi padre, es la mejor katana que ha forjado. Me dijo que la hizo con un mineral que evoca el calor, y que fue muy difícil trabajarla porque resistía las altas temperaturas" —respondió Marco, acercándose a una vitrina donde se exhibía la espada.

"¡Wao! ¡Imagíname manejando esa katana!" —exclamó el chico con ojos brillantes mientras movía los brazos simulando katas e imaginaba pelear contra monstruos de nieve.

"Sigue soñando, Harold. Esa espada no se ha movido desde antes de que yo naciera, y no creo que la veamos moverse pronto" —dijo Marco entre risas.

"¡Ja! Yo la tomaré, me convertiré en el mejor espadachín del pueblo y mataré a muchos monstruos. Luego te obligaré a entregarme la espada por el bien común" —declaró Harold con suficiencia, apoyando una mano sobre la vitrina.

"Ok, ok, como dig—"

Una explosión retumbó a la distancia, haciendo vibrar el suelo.

"¡¿Qué diablos?!" —gritó Harold. Ambos corrieron a la sala de estar, donde vieron al padre de Marco, Joshua, con el rostro lleno de furia.

"Malditas bestias..." —murmuró, mientras las venas se marcaban en su cuerpo musculoso.

"¿Qué pasó, papá?" —preguntó Marco acercándose.

"Los monstruos han invadido la ciudad... Marco, necesito que me traigas la katana ceremonial y que te escondas" —dijo Joshua, con tono grave, mientras le ponía una mano en el hombro.

Marco asintió. Junto a Harold, fue por la katana y volvió rápidamente para entregársela a su padre.

"Bien. Escóndanse. Regresaré en breve" —dijo Joshua al abrir la puerta. Una ventisca furiosa cubría el exterior mientras se escuchaban explosiones en la lejanía.

"Vamos, Harold" —dijo Marco, tirando de él hacia el sótano. Bajaron hasta la forja familiar.

El calor de una fragua eterna caldeaba la habitación. Espadas rotas o fallidas estaban esparcidas por el suelo como si fueran decoración. Barriles llenos de espadas llenaban las esquinas. Cerca de la fragua, un yunque y un martillo aguardaban.

Desde que se anunció el ataque, Harold actuaba en automático. Sus ojos estaban vacíos, perdidos en un bucle de pensamientos: "Monstruos malditos… ataque… monstruos…"

"¿Harold?" —Marco pasó su mano frente a su rostro sin obtener respuesta. "Suspiro. ¿Así quieres ser el mejor espadachín? ¡Despierta!" —exclamó, golpeando su cabeza.

"¡Auch! ¿Por qué me golpeas?" —se quejó Harold, frotándose la cabeza.

"Parecía que tu mente se fue lejos cuando oíste la palabra ataque" —replicó Marco sin responder directamente.

"¡Ja! Yo nunca me perdería así. ¡Recuerda que seré el mejor espadachín!" —proclamó Harold con una sonrisa arrogante.

"Ujum, lo que digas..." —murmuró Marco mientras observaba el fuego con curiosidad creciente.

"¿Qué tiene de interesante? Solo es fuego" —preguntó Harold.

"Suspiro. No lo entenderías" —respondió Marco, negando con la cabeza.

"¿Ahora te la das de interesante? ¿Quién te crees?" —Harold frunció el ceño, mientras Marco simplemente evitaba mirarlo.

"Oye, señor interesante, ¿y si vemos qué pasó afuera?" —sugirió Harold con determinación.

"No. Papá dijo que nos quedáramos aquí, que él vendría cuando todo terminara" —contestó Marco con madurez inusual para su edad.

"Aburrido" —dijo Harold, tirándose al suelo.

Marco lo miró con cara de ¿eres idiota?; después de todo, hacía apenas minutos estaba paralizado por el miedo.

"Si tú no vienes, iré solo. Tengo que ver cómo están mamá y Rita" —dijo Harold, levantándose.

"Suspiro... conociéndote, ni lo intentaré. Al menos llevemos unas espadas" —resignado, Marco sacó dos del barril.

Ambos tomaron sus armas y salieron de la casa. La ventisca era tan fuerte que apenas se podía ver, pero los sonidos metálicos los guiaban.

La aldea era pequeña, con apenas 110 habitantes. La casa de Harold quedaba a varias calles, así que fueron allí primero.

"¡Rita! ¿Estás aquí?" —gritó Harold al entrar, pero no obtuvo respuesta.

"Supongo que está con papá. Ella también es cazadora" —razonó Marco.

¡Boom!

Una explosión cercana los alertó.

"Eso fue en la plaza del pueblo. ¡Vamos!" —dijo Harold antes de salir corriendo.

Marco intentó detenerlo, pero al ver que ya iba lejos, lo siguió.

Clang

Clang

Los sonidos metálicos y gritos se intensificaban a medida que se acercaban. De pronto, un viento fuerte barrió la niebla.

Cuerpos. Cuerpos mutilados cubrían el suelo. Algunos seguían luchando contra monstruos de nieve, pero la mayoría había caído.

Los niños quedaron paralizados. Nunca antes habían visto la muerte tan de cerca.

Harold volvió a bloquearse. Marco lo notó y lo sacudió, desesperado.

"¡Mierda! ¡Despierta, hijo de puta! ¡No me dejes solo!" —gritó mientras lo zarandeaba sin éxito.

Uno de los monstruos lo miró fijamente. Marco apretó la espada con fuerza.

"Joder… qué mierda…" —murmuró, preparándose para luchar.

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