Después de una hora entera, Briar finalmente se había quedado dormida. La chica ahora estaba con la cara sobre la almohada, con las piernas estiradas sobre la sábana, sábana la cual ya estaba arrastrándose en el suelo. Parecía que esa era la única forma en la que ella podía dormir en una cama.
Esta chica es un desastre… ¿En serio puede respirar con la cara en la almohada? Pensó Midas, con un atisbo de preocupación.
Si se tratase de Midas, él ya se habría ahogado en tan solo doce segundos, pero Briar es diferente. Es más, ella ni siquiera necesita dormir, pero aun así lo hace, y cuando duerme, es muy difícil despertarla.
Midas, que la miraba desde la comodidad de su cama, suspiró cansado y se dio la vuelta mientras se abrigaba con el cobertor. Miró el cielo por la ventana y cerró los ojos. Dispuesto a dormir, dejó todas las preocupaciones de lado. Mañana será otro día y las cosas serán mejores. Él quiso convencerse de que todo sería mejor. Su mente se manchó de oscuridad y entonces se quedó dormido.
Esa noche Midas escuchó la voz de su madre y tuvo recuerdos de su infancia junto a ella y Maissa. Solo fueron voces que le susurraron, pero fue suficiente para hacerle saber que faltaba poco para regresar a casa.
***
Temprano por la mañana, Midas ordenó todo lo que iba a necesitar en el viaje. Las mochilas estaban llenas de suministros y ropa, al menos su mochila, pues la mochila de Briar estaba llena de botellas con sangre. Midas decidió comprar toda esa sangre porque temía que Briar pueda perder el control. Al menos así, ella tendría algo con que saciar su hambre, sin importar si se trataba de sangre de animales. Bueno, esta chica no es quisquillosa con la comida. Eso es bueno, de una forma perturbadora.
Lo único que faltaba era despertar a Briar. La posición en la que ella estaba durmiendo se veía dolorosa. Es como cuando le rezas a algún dios a la orilla de la cama, solo que con la cara en el colchón y las rodillas en el suelo.
—No debería seguir sorprendiéndome por estas cosas—masculló Midas. Después de ver dormir tantas veces a esta chica, ya se había acostumbrado a verla adoptar posturas inhumanas. —Briar, despierta. Tenemos que irnos o el barco nos dejará.
Las orejas de murciélago de Briar se movieron ante la voz de Midas, como un breve espasmo. Ella solo hundió más la cara entre las sábanas y siguió durmiendo. Al ver esto, Midas sintió un suave dolor de cabeza. Como todos los días, esto iba a ser difícil.
Midas intentó las mismas cosas que suelen despertar a Briar. Primero le habló al oído con un tono de voz neutral.
—Briar. Briar. Briar. Briar. Despierta. Despierta. Despierta. Despierta.
Este hombre no iba a admitirlo, pero se le hacía divertido ver como las orejas de Briar se movían cada vez que le hablaba de cerca. Estuvo así unos pocos minutos. Cuando eso no funcionaba, él intentaba tocarle la espalda a Briar con el inhibidor. El inhibidor es pesado y frío, por lo que un toque leve de esto despertaría a cualquiera, pero no a Briar.
Ella solo dejaba salir una suave risa somnolienta, lo que molestaba a Midas.
—Briar, no quiero repetir esto por el resto de mi vida. Tenemos que irnos. Despiértate o te dejaré tirada.
Nope. Eso no iba a funcionar. Ni siquiera una amenaza tan vacía era rival para el sueño pesado de Briar. Así que Midas, con un extraño aire de tranquilidad, se sentó junto a Briar y se quedó mirando a la ventana. Se quedó mirando tan profundamente el cielo oscuro que lentamente se estaba iluminando por el sol que, entonces…
—¿Qué se supone que estamos mirando?—preguntó Briar, quien ahora también estaba sentada junto a Midas.
Hilarante… Él quería creer que esto era una broma. Miró a su costado sin una expresión en su rostro. —Nada en especial. Ya tenemos que irnos. Te ayudaré a recoger tu mochila.
—¿Ah? ¿Qué? ¿Tan rápido? Apenas me despierto. Vayamos a cazar el desayuno.
—Comeremos en el barco así que prepárate—se levantó y se acercó a la mochila en el suelo. —Vamos.
—Huuh… Ya voy…
Con pesar, quejándose como una niña mimada, Briar se levantó de la cama y se acercó a la mochila. Allí mismo, Midas agarró la mochila usando el inhibidor como un gancho para ropa y la levantó poniéndola sobre la cama. Briar se dio la vuelta y Midas desabrochó los ganchos de la mochila con los dientes para hacer que Briar se ponga la mochila.
Cuando terminaron, Briar ayudó a Midas y ambos salieron de la posada. Caminaron por Rokrund con destino al puerto mientras la actividad en el lugar comenzaba a aumentar con la luz del sol.
—♪El sol ya salió, el día comenzó. ¿Qué deberíamos hacer hoy? No lo sé, no lo sé♪
Briar cantó dando pequeños saltos mientras caminaba. Midas la miró y pensó en lo infantil que es esta chica. Él intentó ignorarla hasta llegar al barco.
De pronto, una voz los saludo.
—¡Buenos días, jovencitos! ¿Ya se van?
Era el mismo anciano del día anterior. Él estaba junto a Águila, quien sopló con su trompa provocando mucho ruido.
Midas susurró con una expresión de molestia—Viejo estafador—, pero luego sonrió como para que no se dieran cuenta de la cara de enojo que puso un segundo antes. —Apresúrate, Briar—dijo, para alejarse de ahí lo más rápido posible.
Lo malo es que Briar lo malinterpretó.
—¿Qué? ¿Quieres competir para ver quién llega primero? ¡No se diga más!
—Eso no es lo que dije. ¿Briar?—ella había desaparecido. Midas, al mirar a la lejanía, se percató de que Briar se alejaba corriendo. —¡Oye! ¡Espérame! ¡¿Por qué siempre me haces lo mismo?! —, y no tuvo más opción que seguirla corriendo.
***
En el puerto, Midas estaba tirado en el suelo sobre su propia mochila. Él respiraba con dificultad mientras el sudor caliente como el infierno se le escurría por la frente. Como siempre, a su lado estaba Briar, solo que ella ahora estaba soplándole con la boca a Midas para que él pueda sentirse más fresco.
—No hagas eso que te apesta la boca.
Decirle eso a una mujer no era nada amable, pero Briar es completamente ajena a esa clase de pensamientos así que no le importó el comentario de Midas y siguió soplando.
—No entiendo como puedes ser tan lento y cansarte tan rápido.
—Pregúntale eso al tipo de dos metros que casi nos mata.
Lejos del comentario de Midas, los marineros que subían al barco se quedaron viendo la comedia que estos dos estaban mostrando. En cuanto al barco, no era muy grande, pero se veía robusto y resistente. No se puede esperar mucho de un barco de carga de una ciudad pequeña como Rokrund, después de todo.
—¡Oigan, cangrejos de agua dulce!
El capitán del barco, un hombre bronceado y musculoso de entre unos cuarenta y cincuenta años, levantó su mano desde la cubierta del barco. Se veía tan intimidante con su voz ronca y las cicatrices en su cuerpo que mostraban aún más de lo mismo.
—¡Dejen el coqueteo para después y suban ahora!
Midas y Briar se vieron entre sí.
—¿Coqueteo? ¿Qué es eso, Midas?
—Nada importante. Ya tenemos que irnos. Apresúrate.
Midas se apresuró a ponerse de pie y se subió al barco caminando por la plataforma. Briar, por otro lado, frunció el ceño enojada. Ella empezaba a creer que Midas le oculta demasiadas cosas. No saber algo era molesto para Briar así que hoy ella quería aprovechar para bombardear a Midas con mil preguntas.
—Entonces…—al subir al barco, Midas miró al capitán y le habló. —¿Nueve días de viaje?
El hombre lo miró como si Midas tan solo fuese una piedrita en el suelo—Ni más ni menos, mocoso. Es lo que dije ayer.
—¿Mocoso?
—Te ves como uno. Ahora déjame recordarte lo que dije ayer porque parece que tienes el cerebro de un pollo y…—miró las piernas de Midas y luego lo miro a los ojos. —y las piernas de uno.
—¿Pollo…?
Ciertamente, el capitán tenía esta clase de personalidad. Era un hombre duro del océano y se notaba demasiado. Además era demasiado grosero, incluso con su tripulación.
—Jajaja. Este barco se mueve mucho. Me hace sentir que todo da vueltas.
Cuando Briar subió al barco después de Midas, el capitán la miró —Huh. La niña ruidosa. Tenemos un lugar para ti.
Briar levantó la mirada para ver al capitán, quien era incluso más alto que Midas. —¿Para mí? ¿En serio? ¿Y eso dónde está?
—Ya verás. ¡Tiana!—gritó el capitán.
El grito fue tan fuerte que Midas y Briar levantaron los hombros con dolor de oídos, el suelo de madera de la cubierta del barco tembló levemente y las aves que rondaban por la zona huyeron despavoridas.
Luego del grito, de las diferentes puertas que estaban repartidas por la cubierta del barco salieron volando siete pedazos de tela que se juntaron en una sola al lado del capitán. La tela, fina, sedosa y del color de la noche, se transformó en una mujer encapuchada de cabello azul oscuro. Sus ojos verdes en la oscuridad de su capucha generaban mucho misterio en su presencia. Ella usaba botas negras altas con tacones planos de un centímetro de alto y unos pantalones de cuero marrón ajustados.
—¿Ahora qué quieres, viejo arrogante?—preguntó Tiana, con una voz femenina, pero severa. Se notaba la molestia en su tono de voz.
—Llegaron los clientes, idiota—él no cambió su forma de hablar, ni siquiera con la joven chica que respondió al nombre de Tiana. —Muéstrale a esta enana su lugar. Yo me encargo del flacucho.
Flacucho… ¿Cuántas veces me va a insultar este viejo? Para este momento Midas no sabía ni por qué estaba aquí. Solo le quedó quedarse callado. Después de mucho tiempo en una celda, aun era muy difícil hablarle a la gente sin sentirse fuera de lugar, además que también era muy difícil refutar esos insultos.
De repente, Tiana se acercó a Briar y la miró por un segundo. —Nombre.
Briar estuvo confundida. —¿Qué?
—Tu nombre.
—Ah, eso. Soy Briar. Un placer conocerte.
—Briar, eh. Sígueme. Alejémonos de estos monos.
Tiana le dio la espalda a Briar y se alejó de la escena. Mientras tanto, Briar inclinó la cabeza confundida. Ella no entendió nada de lo que pasó. Miró a Midas como si estuviera buscando una explicación, pero Midas no respondió la pregunta, pues dijo algo diferente.
—Ve un rato con ella. Pero recuerda esto. No ataques a nadie.
Briar sonrió. Aunque no entendía bien los hechos, pensó que esta era una oportunidad para hacer nuevos amigos. —¿Cuando he roto una promesa?
—Te haré una lista de eso más tarde.
—Entonces me voy. Chao, Midas.
Ella era como una tormenta. Tan pronto se le presentó la oportunidad de socializar con otras personas, Briar aprovechó eso y desapareció en un pestañeo. En el camino se le olvidó que hoy iba ser un día de preguntas para Midas.
¿Qué voy a hacer con este desastre de mujer? Al pensarlo detenidamente, Midas empezó a preocuparse de que Briar causara problemas aquí en el barco y en Zaun. Bueno, en Zaun ella sería más normal que en otros lugares, por más extraño que parezca.
—¡Mocoso!—el grito del capitán trajo de regreso a la realidad a Midas. —Si ya terminaste de verle el trasero a tu extraña novia, tenemos que ponernos en marcha.
—¿Qué? Yo no-
—¡Cállate! ¡No perdamos más el tiempo! ¡Ahora te recordaré los horarios de nuestra tripulación!
Midas la iba a pasar mal en este viaje. Parecía que nadie lo tomaba en serio, pero eso por un lado era algo bueno, pues al estar con diversos y constantes temas en la mente, eso le hacía olvidar todo el horror que vivió en los últimos 17 años.
***
El capitán le explicó muchas cosas a Midas sobre cómo se vive en altamar. Midas lo entendió todo y asintió sin decir nada. A su alrededor toda la tripulación ya estaba lista para zarpar así que elevaron el ancla e izaron las velas.
El viaje a Piltóver había comenzado. En los primeros minutos, Midas estaba al frente de la cubierta junto al capitán. Ambos miraban el mar en silencio y, detrás de ellos, había mucho ruido por parte de Briar y Tiana. Esas chicas parecían hablar de muchas cosas animadamente.
—Escucha, mocoso. No sé de donde se escaparon ustedes dos. Tampoco voy a preguntar. Lo que estoy haciendo es mi trabajo y solo eso. Por eso, los problemas en los que estés metido no tienen nada que ver con nosotros.
—Lo sé. Si algo pasa, será mi responsabilidad—respondió Midas con determinación.
—Ya estás hablando como un hombre, mocoso. Solo quería aclararte eso.
—Si… Y deja de llamarme mocoso. Tengo 27 años.
—¿Qué…?—levantó las cejas sorprendido. —Mentiras. Te ves tan joven como mi hija. Pensé que tendrías apenas 20 años. Lo que dices son tonterías. No tienes que mentir con tu edad. Es mejor si eres un mocoso estúpido.
Ante la sorpresa del capitán, Midas miró el océano. Su mirada estaba vacía por un segundo. Los gritos de un niño resonaron en su mente, pero cerró los ojos con fuerza y calmó esos gritos.
—No estoy mintiendo. Lo digo en serio…—su voz fue demasiado seria como para ser una mentira.
El capitán, al ver la expresión en la cara de Midas y al escuchar su tono de voz, entendió que era él quien ahora estaba siendo grosero. Levantó su pesada mano y abofeteó la espalda de Midas.
—Bueno, la vida te ha tratado bien, al menos en apariencia.
—Si… claro…