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Chapter 22 - CAPITULO 22

Cada noche, Vex se acercaba a Quetzulkan con una mezcla de timidez y deseo, permitiéndose ser vulnerable y expresar todo el amor que sentía por él. Sus caricias eran suaves pero intensas, y sus besos, cargados de pasión, le dejaban sin aliento. Quetzulkan, por su parte, se entregaba a esta relación con igual fervor, respondiendo a cada toque y cada susurro con una ternura que parecía inagotable.

 

La conexión entre ambos era palpable, una danza constante de deseo y afecto. Vex, fiel a su naturaleza yordle, demostraba una flexibilidad que dejaba a Quetzulkan asombrado. Sus movimientos eran gráciles y llenos de una sensualidad natural, adaptándose a cada uno de los toques de Quetzulkan. Aunque su cuerpo era pequeño, Vex se entregaba a él con una pasión que parecía no tener fin, dejando que Quetzulkan explorara cada rincón de su ser.

 

Las noches estaban llenas de susurros y caricias, donde ambos se perdían en el placer del otro. Quetzulkan, con sus ojos verdes llenos de deseo, marcaba cada momento con una intensidad que hacía que Vex se sintiera completamente suya. Sin embargo, no se trataba solo de posesión; era una conexión profunda, donde cada gesto y cada mirada hablaban de un amor y un respeto mutuos.

 

A pesar de su naturaleza reservada, Vex encontraba en Quetzulkan un refugio donde podía ser ella misma. En la recámara, lejos de las miradas del mundo, se permitía expresar sus deseos más profundos, confiando en que Quetzulkan la entendería y la aceptaría. Cada noche, cuando se entregaban el uno al otro, era un recordatorio de la fuerza de su conexión y del amor que compartían.

 

Vex, con su flexibilidad, permitía que Quetzulkan explorara su cuerpo de maneras que solo aumentaban la intimidad entre ellos. Aunque su tamaño podía parecer una limitación, la realidad era que Vex se adaptaba perfectamente a Quetzulkan, permitiéndole descubrir nuevas formas de amarse. Sus cuerpos se entrelazaban en una danza de pasión y ternura, donde cada movimiento era una expresión de su amor.

 

A medida que su relación avanzaba, Quetzulkan se dio cuenta de que casi siempre había un invitado no invitado espiándolos. A través de pequeños portales, Zoe observaba sus momentos de intimidad, no con celos, sino con una curiosidad y alegría genuina. Zoe, con su naturaleza juguetona, disfrutaba viendo cómo Quetzulkan y Vex se amaban, encontrando en ello una confirmación de la profundidad del amor de Quetzulkan.

 

Cada amanecer, después de sus sesiones de amor, Vex se acurrucaba junto a Quetzulkan, su cuerpo pequeño y flexible descansando contra el de él. Aunque agotada, sus ojos reflejaban una felicidad y una satisfacción que solo podían provenir de un amor verdadero. Quetzulkan, a su vez, la envolvía con sus brazos, protegiéndola y cuidándola, sabiendo que habían encontrado en el otro algo más que pasión: habían encontrado una conexión que trascendía el tiempo y el espacio.

 

Este amor, lleno de romance y picardía, continuó creciendo con cada día que pasaban juntos en el renovado Zaun. La relación de Quetzulkan y Vex no solo era una expresión de deseo, sino también una celebración de la conexión emocional y espiritual que compartían. Y aunque sabían que Zoe siempre estaba presente, observándolos con una sonrisa, esto solo fortalecía su amor, sabiendo que tenían su bendición y su apoyo.

 

Juntos, Quetzulkan y Vex continuaron explorando los límites de su amor, descubriendo nuevas formas de conectarse y de amarse. Cada día era una nueva aventura, una oportunidad para profundizar su relación y para demostrar el amor y el respeto que sentían el uno por el otro. Y en cada mirada, en cada caricia, se encontraba la promesa de un futuro lleno de amor, pasión y complicidad, donde cada momento era una celebración de su vínculo inquebrantable.

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En la pacífica Ciudad de Bandle, hogar de incontables yordles de todas las edades, Milty, un yordle mayor con pelaje grisáceo y orejas puntiagudas, se preparaba para una misión autoimpuesta. Recordaba vívidamente la última vez que vio a su sobrina Vex. Era un día sombrío, uno que aún le causaba tristeza. Vex, sumida en su habitual melancolía, le había hablado del sentido de la miseria y la desesperanza, dejándolo con el corazón roto. Pero esta vez, estaba decidido a llevarla de vuelta a la Ciudad de Bandle, donde sus padres la esperaban con los brazos abiertos.

 

Mientras tanto, en la renovada ciudad de Zaun, Quetzulkan y Vex disfrutaban de un paseo tranquilo por el bosque mágico que rodeaba la bulliciosa urbe. Los árboles, con hojas relucientes y flores que brillaban con un resplandor etéreo, proporcionaban un escenario perfecto para su amor. Compartían besos y caricias, ajenos a todo lo que no fuera el otro. Sus risas y susurros se mezclaban con los sonidos naturales del bosque, creando una sinfonía de amor y tranquilidad.

 

De repente, un extraño portal apareció cerca de donde estaban. Una figura diminuta, pero enérgica, salió del portal, y una voz familiar resonó en el aire: "¡Pequeñita! ¿Estás aquí, yordlecilla?"

 

Las orejas puntiagudas de Vex se alzaron al reconocer la voz. "Es mi tío Milty," le explicó a Quetzulkan con resignación. Se acomodó en las piernas de Quetzulkan, ajustando su ropa mientras esperaban la llegada del yordle mayor.

 

Cuando Milty llegó, se quedó boquiabierto ante la escena que se desplegaba ante sus ojos. Su sobrina, siempre apática y solitaria, estaba en compañía de un vastaya notablemente apuesto, y no solo eso, Vex estaba sentada íntimamente sobre él. Milty dejó de lado su sorpresa y, con su habitual animosidad, saludó a Vex y se presentó a Quetzulkan como su tío.

 

"Hola, Vex. ¡Y tú debes ser Quetzulkan!" dijo Milty, tratando de mantener su tono alegre.

 

Quetzulkan, con su característica amabilidad, respondió: "Es un placer conocerte, Milty. Vex me ha hablado mucho de su familia."

 

Milty, visiblemente emocionado, se alegró tanto que sus ojos se llenaron de lágrimas. "Estoy tan feliz de ver que Vex ha encontrado un compañero que la quiere por lo que es. Siempre temimos que se quedara sola para siempre."

 

Vex, un poco irritada por el comentario, hizo una mueca, pero Quetzulkan la calmó con un beso suave. "Todo está bien, Vex. Él solo está preocupado por ti."

 

Milty, aún emocionado, continuó: "Tus padres estarán tan felices de saber que estás bien. Hemos estado tan preocupados por ti."

 

"¿Preocupados?" murmuró Vex, intentando mantener su habitual tono indiferente, pero visiblemente conmovida por las palabras de su tío.

 

"Sí, Vex. Tus padres han estado pensando en ti todos los días. Ellos quieren verte. Es por eso que he venido, para llevarte de vuelta a casa."

 

Vex se quedó en silencio, pensando en lo que Milty le había dicho. Miró a Quetzulkan, buscando su consejo. Él le sonrió y le dijo suavemente: "Creo que sería maravilloso visitar a tus padres, Vex. Y también me encantaría conocer a mis suegros. Podríamos recibir su bendición."

 

La mención de la bendición hizo que Vex sonriera ligeramente, aunque intentó ocultar su alegría. "Supongo que no estaría mal," dijo finalmente, con una voz apenas audible.

 

La respuesta de Vex sorprendió tanto a Milty que quedó paralizado por un momento, antes de sonreír de oreja a oreja. "¡Perfecto! ¡Vamos entonces!"

 

Creó un portal mientras les decía a Quetzulkan y Vex que lo siguieran. Quetzulkan tomó la mano de Vex, dándole un apretón reconfortante. "Esto será bueno para ti, Vex. Y también para nosotros."

 

Vex asintió, todavía algo indecisa, pero sintiendo que, con Quetzulkan a su lado, podía enfrentar cualquier cosa. Juntos, cruzaron el portal, dejando atrás el mágico bosque de Zaun y entrando en una nueva etapa de su vida.

 

Al otro lado del portal, la Ciudad de Bandle los recibió con su habitual encanto y calidez. Las casas, pequeñas y acogedoras, estaban adornadas con flores y luces que creaban una atmósfera de cuento de hadas. Los yordles, siempre alegres y hospitalarios, los saludaban con sonrisas y miradas curiosas.

 

Milty los guió a través de las calles empedradas, llevándolos hacia la casa de los padres de Vex. Durante el trayecto, Quetzulkan y Vex continuaron intercambiando miradas y sonrisas, sintiendo que, aunque estaban en un lugar nuevo, su amor los mantenía conectados y seguros.

 

Cuando finalmente llegaron, la puerta se abrió rápidamente y los padres de Vex salieron corriendo, abrazándola con lágrimas de alegría en los ojos. "¡Vex! ¡Mi pequeña Vex! Estás aquí," dijo su madre, abrazándola con fuerza.

 

Vex, aunque intentaba mantener su actitud distante, no pudo evitar sentirse conmovida por el afecto de sus padres. "Hola, mamá. Hola, papá," dijo suavemente, devolviéndoles el abrazo.

 

"Y tú debes ser Quetzulkan," dijo su padre, extendiendo la mano. "Gracias por cuidar de nuestra Vex."

 

Quetzulkan estrechó la mano del padre de Vex, sintiendo el calor y la sinceridad en su saludo. "Es un honor conocerlos. Vex es muy especial para mí."

 

La reunión fue emotiva y llena de momentos de alegría. Vex se sintió agradecida por tener a Quetzulkan a su lado, sabiendo que, no importa lo que el futuro les deparara, juntos podían enfrentar cualquier desafío.

 

Esa noche, en la casa de sus padres, Vex y Quetzulkan compartieron historias y risas, reforzando los lazos que los unían a ambos mundos. La visita a Bandle no solo fortaleció la relación de Vex con su familia, sino que también cimentó el amor y la confianza entre ella y Quetzulkan.

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A pesar de la ligera diferencia de estatura entre los yordles y Quetzulkan, la casa de los padres de Vex no resultó ser un inconveniente para que él pudiera entrar. Claro, eso era siempre y cuando Quetzulkan se limitará a acomodarse y no se moviera demasiado. Aunque Quetzulkan podía caber en las casas de los yordles, debía ser cuidadoso para no causar ningún desastre.

 

Esta limitación planteó un desafío tanto para Quetzulkan como para Vex, quien quería pasar el mayor tiempo posible con él. Decididos a encontrar una solución, Quetzulkan y Vex, con la ayuda de los padres de Vex y su tío Milty, buscaron el apoyo de los siempre alegres residentes de Ciudad de Bandle. En cuestión de semanas, los yordles, expertos en la construcción de casas, lograron construir una vivienda que se acomodara al tamaño de Quetzulkan. También crearon utensilios adecuados para su vida diaria, como camas, muebles, instrumentos de cocina y demás.

 

Después de casi un mes de vivir y dormir en un bosque cercano, finalmente Quetzulkan y Vex pudieron mudarse a una casa anormalmente grande comparada con las otras casas de la ciudad. Esta casa, situada en las afueras de la ciudad por petición de Vex, quien no disfrutaba mucho del ruido de la alegre ciudad de yordles, se convirtió en su nuevo hogar.

 

Una vez establecidos, Quetzulkan tuvo la oportunidad de conocer a algunos amigos de Vex. La primera en visitarlos fue una yordle llamada Allay. Allay era una yordle de pelo rosado, largo y desordenado, con grandes ojos amarillos llenos de curiosidad y energía. Vestía un conjunto sencillo pero colorido y siempre llevaba consigo un muñeco de un gato, su fiel compañero. Al ver a Vex más animada y en compañía de Quetzulkan, Allay no pudo contener su entusiasmo.

 

"¡Vex! ¡No puedo creer lo feliz que te ves!" exclamó Allay, sus ojos brillando con alegría. "Y este debe ser Quetzulkan. ¡Vaya, eres incluso más impresionante de lo que imaginaba!"

 

Vex, manteniendo su fachada melancólica, respondió con un tono indiferente, aunque una ligera sonrisa se dibujaba en sus labios. "Sí, Allay. Este es Quetzulkan."

 

Quetzulkan sonrió amablemente y saludó a Allay. "Es un placer conocerte, Allay. Vex me ha hablado mucho de ti."

 

Allay, emocionada, empezó a hacerles preguntas sobre su vida juntos, sorprendiéndose por cada detalle que Vex compartía. La felicidad de Vex era evidente, aunque ella tratara de ocultarlo.

 

Más tarde, otra amiga de Vex, Lulu, llegó a visitar. Lulu era una yordle pequeña y encantadora, con un cabello púrpura y un sombrero puntiagudo que le daba un aire mágico. Vestía un atuendo colorido y llevaba consigo un bastón decorado con flores y hojas. Junto a ella, flotaba Pix, su hada brillante y traviesa.

 

"¡Vex! ¡Es tan bueno verte!" dijo Lulu con su voz cantarina, abrazando a Vex. Luego, sus ojos se dirigieron a Quetzulkan, y su expresión se iluminó aún más. "Y tú debes ser Quetzulkan. ¡He oído tanto sobre ti!"

 

Quetzulkan inclinó la cabeza en señal de saludo. "Hola, Lulu. Es un placer conocerte."

 

Lulu, siempre curiosa y llena de energía, no pudo evitar notar el cambio en Vex. "Vex, te ves diferente... más feliz. Estoy tan contenta por ti."

 

Vex, intentando mantener su tono habitual, respondió: "Gracias, Lulu. Quetzulkan ha sido una gran compañía."

 

Lulu, siempre perceptiva, sonrió y añadió: "Parece que no solo te ha acompañado, sino que también ha hecho un gran cambio en ti."

 

Pix, el hada de Lulu, revoloteó alrededor de ellos y susurró algo al oído de Lulu. "Pix dice que puede sentir cuánto amor hay entre ustedes dos. ¡Eso es maravilloso!"

 

Con el paso del tiempo, Quetzulkan y Vex se establecieron en su nueva vida en Ciudad de Bandle, disfrutando de la compañía de sus amigos y la tranquilidad de su hogar. Aunque Vex mantenía su fachada de melancolía frente a los demás, en la intimidad de su hogar con Quetzulkan, se permitía ser ella misma, dejando que su amor y felicidad brillaran.

 

La casa, construida especialmente para ellos, se convirtió en un refugio donde podían compartir su amor y construir nuevos recuerdos juntos. Y aunque el tiempo en Ciudad de Bandle pasara diferente al de Runaterra, sabían que cada momento juntos era precioso, y estaban decididos a aprovecharlo al máximo.

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Después de transcurrir varios años, Vex y Quetzulkan tomaron la decisión de unirse en matrimonio en la bulliciosa Ciudad de Bandle, cediendo a la insistencia de los padres de Vex, quienes anhelaban ver a su hija felizmente casada. El evento no fue ostentoso, pero sí significativo, reuniendo a algunos familiares cercanos de Vex para presenciar la unión de la pareja. Mientras que Quetzulkan, sin familiares presentes, contó con la presencia virtual de Zoe, quien asistió al evento a través de uno de sus portales dimensionales, mostrando su apoyo desde la distancia.

 

La ceremonia de bodas entre los vastaya fue un evento mágico y encantador, marcado por rituales ancestrales y con la energía vibrante de los yordles. El lugar estaba adornado con flores exóticas y luces titilantes, creando una atmósfera de ensueño

 

El ritual de unión comenzó con una invocación a los espíritus ancestrales, seguido por la bendición de los Elementos Primordiales. Los yordles, con su magia peculiar, aportaron su toque único al evento, tejiendo hechizos de protección y amor alrededor de la pareja. Vex y Quetzulkan intercambiaron votos de amor eterno, prometiendo compartir sus vidas y alegrías en armonía.

 

Uno de los momentos más conmovedores de la ceremonia fue el intercambio de símbolos de compromiso. Quetzulkan ofreció a Vex el pequeño cráneo de una serpiente, decorado con plumas azules y rojas, como un anillo vastaya que simbolizando su protección y devoción. Vex, a su vez, entregó a Quetzulkan un anillo simple pero elaborado con cristales mágicos, que representaba su amor y lealtad.

 

Finalmente, con unión de manos y miradas llenas de complicidad, Vex y Quetzulkan se comprometieron a caminar juntos por el sendero de la vida, enfrentando desafíos y celebrando triunfos, siempre unidos en espíritu y corazón. La ceremonia concluyó con aplausos y alegría, marcando el comienzo de una nueva y emocionante etapa en la vida de la pareja.

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